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¿Qué tiene esa chica?
Que un patito feo gane nuestro corazón es de por sí una rareza. Pero que conquiste a las audiencias de medio continente es casi un milagro. O una profecía, por qué no.
La telenovela colombiana Yo soy Betty, la fea viene con muy buenos ratings en cada país donde se presenta: sea México, Ecuador, Venezuela, Chile, Estados Unidos (Miami, ¡Nueva York!), Argentina o, por supuesto, Colombia. Planean exportarla a España e Israel, territorios donde una audiencia fiel degusta con fervor los tradicionales culebrones latinoamericanos. Y es que Yo soy Betty, la fea es un culebrón, aunque un culebrón distinto. Porque se aleja de las típicas secuencias de oprobio, redención y revancha en las que se hunde y de las que emerge la heroína de turno. Y porque se trata de una comedia que se burla con atenuada violencia de la insensateces de la Nueva Economía (al menos en su versión tercermundista).
Ana María Orozco interpreta a Betty, una muchacha despistada que infringe los cánones de belleza femenina: usa anteojos desproporcionados, aparatos fijos, rojo furioso en los labios y un flequillo bien adherido a la frente que le llega hasta las cejas. Su vestuario es como el de las argentinas del barrio de Flores en los albores de los '80s. Los atractivos de Betty pasan por otro lado. En un país como Colombia, cuyos ciudadanos opinan con razón que las cosas empeoran día a día, Betty representa un santuario casi incontaminado, un territorio virgen de guerrillas, paramilitares y narcos. Nuestra heroína ignora puntualmente las nuevas normas de interacción y frente a un mundo donde todos buscan enamorar al jefe y humillar al cadete no puede evitar seguir siendo honesta. Y trabajadora. Y buena, muy buena. Incluso sus rasgos físicos hablan bien de ella. Si el mercado laboral colombiano (el de verdad) premia a la mujer portentosa --es común que las chicas envíen junto a su curriculum una fotografía--, las cualidades de Betty no se asocian a parámetros estéticos.
El éxito del programa no se debe solamente a las excelencias de Betty sino también a las de personajes laterales: un padre protector y un jefe playboy, un grupo de compañeras de trabajo tildado como "la banda de las feas" y un amigo fiel e inseparable. Mario Ribero, director de la tira, confesó el secreto del éxito: "Abandonamos la fórmula; hicimos entrar la vida a la telenovela. Es como dejar la puerta abierta y esperar a que la vida protagonice un rol estelar". Y se nota. Hasta tal punto que el mismísimo presidente de Colombia Andrés Pastrana envió un mail a los guionistas suplicando que Betty no acepte un soborno y siga así, buenísima, sin defraudar a sus compatriotas.