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Huiña-pukios. Difusión de la Biodiversidad local.

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Notas acerca de la Biodiversidad asociada al Hábitat de la especie Grammostola rosea (F.O.P. - Cambridge, 1897);   
En las localidades de “Cerro Popeta”, “Cerro San Luis”, y “Cerro Puente Las Truchas”. Región central de Chile. 

 El  Orden Araneae (Arthropoda) para Chile, se divide en dos grupos, araneomorfas o “arañas verdaderas”, constituido aproximadamente por 45 familias, 155 géneros y 500 especies; y las migalomorfas o “arañas peludas”, con alrededor de 10 familias, 20 géneros y 35 especies. Si bien es posible encontrar arañas en todos los ambientes de nuestro país, su distribución tiene característica especiales. En las zonas desérticas nortinas y en las zonas de matorrales, la diversidad específica es baja, como también la cantidad de especimenes por especie. En la zona central del país la diversidad aumenta y el número de individuos por especie es el más elevado en esta zona. En la región de la selva valdiviana la diversidad específica es mucho mayor, como también el número de familias y géneros, pero la cantidad de especimenes por especie es menor. Por último, en la región patagónica la diversidad específica es escasa, pero muy rica en especimenes[1]. Grammostola rosea, una de las especies de la familia Theraphocidae en Chile, es una de los individuos más abundantes presentes en el matorral de tipo mediterráneo, común en las zonas bajas cordilleranas de la zona central. 

El hábitat típico donde se desenvuelve Grammostola rosea está constituido por especies vegetales típicas de la Región del Matorral y del Bosque Esclerófilo (fotografía anexa). Se le encuentra en las laderas de los cerros presentes en la Cordillera de la Costa, Cordilleras Intermedias y Precordillera Central Andina, desde la Provincia de Los Andes (V Región), hasta la Provincia de Ñuble (VIII Región). La Región del Matorral y del Bosque Esclerófilo de los Andes Mediterráneos se caracterizan como unidad natural por dos factores principales propios del ambiente físico. 

Es la región vegetacional que se extiende a través de la zona central de Chile, cuya característica predominante física es la presencia de condiciones climáticas del tipo denominado mediterráneo, es decir, inviernos fríos y lluviosos con veranos cálidos y secos. Las precipitaciones aumentan progresivamente de norte a sur y es patrón fundamental en la distribución de las formaciones vegetales la presencia de las cordilleras de la Costa y de los Andes.

Los paisajes vegetales son complejos por diferentes razones. En primer lugar, es la parte del territorio nacional que tiene mayor densidad de población, lo cual se refleja en un alto grado de alteración de las comunidades vegetales, al extremo que podría afirmarse que son excepcionales las muestras de la vegetación original. En segundo lugar, es un área que se encuentra en una posición latitudinal de transición climática, lo que sumado a la existencia de un relieve montañoso, permite una fuerte interpenetración con las regiones vegetacionales adyacentes.

En una región con una tan alta diversidad vegetacional, las formas de vida que se encuentran son variadas. Predominan los arbustos altos de hojas esclerófilas, pero también se encuentran arbustos bajos xerófitos, arbustos espinosos, suculentas y árboles esclerófilos y laurifolios con gran desarrollo en altura. La zonación altitudinal de las comunidades vegetales es marcada, siendo muy importantes en el patrón de su distribución factores tal como el relieve y la altitud. Fisonómicamente, la forma de vida dominante son las plantas bajas, herbáceas o arbustivas, de carácter pulvinado, aunque en muchos lugares predominan las gramíneas en mechón. En los pisos inferiores, penetran fuertemente los elementos esclerófilos en el norte y caducifolios en el sur. En un sentido muy estricto, la formación correspondiente a Matorral Esclerófilo andino, responde a un patrón de distribución que está determinado esencialmente por el relieve, en el cual se fijan pisos altitudinales muy estrechos, siendo importante la influencia de la exposición. Penetra profundamente en la Cordillera de los Andes por los cajones de los grandes ríos, con lo cual se establece un complejo mosaico de comunidades locales. Como su ubicación está próxima a las zonas del país con más alta población humana, se encuentra muy alterada tanto en su estructura como en su composición de especies.[2]

Ubicación geográfica y accesos al sector: Cerro Popeta: Comuna de Rengo. Cerro San Luis: Comuna de Rengo. Cerro Puente Las Truchas: Comuna de Malloa. Provincia de Cachapoal. Sexta Región del Libertador General Bernardo O’Higgins, Chile. Entre 34°20’-34°30’, y 70°00’-70°10’ SIG. Todos los lugares mencionados están caracterizados por un excelente acceso a ellos. Carreteras asfaltadas de menos de 5 años de antigüedad, utilizadas como vías alternativas y poco transitadas. Para el caso de Cerro Puente las Truchas, se accede mediante el camino internacional H-66-G; Carretera de la fruta.

Formaciones vegetacionales encontradas en Hábitat: Las especies vegetales típicas y sus formaciones, que conforman el hábitat o nicho comunitario de la araña pollito rosada chilena, para los sectores mencionados, son las siguientes:

Cerro Popeta: 
Esta localidad, donde se encuentra la formación montañosa que lleva este nombre, se encuentra bordeando el camino interno rural que une la ciudad de Rengo, con las localidades de Popeta y Las Nieves. Agrupación vegetacional que se encuentra desarrollada especialmente en altitud, en laderas rocosas y en los valles altos. Su fisonomía corresponde a la de un bosque o matorral alto, muy abierto, que en tiempos pasados (mediados del siglo XX), fue muy intervenido. El tipo vegetacional encontrado corresponde a Quillaja saponaria-Colliguaja odorifera (Quillay-Colliguay). Entre otras especies que destacan están; Acacia caven (espino), Adesmia arborea (palhuén), Trevoa trinervis (tebo), Alonsoa meridionalis (ajicillo), Alstroemeria angustifolia (lirio del campo), Chaetanthera linearis,  Helenium aromaticum (póquil), Proustia cuneifolia (huañil), Talhuenia quinquenervis  (talhuén).

Cerro Puente Las Truchas: 
Este sector, se encuentra bordeando la carretera H-66-G (Carretera de la Fruta), y el Estero Zamorano, afluente del Lago Rapel. Comunidad más repartida y característica de esta formación. Presenta una fisionomía heterogénea, pues va desde estructuras de matorral hasta aquellas de bosque, pero siempre con una densidad baja en la estrata arbórea. Se localiza de preferencia en situaciones de media ladera. Tipo vegetacional altamente intervenido a mediados del siglo XX, con una comunidad vegetal perteneciente a Quillaja saponaria-Lithrea caustica (Quillay-Litre). Especies características en el sector son: Pasithaea coerulea (azulillo), Acacia caven (espino), Trevoa trinervis (tebo), Baccharis rhomboidalis (vautro”), Maytenus boaria (maitén), Nassella chilensis (coironcillo), Trichocereus chilensis  (quisco), Colletia spinosa (yáquil), Colliguaya odorifera (colliguay), Cryptocarya alba (peumo), Escallonia pulverulenta (coirontillo), Mutisia retusa (clavel del campo).

Cerro San Luis: 
Esta localidad, se encuentra bordeando por el camino interno que va desde la ciudad de Rengo, al pueblo de Santa Rosa de Pelequén. Comunidad de origen secundario, que está fuertemente intervenida por la acción humana hasta nuestros días. Actualmente es utilizado por la población de la ciudad de Rengo, como lugar de esparcimiento los fines de semana, recibiendo un gran impacto humano constante por parte de cazadores locales y practicantes de la disciplina “Enduro” de motocross. Se localiza en los piedmont pedregosos y en sectores altos sin riego del valle central. Corresponde al tipo vegetacional descrito para Acacia caven- Lithrea caustica (Espino-Litre). Otras especies comunes, encontradas en el sector son;
Pasithaea coerulea (azulillo), Quillaja saponaria (quillay), Cestrum palqui (palqui),  Colliguaya odorifera (colliguay), (quilo), Podanthus mitique (mitique)Proustia cuneifolia (huañil).

Fauna asociada a las formaciones vegetacionales:

Entomofauna: 
Existe una entomofauna asociada a este tipo vegetacional que se caracteriza por su diversidad. Buena parte resultan beneficiosas para G. rosea.  Encontramos abundantes grillos (Grillidae), saltamontes y langostas (Acrididae y Tettigonidae); chicharras (Cicadidae); chinitas, peorros, pololos y gorgojos (Carabidae, Coccinellidae, Scarabaeidae, Melyridae y Curculionidae);  mariposas y polillas (Hesperiidae, Pieridae, Nymphalidae, Lycaenidae y Noctuidae);  matapiojos y libélulas (Neopetalidae y Aeshnidae); hormigas, abejas y avispas (Apidae, Vespidae, Formicidae, Pompilidae, Tiphiidae y Sphecidae); y moscas, jerjeles, zancudos y tábanos (Culicidae, Simulidae, Tabanidae, Syrphidae, Calliphoridae y Muscidae).

Primavera: Durante la época primaveral, aumenta la cantidad de especies y ejemplares de chicharras, mariposas, avispas, libélulas, zancudos, jerjeles, moscas y pololos en el estrato arbustivo. Esto debido a la gran abundancia de material nutritivo a disposición. Pocas de estas especies llegan a constituir fuente de alimentación estable para G. rosea en su ambiente, dada la poca relación territorial que este arácnido enfrenta. Solo son consumidas como presa ocasional. 

Sin embargo, en el estrato herbáceo, que es donde se desenvuelve mejor como cazadora, existe también una exacerbación en el número y variedad de presas. Dada la superabundancia de alimento, aumenta notoriamente la población de saltamontes (una de sus presas habituales), hecho que aprovecha G. rosea para recuperar las reservas perdidas durante la época invernal. Se han encontrado al interior de las cuevas en las colonias examinadas, abundantes restos de exoesqueletos, principalmente de saltamontes y carábidos.

Verano: La cantidad de especies disminuye (diversidad), pero sus poblaciones permanecen en aumento. Es fácilmente observable grandes poblaciones de langostas, carábidos, grillos, baratas y estados intermedios de lepidópteros (gusanos), los que eclosionan y son notoriamente observables al final del verano. Al principio del año (enero), G. rosea aprovecha la abundancia de reproductores de especies de hormigas y tábanos para incluirlos en su dieta, siendo muy común encontrar colonias donde a la entrada de cada cueva se observan decenas de restos de exoesqueletos consumidos.  En las laderas bajas de los cerros, es común observar cuevas colonia, ocupadas conjuntamente por Terafócidos (Paraphysa), y cohabitadas por colonias de grandes hormigas pertenecientes a la subfamilia Formicinae (Camponotus spec)[3]. Al parecer, G. rosea no cohabita con otras especies de Theraphocidae, siendo esta una especie dominante. Se han encontrado otras especies en los lugares de colecta, pero siempre relegados a sectores específicos de bajo monte (P. scrofa en Cerro Popeta, y Dipluridae en Cerro Puente Las Truchas) Estas colonias la parecer son comunitarias, ya que cada excavación que se ha hecho en ellas, denota comunicación con otras galerías o fisuras del terreno, siendo muy difícil encontrar ejemplares en las mismas, ya que desaparecen entre las interminables galerías, aunque en un principio sea visto el ejemplar a la entrada de su cueva. Un fenómeno distinto es el que presenta al contrario G. rosea, donde cada cueva es individual, y excavada por el propio artrópodo.

Otoño: Para mediados del otoño, la cantidad y diversidad de especies-presa disminuye. Conjuntamente disminuye la actividad de este arácnido, encontrándose que muchos ejemplares se aprestan para iniciar su hibernación estacional, cerrando las entradas de las cuevas con restos de arcilla y ramas. Asimismo, la especie se vuelve más tolerante con muchas de las larvas de que hacen su estadio en el suelo. Es común al investigar cuevas en este estado, encontrar además larvas y algunos carábidos asociados, sospechándose que el arácnido los utiliza como “reservas alimenticias”, para lograr pasar el invierno, entablándose una relación de Mutualismo Comensalista, en que el hospedero hará uso del huésped en la época de mayor privación. Esta relación hace sospechar que el beneficio obtenido por el huésped, en este caso, protección contra las bajas temperaturas, debe ser solamente en periodos de intensa adversidad climática (heladas), pues es en esta época que se han realizado los hallazgos.

Invierno: La entomofauna asociada a esta época del año, es relativamente baja, tanto en el número de especies como en la cantidad de individuos. G. rosea al estar en estado de hibernación, no presenta actividad alguna visible, al contrario de P. Manicata y P. Scrofa, especies que continúan activas hasta muy entrado el invierno. Especies mantenidas en cautividad no presentan actividad durante esta época excepción hecha de los ejemplares machos, los que se suponen activos durante todo el año, dada su naturaleza reproductiva.

Entomopredación por parte de las familias Acroceridae & Pompilidae (Diptera, Hymenoptera):

Es a finales de verano y principios de otoño, cuando se hace presente uno de los enemigos más efectivos de los Terafócidos jóvenes en general. Son las avispas cazadoras de arañas (Hymenoptera, Pompilidae). Esta familia, está representada en Chile por diversos géneros (Pepsis, Austrochares, Dicranoplius, Euplaniceps, Cliadurgus, Chirodamus, Pompilocalus, Priocnemis, Sphictostethus) [4], conformando alrededor de son cerca de 55 especies, muchas de ellas no determinadas aún y en general muy poco estudiadas en sus hábitos reproductivos[5]. Cabe mencionar que solamente los ejemplares hembra de esas especies, denominada vulgarmente "pájaro gallo", son las que denotan el inusitado comportamiento de predar sobre migalomorfas para asegurar la alimentación de la larva. Se tienen antecedentes de utilización de ejemplares de Dipluridae, no solo Theraphocidae, para asegurar la nidificación, por parte de una misma especie de Pompílido. 

Es común ver estos pequeños enjambres en la zona central de Chile, caminando o realizando pequeños vuelos cortos en busca de néctar, del que se alimentan. En las zonas de estudio, son de particular interés 3 especies de avispas cazadoras, la avispa azulada, solitaria y abundante (posiblemente Sphictostethus gravesii), un pompílido muy parecido, pero más pequeño de talle y de tonalidades más enverdecidas (Pepsis o Sphictostethus), una avispa azulada, muy común (tal vez tratándose de Pepsis limbata), en enjambres de algunos pares, y la avispa rojiza, poco común (Priocnemis o Austrochares), y en enjambres de pocos individuos. El modo de operar de estas avispas es siempre el mismo, siendo un  espectáculo bastante fácil de observar en la época reproductiva, desde febrero a abril. Primero vuelan lentamente en forma rasante buscando una colonia, la ubican y luego, cada una de las avispas escoge un nido (la especies azulada lo hace sola), ingresando al interior del mismo. Haciendo creer que son presa, hacen salir a la araña, vibrando rápidamente a la entrada de la cueva. Cuando establecen contacto, se alejan unos centímetros del borde, obligando a la hambrienta Grammostola a que exponga parte de su anatomía fuera de la cueva. Al momento de acceder, la avispa se abalanza  frente a la araña, clavando su aguijón bajo el abdomen de la indefensa araña. Entre las características del género Pepsis, está el poseer un cuerpo fuerte, y un abdomen lo suficiente acorazado para que si en el momento en que ataque a la araña esta logra vencer su resistencia y morderla, los quelíceros no puedan atravesarla. Una vez que la avispa inyectó su veneno paralizante a la araña, la arrastra hacia el interior de la misma cueva, depositando un único huevecillo en la parte dorsal del abdomen de la araña. Este huevecillo eclosiona a las 24-48 horas, y empieza a devorar lentamente a la paralizada araña. Una vez depositado el huevo, la avispa madre cierra y tapia la entrada rápidamente, yendo inmediatamente a intentar capturar otro huésped para su próxima puesta.  Las 3 especies de Pompílidos observados en las zonas de estudio, se especializan en la captura solamente de ejemplares inmaduros o subadultos. No se ha encontrado ningún indicio de ataque a Grammostola adulta. Una vez que la avispa se da cuenta que  el ejemplar al que pertenece la cueva es un individuo adulto, abandona la cacería y vuela a posarse en la cueva contigua, hasta encontrar un individuo de tamaño suficiente. En ningún caso, las hembras de G. rosea molestadas por Pompilidae trataron de prolongar la cacería más allá de 1 o 2 centímetros fuera del agujero.  Del total de arañas encontradas predadas por Pompilidae (22), un porcentaje muy bajo estaba constituido por G. rosea (3). La casi totalidad correspondían a Paraphysa (P. scrofa: 20), y ejemplares no identificados de la familia Dipluridae (2). Ninguno de los exoesqueletos encontrados correspondía a individuos anatómicamente adultos. En 2 ocasiones se encontraron exoesqueletos de P. manicata en lugares que no eran nidos, en albergues improvisados con ramillas entre las rocas, siendo al parecer acomodados ahí por la avispa, ya que no habían signos de tela de araña en ninguna parte (comportamiento observado en localidad  “Bajo la Iglesia”, camino a las Termas del Flaco, San Fernando, Chile)  Tal vez el alto índice de predación de Pompilidae sobre Paraphysa sea debido a que esta es una especie que utiliza cierta cantidad de territorio anexo a su madriguera, siendo común encontrarla expuesta a su enemigo, generalmente al atardecer. Este comportamiento tal vez la haga mucho más vulnerable que su símil, Grammostola.

En el Orden Diptera, existe una familia a la que debe prestársele mucha atención; Acroceridae. Los acrocéridos son hermosos y coloridos dípteros. Tienen una lengua muy largo que les permite alcanzar las corolas profundas de algunas flores. Existen algunas especies con proboscis rudimentaria que no se alimentan durante el estado adulto. Los adultos ponen huevos en grandes números en la vegetación, desde los cuales pequeñas larvas aplanadas llamadas Planidias, eclosionan. Estas planidias se mueven hasta adosarse al cuerpo de una araña que pase cerca de ella, penetrando luego el cuerpo. La larva grande sale del cuerpo de la araña y pupa afuera de este, ocasionalmente en la tela de la entrada de la cueva. Pero para que el ataque del acrocérido resulte, necesariamente el artrópodo debe encontrarse fuera de su caverna y en movimiento. Esto hace sospechar que los ataques predato-endo-parasitoides, deben tener una incidencia sobre G rosea bastante baja, recayendo principalmente sobre los machos durante la época del celo. Entre los acrocéridos presentes en la región mediterránea chilena, se encuentran Lasia aenea, L. nigritarsis, L. rufa, Holops frauenfeldii, y el diminuto Megalibus pictus), que se sospecha debe predar  sobre infantiles y juveniles. De entre los ejemplares capturados, solo se presentó un caso de endo-parasitosis, donde se encontraros alrededor de media docena de pequeños agujeros alrededor del cefalotórax, pero sin indicio alguno de pupación, ni rastro del huésped.

Macrofauna asociada al hábitat:

Ninguna de las especies de Theraphocidae presentes en Chile, forma parte de la dieta habitual de animales superiores. Como respaldo a esta afirmación puede comentarse el número de especimenes encontrados muertos en las tres localidades señaladas, no habiendo en ninguno de ellos traza de haber sido consumidos por depredadores. Todos los animales hallados, presentaban signos de muerte natural. En algunos casos se encontraron cuevas cuyo antiguo huésped, aún permanecía sin ser tocado por entomofauna carroñera. Solo se registró un caso entre cientos de G. rosea, con evidentes signos de haber sido atacada por enemigos. Ya que el ejemplar en cuestión era un macho, se cree que sufrió el ataque de una hembra. Aún así alcanzó a introducirse en su caverna, donde fue encontrado moribundo. En total se han encontrado alrededor de 2 docenas de ejemplares muertos en terreno, todos completos.En contraste, solo se encontró un exoesqueleto abandonado, presumiendose de ejemplar macho. Al interior de las cuevas era común encontrar restos, mas no completos, por lo que se sospecha sean consumidos por parte de la mesofauna circundante. 

Mammafauna: La diversidad de mamíferos para el matorral Esclerófilo es bajo en diversidad de especies y cantidad de individuos. La mayoría corresponde a herbívoros. El mamífero que presenta mayor densidad corresponde al conejo europeo (Oryctolagus cuniculus), especie introducida en la región a finales del siglo XIX, el que no reviste competencia para la especie. Otros roedores comunes son el Degú (Octodon degu), con poca incidencia en la zona, y que ocupa un nicho diferente de G. rosea, siendo también un excavador de túneles. O. degu vive asociado a matorral cerrado, donde desarrolla su hábitat, mientras que G. rosea lo hace exclusivamente en las laderas más abiertas y expuestas de los cerros, donde solo prima un pobre estrato herbáceo. Existen otros roedores nativos (Cricetidae) asociados al matorral esclerófilo, siendo su incidencia mínima. No existen evidencias de consumo de G. rosea por parte de estos, debido tal vez a su relación de nichos (mismo caso que O. degu).

Entre los depredadores típicos encontrados en las zonas descritas, destaca el zorro culpeo (Pseudalopex culpaeus), especie bastante restringida por las cercanías de las asociaciones humanas[6]. La proporción de artrópodos en su dieta es inferior al 0,1%, por lo que la depredación que hace sobre G. Rosea es prácticamente inexistente[7].  No es frecuente encontrar algunas jaurías de perros, pertenecientes a lugareños. Siendo animales medianamente alimentados, es infrecuente que ataquen a las arañas para nutrirse. Es probable que en casos muy raros una G. rosea sea utilizada como material de juego por algún can, jamás para consumo.

Herpetofauna : La herpetofauna del sector está individualizada en algunas especies de lagartijas (Liolaemus spec), la rara presencia del lagarto chileno (Callopistes palluma), y algunas pocas culebras (Phyllodrias chamissonis y Tachymenis chilensis). Las especies mas comunes de lagartijas de la zona son una fuerte predación sobre infantiles de G. rosea, en el momento que la nidada hace su dispersión , encontrándose a veces hasta 10 ejemplares de lagartijas lemniscatas (L. lemniscatus) y lagartijas tenues (L. tenuis), consumiendo las pequeñas crías de un nido a medida que lo van abandonando.  Estos pequeños saurios no depredan presa mayores. El lagarto chileno es muy factible que consuma especialmente individuos adultos de G. rosea, en el momento en que los machos están en proceso de realizar la inducción espermática, y mientras deambulan buscando realizar la fertilización[8]. Las 2 principales especies de colúbridos chilenos presentes en la región esclerófila  mediterránea chilena son la culebra de cola corta (T. chilensis), especie adaptada al consumo de pequeños vertebrados e invertebrados, entre los que entrarían algunos Terafócidos como parte de su dieta, por lo menos ejemplares juveniles e inmaduros. Como su uso de hábitat es con toda seguridad zonas con humedales, donde ha sido encontrada en innumerables ocasiones, estaría restringida a ciertos sectores de vertientes del Cerro Popeta, y base del cerro, junto a algunas laderas bajas del Cerro Puente Las Truchas. En cambio la culebra de cola larga (P. chamissonis), a pesar de ser una especie simpátrida, depreda un porcentaje bastante bajo de invertebrados en su dieta [9].  Ha sido observada solo en algunas ocasiones mientras toma el sol, nunca en búsqueda de presas.

Amphibiofauna: La presencia de anfibios es escasísima en el sector, dadas las condiciones de sequedad extrema que presenta el matorral esclerófilo, pero no ausente. Esta, está representada solamente por el sapito de rulo (Bufo chilensis), [10] especie que en la zona central, hace todo su ciclo vital en terrenos secos, volviendo a zonas de humedales solamente para desovar, durante el ciclo reproductivo. Es una especie polimórfica, adaptada a una gran variedad de hábitats, que incluye para su alimentación a G. rosea en todas sus fases, incluso machos adultos, ya que esta especie no excava para nutrirse, por lo que las hembras deben estar fuera de su dieta.  Esta especie ha sido encontrada en Cerro Popeta, y Cerro Puente las Truchas. No ha sido encontrada en Cerro San Luis, posiblemente por ser de las tres zonas señaladas, la que más ha recibido un impacto antrópico. En laderas bajas cercanas al Río Claro, colindando con el cerro Popeta, es posible encontrar algunos ejemplares de Pleurodema thaul, desconociéndose su rol en la biología de G. rosea

Ornitofauna: La presencia de aves, es típica de la región central. Encontramos insectívoras, carnívoras o rapaces, frugívoras y granívoras en gran parte del año[11]. Entre las más comunes encontradas en la región del matorral esclerófilo destaca la perdiz chilena (Nothoprocta perdicaria), especie que recolecta exclusivamente en el suelo. Su dieta es omnívora, alimentándose de insectos rastreros, pero solo de pequeño tamaño. Dado el uso de hábitat y el tamaño de G. rosea, es dudoso que esta misma forme parte de su dieta. El treile o queltehue (Vallenus chilensis), es un ave netamente insectívora, que busca sus presas en el suelo. Dado su comportamiento (ave de suelo estricta), es uno de los depredadores ocasionales para G. rosea. Solamente ataca a los machos que deambulan, en la época en que ellos exploran las colonias. No excava madrigueras. Su incidencia en las poblaciones de G. rosea es mínima, excepto en la época reproductiva (noviembre-diciembre), sin embargo no afecta a las colonias en general. La chiricoca (Chilia melanura), es una rara especie que incluye en su dieta artrópodos, al igual que V. chilensis. Solo ha sido observada en una ocasión.  La turca (Pteroptochus megapodius), es un ave poco frecuente en las zonas estudiadas, que captura ejemplares de G. rosea, excavando sus túneles. Sin embargo, su presencia es inhibida por la cercanías de los asentamientos humanos. Solo ataca una o dos de las cuevas de la colonia por vez, lo que no afecta las colonias establecidas. Un comportamiento similar mantiene el tapaculo (Scelorchilus albicollis) y el churrín (Scytalopus fuscus), ambas especies encontradas solamente en las inmediaciones del Cerro Puente Las Truchas. Los residentes permanentes de las zonas estudiadas, que sin embargo mantienen un bajo perfil, son el zorzal (Turdus falcklandii), especie de gran tamaño, y la loica (Sturnella loyca), que incluyen en su dieta a G. rosea durante todo el año, excavando sus madrigueras y capturando los animales erráticos.

Entre las rapaces, destacan algunas especies de Falconiformes (diurnos), y Strigiformes (nocturnos). Lo más común observado para rapaces diurnas corresponde a algunas águilas (Geranoaetus melanoleucus), encontradas en las laderas y áreas abiertas de los Cerro Popeta y Cerro San Luis, las que no se ha comprobado su predación sobre G. rosea[12]; Peucos (Parabuteo unicinctus), residentes permanentes, presentes en las tres localidades. En menor escala, se han visto algunos cernícalos (Falco sparverinus) merodeando la zona. No existen indicios directos que estos rapaces consuman artrópodos, pero la literatura así lo sostiene [13].  Entre las rapaces nocturnas, una especie residente común en la zona es el pequén (Athene cunicularia), especie que puede ser vista tanto de día como de noche. Esta es una especie considerada beneficiosa para la agricultura, pues caza muchos insectos y artrópodos, además de algunos roedores. Observando las egagropilas (rejurgitados), de algunos de sus lugares de descanso, se aprecia que la inclusión en la dieta de G. rosea es meramente accidental, como lo demuestran algunos trabajos[14].  Una especie estrictamente nocturna, que ha sido observada en pocas oportunidades, es la lechuza blanca (Tyto alba), que si bien no es fácilmente identificable en terreno, su presencia es confirmada a menudo con su grito característico nocturno. No se han detectado sitios de descanso para esta especie, pero la literatura cita que básicamente su dieta la conforman pequeños roedores, siendo muy raro el consumo de algún artrópodo como G. rosea[15]. Aún así no se descarta como depredador casual.  Ambas especies se han determinado en las 3 zonas de estudio. No ocurre lo mismo con el chuncho, (Glaucidium nanum), pequeña lechuza que ha sido encontrada solamente en las riberas del Cerro Puente Las Truchas. Por su pequeño tamaño (20 cm de largo total en promedio), difícilmente es un serio predador para las colonias de G. rosea que se encuentran en las inmediaciones, aunque en su dieta incluye insectos. Es probable que en la época reproductiva de G. rosea, cobre uno que otro macho errante.

Una especie residente muy común, adaptada a la caza de insectos voladores nocturnos muy difícil de ver pero fácilmente distinguible en la noche por el silbido que emite, es la gallina ciega (Caprimulgus longirostris), ave insectívora no rapaz. La incidencia de Artrópodos en su dieta es baja, prefiriendo los noctuídos como presa fuerte. Aún así no se descarta que consuma los ejemplares que quedan a su alcance mientras permanece escondida durante el día, en las laderas abiertas, bajo el estrato herbáceo. Siendo precisamente éste el mismo nicho que ocupan las colonias de G. rosea en su disposición espacial en el matorral esclerófilo. No es raro que en el momento en que se descubra una de estas colonias en el cerro, se encuentre además uno de los sitios de descanso del la gallina ciega. Esta especie se ha encontrado abundantemente el las tres localidades estudiadas.

El pitío (Colaptes pitius), es una especie que se ha encontrado abundantemente en las inmediaciones del Cerro Popeta, pero no ha sido vista ni oída en ninguna de las otras localidades. Es fácilmente distinguible su canto onomatopéyico en la mañana y la tarde, sospechándose una numerosa colonia de esta especie en la zona. Es una especie insectívora estricta, buscando exclusivamente su alimentación en el suelo, por lo que se sospecha sea una de las especies que depreda la población de machos de G. rosea, especialmente durante el periodo reproductivo.

Impacto antrópico:  

De las 3 zonas estudiadas, la que recibe el mayor impacto antrópico, es sin lugar a dudas la zona que mayor población de colonias de G. rosea posee, que corresponde al sector Cerro San Luis. Esto hace sospechar que la suerte de las comunidades de G. rosea de alguna manera se encuentran ligadas a las presencia del ser humano. Esta hipótesis es respaldada por varias razones que justifican su éxito poblacional:

1.        Extracción de especies: En zonas donde la extracción de especies es alta (áreas no circundantes a las zonas de trabajo, alrededores de Santiago), la extracción de las colonias de Grammostola favorecen la comunidad en su conjunto, puesto que provee nuevos nichos comunitarios a los infantiles y juveniles que de otra manera verían disminuidas sus probabilidades por la existencia de las colonias de adultos. Por lo supuesto anteriormente, entonces cada ovipostura de G. rosea, tiene una posibilidad cada vez mayor de llegar con un alto número de Grammostola hijas a hacer uso del hábitat, debido al mínimo impacto proveniente de la extracción. La extracción de la fauna de artrópodos en general por parte de la población con una finalidad económica, resulta a fin de cuentas poco lucrativo, ya que la terrarística no es un hobby masificado en este país. En las zonas de estudio, la extracción de artrópodos es prácticamente nula.

2.        Eliminación de especies: la percepción ambiental que se tiene de algunas especies, en especial por sobre los artrópodos mígalomorfos es de rechazo generalmente por parte de la población de ambientes urbanos, lo que no ocurre con quienes viven en zonas menos urbanizadas[16]. Por sobre otros artrópodos e insectos, la hembra de G. rosea, una vez que se aleja del nido materno, busca una grieta que comienza a excavar, a lo largo de toda su vida, siendo extremadamente difícil encontrar una hembra errática. Este hecho asegura que la correlación entre una Grammostola y una persona al mismo tiempo en un par de metros cuadrados de terreno de matorral de cerro, sea mínima. Con esto se disminuyen las muertes por parte de seres humanos debido al rechazo visual que provocan los Terapócidos en algunas personas, muertes por simple entretención, por ignorancia o por miedo humano (creencia popular que saltan a la cara, que son venenosas en extremo, etc). Resulta dificultoso el encontrar cadáveres en el cerro, y cuando se encuentran, puede achacarse la muerte a algún tipo de intervención humana en el 95 % de los casos. Pero sin embargo es factible encontrar colonias de decenas de cuevas individuales inclusive en el mismo sendero usado con tránsito frecuente, habiéndose encontrado ejemplares de entre 3 a 5 años de edad en promedio y individuos que se especula deben tener cerca de 10 años de edad. Esto ocurre así debido a que la entrada de la cueva que conforma la colonia de este terafócido, queda prácticamente invisible al ojo humano no adiestrado. Esto hace que en comparación con Paraphysa, por ejemplo, la probabilidad de que la araña que se mate sea una Grammostola, se hace cada vez menor.

3.        Eliminación de predadores: Una de las causas más probable para este aumento en el número de colonias y en el número de individuos que conformas cada colonia está en el hecho que una zona con un alto grado de intervención humana (zona antropomorfizada), es un área en el que paulatinamente se han ido alejado a los predadores naturales que actuaban sobre G. rosea. Un caso concreto de este fenómeno es lo que ocurre con el zorro culpeo (Pseudalopex culpaeus). Para esta especie, el encontrar un alto número de rastros humanos, juntamente con otros olores territoriales (rastros de orina de perros y gatos domésticos), ha hecho que este cánido silvestre poco a poco (aún en zonas con un alto número de presas), comience a migrar su territorio hacia zonas donde los rastros y olores sean más tenues. A esto se suma que estas zonas altamente antropomorfizadas, por su cercanía con los asentamientos humanos, sean los primeros lugares donde se practique la caza deportiva. A pesar de ser una especie que está protegida, es común que se le de cacería, más aún en zonas donde supuestamente se le considera alimaña. Así, si el solo hecho de haber seres humanos en las inmediaciones no es causa suficiente para el relegamiento de alguna especie silvestre en particular, el hecho que se elimine esta especie mediante la caza deportiva si lo es. Este fenómeno tiene su ocurrencia aún si no se plantea el caso de la caza furtiva como fuente de desaparición de alguna especie (o del antiguo alto número de individuos de esta especie presentes en la zona en cuestión), sino que el hecho de solamente de cazar, el solo sonido de los disparos de las escopetas, son medio suficiente para que primero desaparezca alguna especie que ejerza dominancia, con lo que el equilibrio de competencia entre especies simpátridas (especies que hacen uso de los mismos recursos), se rompe. Posteriormente las especies secundarias le siguen, hasta disminuir significativamente el número de especies e individuos que originalmente predaban sobre la comunidad de G. rosea. Así, las probabilidades reproductivas de Grammostola se van haciendo cada vez mayores, especialmente cuando se está disminuyendo la presión de caza sobre los machos fecundadores.

4.        Eliminación de competidores: Una vez eliminada la presión de caza que ejercían los predadores, la misma especie comienza a ganar espacio en el nicho al aumentar la cantidad de presas vivas para alimentarse, ya que la eliminación de predadores en forma antrópica, correlativamente elimina a aquellas especies competidoras, cuando disminuye el número de aves insectívoras en una zona determinada, por ejemplo. Con este desequilibrio de consumidores, la población total de insectos se incrementa, aumentando la biomasa disponible. Es en este momento cuando predadores secundarios comienzan a ocupar el lugar de las desaparecidas aves consumidoras, especies que hasta ese momento se encontraban relegadas, como ha ocurrido con G. rosea en la zona de Cerro San Luis. Asimismo se produce una competencia por ver que especie es la que va a ocupar el nicho del depredador disminuido o desaparecido, y siendo la especie con mayor éxito adaptativo a que termina imponiéndose. G. rosea construye sus nidos en las laderas abiertas y herbáceas de los cerros mencionados. Otras especies de Terapócidos, utilizan nichos complementarios a los de G. rosea, como lo hace Paraphysa, género que se adaptó a la construcción de nidos medianamente comunicados, en lugares específicos, que también son los lugares que depredadores y humanos hacen uso de él, como arbustos solitarios. Con esto, la probabilidad de encontrar un terapócido en una ladera de cerro, se hace mucho más alta para aquellos ejemplares que se encuentran en los sitios en que más frecuentemente se hace uso de ellos (para sombra, por ejemplo) Así, el número de individuos presentes en estas “zonas de contacto”, empieza significativamente a disminuir, mientras que aquellas especies que se encuentran al abrigo del ojo del depredador potencial, comienzan a expandirse. Al final, la especie disminuida solo es encontrada en aquellos lugares que cumplen con sus requerimientos de uso de hábitat, pero que no son para nada utilizados por depredadores potenciales y antrópicos, quedando finalmente marginada del uso de hábitat potencial. Como ocurre por ejemplo con P. manicata en el Cerro Popeta, y con P. scrofa para el Cerro Puente Las Truchas, especies relegadas a un uso de hábitat restringido a ciertas zonas de ladera mínimamente utilizadas. Para el caso del Cerro San Luis, la única especie que hace uso de hábitat es G. rosea, encontrándose ejemplares hasta el borde mismo de la carretera, habiéndose encontrado inclusive nidos que estaban dispuestos paralelamente a el asfalto de la calle. Esto es consecuencia que el sitio en cuestión es un lugar de encuentro de la población residente en Rengo, para sus momentos de esparcimiento, encontrándose diariamente a lo menos un par de personas al interior del área del Cerro San Luis.

5.        Aumento de la cantidad de alimento disponible: Como la cantidad y calidad de predadores entomológicos disminuye, se hace evidente que ocurrirá un aumento en el número de presas para G. rosea. Si aumenta la cantidad de alimento, por ende aumenta las probabilidades de que cada infantil llegue a la etapa adulta reproductiva, desencadenando así un aumento exponencial en el número de individuos de una población dada, que hasta hace algunas décadas, había permanecido constante. Como aún así aumenta la población de presas vivas, ya que G. rosea, a pesar de ser una especie de pequeño predador dominante en el área, es un predador relativamente ineficiente, en gran parte por su fisiología lenta, que no lo obliga a seguir buscando presas constantemente. Los pocos predadores superiores que continúan visitando el área, lo hacen con la presión de encontrarse en un área predominantemente humana, en la que un cazador eficiente, que permanezca demasiado tiempo en el área, o le será muy difícil procrear (robo de huevos, muerte de cachorros o pichones, contaminación acústica), con lo que su presencia al final no deja de ser pasajera.

6.        Incendios: En Chile, todos los incendios tienen un carácter antrópico. Loas incendios de zonas de matorral en verano son extremadamente frecuentes. Al arrasar una ladera un incendio, eliminará toda competencia en un rango muchas veces de kilómetros, no afectando a aquellas especies que hacen su nido bajo los 50 cm de profundidad, lugar donde las altas temperaturas de las llamas no alcanzan, haciendo que a finales de febrero, cuando la temporada de incendios forestales prácticamente terminó, sea la época en que empiezan a salir del nido las pequeñas G. rosea infantiles. Así, no tienen dificultad en colonizar un terreno libre de depredadores en una etapa potencialmente peligrosa, como lo es el momento que deambulan como infantiles, en busca de una grieta donde hacer su nido. Si el incendio eliminó la presión de cacería de pequeñas lagartijas y aves, las probabilidades que la gran mayoría de las pequeñas Grammostola lleguen a la edad adulta se hace mayor.

Cristian Pérez Apablaza
Educador Ambiental
Eg. Ing. Forestal
Técnico Pecuario

Bibliografía y Referencias.


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[2] R. Gajardo. “La vegetación Natural de Chile. Clasificación y distribución Geográfica”. Editorial Universitaria. Chile, 1993.

[3] R. Snelling, J. Hunt. “The ants of Chile”. Revista Chilena de Entomología. Santiago. 1975

[4] F. Fernández. Avispas Cazadoras de Arañas (Hymenoptera: Pompilidae) de la Región Neotropical. Revista Biota colombiana, Colombia, 2000

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[6] A. Berta. “Origin, diversification and zoogeography of the South American Canidae”. Fieldiana, zoology new series 39: 455-471.

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[8] S.A. Castro et al. “Diet of the racerunner Callopistes palluma, in north central Chile” Journal of Herpetology. U.S.A. 1991. 

[9] H.w. Greene & F. Jaksic “The feeding behavior and natural history of two chilean snakes (Phyllodryas chamissonis and Tachymenis chilensis (Colubridae)”. Revista chilena de Historia Natural. Chile, 1992. 

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[11] G. Egle, J Aguirre. Aves de Santiago. Editorial Unión de Ornitólogos de Chile UNORCH. Santiago, Chile. 2000.

[12] E.F. Pavéz. Biología reproductiva del águila Geranoaetus melanoleucus (Accipitridae). Revista chilena de historia Natural. Chile. 2001.

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[14] H. Torres-Contreras, E. Silva-aranguiz & F. Jaksic. “Dieta y selectividad de presas de Speotyto (Athene) cunicularia en una localidad semi-árida de Chile a lo largo de 7 años (1987-1993)” Revista Chilena de Historia Natural. Chile, 1994.

[15] J.C. Torres-Mura & L.C. Contreras. “Ecología trófica de la lechuza blanca (Tyto alba), en los Andes de Chile Central”. Studies on Neotropical Fauna and Environment. U.S.A. 1989. 

[16] J. Flip, E. Fuentes & A. Hoffmann. “El paisaje que vemos: Percepción ambiental”, en Ecología del Paisaje en Chile Central. Estudio de sus espacios montañosos”. E. Fuentes & S. Prenafeta, Editores. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, 1988. 

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