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Bo-Bos:
bohemios y burgueses.
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Los
Sit-Com son comedias televisivas de media hora hechas
en los Estados Unidos. Con reglas muy estrictas y una
previsibilidad espantosa, promueven protagonistas que
se ríen de ellos mismos (y del mundo). ¿Los
necesitamos? |
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Existe
una regla en las comedias de media hora emitidas aquí
en Argentina por las señales de cable Sony
y Fox. Y la regla es la siguiente: sus protagonistas son
jóvenes exitosos, con una preocupación algo
exagerada por el vestuario y el aspecto físico,
muy a menudo sonrientes y burlones, y de un snobismo tal
que se sienten siempre obligados a decir cosas inteligentes,
aunque filtradas por un humor "cool". A este
tipo de programas, en los que abunda la respuesta rápida
y "aguda", se lo llama Sit-Com (de Situation
Comedy), y tuvo en los Estados Unidos exponentes exitosísimos
desde los años 50s.
Los años '90, se sabe, llegaron para quedarse.
Y esa veta sarcástica y cínica que los ha
carecterizado siempre se ensanchó hasta dimensiones
exorbitantes. Los Sit-Com que hoy vemos tratan de jóvenes
que son entre ellos amigos, pero sin que sientan confianza
unos de otros. Más aun, la apuesta por arrancarle
carcajadas al espectador pasa por traicionarse mutuamente,
ocultarse cosas o contarle a todo el mundo secretos confiados.
Luego de esto las cosas se estabilizan con un Happy Ending.
Y todos nos vamos a dormir contentos. La idea es la siguiente:
"Mírennos, y mírense: somos todos mierdas.
¿Y qué? ¡A reír!". Las
risas grabadas en bloque nos indican que estamos en falta
si es que no levantamos todavía la comisura de
los labios.
Pero a los 10 minutos del primer episodio las cosas comienzan
a aburrir un poco. O a provocar asfixia. O claustrofobia.
Es que los Sit-Com tienen, además, todos los síntomas
de la tevé de los '90: banalización de la
política ("los políticos son todos
iguales"), jactancia por ignorarancia, desprecio
por posiciones fuertes, de máxima , reivindicación
de un relativismo intachablemente progresista (los negros
son ahora African-Americans, los gordos, personas de dimensiones
diferentes) y, claro, arrogancia y pedantería travestida
de auto-subestimación. |
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