UNA TRISTE HISTORIA
I
La niña era un fruto
de madre soltera.
Por aquellas cosas
que trajo la guerra
él estaba preso
muy lejos de ella.
La niña crecía
en aquella dehesa
en donde la madre
era cocinera;
el jardín regaba,
cuidaba la huerta;
era la criada
y hasta la enfermera
del ama que estaba
en la cama enferma.
La niña crecía
feliz en la dehesa.
El señor, tan bueno,
atento con ella,
le daba esperanzas
de que removiera
el caso del novio
para que saliera.
Ella confiaba
y estaba a la espera
ya que por su oficio
tal vez consiguiera
librar a su novio
de la cruel condena.
¡Qué feliz sería
la madre soltera
si el señor consigue
que el novio volviera!
II
Ha pasado el tiempo
y el novio ya ha vuelto,
gracias al empeño
que el señor ha puesto.
-Señor, muchas gracias,
¡cómo le agradezco...!
Por usted, mi novio
ha salido absuelto.

Por fin se ha casado
la madre soltera
y son muy dichosos
viviendo en la dehesa.
Pero... ¡ay!, hay
un débito
que no olvida ella.
La niña vivía
feliz en la dehesa.
Un día de otoño
que iba a la escuela;
un ser inhumano
que a la niña acecha,
deshonestidades
comete con ella.
La niña, asustada,
ni a gritar acierta,
se somete atónita
a sucias vilezas;
la fiera inhumana
no muy satisfecha,
está decidida
a borrar las huellas.
¡Qué hace, Dios santo!
La niña degüella
y arroja su cuerpo
por la torrentera.
-¿Dónde se ha metido
mi niña pequeña?
Se pasan las horas,
nadie aporta señas.
-¿Dónde está mi
niña?
¡¿Dónde estás,
mi reina?!
Nadie ha visto nada
ni a explicar aciertan.
Las horas se pasan,
la noche se acerca.

El padre es un tosco
gañán de la dehesa,
la madre una pobre
semianalfabeta.
Cabizbajos, tristes,
vuelven de la escuela.
"Hoy no la hemos visto"
es toda respuesta.
Ya se echó la noche,
las penas aumentan.
Gritando la buscan,
llorando sospechan
pues lo más terrible
temen que suceda.
Al llegar el alba,
un trozo de tela
traía el perrito
lleno de tristeza.
Entorno a los padres
todos en la dehesa
mudos, compungidos,
la tragedia expresan.
Se echan a buscarla
hasta que la encuentran
fría, ensangrentada,
desnuda, patética.
No estaba dormida
la niña de cera,
la mirada fija
mirando una estrella...
el pelo revuelto,
desechas las trenzas,
su cuerpo manchado
de clara evidencia.
-¡Ay, me la han matado!
La escena era tétrica.
Los padres hundidos
en honda tragedia,
con odios muy negros,
deshechos, sin fuerzas.
Ya viene el forense
y el cuerpo se llevan.
Qué tarde más trágica,
la sangre se hiela,
sobran las palabras,
el aliento quema.
Silencioso el padre
en brazos la lleva;
en el cementerio
se abre la verja;
la madre está ausente,
le fallan las piernas,
entre dos mujeres
en vilo la llevan;
gargantas que estallan
en gritos de pena
que claman justicia,
¡qué dentro penetran!
Al día siguiente
a la niña entierran.
-¡Adiós para siempre...!
¡Qué sola me dejas!
Gargantas con nudos
un pésame rezan.
El padre y la madre
lloran su tristeza
mirando la tumba
de la hija muerta;
se despide el duelo
y solos se quedan.
III
El ama, un mal día
se fue de la dehesa,
un mal innombrable
acabó con ella
y el señor muy solo
vive su tristeza.
La vida transcurre
apática y lenta;
nada les alegra,
poco les afecta,
sólo los recuerdos
sus mentes recrean.
Pero... siempre un "pero"
en el aire queda:
existía un débito
que no olvidó ella.
Y el señor ¡tan
solo...!
¡ tan bueno que era...!
que no se merece
tan sola existencia.
Y los muertos... muertos;
y los vivos quedan,
y el tiempo que pasa
y todo lo arregla.
Entre aquellas gentes
que habitan la dehesa
faltan dos uniones
de hilitos de seda.
En su puesto habita
una sombra negra...
pequeños recelos,
fundadas sospechas,
frías relaciones,
notorias miserias.
Algo se interpuso
entre la pareja.
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Junio 1991