En las mazmorras de D. Nicolás


La casa de don Nicolás, sita en la calle de la Victoria de Madrid quedó deshabitada a la muerte del duque y quedó convertida en un triste caserón morada de telarañas y de sombras. Por muchos años la casa permaneció desalquilada, deshabitada y separada del bullicio de la corte. Nadie quiso hacerse cargo de la misma pues contaba la leyenda que el duque, que toda su vida vivió solo, maldijo la misma antes de morir y afirmó que sería maldita para todos los que la habitaran por haber sido su tumba durante tantos años de soledad, predijo que la maldición sólo quedaría rota cuando se cumplieran una serie de condiciones.... las mismas se incluían en un anexo al testamento , pero nunca llegó a encontrarse el mismo, por lo que nadie quiso jamás ser el propietario.

 

    Un día se presentaron dispuestos a habitarla unos cuantos hombres embozados, a quienes les interesaba el edificio por su amplitud y situación céntrica para montar una sala de juegos en la planta baja. De esta forma de nuevo entró el bullicio en el viejo caserón, hasta una noche en que en mitad del alboroto de las partidas se abrió de repente una puerta y apareció un hombre de pequeñísima estatura que sostenía un candelabro y que con voz profunda les replicó a los asistentes para que guardaran silencio por respeto a la memoria del duque, uno de los asistentes intentó contestar las palabras del enano, pero fue inútil pues una oscura fuerza lo derribó al suelo sin que pudiera decir palabra alguna. De inmediato todos los que allí estaban emprendieron la huida atropelladamente y se perdieron por las frías calles de Madrid.

 

Este fue el detonante para que de nuevo se cerrara la casa, que a partir de entonces el pueblo denominaba la "casa de los enanos". Pasó mucho tiempo hasta que de nuevo alguien que no creía en estúpidas leyendas otra vez la alquilara. Ella se llamaba Rosario de Venegas, una dama acomodada desde hacía poco en la Villa y Corte de Madrid que busca un aposento acorde con su categoría, las reformas en la misma se sucedieron con rapidez, fue amueblada con exquisito gusto y muchas noches era punto de reunión para la gente pudiente pues se celebraban bailes y todo tipo de encuentros.

Fue precisamente en una de estas noches cuando en mitad del baile de salón se presentó un pequeño hombre con el mismo candelabro, mandó a todos los presentes guardar silencio en memoria del duque fallecido. Todos quedaron atónitos y sólo doña Rosario se atrevió a hablar.

 

-¿ Quién es usted ? ¡ cómo se atreve a entrar en una celebración privada en mi propia casa !

A lo que el enano replicó.

-Sepa usted, distinguida dama, que esta es la casa de mi señor el duque fallecido hace más de doscientos años, siempre fue enemigo de la soledad y siempre se sentaba frente a los ventanales esperando que alguien le visitara o simplemente se acordaran de él, pero las únicas visitas que recibió fueron de gentes interesadas en sus dineros y riquezas, nunca por verdadera amistad o amor, así vivió solo toda su vida entre estas cuatro paredes, su amargura fue tal que a la hora de morir lanzó una maldición , afirmó entre horribles pesadillas que su alma no descansaría en paz hasta que se cumpliera lo que decía el anexo de su testamento.

- ¡¡ Qué decía el anexo !! dijo doña Rosario.

- Nunca se sabrá hasta que se haya cumplido.... y ahora marcharos todos y dejad que el alma del duque descanse en paz y soledad, nunca le quisisteis en vida, marcharos ahora que sólo desea descansar para siempre.

 

De nuevo se produjeron escenas de terror, los invitados salieron atropelladamente y esta vez la casa se cerró para mucho tiempo.

 

Hace pocos años, de nuevo se abrió, la leyenda se había perdido entra las sombras del tiempo. Se fundó una taberna. La misma siempre estaba frecuentada por multitud de jóvenes que se reunían en ella los fines de semana para sus charlas y encuentros, sin embargo frecuentemente por extraños motivos prefirieron la parte de arriba a las mazmorras que aunque habilitadas con mesas y sillas para el público, siempre estaban más solitarias. Incluso alguna vez se comentó que sólo un pequeño hombre era el que pasaba las tardes y las noches en la parte de abajo tomando una cerveza.

 

Días atrás, más concretamente el sábado 4 de diciembre de 1999, me reuní con unos cuantos amigos de un grupo llamado Café Nocturno, cuando fuimos a la antigua casa convertida en taberna, la encontramos repleta de gente, pero decidimos bajar a la parte de abajo, las mazmorras. Las encontramos deshabitada como siempre a pesar de haber sitio de sobra para todos. Nos sentamos en las mesas y charlamos animadamente como si nos conociéramos en persona de toda la vida. Allí estuvimos Ernesto, Maribel, Luís, Matilde, Pilar, Mariluz, Marcial, Mabel y yo........ Hace pocos días Ernesto mandó a este grupo un mensaje con las Crónicas 1 y 2 de aquel encuentro donde encontraréis más detalles.

 

Al día siguiente, visité de nuevo el lugar en cuestión. Me senté en una de las solitarias mesas de la taberna dispuesto a escribir la leyenda número XVI, sin embargo cuando estaba a punto de hacerlo se presentó un pequeño hombre de aspecto siniestro con un candelabro en la mano.

 

-Buenas noches, permítame entregarle esta nota.

-¿ de qué se trata ? le respondí.

-Es el anexo de un testamento que te interesa.

- Me quedé atónito ¿ para qué quiero yo un anexo ?

- Cuando lo leas lo comprenderás :

 

 

Levanté la mirada y ya no le encontré. Sólo pude escuchar un "gracias" que se perdió a lo lejos.

 

Y vosotros, amigos del café que fuisteis partícipes de esta historia, os doy las gracias por tan entrañable velada, ojala se repita de nuevo. Alomejor esta vez se nos une un pequeño ser y nos trae el candelabro a la oscura mesa que ocupamos, ese candelabro que no encontraba Mariluz.....

Leyenda XV

Leyenda XVII

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