YO SOY DE DONDE HAY UN RÍO.

Una ciudad cubana fundada por canarios:

 San Antonio de los Baños

 

Edición: Mayra Hernández Menéndez
Dirección artística y diseño: Alfredo Montoto Sánchez
Ilustración de cubierta: Jesús Agustín Rebull Morales
Composición computarizada: Isabel Hernández Fernández

(c) Jesús Orta Ruiz, 2004
(c) Herederos de Ángel Valiente, 2004
(c) sobre la edición EDITORIAL LETRAS CUBANA

ISBN 959-10-0962-3

E-mail: elc
@icl.cult.cu 


En el Casino Español de San Antonio de los Baños

En Campo Armada, La Habana

Controversia
Angelito - Naborí

Personajes y Personalidades de San Antonio de los Baños..La Villa del Humor

 Libros
Décimas para la Historia
La controversia del siglo en verso improvisado

Nota a la dición cubana

Este libro es una obra de arte de la improvisación en décimas. La ya legendaria controversia entre Jesús Orta Ruíz, el Indio Naborí, y Angelito Valiente sigue siendo un hito del debate popular decimista cubano, cuando con esta edición se cumple el aniversario cincuenta de haber sido celebrada. Más que una porfía, es un diálogo exaltado de dos pilares de la canturía del siglo XX. Su trascendencia como suceso de repentismo rebasa la circunstancia local y nacional, y constituye asimismo un jalón dentro de la poesía oral de la lengua española. Yo no exagero, así lo afirma Maximiano Trapero, al rescatar los textos del olvido (en su momento circuló en feble primera edición en folleto) y fijarlos definitivamente1 en lo que son: un monumento cimero del repentismo, que ha trascendido el instante, al adquirir el valor textual.

Un teatro de sociedad cultural y un campo deportivo fueron los escenarios desbordados de público. Nada de raro tenía para entonces hacer una controversia dentro de un teatro, porque esa tradición existía desde principios del propio siglo XX, cuando la décima popular pasó en Cuba de la canturía campesina a los grandes espectáculos públicos, donde se convirtió en un <<complejo cultural>>.
La décima para espectáculos2 era un modus vivendi de los poetas orales improvisadores, y de sus interpretes, que se presentaban en todo tipo de fiestas y actos públicos. Si desde el siglo XIX la décima se había convertido en <<la estrofa del pueblo cubano>> -como dicen que dijo el poeta José Fornaris, fundador del llamado criollismo de la poesía cubana, y se non è vero, è bene trovato-, su manifestación tenía desde entonces, y antes aun, desde el XVIII, dos espacios significativos: el campo y la ciudad. En el campo devino medio expresivo fundamental de la clase campesina; en las ciudades se abrió paso en las manifestaciones populares y llegó a ser vendida en hojas sueltas y anónimas, anunciadas a voces en las calles decimonónicas <<¡Eh, la décima!>>. Pero la décima popular de origen campesino cultivada en zonas urbanas halló esplendor a principios del siglo XX, precisamente cuando adquirió el matiz de espectáculo que requería divulgación previa, presentador o animador (locutor) y variados músicos acompañantes con sus instrumentos (guitarras, tres, laúd, bandurria, clave, güiro, <<quijada>>, <<cajones>> de resonancia, tambores, timbales y otros de percusión y hasta de viento); a veces se incluían parejas de baile, y sobre todo era imprescindible la presencia de poetas que improvisaran e intérpretes (no poetas, pero que aprendían las décimas que componían aquéllos, y las cantaban), Todo ello constituía, y constituye aún hoy, un complejo cultural en el que evidentemente intervienen diversidad de artistas, tradiciones orales y musicales y, por supuesto, un activo público que participa no sólo como receptor pasivo del espectáculo.

En ocasiones, los propios poetas se acompañaban con alguno de los instrumentos de cuerdas, en particular para improvisar, pero la tradición fue especializando al improvisador y a su músico acompañante; algunos de ellos han sido verdaderos ejecutantes virtuosos, y han adquirido fama autónoma. Aunque he puesto los verbos en pasado, todo esto se mantiene plenamente vigente en los comienzos del siglo XXI, e incluso es la tradición en que se enmarcaron las controversias entre Naborí y Valiente, que aparecen en este  libro.

Así pues la controversia ya había ganado el espacio estelar en la poesía oral cubana, y se sostenía en los más simples guateques o canturías tierra adentro o en las grandes fiestas populares campesinas o citadinas. Su autonomía había adquirido asimismo rango de espectáculo y, como lo demuestra la llamada <<controversia del siglo", podía movilizar multitudes. A la sazón de ésta, existían (desde la década de 1940) los famosos <<Bandos>>, como el Azul, el Rojo y el Lila, que eran asociaciones espontáneas de decimistas y músicos, más bien con fines económicos y de divulgación, con el interés de armar grandes espectáculos de poesía oral, con los cuales estos artistas de la oralidad se solían ganar la vida, no muy abundantemente.

En buena parte de ello se debió a un grupo de factores juntos. a) la fama de los dos contrincantes; b) la legítima tradición del debate repentista de profundas raíces populares; c) el prestigio que habían alcanzado estos encuentros a manera de concursos, celebrados en casi todo el país a menor escalar; d) el goce profundo que suele sentir el espectador, quien sigue de una manera extraordinaria a los improvisadores, como si él mismo estuviera compitiendo, y la satisfacción artística que recibe; e) la cierta <<costumbre>> que de ello se tenía por medio de los ya mencionados Bandos, de los cuales Naborí y Valiente eran figuras estelares; f) la divulgación espontánea y también los anuncios radiales, que crearon expectativas sobre el espectáculo que iba a realizarse

Por supuesto, no puede dejarse de lado que ambos poetas eran, asimismo, figuras descollantes de la radiodifusión decimista que contaba con programas establecidos, y sus nombres volaban incluso ya más allá de Cuba. Esta combinación de factores implicaba de hecho un récord de concurrencia, como así mismo fue, que sin ser un debate único de este tipo en años anteriores o posteriores con muy variados y famosos poetas-decimistas, logró llevar a la cima a dos de los más queridos por el pueblo de Cuba.

Sea dicho quienes eran por entonces ambos improvisadores. Jesús Orta Ruiz, conocido como el
Indio Naborí, había nacido el 30 de septiembre de 1922, en la zona rural de San Miguel del Padrón, hoy municipio homónimo de la provincia Ciudad de La Habana; hijo de campesinos, muy pronto comenzó a darse a conocer como poeta repentista, pues tenía dieciocho años cuando en 1940 ya era figura estelar de programas radiales campesinos y lo sería muy pronto del famoso Bando Lila, luego del Azul y más tarde del Rojo. Cuando se produjo el encuentro de Campo Armada, ya había publicado dos libros de poemas: Guardarraya sonora (1946) y Bandurria y violín (1948), y estaba en ciernes su magnífica elegía a su hijo fallecido en 1954. Aunque en los años cincuenta se asociaba de cierta manera al grupo de los poetas neorrománticos (con lo que estaba dando un paso más allá del repentismo y de la poesía popular), y su ideario político lo aproximaba al Partido Socialista Popular (marxista), su fama se basaba sobre todo en su amplia labor como poeta popular y brillante improvisador. Por su parte, de más edad, Angelito Valiente había nacido el 28 de febrero de 1916, en el municipio de San Antonio de los Baños, donde comenzó por ser un trabajador agrícola en las vegas de tabaco y, poco a poco, de manera autodidacta, se fue superando culturalmente hasta alcanzar la celebridad como poeta. No le gustaba reunir décimas en folletos o publicar sus improvisaciones, pero habría que hacer una revisión de la prensa epocal para hallar algunas composiciones suyas; para 1955 era uno de los principales de la décima y figura básica del repentismo cubano.

El poder de convocatoria, pues, estaba asegurado; faltaba la chispa, la idea del debate público entre ambos, inspirado sin dudas en el programa mañanero de la CMQ, que patrocinaba Mario Barral, importante ejecutivo de esa Emisora, quien además apoyó la contienda lírica en ciernes. Aunque el más fraterno careo de San Antonio de los Baños fue más extenso, y las décimas allí logradas pueden ser consideradas de más alto rango artístico que las de Campo Armada, esta segunda controversia fue más trascendente en cuanto a expectativas y a cantidad de personas asistentes. Cantaron como
introito más o menos los mismos poetas que en San Antonio., se constituyó un jurado de tres integrantes y se procedió a seleccionar los temas, en este caso dos, El Campesino y La Esperanza, de la misma forma que en el debate anterior. El espectáculo fue apoteósico, pero tuvo de fondo un interés social: contrarrestar en esa jornada del 28 de agosto el Día del Campesino, que quería imponer la dictadura en el Poder. Al final del evento, cuando el jurado deliberaba, el siempre caballeroso Angelito Valiente se acercó a ellos y les dijo de manera espontánea: <<Pongan ahí en cuarto jurado; yo mismo, que voto por Naborí>>. Esta hermosa anécdota habla de los lazos de compañerismo, pero sobre todo del profundo sentido ético y profesional de los poetas en  controversia. El jurado decidió que el ganador esta vez era Jesús Orta Ruiz; días después se le entregó un trofeo de plata3 en la sede de la Emisora Radio Mambí, en presencia de un grupo de poetas y, por supuesto, de Angelito Valiente. El País Gráfico dio fe de todos esos actos, así como otros periódicos habaneros que deberán ser consultados para una mayor profundización sobre la trascendencia de aquella controversia memorable..

Hay que añadir aquí que muchos años después estas décimas hallaron su primera verdadera edición en manos de Maximiano Trapero (León, 1945), catedrático de Filología española de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, uno de los romancistas hispánicos más respetados, ensayista de amplios registros, quien es sin dudas una de las personalidades más importantes en el mundo actual, en relación con los estudios de oralidad. A Trapero debemos algunos aportes notables a la cultura de lengua española; los que ha realizado en particular en Cuba, fueron resaltados al conferírsele la Distinción por la Cultura Nacional, entregada personalmente por el ministro del ramo, tras la edición del
Romancero tradicional y General de Cuba, en el 2002. Trapero se ha convertido, asimismo, en un especialista del empleo de la décima en todo el ámbito de las lenguas española y portuguesa, ha organizado eventos al respecto y ha editado libros sobre la materia. Sin su labor de rescate de la <<controversia del siglo>>, difícilmente contaríamos hoy con este importante libro.

Por último, ¿cabría aquí realizar una disección crítica de los textos ya convertidos en patrimonio de nuestra cultura? Me gustaría hacerlo; sin embargo, he rebasado el espacio concedido para esta Nota a la edición cubana. No obstante, es de interés advertir la legitimidad improvisada de estas estrofas (asombrosamente repentizadas), con evidentes de ello en el léxico, como rimar
oceano (por acéano) con lejano, e interpretativa con suplicativa, usar el término emperadora (por emperatriz)  y otros detalles típicos de este rápido arte de la palabra oral. Pero a la vez habría que resaltar el prodigio de algunos versos, de altura quevediana: <<[...] que florezca mi vida / para cantarle a la muerte>> (Valiente); <<Como un alfiler de frío/ la muerte, callada, viene>> (Naboría, y otras lindezas que causan verdadero deslumbramiento al saberlas surgidas en un <<de repente>>, en un súbito de alta poesía. Las décimas de Valiente y Naborí contenidas en este libro deben ser contadas entre lo mejor de la tradición riquísima de esta estrofa en nuestro país. Suerte que tenemos los cubanos: las Décimas para la historia son ya historia para la décima. En tus manos, lector, hay ahora un tesoro invaluable de la cultura popular y tradicional cubana, una de sus <<obras maestras>>, uno de sus hitos más claros. Son para leer con goce y reverencia.

Virgilio López Lemus
Octubre del 2004

1 Indio Naborí y Ángel Valiente: Décimas para la historia. La controversia del Siglo en verso improvisado, Centro de la Cultura Popular Canaria, Gobierno de Canarias, Cabildo Insular de La Palma, Las Palmas de Gran Canaria, 1997. El folleto a que hago alusión lo prologó el poeta y educador Raúl Ferrer y contaba con una foto del evento por portada, sin colofón de imprenta o año de publicación (sin dudas el propio 1955), aunque se sabe que fue impreso en La Habana. En la edición canaria y en la presente, se ha respetado la fidelidad de las décimas que contiene ese folleto original.
2 Para estos asuntos teóricos consúltense mis libros
La décima. Panorama breve de la décima en Cuba y Décima e identidad, ambos publicados en La Habana por la Editorial academia, en 1994 y 1996, respectivamente. Asimismo, La décima constante. Las tradiciones oral y escrita. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2000.
3 Años después, sobre 1959, Jesús Orta Ruiz acudió para donar el trofeo a la causa revolucionaria, en una convocatoria popular para tales efectos. Este hermoso acto de desprendimiento y amor a su pueblo necesitado, hizo que ese valioso objeto no se conservara, pero quedó el mejor de los testimonios posibles: las décimas mismas.

Angelito Valiente

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