Editorial   Panorama Internacional Nº 8

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La Crisis Económica

Sus Causas y Tendencias
Su relación con la Lucha de Clases

Por Héctor Ergento


  
  Durante los últimos meses el compañero Héctor Ergento, militante del CITO-CI en la Argentina, realizó charlas y discusiones sobre el tema de la crisis económica y su relación con la situación de la lucha de clases en el mundo. Reproducimos aquí las partes fundamentales de las exposiciones y el debate, corregidas por el autor.  
 

 

I. Introducción

En agosto de 1997, habíamos escrito lo siguiente:

Debemos precisar si se cerró la crisis crónica de la economía mundial (como podrían indicar las cifras de crecimiento y la baja de la desocupación en Estados Unidos) o si sigue su curso pese a una recuperación coyuntural y se está preparando un crack como el de los años 30 (como lo indicaría la persistencia de la sobreacumulación de capital y la espada de Damocles del superagigantado capital financiero, y que es lo que yo intuyo).

Era una afirmación bastante tímida, pero tenía su cuota de audacia hacerla en momentos en que el grueso de los economistas "profesionales" —burgueses y "marxistas"— hablaban de una nueva "onda larga" de expansión económica y hasta de una nueva época dorada del capitalismo. Dos meses después, en octubre, estallaba la crisis asiática, de la que, al principio, los economistas dijeron que sería episódica, como lo había sido la mexicana. Hoy, en cambio, lo que se discute es si una nueva depresión mundial como la de los años 30 es inevitable o no, y algunos dicen incluso que ya ha comenzado.

Debo comenzar haciendo algunas aclaraciones.

Primero, hasta el día de hoy no estoy seguro de que esta crisis actual desemboque inexorablemente en una depresión mundial. Sigo opinando, con más convicción que hace un año, que ésa es la tendencia de la economía capitalista. Y que si esta crisis se supera antes de llegar a ese extremo, prepara una crisis mayor para más adelante.

Segundo, el mérito de haber acertado en el pronóstico no es fundamentalmente mío. Es de nuestra organización internacional, el Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo-Cuarta Internacional (CITO), por haberse mantenido firme en rescatar y apoyarse en la tradición y la herencia teórica y metodológica del marxismo, la Cuarta Internacional y la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI) de Nahuel Moreno. No es un mérito menor habernos quedado y seguir firmes contra la corriente, en momentos en que la casi totalidad de los marxistas reniegan alegremente hasta de Marx, y buscan explicar "lo nuevo" como si fuese totalmente nuevo, una ruptura histórica que nos obliga a prescindir de las "viejas y obsoletas" herramientas que teníamos y reemplazarlas por inventos revisionistas.

Mi modesto acierto en el pronóstico obedece a que, ya en 1984, en las Tesis sobre la situación mundial, fundacionales de la LIT-CI, caracterizábamos que la economía capitalista vivía una "crisis crónica" que presentaba periódicamente "crisis coyunturales cada vez más intensas", y que esa crisis se explicaba por el descenso de la tasa de ganancia producido por la sobreacumulación de capital. Hace dos años leí que un ex funcionario de primera línea del Banco Mundial calculaba que el capital financiero que da vueltas y vueltas por el mundo a velocidad de computadora ascendía a 13 trillones de dólares. Lo único que hice fue sumar uno más uno, y eso me permitió intuir una tendencia que aparentemente se está dando.

Tercero, quiero alertar sobre nuestras propias limitaciones. El camarada que tenía una capacidad teórica y política cualitativamente superior al resto de nosotros, Nahuel Moreno, murió, y la abrumadora mayoría de los dirigentes de la LIT-CI fue ganada por la democracia burguesa. Los que seguimos en la pelea no somos grandes teóricos ni eruditos y tratamos de estudiar y escribir en el tiempo que nos deja nuestro trabajo. En estas condiciones intentamos comprender una situación nueva, la que se abre con la restauración del capitalismo en los Estados obreros burocráticos, distinta de aquella en la que desarrollamos toda nuestra vida militante. Conclusión: nada de lo que digamos tiene el respaldo de una sólida capacidad personal ni de un trabajo intenso y sistemático. A lo máximo, puede servir para abrir una discusión, plantear temas e interrogantes, e incorporar al conjunto de los camaradas del CITO y a quienes lean nuestras publicaciones a una tarea de elaboración colectiva, único medio para poder avanzar ya que, como decía Moreno, el sujeto de la elaboración teórica no es el individuo "genial" sino el partido.

Cuarto, como estamos tratando de entender lo nuevo, un proceso que se está desarrollando en este mismo momento, nuestra visión es incompleta y poco equilibrada. A corto o mediano plazo se comprobará inexorablemente que es, en el mejor de los casos, muy unilateral, muy esquemática, muy "bandeada" —como decimos en la Argentina— hacia los nuevos elementos de la realidad en detrimento de los viejos, seguramente incorrecta en cuanto a cómo se combinan en esta nueva situación los factores de continuidad y discontinuidad con la situación anterior.

Teoría y práctica

¿Cual es el objetivo de ponerse a estudiar la economía? En esto, como en todo lo que intentamos hacer, el objetivo es la política. Marx dijo que el objetivo del conocimiento de la realidad era la transformación revolucionaria de esa realidad, y eso, en nuestra época, significa conocer la realidad para hacer la revolución socialista en todo el mundo. [ ¿Qué es la economía para el marxismo? ]

Durante el período en que el revisionismo dominó la LIT-CI y sus partidos más grandes —el Movimiento Al Socialismo (MAS) de la Argentina y el actual Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) de Brasil—, hasta que logró liquidar nuestra organización, se impuso una concepción de "hacer política" opuesta por el vértice a la que siempre nos había caracterizado. La relación entre teoría y práctica quedó fragmentada: por un lado, una serie de definiciones abstractas, ultragenerales, que no eran un análisis marxista de la realidad sino una ideología; por otro lado, una discusión sobre consignas tácticas para "responder a los problemas cotidianos". Y en el medio... nada. Pero en el medio está precisamente lo más importante, lo que hace de puente entre la teoría y la acción: la elaboración de un programa en torno del cual podamos construir un partido revolucionario. Cualquier acción sobre lo "cotidiano" que no extraiga sus lineamientos y tácticas de un programa científicamente elaborado, no es marxismo, y cualquier "elaboración teórica" que no arranque de usar la teoría marxista para analizar la realidad tal cual es con el objetivo de elaborar un programa revolucionario y construir un partido leninista tampoco es marxismo. El programa es la piedra fundacional del partido y, por eso, el punto de partida de la actividad y de las discusiones sobre estrategia, táctica, consignas, orientación para la construcción del partido, etcétera, que no se pueden corroborar si no es en la acción revolucionaria y en la tarea de desarrollar nuestra organización.

La Conferencia del CITO señaló que la necesidad más urgente que tenemos es dotarnos de un programa adecuado a la actual situación de la lucha de clases a escala mundial. Esta necesidad se ha expresado en las charlas y discusiones sobre la economía mundial. Tanto la exposición como las preguntas e intervenciones de los camaradas tendían a superar el tema para abarcar el problema de conjunto de la situación mundial, del cual la economía es un elemento fundamental, pero no el único ni el absolutamente determinante.

Y así llegamos al punto en que estamos ahora, a dejar planteadas varias cuestiones que exceden el marco de la crisis económica que vive el capitalismo y que exigen respuestas programáticas más de conjunto. Es sólo eso: una opinión más sobre los temas que están en discusión en el CITO.

Una nueva combinación: derrota del ascenso y salto cualitativo en la crisis económica del capitalismo

Empezamos por economía porque creemos que la actual crisis es hoy el hecho más importante de la realidad mundial. No sólo por su gravedad; también porque ya no estamos viviendo el ascenso revolucionario de la posguerra sino una situación reaccionaria mundial. Hoy, lo más dinámico de la situación mundial es la crisis económica, no la lucha de clases, y ésa es una de las diferencias centrales con la situación que se vivía antes, donde lo más dinámico era el ascenso.

Esta nueva combinación de lo económico con la lucha de clases muestra los siguientes rasgos:

La dinámica de conjunto de la situación va, pues, hacia calamidades cada vez mayores para las masas, hacia situaciones semejantes a las que se dieron en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial y durante las crisis de los años 30, cuyo desenlace fue la Segunda Guerra Mundial.

Los revolucionarios debemos alertar a los trabajadores sobre esta dinámica y presentarles un programa de transición con eje en la tarea histórica que tienen planteada: hacer la revolución socialista en cada país y en el mundo, como única forma de impedir que el capitalismo imperialista lleve a la Humanidad a esa situación de barbarie.

II. La crisis económica

Capitalismo es sinónimo de crisis

Cierta vez, cuando se dio la crisis de México, me tocó presenciar una discusión que viene a cuento para introducir el tema. Algunos compañeros decían: "Hay crisis en el plan económico del gobierno argentino; como Moreno nos enseñó que cuando hay resistencia de la clase obrera se generan crisis en la economía burguesa —lo cual es cierto—, esta crisis se da porque hay una resistencia tremenda". Muchos nos preguntábamos: "¿De qué resistencia nos hablan si recibimos palo tras palo, la clase casi no lucha y las pocas veces que sale a pelear la derrotan?". Otros compañeros decían: "Como la clase obrera está derrotada y solamente hay crisis si la clase resiste, entonces no hay crisis". Y uno veía que escapaban del país miles de millones de dólares, que estaba en peligro de quiebra el sistema bancario, que podía hundirse la convertibilidad y que se desataba un recesión tremenda. Cuento esto para enfatizar la necesidad de emplear el método marxista: estudiar la realidad, los hechos, y emplear las herramientas teóricas marxistas para interpretarlos, que es lo opuesto de tratar de encerrar la realidad en un fórmula, inventar hechos que no existen o negar hechos que sí existen.

Ahora han aparecido algunos "intelectuales marxistas" que, en medio de este lío mundial, sostienen que en realidad no pasa nada. Dicen que la crisis es un momento normal y necesario del capitalismo, y sirve para que los grandes capitales se concentren más reventando a los chicos y salgan más fuertes. Todo lo cual es rigurosamente cierto: desde que existe el capitalismo ha habido crisis periódicas, y cualquier marxista no mecanicista sabe que las crisis en sí mismas no destruyen al capitalismo, éste siempre puede salir de la crisis si no lo revienta una revolución. Pero decir que hoy no pasa nada es razonar desde un ángulo académico, contemplativo, de comentaristas o periodistas, no con el enfoque y los intereses de un revolucionario.

Ya estudió Marx que en el capitalismo las crisis se producen por razones propias del capitalismo. La crisis es inherente al capitalismo, y puede haberlas en situaciones de lucha de clases aguda y en situaciones de calma o de derrota. No son fenómenos aislados el uno del otro, hay una interacción, pero debemos partir de saber que hay algo en el capitalismo que hace que sufra crisis periódicas. Pero si a nosotros nos interesa el tema, es porque esas crisis son las que dan la oportunidad para que se produzcan fenómenos de la lucha de clases que nosotros intentaremos elevar a revoluciones socialistas conscientes.

Si en el capitalismo no existieran las crisis y siempre todo el mundo tuviera trabajo y viviera bien, no habría lucha de clases y no habría revolución. Lo que nos interesa a nosotros es eso, y cuando tratamos de caracterizar si hay o no una crisis lo hacemos para eso y no para decir que con esta crisis el capitalismo se va a derrumbar solo.

El fenómeno de la crisis

Lo primero que hay que decir es que en los últimos cuatro años hubo dos crisis: la del tequila (en el ’94) y ésta, que es mucho peor que aquélla.

La de México tuvo un efecto bastante localizado. Digamos que nos tocó sobre todo a América latina y a Estados Unidos. A Estados Unidos no lo tocó como un fenómeno que se viera adentro, porque los yanquis (más las instituciones financieras internacionales) fueron capaces rápidamente de meter unos 100.000 millones de dólares en México para evitar que el proceso se manifestara dentro de su país. Pero tuvo consecuencias bastante graves en Latinoamérica. Sin embargo, se revirtió bastante rápido.

La de Asia ya lleva aproximadamente un año y lo que dicen los economistas burgueses es que la recesión —o el parate del crecimiento— en Japón ya lleva casi diez años.

Las dos crisis se originan de modo parecido. Estallan en economías semicoloniales que reciben un gigantesco flujo de capitales —tanto productivos como especulativos— no sólo del exterior sino también, aunque en distinta medida, nacionales. Una segunda similitud es que ambas crisis se manifiestan, básicamente, en que en determinado momento ese flujo se revierte y se da una fuga en masa de los capitales, generando una recesión muy dura. Un tercer elemento común es que, originada en un país semicolonial, la crisis se extiende rápidamente a otros países del área: la de México golpeó fuertemente en la Argentina (donde provocó una recesión de casi dos años) y Brasil; el desarrollo de la de Asia lo conocemos todos. Un cuarto aspecto es que las dos crisis afectan directamente a países imperialistas: Estados Unidos y Japón, respectivamente, que son los grandes inversores.

Veamos ahora las diferencias.

Una primera diferencia entre México y Asia que señalan muchos analistas es que en México el gran deudor que va prácticamente a la cesación de pagos es el Estado, mientras que en Asia son los capitales privados. Esto es así, pero para nosotros es secundario porque no elimina el hecho fundamental: en los dos lados había una tremenda "sobreinversión" originada, por un lado, en la superabundancia de capital a escala mundial buscando dónde rapiñar la ganancia más alta y, por otro, que en los dos sitios existían esas altas ganancias por la superexplotación y los salarios miserables.

Una segunda diferencia, muy importante, es el peso económico relativo de las dos áreas. El Asia-Pacífico venía en auge desde hacía más de veinte años, recibiendo más del 50% de la inversión externa mundial, y allí se generaron millones de empleos industriales en sustitución de los que se perdían en los países imperialistas. América latina, si bien estaba en crecimiento, todavía estaba recuperando los niveles de producción previos a la llamada "década perdida" (1980-1990 aproximadamente), es decir, partía de muy abajo, del subsuelo a donde la había hundido la crisis de la deuda externa.

La tercera diferencia, que para nosotros es la fundamental, es que no era la misma la situación de Estados Unidos y la de Japón cuando estallaron las crisis: durante los años previos a ellas, el primero venía en pleno auge económico y el segundo estaba estancado. Esto no minimiza la gravedad que asumía la crisis mexicana para Estados Unidos. Para dar un solo elemento, las aseguradoras de pensiones yanquis habían metido gran parte de su plata (es decir, de los ahorros de los norteamericanos para jubilarse) precisamente en México. Si México se hundía se morían de hambre millones de jubilados yanquis, y eso era un problema social gravísimo. Además, estaban todas las restantes inversiones: en industrias, en la Bolsa o donde fuese. Pero el hecho es que, cuando estalló la crisis en México, Estados Unidos empezó a mandar plata en camiones para tratar de pararla. Y México se recuperó en dos o tres años; también lo hicieron la Argentina y Brasil, y no hubo ninguna tragedia en la economía norteamericana.

Con la de Asia, lo primero que hay que decir es que, aunque empezó también por países periféricos (Malasia, Corea, Indonesia), es decir, por los eslabones débiles de la cadena del imperialismo japonés, el proceso no se pudo cortar. Lo segundo es que tocó profundamente a Japón, cuyos bancos tienen inversiones siderales en el área. Primero quebró una de las entidades financieras japonesas más importantes y, según la revista Fortune , entre los créditos dados a esos países y los dados a empresas japonesas en bancarrota o semibancarrota, todo el sistema bancario japonés está amenazado porque el monto de préstamos incobrables ya asciende a un billón de dólares (un billón en castellano, es decir, un millón de millones). Por eso yo le veo a esta crisis una dinámica distinta a la de México. Como plantearé más adelante, opino que nadie va a rescatar a Japón.

Y la cuarta diferencia, también muy importante, tiene que ver con el propio carácter de los países semicoloniales que entraron en crisis. Aunque pueda sonar disparatado y vaya en contra de todo lo que se ha dicho al respecto, los países latinoamericanos más importantes eran y son más sólidos económicamente que los tigres asiáticos, porque las economías de México, Brasil o la Argentina están menos "descentradas" que las de Corea, Tailandia o Singapur. Esta fue una caracterización que hicimos hace más de diez años en la LIT-CI. ¿Qué quiere decir "descentradas"? Que son economías que exportan el 60, 70 u 80 por ciento de la producción, en un mundo en el cual —en contra de una de las falacias implícitas en la ideología de la "globalización"— de cada diez trabajadores, nueve producen para el mercado interno de su país y sólo uno para la exportación.

El capitalismo no es simplemente la "economía mundo". "Economía mundo" hasta el final, armónica, planificada, será el socialismo. El capitalismo es, en un polo, "economía mundo", es decir, desarrollo de un mercado mundial cuyas leyes y movimientos generales, determinados hoy en lo esencial por el capital imperialista, se terminan imponiendo sobre las economías nacionales. Pero, en el otro polo, las economías nacionales —es decir, los mercados, las burguesías y, por ende, los Estados nacionales con sus fronteras— siguen existiendo.

Ahora bien, el capitalismo de los países avanzados, al introducirse en los países atrasados, genera un doble fenómeno. Por un lado, industrializa y, con ello, "moderniza" las clases sociales, en especial creando un proletariado mucho más numeroso y abriendo así en ellos la posibilidad de la revolución obrera y socialista. Este aspecto "progresivo" es el que más señaló el marxismo en sus orígenes. Pero, por otro lado, deforma esas economías nacionales atrasadas, ya que las adapta a las necesidades del país avanzando —desde 1880, aproximadamente, imperialista—, poniéndolas a producir lo que a ese país le conviene que produzcan y saboteando la producción de todo aquello que no le conviene que produzcan.

Esta deformación la causa el imperialismo en todas las economías semicoloniales, pero la ha llevado al extremo en los "tigres" asiáticos. Allí se producen desde automóviles y superpetroleros hasta camisas y paraguas en cantidades colosales, no porque así lo exija el desarrollo de la economía nacional ni porque tengan una ventaja comparativa (materias primas, energía barata, tecnología propia, etcétera), sino porque tenían un gran "ventaja comparativa": abundante mano de obra muy barata y ultradisciplinada, generadora de ganancias astronómicas. Esto funciona aparentemente bien en las épocas de auge, pero es causa de catástrofe en las épocas de crisis.

Ahora, cuando el desastre ya está en curso, han aparecido analistas burgueses (Alvin Toffler, por ejemplo), que plantean la necesidad de priorizar el mercado interno si se quiere mantener un mínimo de estabilidad. En realidad, lo que están planteando es que en esta crisis, como ha ocurrido siempre, si se termina desarticulando el mercado mundial, los países deberán girar hacia el viejo y aparentemente muerto proteccionismo quieran o no quieran. Pero ¿cómo hace un país atrasado que exporta el 70 por ciento de lo que produce para ir al proteccionismo, para refugiarse en el mercado interno? ¿Qué hacen, por ejemplo, los coreanos con los millones y millones de televisores que fabrican? ¿Cómo hacen para venderles diez, veinte o cien televisores a cada familia coreana? En contraste, la Argentina o Brasil tienen comprometida en la exportación una fracción mucho menor de su producción. Por eso llamábamos "economías descentradas" a las de los tigres asiáticos, y ahora queda de manifiesto su enorme vulnerabilidad y fragilidad. Y por eso las economías latinoamericanas pueden enfrentar mejor la crisis, aunque para nada van a ser inmunes a ella.

La sorpresa de los economistas burgueses y de no pocos "marxistas"

Estuve hojeando el libro The World in Depression ["El mundo en la depresión"], 1929-1939 de Charles Kindleberger, toda una autoridad en el tema entre los historiadores y economistas burgueses. Lo primero que me llamó la atención fue que, en aquella crisis, los economistas, los políticos y las autoridades económicas de esa época fueron tomados tan de sorpresa y se quedaron tan huérfanos de claridad y de respuestas como los actuales. Kindleberger cita la obra Industry and Empire. An Economic History of Britain since 1750 ["Industria e Imperio. Una historia económica de Gran Bretaña desde 1750"], de E. J. Hobsbawm, quien dice:

Jamás barco alguno se hundió con un capitán y una tripulación tan ignorantes de las razones de su desgracia ni tan impotentes para hacer nada al respecto.

La crisis que estamos viviendo también agarró a la burguesía, a sus teóricos y a sus autoridades económicas, por sorpresa, sin ninguna previsión, sin ningún análisis, sin ninguna política para evitarla o revertirla. Hace poco se publicó aquí un artículo de Paul Krugman, donde esta "estrella" de los economistas burgueses contemporáneos se burla de los de aquella época y de los de hoy. Krugman reproduce una serie de citas sobre lo que opinaban las revistas especializadas antes de que estallara la crisis del ’29. Fortune, The Wall Street Journal, etcétera, decían algo muy parecido a lo que podíamos encontrar hace un año y medio en las publicaciones burguesas: que estábamos viviendo una nueva época dorada del capitalismo, que en el horizonte sólo se veía un auge económico sin límites... Y seis meses después la economía mundial entraba en colapso. Hasta hace poco, muchos economistas que se dicen marxistas sostenían algo parecido: que el mundo había entrado de lleno en una nueva "onda larga" de expansión económica como las definidas por Kondratieff.

Un primer motivo para decir que esta crisis se parece a la del ’29 es que nadie previó nada. Por lo poco que pudimos leer, el que más previó fue Krugman. En un librito titulado Pop internationalism —"El internacionalismo pop", que los españoles, con su manía de no usar términos extranjeros, tradujeron como "El internacionalismo «moderno»"—, Krugman reunió una serie de conferencias que había dado, entre ellas las que realizó en México antes del "tequilazo", recomendando una devaluación planificada y gradual del peso mexicano antes de que se produjera el desastre y tuvieran que devaluar de golpe. También figuran allí sus análisis sobre los "tigres" asiáticos. En contra de la corriente, Krugman sostenía que eran economías débiles y que para nada se había cerrado sino que se había hecho más profunda la "brecha de productividad" entre esas economías y la de los países avanzados (dicho en nuestros términos marxistas, que no eran economías imperialistas sino semicoloniales, que es lo que siempre sostuvo Moreno contra Mandel, quien en algún momento opinó que algunos de esos países y Brasil estaban convirtiéndose en nuevos imperialismos). Y concluía que iba a haber problemas.

Cuando vino esta última crisis, Krugman estuvo muy honesto: dijo que él sí había pronosticado el "tequilazo" pero, respecto de Asia, no le debían atribuir el mismo mérito porque no había previsto nada. Que él, efectivamente, pensaba que iba a haber una crisis, pero parecida a la de México, es decir, que se iba a recuperar en dos o tres años, y que para nada había previsto la profundidad, la magnitud de la crisis que finalmente se dio. O sea, el que aparentemente más vio, tampoco vio nada.

¿Quién va a salvar a Japón?

Kindleberger hace una interpretación ingeniosa de la crisis de los años 30. Empieza diciendo que lo importante no es preguntarse por qué se dio, ya que el capitalismo ha tenido crisis periódicas; lo que hay que preguntarse es por qué fue tan profunda y duró tanto tiempo. Y lo explica así:

En estas circunstancias [de crisis] la economía y el sistema monetario internacionales necesitan liderazgo, un país que esté dispuesto —consciente o inconscientemente, bajo determinado sistema de reglas que haya internalizado— a establecer pautas de conducta para otros países, y a tratar de que otros las sigan; a echarse sobre los hombros una parte más grande de lo que le corresponde de las cargas del sistema, y en particular a asumir que debe apoyar a los demás en la adversidad aceptando las materias primas que sobran [redundant commodities], manteniendo un flujo de capital y descontando sus documentos [discounting its papers (aceptando sus títulos-valores)]. Gran Bretaña jugó ese papel en este siglo hasta 1913; Estados Unidos lo hizo en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial [...] La tesis de este libro es que parte de la causa de la duración y la mayor parte de la explicación de la extensión de la depresión mundial fue la incapacidad de Gran Bretaña para seguir cumpliendo su papel de garante del sistema y la negativa de Estados Unidos a asumirlo [...]

En síntesis, lo que dice Kindleberger es que la crisis del ’29 causó una depresión mundial terrible, que a Norteamérica le llevó durante diez años superar, porque Estados Unidos dijo: "No pensamos hacer el menor sacrificio por los otros países capitalistas", y eso terminó en el derrumbe de la economía mundial y de la de los propios yanquis. No es una explicación marxista, pero a mí me parece que refleja un lado muy importante de la realidad.

Los economistas burgueses emplean un término para definir ese rol de "garante" del que habla Kindleberger: "prestamista de última instancia" o "de emergencia", no sólo para la economía mundial sino también para las economías nacionales. En la Argentina, por ejemplo, el Banco Nación cumple ese papel: puso dinero para consolidar la convertibilidad y volvió a ponerlo para evitar el colapso del sistema bancario local cuando el tequila. Pero eso sólo puede hacerlo una institución estatal, ningún capitalista privado lo va a hacer porque ese dinero no sólo da poca ganancia sino que corre el riesgo de perderse. Por eso hay importantes sectores de la burguesía que están en contra de que se privatice el Banco Nación. Y también por eso Kindleberger afirma, correctamente, que el hecho de que un país actué como "garante" del sistema económico y financiero mundial es un decisión política.

Cabe aclarar que los "sacrificios" que hace el país imperialista que actúa como prestamista de última instancia sólo lo son en el corto plazo. A la larga redundan en un mayor dominio del mercado mundial, en una mayor concentración de la riqueza en ese país y, en particular, en su burguesía. Pero a corto plazo sí es un "sacrificio" y por eso sólo puede darse como una política de Estado, como una decisión gubernamental, porque ningún burgués particular acepta esa clase de "sacrificios".

Ahora bien, detrás de las decisiones políticas que toma un gobierno siempre hay una burguesía o un sector de la burguesía que las impulsa. Y el gran problema que veo en esta crisis es que involucra a Japón, la segunda economía del planeta detrás de Estados Unidos, y la tercera si tomamos como un todo a Europa. Yo no sé, lo repito, si ésta es la crisis que va a la recesión mundial; puede que no, que se supere y después venga otra. Lo que yo veo es un gran problema para que alguien rescate a Japón, creo que nadie va a ir a salvarlo. Porque para salvar a Japón no bastan los 100.000 millones que se pusieron en México; hace falta muchísima más plata, que de algún lado tiene que salir. ¿De dónde puede salir? De la burguesía yanqui. Y no va a haber Cristo que convenza a la burguesía yanqui de que arriesgue toda esa plata para salvar a un imperialismo que le hace competencia.

El crack en Japón todavía no se dio. Crack hubo en Indonesia, en Malasia, en Corea, pero no en Japón. Justamente lo que todos discuten es cómo evitar el crack de Japón. Unos denuncian a Estados Unidos porque no hace nada, y le exigen que ponga plata. Los yanquis contestan: "Que se hagan cargo los japoneses, que bastante plata tienen ahorrada". Lo que quieren decir es que, para sacar del estancamiento a su economía y, por esa vía, salvar a su sistema bancario y a sus semicolonias, los japoneses tienen que ahorrar menos y consumir más. Pero si los japoneses ya eran tan ahorrativos en épocas de auge económico, ¿quién los va a convencer de que se pongan a gastar justo en épocas de crisis, cuando todo el mundo deja de gastar y se dedica a atesorar? Había quienes también le pedían a Europa que corriera a salvar a Japón, pero después de la crisis de Rusia, donde hay bastante plata europea —sobre todo alemana— comprometida, a nadie se le pasa por la cabeza que vayan a hacerlo.

Por eso yo veo que, al haber tocado a un país imperialista, sí es posible que esta crisis se desarrolle hacia una depresión mundial. Tal vez no, pero si vemos la dinámica que va del tequila a esta crisis, da para pensar así. La otra posibilidad es que ya estemos en la catástrofe. Los analistas burgueses decían hace un año que estaba todo bien; después empezaron a decir que estaba todo mal, y ahora todos hablan de la crisis global. Puede ser impresionismo de parte de ellos: como ayer se equivocaron tanto, hoy ven una debacle mundial que no existe. Pero el hecho es que algunos plantean que ya estamos en una depresión mundial. Nosotros, desde nuestra ignorancia, no podemos afirmarlo, pero sí vemos esa tendencia.

Algunos síntomas amenazadores

Hay una serie de síntomas similares a los que se dieron en dos momentos históricos de este siglo: antes del estallido de la Primera Guerra Mundial y en las vísperas de la crisis de 1929.

Uno de ellos es la llamada "globalización". Muchos sostienen que es un fenómeno inédito, pero otros estudiosos han escrito que, si "globalización" significa una gran libertad para el movimiento de capitales de un país a otro, antes de la Primera Guerra la economía estaba aún más "globalizada" que ahora, es decir, esa libertad era mayor.

Otro síntoma son las megafusiones, es decir que se unen compañías enormes en una sola empresa. A este proceso Marx lo llamaba "centralización" del capital.

Otro es la tremenda sobrevaluación de la propiedad inmobiliaria, o sea, que las casas y edificios y los terrenos empiecen a valer fortunas, como sucedió en Hong Kong, Kuala Lumpur, Singapur, etcétera, y como sucede en Tokio y Nueva York.

Y otro síntoma característico de las crisis anteriores y que se repite en ésta es el hundimiento de los precios de lo que llaman commodities, es decir, los insumos, las materias primas no elaboradas (petróleo crudo, trigo, por ejemplo) o semielaboradas (combustibles refinados, harina). Esto obedece, en un sentido general, a que estas ramas de producción son parte del proceso de sobreacumulación, y en forma específica a que, con la caída del consumo personal y de insumos industriales, cae lógicamente la demanda de esas commodities.

Esto trae graves problemas a los países atrasados, que exportan fundamentalmente esas commodities. Los buenos ingresos por la exportaciones de la Argentina provenían, entre otros productos, de la soja y el petróleo. Ahora la Argentina está embromada porque los precios de ambos bajaron bastante desde la crisis asiática.

Así aparece en el horizonte el fantasma de los efectos que tuvo aquí la crisis de los años 30, que sumergió al hasta entonces "granero del mundo" en una decadencia que sigue hasta hoy. Fue entonces cuando aparecieron por primera vez las "villas miseria", donde se hacinaba la población expulsada del campo por esa crisis. Y lo que para la Argentina es un futuro posiblemente inmediato, para Venezuela es ya una realidad: toda su economía tambalea por la baja en los precios del petróleo.

Estos hechos muestran la miopía de los analistas que decían que aquí no iba a pasar nada porque nuestro comercio con el Asia Pacífico es muy escaso. Por supuesto que la crisis la sufre en forma más inmediata Chile, que colocaba allí alrededor de una cuarta parte de sus exportaciones, pero difícilmente haya país atrasado que se salve, porque el fenómeno de la caída de los precios de las materias primas es general y mundial.

La gran incógnita: Estados Unidos

Pero en contra de estos hechos hay otro, muy importante: Estados Unidos, la economía más poderosa del planeta, anda bien, o andaba bien hasta hace poco. En los últimos seis o siete años venía creciendo sin parar, aunque ahora parece que ese crecimiento empezó a reducirse en los últimos dos o tres trimestres. Y prácticamente no tiene desocupación, o ésta es muy baja.

Hemos leído algunos análisis que sostienen que los yanquis, en realidad, no andan bien sino muy mal porque hay una enorme deuda interna, tanto pública como privada. No terminan de convencernos: el parámetro fundamental sobre la situación de una economía es el crecimiento de su producción, no importa si lo logró a través de créditos a las empresas y al consumo, a través de inversiones del Estado en obras públicas, a través de la emisión de moneda o de otra manera. Mientras la producción siga creciendo, la deuda no molesta porque las empresas consumen y venden más, y la gente tiene más trabajo, consume más y puede pagar sus deudas.

Estados Unidos dejará de andar bien cuando el ritmo de crecimiento tenga una baja fuerte, y andará horrible cuando dejen por completo de crecer y empiece a tener crecimiento negativo, es decir cuando baje la producción en términos absolutos. Entonces sí la cuestión de la deuda puede ser el detonante de un crack, porque habrá menos empleo, las empresas producirán y venderán menos y el Estado recaudará menos impuestos, y así ni los particulares ni las empresas ni el Estado podrán pagar sus deudas. Pero, en todo caso, será un mecanismo, no la causa: la causa, como siempre, será la caída de la producción, es decir, que los burgueses dejen de invertir en ella por la baja de la ganancia.

Si Estados Unidos sigue andando bien, toda la perspectiva que yo veo puede estar completamente equivocada. En el terreno de las hipótesis, hasta podría ser que estuviese sucediendo lo opuesto, que en realidad sí estamos desde hace diez años en el comienzo de un nuevo boom, donde los yanquis hacen de locomotora de la economía mundial, y las crisis actuales son coletazos de la situación anterior a la derrota del ascenso revolucionario. Señalo esto, aunque no lo creo, para que todos los compañeros tengamos las orejas bien atentas y la cabeza bien abierta.

En Estados Unidos vino un período de desocupación, de baja del salario y de pérdida de conquistas sociales bastante grave después del triunfo de la ofensiva de Reagan contra los trabajadores (igual que en Inglaterra después de la victoria de Thatcher). Pero con el auge económico posterior, la desocupación se redujo alrededor de un 5 por ciento, que es casi lo mismo que decir pleno empleo. Incluso los salarios subieron, y por eso la burguesía estaba tan preocupada con la huelga de los camioneros del año pasado, y también con la de la General Motors.

La burguesía y el gobierno yanquis tenían miedo de que reapareciese la inflación, que ahora es muy baja. A medida que se dio el auge económico y se fue absorbiendo la masa de desocupados, el salario creció, al principio sin lucha de clases. Y ahora sectores de la clase obrera dijeron: "Esta es la nuestra; aprovechemos que hay mucho trabajo para exigir mejoras salariales y contractuales", y realizaron huelgas muy importantes. Hay que ver cómo sigue ese proceso.

Por otra parte, cuando la crisis asiática empezó a golpear hubo una serie de alertas de los economistas burgueses. Algunos dijeron: "Ojo, que también hay una «burbuja especulativa» en Estados Unidos, y se puede pinchar como se pinchó la de Asia". Es otro proceso del cual no sé casi nada y que debemos seguir con atención.

Junto con esto, hay unos síntomas raros. Norteamérica es la sociedad más rica del mundo, la que más consume, y simultáneamente una sociedad cada vez más descompuesta. Lo que se ve hoy en día no es la sociedad estadounidense del boom de posguerra, de los teléfonos blancos en las películas de Hollywood, del "sueño americano". Hoy vemos una descomposición completa, un colosal fenómeno de marginalidad. Está el consumo masivo de drogas, que indica —como el alcoholismo o cualquier otro escapismo autodestructivo— que la gente no es feliz. Es tremendo el crecimiento de la cantidad de presos, los que, sumados a los que están en libertad condicional, constituyen un fenómeno masivo hasta el grado que las cárceles privadas son un negocio floreciente en Norteamérica. Hay elementos seminazis en cómo tratan a los presos. En algunos estados del Sur reaparecieron las cadenas de prisioneros, a los que obligan a trabajar al rayo del sol arreglando los caminos, algo que no se veía desde hacía años. Y son cada vez más los estados que reimplantan la pena de muerte.

No sé cómo interpretar estos fenómenos de descomposición social. Quizá sea producto de que las cifras promedio de crecimiento de los salarios ocultan otra realidad: la desigualdad cada vez más brutal entre quienes vieron retroceder sus ingresos (gran parte de los asalariados, un sector de la clase media y una franja importante de marginados), y una minoría (no pequeña) de burgueses cada vez más ricos, pequeña burguesía próspera y trabajadores privilegiados que se quedan con la mayor parte de la torta. Lo cierto es que esa descomposición social existe a pesar del auge económico sostenido de los últimos años.

Una discusión sobre las crisis

Según nuestra interpretación, para el marxismo las crisis no se generan en el mercado sino en la producción y se generan porque a los capitalistas les baja la ganancia y deciden no invertir más. Cuando los capitalistas dejan de invertir, se cierran fábricas, y las que no cierran despiden personal; se consume cada vez menos porque la fábrica cerrada o en retroceso compra menos máquinas, materias primas y energía, y el trabajador desocupado consume cada vez menos; los bienes producidos durante el auge no encuentran quien los compre; los precios se caen y eso agudiza la baja de la ganancia, y finalmente se entra en una depresión. [ Las crisis según las tesis de la LIT-CI ] [ Las crisis según Nahuel Moreno ]

El término "crisis de sobreproducción" describe el resultado y el mecanismo de propagación y profundización de las crisis capitalistas, pero, contra lo que sostienen los marxistas superficiales, no explica la causa de las crisis , que es la baja de la cuota de ganancia. Por eso decimos que, para el marxismo, el origen de la crisis no está en el mercado de consumo, en que se han producido más mercancías de las que la producción o la población necesitan o pueden comprar. Por el contrario, como ya lo hemos dicho cuando nos referimos a la deuda interna en Estados Unidos, mientras los capitalistas sigan reinvirtiendo sus ganancias en la producción, la demanda de insumos industriales y de bienes de consumo para la población seguirá creciendo.

Por eso, el análisis de la crisis de Marx arranca de la que él denominó "ley tendencial decreciente de la tasa de ganancia". Ella consiste, básicamente, en que, a medida en que se va revolucionando la tecnología, son necesarios cada vez menos obreros para mover una masa de maquinarias y materias primas cada vez mayor (lo que, traducido a términos de valor —relación entre el capital invertido en maquinaria y materia prima o "constante" y el invertido en salarios o "variable"—, es lo que Marx llama aumento de la "composición orgánica del capital"); pero como los únicos que generan plusvalía (es decir, ganancias) son los obreros industriales en el acto de producir bienes, el capitalista va recibiendo una proporción menor de ganancias en relación al capital total que invierte. Cuando esa ganancia cae demasiado por debajo de lo que el capitalista estaba acostumbrado a meterse en el bolsillo, éste deja de invertir. Esta ley está vinculada, entonces, al desarrollo de la tecnología, y como el capitalismo, por su misma naturaleza, está "condenado" a revolucionar permanentemente la tecnología, condena a la Humanidad a sufrir sus crisis.

Con este análisis fríamente científico, lo que Marx hace es una tremenda denuncia contra el capitalismo. Marx les dice a los trabajadores:

El capitalismo es un sistema tan criminal, tan antihumano, tan injusto que, cuanto más progresa la técnica haciendo posible que todo el mundo trabaje cada vez menos y viva cada vez mejor, la clase burguesa, a quien lo único que le interesa es la ganancia, vuelve esos progresos contra el ser humano que produce, contra el obrero, al que deja en la desocupación y en la miseria en las crisis que ella misma provoca.

Nosotros, los marxistas revolucionarios, los trotskistas ortodoxos, debemos denunciar a la canalla burguesa cuando hablamos de economía. Nosotros sembramos en nuestra clase el conocimiento científico de cómo se comporta el enemigo y, al mismo tiempo, el odio a ese enemigo.

Ahora bien, un mecanismo, el más elemental digamos, de las crisis, de los ciclos auge-depresión-auge-depresión, es el vinculado al salario, es decir, al mercado de trabajo, a la cantidad de obreros (ocupados y desocupados —o "ejército industrial de reserva—) disponibles. Si arrancamos de un momento de auge económico, con los capitalistas ganando mucho y reinvirtiendo permanentemente sus ganancias en la producción, es obvio que la demanda de obreros crece. Cuando ya hay escasez de mano de obra, los salarios empiezan a subir. Esto sucede aunque los obreros no luchen, ya que los propios burgueses compiten entre ellos para conseguir trabajadores, pagándoles más. Y sucede más rápido todavía si los obreros luchan por aumento de salarios aprovechando que hay mucho trabajo. Pero llega un punto en que los salarios han subido tanto que el capitalista ve bajar su ganancia por debajo de lo que está dispuesto a recibir (que no es una cifra fija a lo largo de la historia, sino lo que estaba acostumbrado a ganar durante el auge). Y en ese momento el capitalista deja de invertir; allí se genera el mecanismo que hemos descrito antes cuando nos referimos a la sobreproducción, es decir, estalla la crisis y comienza una depresión. Finalmente, el tendal de desocupados es tan grande que los salarios vuelven a bajar, la ganancia vuelve a subir y los capitalistas vuelven a invertir furiosamente y se entra en un nuevo período de auge económico, al que sucederá una nueva depresión. Y así una y otra vez, hasta que la revolución obrera y socialista termine con este sistema nefasto o el capitalismo termine de degenerar y hunda a la Humanidad en la barbarie.

Pero este mecanismo puede explicar la crisis en un país, no una crisis mundial. Hoy, por ejemplo, los relativamente altos salarios de los obreros yanquis, europeos o japoneses conviven con los bajos salarios de los obreros de casi todo el resto del mundo y, "globalización" mediante, eso permite a los monopolios imperialistas mudar sus ramas "mano de obra intensivas" a países de salarios bajos, donde obtienen ganancias suculentas.

Para nosotros, sigue vigente la explicación de la crisis crónica de la economía mundial que hacen las Tesis de la LIT-CI de 1984, apoyada en el concepto de "sobreacumulación de capital" de Marx. Cuando Marx habla de superproducción no se refiere estrictamente a superproducción de mercancías, sino a la superproducción de capital en todas sus formas:

Lo que se denomina plétora del capital concierne siempre, en esencia, a la plétora del capital cuya tasa de ganancia disminuida no resulta compensada por su masa —y así ocurre siempre con los florecimientos de nuevos capitales que acaban de formarse—, o a la plétora que, en forma de crédito, pone esos capitales, incapaces de actuar en su propio beneficio, a disposición de quienes dirigen los grandes sectores comerciales o industriales. Esa plétora de capital nace de las mismas condiciones que provocan una superpoblación relativa, y por lo tanto es un fenómeno que la completa, aunque los dos hechos se ubiquen en polos opuestos, capital no empleado por un lado y población obrera no ocupada por el otro.

La superproducción de capital, no de mercancías aisladas —aunque la superproducción de capital siempre implique la de mercancías— significa, pues, una simple sobreacumulación de capital [énfasis nuestro].

Es notable cómo Marx enuncia lo que los economistas actuales son incapaces de explicar: que las propias leyes del capitalismo hacen que existan simultáneamente "crecimiento" y desocupación. Y este párrafo también nos muestra que el marxismo hace más de cien años encontraba el origen de las crisis en la "plétora de capital", que es lo que los desconcertados economistas burgueses de hoy tratan de definir (y sólo lo logran en un sentido parcial) cuando hablan de "exceso de liquidez".

Trataremos de aplicar las leyes que descubre Marx a la actualidad, pero poniéndolas en una interacción viva con la lucha de clases. Alrededor de 1990, el movimiento obrero mundial sufrió una severa derrota cuando la burguesía logró revetir el ascenso revolucionario que venía desde la victoria de Stalingrado. Fue entonces, fundamentalmente con el inicio del proceso de restauración del capitalismo en los Estados obreros, cuando culminó una ofensiva que había obtenido sus primeros éxitos importantes con los triunfos que lograron Reagan y Thatcher contra los obreros norteamericanos e ingleses, respectivamente, a mediados de la década de los 80. Con la derrota del ascenso, los salarios, las condiciones de trabajo y las conquistas sociales de la inmensa mayoría de los trabajadores del mundo se derrumbaron.

Así la burguesía obtuvo una masa de plusvalía tan colosal que su tasa de ganancia se elevó a niveles nunca vistos desde antes de la Segunda Guerra Mundial, y probablemente eso explique que haya pasado una década desde la última crisis seria, el crack bursátil de 1987 (por eso los comentaristas burgueses dicen que desde 1990 hasta esta crisis actual el capitalismo vivió una década de boom). Como es lógico, con semejante perspectiva de ganancia, la burguesía no se dedicó a atesorar todo ese dinero sino que arrojó, año tras año, esa masa de plusvalía al circuito económico capitalista, es decir, convirtió esa plusvalía en nuevo capital.

Hasta aquí, Marx. Pero no ocurrió sólo eso. Las altas ganancias se convirtieron en un imán que atrajo a capitales "dormidos" o "potenciales", que Moreno en sus cursos denominaba "capital gaseoso". Millones de burgueses sacaron fortunas que dormitaban en sus cajas fuertes en forma de joyas, obras de arte, oro o billetes, para participar en esta verdadera fiesta de "plata dulce" a escala planetaria. Las aseguradoras de pensiones hicieron exactamente lo mismo. Miles de millones de pequeños ahorristas (tanto de los países imperialistas como de los atrasados) pusieron esos ahorros (muchos hasta vendieron sus viviendas para tener dinero líquido) en manos de los bancos o las empresas financieras, y unos y otras se lanzaron a especular furiosamente con acciones, títulos públicos y toda clase de papeles en los mercados de capitales de todo el mundo.

Todo esto es, precisamente, sobreacumulación de capital, la afluencia al circuito activo de la economía capitalista de masas crecientes de capital. Y no sólo del nuevo capital generado en la extracción de plusvalía a los trabajadores, sino también de riquezas acumuladas en períodos anteriores que estaban atesoradas, inactivas, es decir, que no eran capital en el sentido estricto del término. Es un crecimiento desaforado del capital en todas sus formas: industrial, comercial, financiero...

Cada monedita volcada al circuito de la economía capitalista se lleva su ganancia, es decir, una parte de la plusvalía que se produce en el mundo. Pero los papeles no producen plusvalía; los únicos que la producen son los trabajadores industriales, los que producen bienes. Y aunque la industria, el número de obreros y, con él, la masa de plusvalía y de ganancia, crezcan en valores absolutos, crecen mucho más lentamente de lo que crece el nuevo capital que fluye hacia el mercado, la mayor parte del cual se convierte en capital financiero. Cada día que pasa, a medida que avanza la sobreacumulación de capital, la plusvalía, que se hace más grande en términos absolutos, se hace más pequeña en proporción al capital total que está en movimiento reclamando su parte del botín. Y la tasa de ganancia comienza a bajar y a bajar y a bajar, hasta que ya "no es negocio" seguir invirtiendo. Es entonces cuando se produce la crisis, que Marx describe así:

Mientras todo va bien, la competencia [...] desempeña en la práctica el papel de una fraternidad de la clase capitalista: ésta se distribuye colectivamente el botín común, en proporción de lo que cada uno invirtió. Pero cuando ya no se trata de distribuir los beneficios, sino las pérdidas, cada uno trata de reducir al máximo posible su cuota, y a cargarla sobre las espaldas del vecino. [...]

¿Cómo se resolvería entonces ese conflicto, y cómo se reestablecerían las condiciones correspondientes al movimiento "sano" de la producción capitalista? [...] La solución implica el retiro e inclusive la destrucción parcial de capital [...]

La porción de valor-capital que existe sencillamente en forma de títulos sobre futuras partes de plusvalía o ganancia, es decir, de simples créditos sobre la producción en distintas formas, resulta devaluada en cuanto disminuyen los ingresos sobre los cuales se la calcula. Queda congelada una parte del oro y la plata en especies, y ya no cumple sus funciones de capital. Una fracción de las mercancías que se encuentran en el mercado no pueden llevar a cabo el proceso de circulación y reproducción, como no sea por medio de una enorme contracción de sus precios, y por lo tanto, de una depreciación del capital que representan. De la misma manera, los elementos de capital fijo quedan más o menos depreciados. Hay que agregar que el proceso de reproducción resulta condicionado por relaciones de precios determinadas, fijadas de antemano, y que la caída general de los precios los bloquea y perturba. Esta confusión y este estancamiento paralizan la función de medio de pago del dinero [...] En cien lugares al mismo tiempo interrumpen la cadena de las obligaciones de pago con plazos determinados; se agravan aun más debido al derrumbe correspondiente del sistema de crédito, que se desarrolló con el capital, y llegan así a crisis agudas y violentas, a repentinas y brutales devaluaciones, y a un bloqueo y perturbación reales del proceso de reproducción que implican una disminución real de la reproducción.

Parece que Marx estuviese describiendo el proceso que vivimos desde el estallido de la crisis asiática, y pronosticando su evolución hacia una "disminución real de la reproducción" del capital, y como el capital se reproduce en la producción material, esto significa una disminución real de la producción, una depresión.

Ahora los capitales que estaban invertidos en Asia se escapan de allí a todo vapor, y arrastran tras ellos a los de otros países atrasados; por eso está en situación tan peligrosa Brasil y, con el, toda América latina. ¿Hacia dónde se escapan? En gran medida hacia Estados Unidos, y muchos en particular a los Bonos del Tesoro de ese país, en lo que llaman flight to quality (vuelo hacia la calidad). ¿Por qué van a Estados Unidos? Porque buscan seguridad en la economía más vigorosa del mundo. Y la buscan sacrificando ganancias mayores que podrían obtener en otro lado, ya que los inseguros países atrasados, para retener los capitales, ofrecen tasas de interés mucho más altas que las yanquis .

El problema es que esto traslada cada vez más el proceso de sobreacumulación a los propios Estados Unidos, que ya habían financiado una parte importante de su crecimiento económico con capitales del exterior. Y, sumado a la sobreacumulación que ya existe allá, amenaza con trasladar también la crisis cuando empiece a bajar la tasa de ganancia. Ya hay analistas económicos burgueses que dicen que las ganancias de las empresas líderes norteamericanas este año son bastante más bajas que lo que estaba previsto.

Insisto en que está abierta la hipótesis opuesta: las burguesías norteamericana, japonesa y europeas y los burgueses-burócratas rusos y chinos aprovechan esta crisis para reventar a los trabajadores de sus países en el mismo grado en que Menem reventó a los argentinos, y tenemos por delante otros diez o veinte años de boom. No veo esta salida sino una tendencia a la depresión mundial, no porque crea que la burguesía no lo va a intentar, sino porque me parece que no le da el tiempo por la velocidad que va adquiriendo la profundización y extensión de la crisis. Si lo intenta, habrá que ver si los trabajadores se lo permiten o se lo impiden. Y si lo logra, simplemente habrá preparado una nueva crisis, más grave que ésta, para cinco o diez años después.

Esto es lo que está en discusión hoy en el mundo. Clinton, Blair, la coalición del Olivo italiana proponen capear la crisis y mantener la llamada "globalización" volviendo —muy parcial y mezquinamente— a las recetas keynesianas de intervención del Estado para reanimar la economía. Otros sectores burgueses proponen una salida más drástica: reducir de una vez por todas a los trabajadores de todo el mundo, incluyendo los de sus propios países, a la miseria más absoluta, y dedicarse cada uno a cuidar su propia quinta tratando de salvarse de la debacle general. A mí me parece que la crisis política que hay en Estados Unidos tiene mucho menos que ver con las diversiones sexuales de Clinton que con esta discusión de fondo. Me da la impresión de que hay un sector burgués, políticamente representado por los fundamentalistas cristianos y las alas más reacias a hacer la menor concesión a los trabajadores —que tienen más fuerza en el Partido Republicano pero también existen y no son nada débiles en el Demócrata—, que quieren imponer ya una política más dura hacia los trabajadores y volver al tradicional "aislacionismo" yanqui ante las crisis, y por eso se lo quieren sacar de encima a Clinton, echándolo o debilitándolo hasta el punto de tenerlo como rehén.

La irracionalidad de la burguesía

Muchos comentaristas dicen que una crisis como la de los 30 no se volverá a dar porque la burguesía aprendió mucho desde entonces sobre los peligros sociales y políticos que encierran las crisis. Y es muy cierto que aprendió. Ahora está de moda entre muchos políticos y economistas burgueses preconizar la creación de un superbanco mundial, independiente de cualquier gobierno o burguesía nacional y basado en un acuerdo entre los diez o veinte países económicamente más poderosos, que disponga de cien veces más dinero del que pueden manejar el FMI y el Banco Mundial, para que ponga en práctica medidas anticrisis globales y controle de alguna manera al capital financiero. Un ex asesor de Mitterrand, Jacques Attali, fundamenta esa propuesta en el objetivo de "evitar que los especuladores hagan estragos en economías enteras desatando el pánico". Y termina su artículo (Clarín, Buenos Aires, 27-9-98) con estas frases apocalípticas:

Todas las instituciones internacionales actuales fueron creadas después de la catástrofe económica y la guerra. La OIT y la Liga de las Naciones fueron el resultado de la Primera Guerra Mundial. Las Naciones Unidas, el FMI y el Banco Mundial fueron el resultado de la Segunda Guerra. ¿Necesitamos otra guerra mundial antes de llegar a un consenso global?

Y, agregamos nosotros, a la Primera Guerra Mundial siguió la Revolución de Octubre, y a la Segunda, la expropiación de la burguesía en un tercio del planeta.

La alusión a la guerra como desemboque de la crisis no es exclusiva de Attali. En una de los tantos empantanamientos del proyecto del euro, Helmuth Köhl, en ese entonces gobernante del país más poderoso de Europa, alertó al resto de sus socios que se encontraban ante una disyuntiva de hierro: o se ponían de acuerdo o podían ir a otra guerra, porque "ya se sabe —dijo— cómo terminan estas cosas en Europa".

Lo extremadamente curioso es que, mientras la burguesía sí aprendió, los "marxistas" —al menos los que hemos leído— parecen haber olvidado lo que siempre supimos: que la guerra es la salida de la burguesía a las crisis económicas muy profundas, por más que intente evitarlas hasta último momento.

La cuestión no es, pues, si la burguesía aprendió o no aprendió. La cuestión es que la burguesía no puede ser racional y científica, porque es una clase cuya única razón de existir y de actuar es la ganancia. Como para todas las clases y sectores de clase, es su vida social la que hace su conciencia, y jamás generará una conciencia ni adoptará una conducta que entre en contradicción absoluta con su vida social.

El capital financiero

La crisis del ’29 estalló como una crisis bursátil con el derrumbe de Wall Street. Luego se transformó en una crisis bancaria y terminó siendo una crisis global de la economía capitalista en todo el planeta. Hoy todo el mundo le echa la culpa de la crisis a los "especuladores" financieros y, en segundo término, a los bancos. Nosotros sabemos que la "culpa" la tiene el sistema capitalista en su conjunto, y eso debemos decirles a los trabajadores, no porque tengamos la menor simpatía por los financistas sino porque no consideramos que los industriales sean "mejores" que ellos. En esto, como en tantas otras cosas, deberemos nadar contra la corriente de la "opinión pública".

Lo que sí es cierto es que el mercado de valores (bolsas y mercados de cambio de títulos públicos y de divisas) primero, y el sistema bancario después, suelen ser el cráter del volcán, el sitio donde primero y con más violencia se produce la erupción de la crisis. Así ocurrió en la del ’29, que comenzó como crack bursátil pero se convirtió en un desastre completo cuando la quiebra de un banco austríaco poco importante generó un efecto dominó que terminó haciendo estragos en el sistema bancario mundial.

Dentro del capital financiero hay dos vertientes, que a veces aparecen entrelazadas en una sola. Por un lado están los bancos, que por lo general les prestan a empresas y a particulares; por otro, las financieras, que manejan masas de dinero más volátil, invierten aquí y huyen de allá, y prestan plata a todo el mundo, incluyendo a los propios bancos. La crisis de una financiera es grave, pero la crisis de un banco es fatal. Cuando las empresas y particulares a los que el banco les prestó no pueden devolver el dinero —porque las primeras han visto bajar sus ganancias y los particulares han quedado desocupados o han sufrido una merma en sus ingresos—, el banco entra en crisis. Y cuando el banco entra en crisis esto actúa como un boomerang hacia las empresas y los particulares, ya que incluso los que andan bien quedan sin acceso al crédito, y esto es letal para el normal funcionamiento de cualquier empresa, que siempre necesita financiación para sus operaciones. Al hundirse los bancos se hace inevitable la depresión porque se acaba el crédito y se paraliza la producción y el consumo.

Los mecanismos anticrisis

Hay un punto importante que marca la diferencia entre cómo está manejando la burguesía esta situación y cómo antes logró evitar que se repitieran crisis como la del ’29. Esto está ligado al fenómeno de la Revolución Rusa, y después al proceso revolucionario de posguerra. Ahí viene lo del Estado de bienestar. El Estado de bienestar no sólo daba servicios de salud, seguro al desocupado, etcétera, sino que era toda una política con la cual consiguieron, no que no aparecieran las crisis —porque siempre hubo crisis—, sino cortarlas antes de que se hicieran mundiales y profundas. Era toda una política anticrisis, que a mi entender respondía al temor ante las consecuencias que podía traer una crisis aguda y mundial en el marco de la existencia de la URSS y, después de la Segunda Guerra, en medio de un ascenso revolucionario.

Carlos Escudé, un politólogo argentino absolutamente cipayo del imperialismo que defiende con la mayor desvergüenza la tesis de que el pecado original que explica la decadencia de la Argentina es que el país se resistió durante décadas a convertirse en lo que es hoy, la prostituta latinoamericana del imperialismo yanqui, este personaje repugnante ha dicho con todo cinismo una verdad de a puño:

Desde el punto de vista político, el legado [del marxismo] indiscutible para mí, aunque muy discutible para mis cofrades liberales, es la humanización del capitalismo, que era infinitamente más inhumano antes de que el miedo al marxismo quebrara el anquilosamiento de las estructuras sociales aristocráticas de Europa occidental.

Dicho en nuestras palabras, fue el temor a la revolución lo que llevó a la burguesía a "humanizarse", a hacer concesiones. Y es el hecho de que está ensoberbecida por su triunfo circunstancial lo que hoy la lleva a manifestar sin cortapisas su esencia "infinitamente inhumana".

Bajo el New Deal de Roosevelt, la burguesía cortaba las crisis metiendo plata, digamos así, en la estructura de la economía: el Estado, a través de las obras públicas, invertía en la producción. Pero ahora, cuando tratan de cortar las crisis, no meten plata en la producción, la meten en la superestructura financiera del sistema, la usan para salvar a tal o cual banco. Ese mecanismo actúa como boomerang, ya que acrecienta el peso del capital financiero sobre el productivo, y ayuda a bajar la ganancia. Si se invierte en la producción, al menos se produce plusvalía "genuina", por decirlo de alguna manera. En cambio, si se invierte en la parte financiera, se agravan las cosas.

Los yanquis insisten en que los japoneses deben "sanear" su sistema bancario y dejar que se hundan los bancos inviables. (Y el ultraliberal The Economist propone... ¡una medida estatista!: que el gobierno nipón nacionalice los bancos con problemas graves.) Pero cuando se hundió ese tremendo fondo de inversión norteamericano —dirigido por dos premios Nobel de economía—, que comprometía la estabilidad de bancos muy importantes, los yanquis metieron cualquier cantidad de plata para evitar el colapso. "Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago." Y esta doble política muestra a las claras la tremenda competencia que hay entre las burguesías imperialistas.

Los economistas burgueses están tan "en pelotas" —como diría Cervantes—, que hasta tienen una especie de dislexia teórica o conceptual. Llaman "macroeconomía" (debe ser porque las cifras son grandes) a los epifenómenos de la economía: el tipo de cambio, la balanza de pagos, el déficit fiscal, etcétera, todo en el terreno de las finanzas y el comercio, y al producto bruto interno (PBI, también llamado producto nacional bruto —PNB—) donde aparecen mezcladas las cifras de la industria, la agricultura, el comercio y las finanzas. Y llaman "microeconomía" a la producción y al consumo, que están en la base de todo el movimiento económico de la sociedad. Algunos, más sensatos, en lugar de "microeconomía" dicen "economía real".

Pero recién ahora, cuando la crisis los agarró por sorpresa, algunos empiezan a farfullar lo que cualquier marxista o simplemente cualquier trabajador hubiese dicho desde el primer momento: "¿Andamos mal, tenemos deudas? Produzcamos más para andar mejor y pagar las deudas". Por eso han aparecido los "neokeynesianos", que ahora plantean que el Estado no puede permanecer pasivo y debe tomar medidas para reactivar la producción y el consumo.

[Debate]

¿No influye también que se cortó el gasto en la carrera armamentística?

Eso es así hasta ahora. Pero si la crisis viene como digo yo, el fenómeno del rearme va a ser un tremendo negocio dentro de poco. No se comenta mucho, pero Japón, que no producía aviones militares desde el fin de la Segunda Guerra, ahora desarrolló tecnología propia para su aviación militar. Y los alemanes, que no habían realizado ninguna acción de guerra fuera de sus fronteras desde entonces, hace poco empezaron a probar su capacidad militar en la ex Yugoslavia. Si la crisis termina en una depresión profunda y mundial, seguro que veremos una nueva carrera armamentista, esta vez entre los países imperialistas.

En realidad, la producción de armamentos ya es un gran negocio, y es productivo. Algunos opinan que no, pero hacer un tanque es productivo porque se hace y se lo venden a alguien. Pero es un granito de arena al lado de lo que vamos a ver si se da la perspectiva de una debacle económica mundial, ya que todas las burguesías, las imperialistas en primera fila, van a prepararse para negociar con el resto desde posiciones de fuerza.

Hasta ahora no hablaste de la crisis en Rusia.

No lo hice por dos razones. Primera, porque no sé casi nada. Segunda, porque estoy obsesionado con Japón. La de Rusia es una economía muy importante en sí misma, pero todavía, a pesar del avance de la restauración del capitalismo, no tiene un peso proporcional en la economía mundial, interactúa menos con ella. Muchos decían que un crack en Rusia generaría un desastre mundial, pero el crack se produjo y hasta ahora no hubo desastre mundial. En cambio, Brasil, que tiene menos peso económico que Rusia, está desde hace rato en el centro de las preocupaciones de los economistas porque, si cae, casi seguro arrastra a toda o casi toda América latina, que es el área de influencia yanqui por excelencia.

Según lo que leí, la inquietud por Rusia era más política que económica, por dos razones: una, porque es el verdadero campo de prueba del "triunfo del capitalismo sobre el comunismo"; dos, porque tiene el segundo arsenal nuclear del mundo, y sería peligrosísimo que la crisis llevara a Rusia a la fragmentación y a guerras como las de la ex Yugoslavia.

Tampoco nombraste al FMI. ¿Qué rol estaría llamado a jugar para resolver la crisis? Vos decías que Estados Unidos podría solucionar la crisis de Japón.

El FMI no tiene tanta plata. Para que pudiese ayudar a Japón, la burguesía yanqui en primer lugar, y también la europea, deberían darle centenares de miles de millones de dólares. Encima al FMI hoy lo critica todo el mundo, lo acusan de que no previó la crisis asiática, de que sus recetas no sirvieron para revertirla sino que la agravaron, de que lo mismo pasó con Rusia, etcétera. Por eso muchos piden que se haga otra institución internacional diferente, en tanto que otros pronostican que el propio FMI va a cambiar de carácter y, en consecuencia, de dirigentes. Pero lo más importante es que ni el FMI ni el Banco Mundial existen si las burguesías imperialistas, y fundamentalmente la norteamericana, no ponen plata.

Formalmente, esa plata la ponen los Estados, no los burgueses directamente, es decir, sale de los impuestos, y los impuestos los pagamos todos; peor todavía, los burgueses siempre presionan para que el pueblo trabajador pague más y ellos pagar menos. Pero en última instancia, el impuesto recaudado es de la burguesía porque el Estado es de la burguesía.

Por otro lado, los préstamos que hacen esas instituciones financieras internacionales dominadas por el imperialismo se pueden ver desde dos ángulos. Del lado del país que los recibe, alivia momentáneamente la situación, pero siempre son un instrumento de mayor explotación y dependencia económica, ya que hay que devolverlos, y con intereses. Pero del lado del que las da no es exactamente la inversión más rentable ni la más segura que puede hacer, ya que normalmente tienen condiciones más "benévolas" (tasas de interés más bajas, plazos más largos) que las que hay en el mercado, y se otorgan a países con problemas, que pueden entrar en moratoria (como ocurrió con México cuando detonó la llamada "crisis de la deuda").

Es decir, con esos préstamos las burguesías imperialistas "pierden de ganar", hacen un "sacrificio" momentáneo para evitar que entre en colapso total tal o cual país. Por supuesto, no lo hacen por caridad sino que actúan como cualquier burgués que, antes de mandar a la quiebra a un deudor —con el riesgo de no poder cobrar nada—, negocia con éste nuevas condiciones de pago para poder cobrarle la deuda de alguna manera. Encima, como no se trata de un deudor privado sino de un país entero, si éste decide no pagar o directamente no tiene plata para hacerlo, es imposible cobrarle a menos que se lo invada militarmente. Y la burguesía siempre negocia y deja esas soluciones extremas para el final.

La decisión de poner plata en el FMI o en el Banco Mundial es una decisión política, de los gobiernos. Si es poca plata, los gobiernos la pueden tomar incluso si la burguesía del país está en contra. Pero si es muchísima plata no pueden hacerlo contra la voluntad de los sectores más concentrados, monopólicos y poderosos de la burguesía. Cuando México se hundió, Estados Unidos salió corriendo a poner una carrada de plata. Se trataba de un país que estaban satelizando económicamente a través del NAFTA, y donde los yanquis tenían enormes inversiones. Era todo un problema económico, social y político para ellos. Y el Estado yanqui puso esa plata para resolverlo.

Pero ¿quién va a convencer a la burguesía yanqui y/o a la europea de que ponga cien veces esa cifra para salvar a Japón, que encima es un país imperialista que compite con Estados Unidos y con Europa? Yo no creo que eso se dé, y por eso coincido con los analistas burgueses que dicen que hoy el centro del problema no son los países semicoloniales de Asia, ni siquiera Rusia: el problema es Japón, justamente porque es un país imperialista, el segundo más importante del mundo detrás de Estados Unidos.

Vos decís que la crisis japonesa sólo la puede resolver el imperialismo norteamericano poniendo plata. Pero los analistas y los propios yanquis dicen que el problema de Japón es la credibilidad política del gobierno, y que sólo a partir de allí se puede arreglar la situación. ¿Pueden los japoneses resolver el problema por sus propios medios?

Por supuesto que pueden. Bajan el salario de todos los japoneses a la mitad y cierran todas las empresas deficitarias dejando a un tercio de Japón desocupado, y en cuatro o cinco años salen de la crisis.

Para eso tienen que provocar una gran derrota al movimiento obrero japonés.

Exactamente. Eso es lo que quieren decir con "credibilidad": un gobierno con un plan de ajuste terrorífico contra los trabajadores y, además, que logre unir a los sectores más fuertes de la burguesía alrededor de ese plan y eso le dé la fuerza para aplicarlo, no sólo contra la clase obrera sino también contra la pequeña burguesía y los sectores más débiles de la burguesía, que desaparecerían del mapa. Por eso yo insisto en que la crisis exacerba las tendencias al bonapartismo, ya que un plan así necesita enfrentar y derrotar la resistencia de la clase obrera y de un sector muy grande de la clase media.

En Indonesia pudieron hacerlo y cerrar la crisis.

No lo veo tan simple. La crisis económica sigue, y la crisis política no sé, hay que esperar y estudiar. Lo que sí es cierto es que hasta ahora lograron desmontar los levantamientos populares pese a que aumentó brutalmente la miseria.

Igual, el proceso de Indonesia, como el de la mayoría —si no todos— los "milagros económicos" de los "tigres asiáticos", me parece que es diferente del japonés. Los "tigres" eran países esencialmente agrarios, muy atrasados, con el grueso de su población viviendo en el campo. Un elemento muy importante del auge económico espectacular que tuvieron fue que ofrecieron a una enorme masa de campesinos muertos de hambre la posibilidad de trabajar en condiciones de semiesclavitud por un salario también miserable pero que al menos les permitía comer. Y la cifras se invirtieron: pasaron a tener la mayoría de su población urbanizada. Pero sus economías sufrieron esa distorsión terrible, de producir esencialmente para la exportación.

Japón es diferente. Es un país imperialista. Es cierto que el peso de la exportación en su economía es mayor que el que muestran las otras economías imperialistas, pero tiene un mercado interno altamente desarrollado. Vivió muy bien explotando a todos esos países que ahora se hundieron, se desarrolló una numerosa y rica clase media y un sector muy importante del proletariado ultraprivilegiado, el que trabaja en las grandes empresas. Y ésa es una estructura social que hay que golpear y golpear y golpear para resolver la crisis económica con recursos propios. Algo parecido a lo que hicieron Thatcher y Reagan. Pero hasta ahora la burguesía japonesa se comporta como la europea continental, más cauta y gradual, y eso es lo que irrita a los yanquis, porque los pone ante la opción de bancar la crisis o dejar que todo se vaya al diablo.

Japón podría solucionar su crisis sacando plusvalía de otros países.

Sí, pero eso es lo que venía haciendo: sacaban muchísima plusvalía de los "tigres asiáticos".

Pero ahora puede sacar plusvalía de China, donde es el principal inversor, y hay centenares de millones de trabajadores chinos que puede explotar.

Nosotros teníamos la hipótesis de que la restauración del capitalismo en los Estados obreros podía generar un nuevo boom. Y para mí más importante que China es Rusia, porque tiene 50 millones de obreros (por decir alguna cifra) de altísimo nivel. Por supuesto, si el imperialismo logra en China lo que consiguió en los "tigres", pone bajo condiciones de explotación capitalista a los obreros y proletariza a una parte sustancial del campesinado, puede haber un nuevo boom. Pero hasta hoy la parte de la población china que trabaja en esas condiciones en una fracción pequeña. Y el hecho es que la restauración en Rusia y el Este de Europa hasta ahora no ha provocado el nuevo boom que habíamos pronosticado.

Tampoco se dio hasta ahora el hundimiento de Japón, y a la burguesía japonesa se le debe estar pasando por la cabeza esta salida.

Más que eso, lo está haciendo desde hace bastante tiempo. Ya lo dijimos en el Correo Internacional que dedicamos a China hace más de diez años.

Pero ahora la burguesía japonesa tiene a su favor la relación de fuerzas con la burocracia, que le es cualitativamente más favorable que hace diez años.

Hace poco un pariente mío, economista, estuvo en China. Visitó una fábrica militar estatal con miles y miles de obreros. Esa fábrica, por un lado, producía material bélico, y por otro, para financiarse, aprovechaba que tenía alta tecnología y trabajaba con titanio y otros metales altamente resistentes para producir... palos de golf. Dentro de la fábrica, sin embargo, sobrevivía la estructura social del Estado obrero: los trabajadores tenían sus viviendas, su comida... todo garantizado por la empresa. Es decir, no habían perdido sus conquistas. Hasta donde yo sé, la fábrica más tremenda del mundo por el número de obreros es una fábrica china estatal que produce bicicletas. Esa es la contradicción que hay, y que los burócratas chinos ya anunciaron que quieren resolver rápido privatizando todo.

El problema es por qué Rusia, donde hubo relativamente poca resistencia y hay un proletariado que, aunque es mucho menos numeroso que el chino, puede producir mucha más plata porque debe ser uno de los más cultos y capaces del mundo, por qué Rusia tampoco dio para un boom. Rusia es más que China. Nosotros a veces tenemos una visión distorsionada por los valores absolutos y confundimos más grande con más avanzado. Holanda es mucho más avanzada y más rica que Brasil, aunque en cifras absolutas Brasil es más que Holanda. Por eso Holanda es imperialista y Brasil es semicolonial, y por eso Holanda puede explotar a Brasil y Brasil no puede explotar a Holanda. Y Rusia es mucho más avanzada que China y, a pesar de eso, no dio para generar un nuevo boom.

Eso no quiere decir que si el imperialismo pone a trabajar bajo condiciones capitalistas a 500 millones de chinos no vaya a haber un boom. Pero es un proceso largo, y para convertirlos en obreros explotados en forma capitalista, además de vencer la resistencia que puedan oponer, hay que hacer una inversión descomunal. ¡Hacen falta unas cuantas fábricas para ocupar a 500 millones de obreros! ¿Y de dónde saca ahora la plata el imperialismo japonés para hacer esa inversión?

Además, está el miedo de invertir y después no poder salir si hay una convulsión social o política.

Los inversores imperialistas están metiendo plata en Rusia y en China, pero una parte muy importante la ponen en el comercio y en las finanzas o en sectores que den resultado a corto plazo. Por ejemplo, en el saqueo de los recursos naturales como el petróleo. Los propios japoneses están talando media Siberia para quedarse con la madera. Pero ahora que bajan los precios del petróleo, todos los que se metieron a rapiñarlo en la región del Cáucaso, ¿se van a quedar? Puede ser que se vayan y dejen tierra arrasada detrás de ellos. Así le pasó a Nigeria, que por el petróleo se convirtió en un país riquísimo, uno de los más ricos de Africa, y atrajo a miles y miles de trabajadores inmigrantes. Y de golpe no quedó nada, sólo una miseria espantosa, y el gobierno nigeriano mató a decenas de miles de esos trabajadores inmigrantes cuando los expulsó del país, en el camino hacia la frontera.

Yo estoy de acuerdo en dejar abiertas las hipótesis sobre un posible nuevo boom con la restauración, de la misma manera en que está abierta la hipótesis de que esta crisis no se haga mundial y depresiva por el vigor que muestra la economía yanqui. Pero lo primero que hay que decir es que hoy en día eso no se está dando.

¿Por qué te inclinás, entonces, hacia la posibilidad de una catástrofe?

Por la similitud de los síntomas, algunos parecidos a antes del ’14 y otros a antes del ’29. ¿De dónde viene esa "hipersensibilidad", esa histeria de los mercados? Si estuviésemos en una situación económica mundial más o menos sólida, a Japón le importaría muy poco si se hunde Malasia. ¿Por qué se producen reacciones en cadena? ¿Por qué las reacciones frente al tequila fueron mucho más débiles y localizadas que las que estamos viviendo desde la crisis asiática, que son más fuertes y generalizadas? ¿Y por qué está tan mal Japón, que es un país imperialista?

Todavía no hay crack pero ya todos aceptan que ésta es la crisis más grave del último medio siglo y que Japón está muy embromado. Por eso todo el mundo discute cómo hacer para evitar el crack de Japón.

Las Tesis ya plenteaban esa dinámica: que la crisis eran cada vez más rápidas y más profundas y que, cuando se superaban, eran cada vez menos los países que lo lograban y más los que quedaban hundidos. Pero para mí el elemento cualitativo es Japón. Antes los países imperialistas también sufrían las consecuencias de las crisis, pero ninguno llegó al borde del crack como está hoy Japón.

En relación a la economía norteamericana, hay que tomar en cuenta también que aumentaron los salarios por la baja del desempleo, y las huelgas. La de la General Motors hizo que se perdiera un punto del PBI. Y está la huelga de 73.000 trabajadores de la Bell, por mejoras en la seguridad.

Y el año pasado estuvo la de los camioneros, que ganó. Tienen algunas diferencias. La de los camioneros y la de la Bell son del sector de servicios, y me parece que son ofensivas, para mejorar los salarios y/o las condiciones de trabajo. La de General Motors fue defensiva, para evitar que la patronal cerrara una planta y la mudara a México, donde los salarios son más bajos. Los trabajadores de servicios tienen una ventaja frente a los industriales: los servicios no se pueden mudar a otro país. En cambio, la burguesía yanqui instala cada vez más fábricas en México; en la zona de frontera —pero no sólo en esa zona sino también en muchos otros puntos de México, y también en América Central— cada día hay más maquilas.

¿Por qué crece la economía de Estados Unidos? ¿Porque explota a muchos países o es interna la causa?

Las causas lejanas del crecimiento fueron dos. Una, la plata que recibió de las deudas externas de los países atrasados, los famosos diez años perdidos de América latina, la década que va del ’80 al ’90, en que Latinoamérica retrocede brutalmente porque trabaja y trabaja sólo para pagar la deuda. Y la segunda es la paliza que le dio Reagan al proletariado yanqui cuando derrotó la huelga de los controladores aéreos.

Los yanquis fueron los primeros y los que mejor reestructuraron la economía. Los europeos, salvo Inglaterra con Thatcher, pareciera que no lograron reestructurar la economía, hacer retroceder las leyes laborales, aplicar un plan de ajuste...

¿Las milicias de extrema derecha pueden afectar la economía yanqui?

A mí me parece que, en forma directa, no. Lo mismo, hay que ver cómo sigue lo de la lucha de clases. Porque para mí lo de la General Motors es sintomático. Pero no es sintomático sólo como huelga. Es sintomático de cómo los burgueses, por un problema de ganancia, quieren sacar una fábrica para mandarla a México. ¿Qué le pasa a la General Motors? Que ya los salarios de los obreros yanquis la están embromando. Lo que siempre estaban monitoreando, lo que era la gran preocupación de Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, era que no reapareciera la inflación. Hay quienes dicen que ya es muy peligroso el bajo nivel de desempleo, que eso solo va a traer inflación porque va a haber aumentos de salarios automáticos, y encima vienen huelgas, así que si hay aumentos de salarios sonamos del todo. Pero eso no tiene mayor importancia, porque Estados Unidos puede darse el lujo de tener inflación y andar muy bien. Y últimamente las autoridades económicas norteamericanas, precisamente por el proceso económico mundial, se empiezan a preocupar más por el peligro de la deflación que por el de la inflación, y por eso Greenspan baja las tasas de interés, para sacar plata del circuito bancario y financiero y mandarla a la producción y al consumo, es decir, toma medidas "inflacionarias".

Lo de las milicias yo lo pondría, junto con lo de la población carcelaria, como parte de un proceso de un sector de la población que, evidentemente, está muy enojado. Es una sociedad que está muy mal. Hay sectores que son de masas que, por el lado que sea, porque van presos por ser negros o latinos, por un lado, o los que no van presos porque son blancos pero hacen una milicia porque opinan que el país está invadido por los judíos y los comunistas, por el otro, están muy descontentos.

Las megafusiones, ¿son inversiones productivas o no?

Ni las megafusiones ni las compras de empresas por otras empresas ni las compras de acciones son inversiones productivas. Inversión productiva es cuando se instalan más máquinas, se consume más materia prima, se contratan más obreros y se producen más bienes. Las megafusiones y las compras de empresas, en la mayoría de los casos, son un proceso inverso: eliminan secciones enteras de una u otra empresa y despiden obreros porque, como decía Marx, al "centralizarse" el capital aumenta la "cooperación", y eso permite producir lo mismo con menos equipamiento y menos obreros. La compra de acciones es sólo un negocio con papeles: simplemente cambia de manos la parte de la propiedad de determinada empresa que está representada por esas acciones. No importa si el precio de las acciones sube; eso no quiere decir que la empresa tenga más capital, ni que lo invierta en la producción.

Nosotros debemos concentrarnos en los problemas determinantes —la tasa de ganancia, el volumen del capital ficticio, etcétera—, no pretender saber todo sobre los síntomas, como pueden ser las megafusiones o el boom inmobiliario. El boom inmobiliario tiene que ver con que en un país hay tanta plata que en la capital y algunas otras ciudades importantes de ese país todo el mundo dice "acá me pongo a construir", y los precios de las construcciones y de la tierra se van a las nubes. Pero eso es un síntoma. Claro que después ese síntoma realimenta la enfermedad, porque cuando empieza la crisis el precio de la propiedad se hunde, y al hundirse se descapitaliza todo el mundo.

Lo mismo con el problema del mercado de arte. Suben y suben los precios porque hay mucha plata que no tiene dónde colocarse y algunos deciden dedicarse a atesorar, a sacar la plata del circuito productivo y a atesorar en obras de arte.

¿Y con el oro, que pasa?

A veces pienso si no tendríamos que retomar la vieja consigna de los anarquistas de que la patronal pague los salarios en oro. Y ahora que sabemos que hay imperialismo, cosa que los anarcos no sabían, decir: "Nosotros estamos a favor de una moneda estable, pero apoyada en reservas en oro, no atada al dólar". Lo que pasa es que el oro venía cayendo sistemáticamente. Primero, porque había todo este auge del capital especulativo, y el oro no da ganancias, es una forma de atesoramiento, no de inversión en nada, ni en la industria ni en las finanzas. Y segundo porque hubo crisis graves en Rusia y en Sudáfrica, que son dos de los productores más grandes de oro, y se pusieron a vender parte de sus reservas.

¿Cuándo va a subir el oro? Cuando haya desconfianza en el dólar. Entonces será inexorable que el oro suba, por más que haya mucho oro en el mercado, porque cuando haya que rajar, ¿adónde rajás? Al oro.

Contra Stalin, que opinaba que, como dominaba el Estado, podía emitir billetes sin respaldo, Trotsky insistía en que la URSS debía tener una moneda sana, estable, respaldada en oro. No sólo por razones económicas, sino también políticas: para que la clase obrera pudiera ver en forma transparente, sin la nube de humo de una masa de billetes sin respaldo, el movimiento de la economía, desde el salario hasta en qué ramas estaba invirtiendo el gobierno y qué resultados daban esas inversiones.

Si hay un descalabro mundial, el oro y la plata van a volver a ser el punto de referencia, porque todo el resto queda entre signos de interrogación.

Volviendo a Estados Unidos, ¿se puede dar el crecimiento en un solo país?

Sí, porque Estados Unidos no es "un solo país" cualquiera. Se puede dar durante un tiempo, porque hay una economía mundial y Estados Unidos, por más poderoso y rico que sea, es parte de esa economía mundial. En un sentido, Norteamérica es el país más dependiente del mundo. Es un país que si un día deja de comerciar con los demás se acabó, no existe más. Es más fácil que sea independiente Paraguay: vuelven todos a la producción agraria familiar para poder comer, y listo. En Estados Unidos se muere la mitad de la población si llegan a quedar aislados de la economía mundial. No puede haber un período prolongado en que toda la economía mundial ande horrible y un país ande muy bien; en algún punto tiene que armarse el desastre.

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