Editorial   Panorama Internacional Nº 8

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Huelga en General Motors

Los obreros norteamericanos frenan a la empresa más grande del mundo

Por: Oscar Zabala


  
  Desde 1972 no se veía en los EEUU un conflicto laboral de tanta magnitud. En aquel entonces las huelgas hicieron temblar a la mayor empresa del mundo. Ahora el impacto de Flint y Delphi llega "justo a tiempo"contra la ofensiva de tercerización y flexibilización laboral de las patronales de todo el mundo.  
 

LOS 9.200 operarios de las plantas de Flint de General Motors en Michigan, dedicada a la forja y estampado con grandes matrices de las partes de autos y camiones pararon desde el 5 de junio de 1998 y los obreros de la Delphi Automotive System, la autopartista más grande del mundo, entraron a la pelea el 11 del mismo mes. Los afiliados a la UAW ( Automotive Auto Workers ), el poderoso sindicato de la industria automotriz yanqui, llevaron adelante la lucha con una firmeza notable durante casi dos meses. La ofensiva patronal había calculado que durante el verano (junio-julio en los Estados Unidos) y en el marco de la dispersión que provocan las vacaciones, le sería fácil rendir a los huelguistas, pero la extraordinaria combatividad de los hombres y mujeres de las dos plantas llevaron a la paulatina paralización por falta de materia prima de 26 de la 29 plantas que la GM tiene en los Estados Unidos, donde ocupa a 190.000 trabajadores.

Aunque en realidad el acuerdo firmado por la directiva sindical sólo significa una tregua en la ofensiva patronal, la huelga deja un sabor a triunfo si analizamos el marco adverso en que fue llevada a cabo, con un gobierno en su pico de popularidad y con la notable ausencia de una dirección clasista que oriente el conflicto enfrentando la confusión que generan los ideólogos de la burguesía que "la miran por TV" y los sindicalistas traidores de la UAW.

Cuidado con los amigos

Huelga con prontuario

La situación de la empresa empezó a preocupar a sus responsables cuando las pérdidas durante 1992 llevaron al presidente del directorio directamente al hospital, con un ataque de presión. Los trabajadores ya entregaban a la firma enormes ganancias con sus agobiantes ritmos de producción, pero los gerentes decidieron ponerse a salvo de los nervios que les provocan sus movidas de escritorio sacrificando empresas y puestos de trabajo.

En ese año la GM vendió 123.000 millones de dólares pero no logró colocar la cantidad suficiente de unidades y comenzó un devastador plan para cerrar 21 de la 120 plantas en América del Norte. Se redujeron en varios miles los 715.000 empleados de la empresa en todo el mundo. “Desperdiciamos mucho tiempo y derrochamos mucho dinero y finalmente hemos llegado a un extremo en que la cosa está muy complicada” , afirmaron sus ejecutivos. Con brutalidad calculada para seguir apelando a la cooperación de los trabajadores, se firmó con la UAW un convenio envenenado mediante el cual los despedidos podían seguir cobrando el 95% de los salarios durante los tres años posteriores si eran a causa de “cambios tecnológicos”.

Entre 1996 y 1997 se registraron once conflictos en las plantas de GM en Estados Unidos. La última huelga en la fábrica de frenos en Dayton ya había estado a punto de paralizar prácticamente a toda la compañía. Es porque los trabajadores perciben correctamente que cuando la compañía dice “mejorar la competitividad” debe entenderse “que los trabajadores paguen la crisis”.

Hay bases ciertas en los planes capitalistas para el temor de los trabajadores. Dos plantas de Peregrine Inc., que GM vendió en 1996 anunciaron que van a cerrar sus puertas porque no dan ganancias. Los alcaldes de varias ciudades mexicanas ofrecieron exenciones impositivas para radicar plantas automotrices, según denunció la televisión norteamericana. En los últimos cinco años GM redujo 65.000 puestos de trabajo en los Estados Unidos y los analistas de Wall Street le exigen otros 50.000 despidos para lograr “finalizar con reglas laborales obsoletas que impiden mayor productividad, competitividad y menos costos” . Lo mismo que en la Argentina pretende legalizar la ley de Reforma Laboral de reciente aprobación.

Durante la huelga apareció en el New York Times la noticia de que GM debía cerrar la planta de Winsconsin donde se fabrica una camioneta liviana que le deja a la empresa 10.000 dólares de ganancia por unidad, y un consultor de la empresa debió entonces sincerarse: "Con el cierre de estas fábricas, la empresa está empezando a perder dinero real". Con estas palabras dejó en evidencia que hasta ahí sólo estaban resignando lo que dejaban de ganar.

Los sindicatos norteamericanos, por su parte, tienen una gloriosa historia de luchas sobre sus espaldas, pero sus dirigentes tienen una lista enorme de traiciones entre sus deudas con la clase obrera. Richard Shoemaker, cabeza visible de la UAW durante el conflicto, aparece en cuanto programa político de televisión se emite. Afirma con dureza que "están creando las bases para una batalla del demonio" . Pero fue él mismo quien firmó el convenio para los despidos subsidiados en 1992 (ver recuadro). Está claro que la burocracia de la UAW se puso al frente de la lucha, obligada por la presión que ejerce la desesperación de los trabajadores ante la paulatina pérdida de sus conquistas.

La huelga, además, fue seguida con simpatía por un sector de la burguesía ligado al partido opositor que controla el parlamento. Los republicanos aplaudieron el conflicto desde los medios agitando banderas presuntamente nacionalistas contra el traslado de plantas a otros países. El famoso conductor televisivo Pat Buchanan, una especie de Neustadt de allá, realizó un metódico ataque contra la globalización y enarbolaba un encendido discurso sobre la seguridad laboral que encandiló a muchos norteamericanos. Como Gerardo Martínez de la UOCRA, que le echa la culpa de la desocupación a bolivianos y paraguayos, Buchanan ataca a los obreros de todo el mundo. Ambos esconden la responsabilidad directa de la patronal y su afán de lucro en los problemas de la clase trabajadora.

El gobierno de Clinton, por su parte, no jugó su popularidad contra la apuesta sindical. Un guiño cómplice con la patronal y una discreta presión judicial sobre el arbitraje laboral fue todo lo que creyeron necesario. A pocos días del inicio del conflicto un responsable del área laboral aseguraba que "General Motors parece decidida a jugar muy fuerte. No soy muy optimista con respecto a la resolución del conflicto" . Preocupado por la seguidilla de enfrentamientos que viene sosteniendo la clase obrera norteamericana, Clinton no encuentra salida a la contradicción que generan estas peleas favorecidas por el pleno empleo en la gigantesca economía yanqui. En los primeros días de septiembre, en el Labor Day —festividad del trabajo en los EE.UU. que reemplaza el 1º de mayo—, cientos de miles de obreros desfilaron con sus familias en las columnas de sus sindicatos, de acuerdo a la modalidad de aquel país. Enviaron una señal de advertencia a la sociedad y en especial al gobierno y las patronales: la flexibilidad yanqui no pasará sin pelea.

La hora de los hechos

Una cosa es la ideología y otra la lucha concreta. Así lo entendieron los huelguistas, y mientras entonaban cánticos de protesta y sostenían durísimos piquetes de convencimiento para disuadir carneros (esquiroles) y propagandizar el conflicto entre la población, comenzó una batalla para exigir solidaridad a las demás filiales de la UAW , engrosar el fondo de huelga con contribuciones de apoyo y debatir soluciones de fondo a través de las cartas de lectores de los diarios de los Estados Unidos. Miles de notas en diarios y revistas de todo el mundo difundieron el conflicto día a día. En ellas aparecen datos fragmentarios que permiten dibujar el particular y muy norteamericano perfil del conflicto. Con la extraña firma de "Comité contra las negociaciones antirreglamentarias" un grupo de trabajadores exigió sistemáticamente en los diarios el respeto al reglamento del uso de la palabra en las asambleas periódicas de los huelguistas. La huelga causó tal impacto en la población que aparecieron organizaciones sectoriales como "Internautas por la difusión de la huelga", que publicaron miles de llamamientos en las páginas de Internet. Sin embargo, el notable activismo de los huelguistas es lo más llamativo. En lugar de quedarse en sus casas, hombres y mujeres de manos grandes y fuertes empuñan los carteles del sindicato, dan conferencias sobre solidaridad obrera y sostienen bates de béisbol para subrayar su decisión de que nadie va a entrar a trabajar.

Just in Time
(Justo a tiempo)

Un columnista económico sintetizó las expectativas patronales:

Las organizaciones grandes que tienen una trayectoria muy larga por lo general son conservadoras, como las iglesias y los ejércitos. Su tamaño suele ser un impedimento para el cambio. Pero cuando éste se hace inevitable, el resultado se parece mucho a la ruptura centrífuga de la Unión Soviética.

Cuando promediaba el conflicto, el influyente New York Times destacó en el análisis de la huelga el rol que le cupo al sistema de producción “a lo Toyota”. Bajo el título significativo de “Huelga justo a tiempo” , luego de titular que “Los procesos just in time para ahorrar costos hoy son el talón de Aquiles del gigante automotor” , el artículo describe:

Habitualmente un proveedor tiene un contrato a largo plazo para ser la única fuente del repuesto. Los proveedores instalan sus plantas cerca de las áreas de ensamblaje y entregan los componentes poco antes de la instalación. (...) Conforme se ha difundido la entrega ‘justo a tiempo’, los sindicatos descubren que una huelga en una planta clave de repuestos puede ser tan eficaz —y mucho menos cara— que las huelgas nacionales de hace treinta años. (Se refiere a las de 1972.) Con las huelgas actuales, se calcula que GM ya perdió 1200 millones de dólares en ganancias en el segundo trimestre. La UAW gasta sólo 150 dólares semanales en la huelga para pagar a los miembros de los piquetes.”

Hasta ahora un punto débil de estos planes de reingeniería es el hecho de que nada menos que la combatividad obrera es lo que debe agregarse a la forma de producción “just in time”. Como lo demostró el verano caliente de este año, con esa fórmula, las huelgas en plantas líderes afectan a todos los sectores, por más fragmentadas y lejanos que sean. Y logran relevancia mundial en la lucha contra la tercerización y la “flexibilización” laboral. Tengámoslo en cuenta.

El gran desafío

El conflicto tuvo a su favor la gran combatividad de los huelguistas y los incipientes reclamos de democracia sindical. Pero no incluyó a todos los trabajadores de la empresa (ver recuadro), y sobre todo, dejó en claro que la clase obrera norteamericana deberá enfrentar un serio obstáculo para derrotar a sus patrones. La falta de una dirección clasista para sus sindicatos hace que el resultado de huelgas como la de Flint y Delphi peligre y pueda siempre convertirse en un penoso fracaso.

Apenas pasado un mes del fin del conflicto vuelve la empresa al ataque. La huelga cambió el discurso patronal pero no su contenido: a pesar de que la empresa el año pasado tuvo suculentas ganancias, ahora los gerentes dicen que la firma debe prepararse para el próximo ciclo de baja, algo que es característico de la industria automotriz, aunque ahora usen esa excusa para seguir bregando por el "ajuste".

Traducido al correcto idioma esto significa que la empresa sólo postergó sus planes de fragmentarse creando plantas tercerizadas que desconozcan las conquistas obreras, llevándolas a otros países o con nuevos convenios "flexibilizados". La lucha volverá a ser necesaria.

En esos combates que se avecinan deberá tomarse en cuenta que la división entre los obreros sindicalizados y los trabajadores no afiliados a las organizaciones laborales es un proceso que apenas ahora comienza a revertirse después de varios años de retroceso permanente en el número de obreros sindicalizados. Como un signo apenas, las encuestas recientes muestran una creciente simpatía de las capas de trabajadores inmigrantes y jóvenes por el poder demostrado por los sindicatos en las recientes luchas.

Es el comienzo de lo que se prevé como una larga pelea por la unidad de la clase obrera, por encima de dirigentes como el oportunista Shoemaker.

Es decisiva la disputa que puedan llevar adelante los luchadores independientes que se proponen denunciar al imperialismo y combatir contra el rol nefasto del nacionalismo opresor que defiende los privilegios de los países centrales y aleja a sus adeptos de los intereses del movimiento de masas.

Es necesario generalizar la exigencia de respeto a las decisiones democráticas dentro de los organismos de la clase obrera. Las "negociaciones antirreglamentarias" que llevan adelante los burócratas con la patronal se acabarían, y la clase obrera yanqui podría así elevar sin trabas burocráticas sus pliegos de reivindicaciones.

Los tire y afloje con las empresas por traslados de plantas y reducción de personal nos llevan siempre a pensar en la necesidad de que los trabajadores podamos establecer un control obrero que ponga límites a la arbitrariedad patronal que deja a miles de empleados en la calle de un solo plumazo. Debemos negarnos a que las elucubraciones de ejecutivos empujen a la miseria a un solo trabajador. La simple apertura de los libros de contabilidad permitiría comprobar las enormes fortunas de dinero real que ganaron esas empresas. Seguramente ese control impedirá el proceso de reconversión empresarial; hasta es posible que mande a algún ejecutivo al hospital. Lo seguro es que si logra sortear esos duros obstáculos la orgullosa clase obrera norteamericana puede acompañar, e incluso encabezar por encima de las burguesas ideologías nacionalistas, la lucha de los trabajadores de todo el mundo contra la reingeniería de despidos y "flexibilización" que proponen los capitalistas.



Kosovo
En los Balcanes no habrá paz mientras esté presente el imperialismo

Por: Fernando Graco


  
  Desde hace 8 meses el sector de los Balcanes, en el centro de Europa, volvió a ser el eje de las preocupaciones del imperialismo en este continente y alrededor del cual se discuten planes de intervención de la principal fuerza militar imperialista –la Organización del Tratado Del Atlántico Norte (OTAN)– porque los habitantes de la provincia de Kosovo (República de Serbia de la Federación de Yugoslavia) se levantaron contra el gobierno yugoslavo de Milosevic en reclamo para que les sea devuelta la autonomía que les fue suprimida en 1989.  
 

Hasta 1989, los habitantes de esta provincia vivían en relativa armonía, al igual que los habitantes de las 6 repúblicas que constituían la Federación Socialista de Yugoslavia (Serbia, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Bosnia y Montenegro). Pero a partir de ese año; en que comienza el proceso de desmembramiento de los países "socialistas" –de Europa Oriental y la URSS– y con ello el proceso de restauración capitalista y de derrota de un ascenso de las masas que luchaban contra las burocracias gobernantes; la situación en los Balcanes cambio radicalmente.

Kosovo

Capital : Pristina
Población : 1.500.000 habitantes: 1.200.000 albaneses, 210.000 serbios, 58.000 musulmanes, 27.000 montenegrinos y 5.000 de origen esloveno, croata y macedonio.
Extensión territorial :10.887 Kilómetros2
Mapa de Yugoslavia

Influenciados por el imperialismo, los gobiernos de las repúblicas de Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia, se dieron a la tarea de independizarse de la Federación. Frente a esto, la respuesta del gobierno central yugoslavo de Slodoban Milosevic, fue declararles la guerra y entonces vinieron fuertes enfrentamientos, especialmente en Bosnia, donde se desarrolló una guerra que duró cerca de 4 años. Pero poco a poco, de la mano del imperialismo, las 4 repúblicas antes mencionadas, se fueron independizando, y Montenegro junto con Serbia pasaron a conformar la nueva República Federativa de Yugoslavia.

En 1989 el gobierno de Milosevic, como parte de una respuesta burocrática de mantener por la fuerza la existencia de la Federación con todas sus repúblicas y nacionalidades, le quitó el carácter de autonomía que tenía la provincia de Kosovo y desde ahí viene el conflicto.

Después de tres años en que el imperialismo impuso la paz en Bosnia por la fuerza de las armas, el conflicto en Kosovo se agudizó y de nuevo la situación de los Balcanes se convirtió en el polvorín de Europa.

La preocupación central del imperialismo mundial, es que el conflicto se extienda y estalle una guerra de grandes proporciones en Europa o que aliente a otras nacionalidades a un proceso de desintegración, y el otro problema es el de los desplazados que buscan refugio en otros países. Según cifras de las Naciones Unidas este conflicto ha provocado el desplazamiento de 230.000 habitantes de origen albanés, y el gobierno alemán que ha recibido en este año a 10.000 kosovares se ha negado a otorgar el estatus de "refugiado de guerra civil" argumentando que en la guerra de Bosnia recibió 350.000 desplazados.

La salida imperialista

El objetivo del plan imperialista es convencer a Milosevic y a los dirigentes de Kosovo a firmar un acuerdo con el que se garantice la autonomía a Kosovo –no la independencia– bajo la vigilancia y control de las fuerzas de la OTAN y la ONU.

Dentro de los planes que ha barajado el imperialismo para acabar con el conflicto están: el "plan A, consistente en el despliegue de entre 7.000 y 23.000 soldados en la frontera que separa Kosovo para frenar el auge de la guerrilla del ELK; el plan B contempla bombardeos selectivos en Serbia y un despliegue militar en Kosovo, y el plan C, forzar un acuerdo de paz entre las partes y el despliegue de una fuerza de interposición (léase ocupación) en Kosovo –similar a la que se dio en Bosnia– constituida por 36.000 soldados.

El pasado 13 de octubre, mediante amenazas de bombardeos, el imperialismo logró que Milosevic firmara un acuerdo que consiste en:

  1. Retiro de las tropas serbias de la región de Kosovo,
  2. Ingreso de una fuerza multinacional de 2.000 "observadores" de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) con el apoyo aéreo de la OTAN,
  3. Permitir que organismos internacionales ayuden a 300.000 refugiados para su regreso a su sitio de origen,
  4. Empezar negociaciones sobre un estatuto de autonomía para la provincia.

Por su parte Albania, que apoya a los rebeldes kosovares en su lucha por la independencia, busca que esta provincia se unifique con este país, y Rusia: se opone a una solución por la fuerza vía los bombardeos e impulsa una salida negociada con el gobierno yugoslavo.

En el frente interno: pidiendo ayuda al opresor para "independizarse"

Los kosovares están dirigidos principalmente por dos sectores: uno constituido por la Liga Democrática de Kosovo (LDK) cuyo principal dirigente es Ibrahim Rugova, quien al principio aceptó de Milosevic la propuesta de una autonomía provisional, pero luego, ante la presión de los demás sectores y de su propio partido, pasó a exigir un Kosovo "independiente", pero al mismo tiempo con carácter de protectorado internacional en una "fase transitoria". El otro sector es el Ejercito de Liberación de Kosovo (ELK), conducido por Adem Demaci. El ELK exige, en principio, una autonomía con amplias garantías, aunque su objetivo es la independencia para federarse con Albania.

Tanto el LKD de Rugova como el ELK de Demaci buscan una salida de la mano del imperialismo, no se han cansado de pedirle a la OTAN que intervenga bombardeando a los servios para ellos lograr la "independencia".

Una guerra de rapiña dirigida por bandidos donde la población pone los muertos

Igual que la guerra en Bosnia, esta es una guerra donde se juegan intereses distintos a los de la población trabajadora; intereses del imperialismo y de las distintas alas de la burocracias gobernantes. Es una guerra de rapiña en donde en medio del proceso de restauración capitalista, cada sector que se encuentra encabezando o apoyando uno u otro bando busca la mejor tajada con la restauración. Pero eso sí, los muertos corren por cuenta de la población. En esta guerra los trabajadores y campesinos de Kosovo han colocado entre 700 y 900 muertos

Hasta ahora no ha surgido una dirección revolucionaria que levante una salida y un programa en favor de las masas trabajadoras y campesinas. Y no ha surgido porque el stalinismo destruyó la conciencia antiimperialista, revolucionaria y socialista con la que los yugoslavos derrotaron al imperialismo alemán en la Segunda Guerra Mundial y expropiaron a los capitalistas. Después de este triunfo contra la Alemania de Hitler, el stalinismo, en nombre del socialismo y el leninismo, impuso, a través de Tito, una dictadura burocrática contra los trabajadores, y el problema de las nacionalidades lo trató burocráticamente imponiendo de manera totalitaria la unificación sin una participación democrática de las masas.

Pero la única salida a favor de las masas trabajadoras es una salida revolucionaria que parta de la lucha por expulsar al imperialismo –pues mientras el imperialismo esté presente no habrá paz–, derrocar al gobierno yugoslavo, romper con las direcciones del LKD y el ELK y construir una dirección que luche contra el proceso restauracionista y nuevamente por la unidad democrática de los trabajadores de las repúblicas que hicieron parte de la Federación Socialista de Yugoslavia. Ahora, la independencia o no de Yugoslavia y su anexión o no a Albania, debe ser sobre la base de una determinación soberana, discutida democráticamente por parte de los kosovares sin intervención extranjera.



Chile
Castigo al Chacal

Por: Ignacio Mosquera


  
  La hermana República de Chile se ha visto sacudida en las últimas semanas por decenas de manifestaciones que levantan consignas y carteles a favor unas, y en contra otras, de Augusto Pinochet. Este ex general asesinó a la vanguardia del proletariado de ese país en las décadas del 70 y 80 después de asumir el poder mediante un sangriento golpe de estado con que derrocó al entonces presidente Salvador Allende.  
 

LA razón de la agitación es de todos conocida: Scotland Yard, la policía secreta inglesa, detuvo al ex dictador en Londres, en el hospital en que se encontraba convaleciente de una operación de columna a que se había sometido días antes. Según las autoridades inglesas se detenía a Pinochet en respuesta a una solicitud de extradición hecha por un juez español que adelanta un proceso en contra del Chacal.

La noticia motivó el inmediato volcamiento a las calles de miles de familiares y compañeros de los desaparecidos y asesinados bajo el régimen del terror implantado por Pinochet, que reclamaban su castigo. Hasta ese momento el ex general se las había arreglado para garantizar su impunidad. Negociando con la gran burguesía nacional, con el imperialismo y con los partidos mayoritarios de la izquierda había expedido leyes y reformas constitucionales que lo colocaban lejos de las manos de la propia justicia burguesa, y más lejos aun de las manos de los millones de trabajadores chilenos que habían tenido que soportar su despiadada represión.

En una de sus medidas, antes de retornar el poder a los civiles burgueses, se autonombró senador vitalicio con lo cual se revistió de una inmunidad casi absoluta que lo hizo injuzgable dentro de Chile. De ahí el júbilo de las masas al conocer de su detención.

Y de ahí también la respuesta enconada de la ultraderecha chilena que salió a exigir la libertad del ex dictador, a quien consideran su salvador por haber "extirpado el peligro del comunismo".

Un triunfo tardío de la resistencia

La detención de Pinochet es el resultado de la presión ejercida durante más de diez años por los familiares y compañeros de trabajo y de militancia de los más de treinta mil asesinados y desaparecidos por la dictadura. El pedido de extradición del juez español Baltazar Garzón no responde a su iniciativa personal sino a las demandas de los familiares de las víctimas que, ante la imposibilidad de conseguir castigo para los asesinos dentro de Chile, recurren a los tribunales de los paises imperialistas.

Bajo la dictadura y durante los años de transición, los trabajadores chilenos que resistieron la represión del régimen fascista impuesto por Pinochet abrigaron siempre la esperanza de lograr castigo para los genocidas. Esa aspiración se vio frustrada por la política capituladora de la Democracia Cristiana, hoy en el poder, y de los partidos Socialista y Comunista que obligaron a las masas a aceptar las reformas constitucionales que inmunizaron a los asesinos. Pinochet y sus más estrechos colaboradores aseguraron el apoyo de esos partidos a la expedición de leyes de perdón y olvido a cambio del retorno del poder a las instituciones de la democracia burguesa.

Cerrados por las direcciones traidoras todos los caminos para conseguir un castigo obrero y popular dentro de Chile para los asesinos -en forma dispersa y desorganizada-, los familiares de las víctimas y las organizaciones de derechos humanos mantuvieron la lucha contra la impunidad recurriendo a la justicia burguesa, incluyendo la de los paises imperialistas. Es por esta razón que el encarcelamiento de Pinochet no aparece como un resultado claro y directo de la lucha de las masas chilenas y latinoamericanas, sino como un efecto tardío y distorsionado de la resistencia de los sectores que se negaron a aceptar las leyes de punto final acordadas por sus dirigentes con los asesinos de sus familiares y amigos. Pero distorsionado o no, el encarcelamiento del Chacal es un triunfo democrático de los sectores de la clase obrera mundial que no olvida y no perdona el ataque de que fue víctima entre 1973 y 1990 en Chile.

No se puede confiar en la justicia burguesa

El hecho de que sean los jueces imperialistas quienes aparezcan encarcelando y llamando a juicio a Pinochet ha provocado una enorme discusión en las filas de los trabajadores revolucionarios. La legítima desconfianza que produce el hecho de que sea la policía de un país imperialista como Inglaterra la que detiene al ex dictador a petición de los jueces de otro país imperialista, impide ver con claridad que, en este caso, no se trata de la agresión contra la totalidad de una nación semicolonial, sino de un golpe a un terrible enemigo de la clase obrera. Y ese golpe no ha sido propinado por iniciativa propia de los demócratas burgueses imperialistas, sino por la presión que sectores de masas han ejercido sobre ellos.

No se puede olvidar que Pinochet fue apoyado directamente por el imperialismo norteamericano en su golpe de estado y que fue, años más tarde, el principal aliado con que contó Inglaterra en la guerra que lanzó contra Argentina por la posesión de las Islas Malvinas. Pocas cosas le resultan más incómodas al imperialismo inglés y español que enfrentarse con la burguesía de Chile en momentos en que sus inversiones aumentan en el conjunto de América Latina. Llevar el juicio contra Pinochet hasta sus últimas consecuencias significa enfrentarse con las hordas burguesas de ultraderecha que en las últimas semanas han salido a las calles de Santiago a vociferar "contra el colonialismo" y "en defensa de la soberanía nacional", exigiendo la liberación y la repatriación inmediata del asesino.

Los gobiernos de Inglaterra y España hacen todos los esfuerzos por lavarse las manos en el caso Pinochet conocedores de los problemas económicos que puede acarrear el caso sobre sus inversiones en Chile y en el conjunto de la región. Por eso plantean que dejan todo "en manos del poder judicial". Los sectores más de derecha, como en el caso de Margaret Thatcher, reclaman abiertamente la libertad de Pinochet. El gobierno de la Democracia Cristiana chilena ha reiterado su pedido de repatriación de Pinochet alegando su inmunidad diplomática. Todos los grandes burgueses imperialistas y chilenos hacen lo que pueden para salvarlo, y es por tanto altamente probable que el tan sonado juicio promovido por Baltazar Garzón en España termine en una enorme farsa que exonere a Pinochet de la inmensa mayoría de sus crímenes.

La desconfianza de los trabajadores chilenos y europeos debe centrarse en las posibles maniobras jurídicas que puedan tejer los jueces imperialistas y el gobierno burgués de Chile para liberar al ex dictador y deben redoblar la presión para impedir que sea puesto en libertad y devuelto a Chile donde es por el momento intocable.

De igual manera se debe denunciar y condenar la maniobra política que están intentando los imperialistas y todos los gusanos ultraderechistas del mundo, al querer aprovechar la detención de Pinochet para justificar las agresiones a Cuba y Yugoslavia, "extendiendo" el pedido de extradición a Fidel Castro y a Slovodan Milosevic. Esta maniobra tiene dos objetivos: encubrir ideológicamente la probable liberación de Pinochet y notificar a los trabajadores del mundo que existe una "justicia imperialista" que van a aplicar contra todo aquel que ose levantarse contra el nuevo orden mundial liderado por los yanquis. El levantamiento de la inmunidad a Pinochet y su posible extradición a España ha sido acompañada por el proyecto de creación de un "tribunal internacional" imperialista, para juzgar "crímenes de lesa humanidad", que se utilizaría como garrote legal contra los oprimidos del mundo. Los trabajadores debemos decir desde ya que no es lo mismo Pinochet que Fidel, ni Clinton que un trabajador de un país semicolonial que llega incluso a la utilización de métodos violentos contra los intereses del imperialismo y sus agentes. Y debemos notificar, también desde ya, que estamos dispuestos a luchar por la defensa de los revolucionarios y los trabajadores en contra de la justicia imperialista, con el mismo fervor con que hoy luchamos por evitar que los crímenes del asesino Pinochet queden en la impunidad.

Los trabajadores debemos responder a los chantajes imperialistas exigiendo la extradición de Margaret Thatcher y de los militares ingleses asesinos de los soldados argentinos caídos en la Guerra de las Malvinas, reclamando que sea entregado a los jueces iraquíes el genocida Clinton responsable del bombardeo sobre la población civil de Bagdad en la Guerra del Golfo Pérsico, y exigiendo indemnización para las víctimas de todos los atentados y agresiones de que han sido objeto las masas de los paises semicoloniales en lo que va corrido del siglo.

Castigo al Chacal

El único juicio completo que le puede caber a Pinochet es el que le adelanten los trabajadores y el pueblo de Chile, apoyados por el conjunto de la clase obrera mundial, empezando por la española. No importa donde se lo esté enjuiciando, los trabajadores debemos iniciar una campaña internacional que obligue a la burguesía del mundo a aceptar la competencia de un jurado obrero y popular para juzgar los delitos de Pinochet contra la clase obrera. Si ella puso los muertos y los desaparecidos, ella debe poner los jueces que hagan justicia.

Y como de momento la repatriación a Chile significa la impunidad, los trabajadores debemos cerrar filas en todas partes para exigir que permanezca detenido donde quiera que sea que lo esté, hasta cuando se garantice que será debidamente juzgado y castigado.


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