pixel10.gif (821 bytes) ¡Hay que ser animal! Se ha de ser animal
Mercè Canela 
Premio El Vaixell de Vapor 1991 

Te imaginas que un día en tu escuela apareciera una serpiente con ganas de utilizar la biblioteca? O que llegara una cebra que quisiera estudiar el mismo curso que tu? Pues esto es lo que pasó en una universidad construida en medio de un bosque inmenso.
Los alumnos y, sobretodo, los profesores estaban divididos: unos querían que los animales se quedaran; los otros creían que no les tenían que permitir la entrada. Y estaban los que iban mas lejos: querían cazar a los animales y hacer experimentos...


No editado en castellano

     Un fragmento:
     Después de que el rector expusiera brevemente el motivo que los había reunido, el doctor Laurel tomó la palabra y dijo que no veía exactamente cual era el problema. La situación era un poco insólita, ciertamente, pero tanto la serpiente como el topo habían dado muestras de una capacidad intelectual suficiente (mucho más elevada, incluso, que la de algunos de los que frecuentaban la casa) para tener derecho a utilizar los servicios de la biblioteca. Tal como los responsables habían constatado, ni los estatutos de la universidad ni el reglamento de la biblioteca decían nada contra la admisión de las serpientes ni de los topos (ni de ningún otro animal) y, hasta aquel momento, ni la serpiente ni el topo habían roto ninguna de las normas establecidas, cosa que habría podido dar pie a su expulsión. Tampoco había habido ninguna queja de los otros usuarios de la biblioteca ...
      -Discrepo! -gritó el doctor Ciscalbert, interrumpiendo al doctor Laurel-. Yo he recibido quejas, quejas de uno de los alumnos más brillantes de esta casa, que se ha visto apartado de la biblioteca a causa de la presencia de dos bestias repugnantes...
      -Un momento, un momento! -metió baza el doctor Quim Pica, jefe del departamento de zoología-. No veo que tienen de repugnantes una serpiente y un topo.
      -Además, la queja de un solo estudiante no es suficiente para tomar una decisión tan drástica -dijo el decano de la facultad de Letras...
      -La de un estudiante como el señor Tiquismiquis no es una queja cualquiera -contestó el doctor Ciscalbert, cada vez más rojo de indignación.
      -Señores, un poco de calma, por favor! -reclamó el rector-. Hemos venido aquí para tener un intercambio de impresiones y ver qué medidas se han de tomar.
      -La única medida que se ha de tomar es coger a esos dos animales y echarlos fuera -concluyó el doctor Ciscalbert, rotundo.

 

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