Aquella noche el padre esperaba escondido en las sombras
de las calles de Toledo, un puñal oculto bajo su capa. No tardó en llegar el
joven y se sentó en la boca del pozo a esperar a su amada. Sin esperarlo se
vio sujeto de repente por un brazo que intentó arrojarlo al interior del pozo,
pero se resistió con energía, cuando iba a conseguir soltarse sintió un frío
que penetraba en sus entrañas, sus ojos se nublaron y cayó muerto a los pies
del judío. Se oyó un ruido, se dio la vuelta y allí estaba su hija con su pálido
y desencajado rostro, había presenciado los últimos momentos de la muerte de
su amado a manos de su padre, finalmente cayó desvanecida sobre las frías losas
de la plaza.