La rebelión de los
electrodomésticos
Después de romper dos discos duros de nuestras computadoras y
olvidados entre lágrimas cientos de archivos muy queridos, por fin
podemos volver a presentar nuestro fanzine.
En nuestra lucha jungeriana
contra la técnica parece que nuestro espíritu de aventura ha
vuelto a triunfar.
Gracias especiales a Joaquín
Chousa, Ecos de Sociedad, Luposol, Fernando Márquez, Cato, Esteban
Bribón, The Shannons, Bullitt, El virus púrpura, César Prieto,
Tito Lorenzo y demás entes de la galaxia pop.
“La muerte y el olvido ahí están... pero la fiesta continúa.
¿Alienación, inconsciencia o lucidez?
Que el cielo nos juzgue.”
De las memorias apócrifas de Don Pin Pon
Quizás lo que más me gustó de ella era que a las
cinco de la mañana en aquel alcoholizado local de moda- alguien
tendría que explicarnos el porqué acudíamos como bobos a
semejante lugar- bebía Nestea tras Nestea. Sólo conocía un caso
similar de adicción a esta bebida- tran triste como un mosto- y
era la del poeta Leopoldo Panero, capaz de libar hasta cinco
botellines seguidos en menos de treinta minutos.
Entre aquella neblina nicotinosa – el tabaco
pronto sería prohibido en espacios públicos y la gente parecía
apurar todas sus últimas reservas de cigarrillos- ver a aquella
chica tomando su bebida refrescante, a pequeños sorbos,
ceremoniosa, sola, ajena al bullicio, como si estuviese tomando
un té a las cinco de la tarde en el londinense hotel Savoy, no
dejaba de despertar mi curiosidad francamente aletargada por la
repetición del espectáculo nocturno sabatino.
Poco a poco me abrí paso entre la gente que
bailaba desganadamente un tedioso ritmo electrónico - nuevamente
me pregunté por qué extraño masoquismo pisaba esa checa musical-
y me acerqué a la barra donde la chica que bebía Nesteas se
mantenía de espaldas al frenesí automatizado del resto del
local.
Las cinco de la madrugada y más de treinta años
sobre la tierra aportan cierto arrojo, incluso a los
decididamente pusilánimes, y me lancé a la búsqueda de presuntos
afines utilizando vocabulario probablemente escuchado en la
planta joven de El Corte Inglés:
- ¿Qué de subidón de Nesteas?
- El Nestea me ofrece una lucidez que no consigue
ninguna otra bebida, ni tan siquiera un combinado de ron-
me respondió con menores signos de desprecio o
indiferencia que los esperados o merecidos..
¿Combinado de ron? ¿De qué galaxia procedía esta
chica que bebía nesteas con ese lenguaje de telefilme español de
los setenta?
-¿Recuerdas a Otis Redding?
-continuó sin dejar de mirar su Nestea-
Aunque parezca una estupidez y no sé por qué te lo cuento,
amable moscardón, Otis ha sido el hombre de mi vida. Cuando
tenía quince años, un acné violento y las tetas se negaban a
salir conocí a un chico que me grabó en una casette- supongo que
fue una especie de declaración de amor- el elepé Otis Blue.
Olvidé a aquel chaval pero Otis siempre ha estado cerca.
- Yo también soy fan de Otis-
repuse. Por una vez, a las cinco de la mañaña, no tuve que
mentir para buscar un poco de complicidad.
Antes de entrar en este local -
me espetó sin mirarme-
he leído en un periódico que hoy se cumplen treinta años de la
muerte de Otis y no he podido evitar ponerme melancólica. He
empezado a dar vueltas a la cabeza tratando de recordar el
nombre de aquel chico que escuchaba a Otis y que quizás
realmente me quería. Ya sabes, todo ese rollo del tiempo perdido
y la magdalena proustiana....
Pero, perdona la curiosidad,-
la interrumpí- ¿por qué bebes Nestea
tras Nestea?
¿Conoces alguna bebida más triste?-
me contestó mirándome - con afligimiento galáctico- por primera
vez a mi carnívora cara de sábado noche cuando tienes bastantes
años más de los veinte que exige el guión.
Entonces llegó él, sudoroso y bailado, con su
chaqueta de chandal y su bolsa de cartero - una mezcla entre
visitante de narcosala y moderno de postín-, y, obviando mi
presencia, agarró por la cintura a la chica que bebía Nestea y
le dijo: Venga, cariño, vamos a seguir
divirtiéndonos a otro local.
Don pin pon
^^
UN RECUERDO INFANTIL, un paseo entre la tentacion y la muerte
Yo tenía 8 años, quizás sólo 7, y aún la recuerdo
tan vivamente como si estuviera ante mí. Estaba allí mismo,
tendida al sol cerca de los rosales, en el jardín de la casa de
mis abuelos. Era toda rosa y despedía reflejos de purpurina,
tenía un cestito de mimbre sobre el faro. Dejaba entrever,
sensualmente, un cilindrín de 49 centímetros cúbicos y, en las
cachas del deposito, se anunciaba coquetamente como “Puch
Caribe, 49 cc”. Era el regalo de cumpleaños (catorce) de mi
prima Nuria (más conocida en ambientes adolescentes como “la
misiles”) y se me había advertido repetidas veces (y desde
diferentes ámbitos de la vida familiar) que ni me acercara a
aquella moto. Me recordaron que yo ya tenía una BH color butano
y que se pasaban el día arreglándomela y que todos los vecinos
se habían quejado de – digámoslo así – mi comportamiento
incívico e irresponsable con la BH. Me amenazaron con castigos
terribles y con curarme todas mis futuras enfermedades mediante
terapia exclusiva de supositorios de glicerina. Me explicaron
que yo no tenía ni la edad ni el tamaño necesarios para subirme
a un vehículo como aquel (a los padres de vez en cuando les da
por seguir los consejos de los psicólogos y razonar con sus
hijos, se sienten mejores padres con toda esa basura). Pero la
tentación rosa seguía allí, exhibiéndose impúdicamente en el
jardín.
Como mi prima Nuria gozaba de un desarrollo
físico inusualmente neumático para su edad, a nadie extrañara
que la casa de los abuelos se llenase de amiguetes que deseaban
abrazar y besar a mi prima aprovechando la circunstancia de su
aniversario. La idea era celebrar una megafiesta, solo para los
amigos de mi prima, en no recuerdo que chiringuito. Los niños
estábamos excluidos y, en concreto, yo estaba obligado a
quedarme en casa. Solo, abandonado por todos, aburrido y triste
como un refugiado saharaui, así me quede. ¿Iba a tolerarlo? ¡Y
una leche!
Subirme a la Puch y retirar el caballete me costó
un desconchón en la rodilla. Volver a poner en pie la Puch, sin
caballete, se tradujó en un rasponazo en el brazo y un piñazo en
la espinilla que aun me duele. Reparar el espejo retrovisor que
se había roto me supuso un gasto de medio bote de Supergen.
Realice tres intentos de arranque que me devolvieron al suelo
otras tantas veces. Decidí que volver a usar el Supergen no
tenía ningún sentido si la moto persistía en su actitud de
desgraciarse a cachos (también se habían roto dos
intermitentes). Al cuarto intento de arranque la Puch se puso en
marcha, pero apenas recorríamos unos metros, tosía y nos
caíamos. Siguió lo del catarro en otra media docena de
arrancadas-derribos pero, a la séptima, avancé sin temor por el
jardín para descubrir que la dichosa Puch mostraba una curiosa
atracción magnética por los rosales, por las mesitas del jardín,
por el árbol del columpio y por cualquier pijada que le llamase
la atención. Había que comprenderlo, era una moto joven y poco
recatada que se maravillaba con todo. Lo malo es que su
curiosidad me provocó la rotura de un diente, un par de
moratones y una siembra de rodillas con postillones que iban a
ser la envidia de todos mis coleguitas. Y entonces volvimos a
ponernos en marcha (que era una maniobra que, a esas alturas del
entrenamiento, ya dominaba con maestría) y esta vez acerté a
salir por la puerta del jardín.
¡Ah, amigos, la libertad! ¡No me extraña que los
poetas le hayan dedicado tantas paginas a eso de la libertad y
la aventura! Mi Puch y yo íbamos lanzados por el centro de la
calle y yo me sentía como el niño de Furia, como los hermanos
Macana o como Pierre Nodoyuna de los Autos Locos, como el
Llanero Solitario y casi como Koji Kabuto dirigiendo a Mazinger
Z. Las calles se sucedían a una velocidad vertiginosa, los
coches asaltaban las aceras en clara muestra de respeto al
campeón (luego dijeron a la policía que fue por esquivarme, ¡los
muy mentirosos!), las mujeres gritaban, los niños me animaban,
los viejos me decían no sé qué de Franco y de que si él sabia lo
que había que hacer con gente como yo. Pero yo no hacía ni caso.
Yo era el Halcón Milenario. Yo era el Pajaro Azul. Yo era
Starsky. Yo era la coña marinera y lo que se me cruzó delante
fue un 1500 de la Cruz Roja. A partir de aquí ya no recuerdo las
cosas con claridad. Solo escuchaba voces lejanas y todo era
confuso: “Se ha matado, se ha matado… No pudimos hacer nada por
esquivarle… se nos echo encima… mire como ha quedado la
ambulancia… se le está saliendo un bolígrafo por debajo de la
camiseta… eso no es un bolígrafo, señora, es una costilla … yo
conozco a este chiquillo, vive en la casa de esa chavala que
tiene unas cosas así de grandes y… fíjese, si la moto ha ido a
parar al segundo piso, esto es como lo de Carrero, esto ha sido
cosa de la ETA… mire, aquí hay unos caramelitos por el suelo…
señora, eso no son caramelitos, son dientes…”.
Y de una luz al final de un tunel, nada de nada.
Alex Tornasol
Dedicado a Richmal Crompton con el mayor de los
respetos
^^
El
último baile del hombre que cumplía cuarenta años
En el local de moda tuve la extraña sensación de
ser el cliente más viejo. Miré a derecha e izquierda y
viceversa. Sólo me rodeaban cúmulos de ninfas que hablaban de
sus problemas con las monjas. O depilados universitarios
andróginos que bailaban la última joya del funk-punk
norteamericano mientras se fotografiaban permanentemente con sus
cámaras digitales.
Mis inminentes cuarenta años eran una camiseta
fosforescente que en la oscuridad de la sala gritaba que estaba
fuera de sitio. Por primera vez me sentía ridículo con mis
bailes pogo, mi anunciada calvicie y mi calimocho. Comenzaba a
sentirme como el terminal Elvis Presley en Las Vegas. O
como el penoso Keith Richards escalando un cocotero en
las Maldivas. El rock era ante todo juventud. Y por mucho que se
empeñasen El Corte Inglés, la Coca Cola o Corporación
Dermoestética ya no participaba de esa fiesta permanente que son
los veinte años.
Estaba definitivamente viejo. Cansado. Extenuado.
Agotado. Finiquitado. Caducado.
Así que tomé la decisión de nunca más dejarme
caer por aquel local de moda. Como un condenado a muerte,
solicité al pinchadiscos del local un último deseo. El funk
punk paró, las ninfas callaron y los jóvenes andróginos
olvidaron sus cámaras digitales.
Sonaba “It’s all over now, Baby Blue”.
Y yo comencé mi último baile.
Mr Ringo Rango
^^
Ven al Sebastián
Dos años han transcurrido ya. El 14 de Marzo de
2004 ha pasado a la historia de España por su importancia
electoral. Que lo celebren. Yo a lo mío. Yo tuve concierto. El
concierto. Después de mil millones de escuchadas los vería en
concierto. Belle and Sebastian en Bilbao. En el Arriaga,
inmejorable elección. Hubo quien se quejó de que no se podía
bailar. Otro se quejó de que no se podía beber. Pero los
domingos son para disfrutar, y los conciertos para escuchar.
En 1996 escuché en un bar chiquitín de Zarauz
unos acordes y una frase “Make a new cult every day to suit your
affaire” y sabía que ellos habían grabado el disco para mí. No
necesitaba escuchar más. Pero hice bien en memorizar el disco.
Su mejor disco, el mejor disco. El disco rojo es una decena de
canciones, melancólicas pero de gente que no se rinde y desea
ver el día de mañana. No pretende verte muerto atiborrado de
tranquilizantes. Sólo aspira a llorar contigo. La vida se porta
tan mal con algunos de nosotros…
(...)You´re kissing your elbow/you´re kissing
your reflection(…)
Belle tiene la sabia costumbre de editar EPs que
son unas joyas (por su belleza) y que contienen diamantes. En un
viaje a Londres (mi viaje a Londres) me compré uno. 3..
6.. 9
seconds of Light.
Allí supe de
esos eps. Era blanco como los quinientos haikus sobre la nieve.
(…)That´s the price you have to pay/for every stupid thing you
say(…)
Luego me hice con el “lazy line painter Jane” y
el resto, pero no os quiero detallar mi historia de amor, soy
muy pudoroso.
A partir de ahí la cuesta abajo con destellos
luminosos, hasta tocar el fondo con su disco “Fold your hands
child, you walk like a peasant” del que el pianista Chris
Geddes ha dicho “es el peor, no fue divertido hacer ese
disco, y eso se nota, se nota el esfuerzo en vano.” Yo no diría
tanto al contener un tema como “the model” pero es ciertamente
un disco regular.
(…)I´m not what I could be, I need a true love(…)
Y como las sucesivas deserciones, tanto la del
bajista Stuart David como la de Isobel Campbell,
tenían que notarse; el grupo lo ha asumido y nos ha regalado un
disco diferente. A ratos glam, a ratos funky, es muy muy
diferente. Pero es un disco que me gusta, y mucho.
(…) and to be myself completely I´ve just got to
say goodbye(…)
Turko^^
Oyemé, tú que
eres joven…
tú que quieres triunfar, tú que sabes que la
autentica revolución rock aun está por llegar, tú que notas un
estremecimiento en la espina dorsal cada vez que se acopla un
Marshall de válvulas, tú que te comes crudos a los niñatos del
conservatorio, tú que sabes que las verdaderas bombas atómicas
se fabrican en un cutre local de ensayo, tú que quieres llegar
lejos montando una banda de rock que piensas empezar a reunir el
próximo lunes y que ahora mismo te estas preguntando: “¿A qué me
debería dedicar yo? ¿Me hago cantante? ¿Me apunto a un cursillo
de guitarra de CCC? ¿Le pido prestado el bajo eléctrico a mi
primo Nicolás? ¿Me pongo a ahorrar para comprarme una batería?
¿Me rizo el pelo o me lo rapo?”
Sí, joven amigo, es difícil enfrentarse al futuro
cuando tienes ambición y pretendes acertar con las decisiones
que has de tomar. Pero aquí estoy yo para ayudarte. Lo primero
es adivinar para qué reúnes aptitudes. ¿Qué tal se te daba lo de
la flauta Höhner en el colegio? Si la respuesta es “bien” puedes
aspirar a guitarrista. Si te conformas con responder
“regularcillo, aprobaba gracias a los trabajos para subir nota
que me hacia mi madre” entonces tu destino está en el bajo (que
solo tiene 4 cuerdas y hasta Paul McCartney y Sting saben
tocarlo). Si contestas “odiaba aquella puta mierda y solo la
usaba como cerbatana para disparar bolitas de papel a los
profesores” entonces tenemos en ti a un perfecto vocalista y
líder carismático de la banda. Pero, ¿qué quieres que te diga?,
ser guitarrista, bajista o cantante es ser un segundón. Un
guitarrista siempre se puede sustituir por otros doscientos que
tocan mucho mejor. Das una patada a una piedra y te salen, por
lo menos, 4 guitarristas. Hoy en día se fabrican guitarristas
hasta en el coro de la parroquia. Si te haces guitarrista, el
primer día que te pongas tontito con que si quieres hacer algo
mas chill, o mas pop o mas étnico te van a
expulsar del grupo con absoluta despreocupación, por jilipoyas y
porque siempre hay un guitarrista en paro esperando su turno. De
un bajista ni hablamos. Es que ni salen en las fotos de
promoción del grupo (a no ser que también hagan las veces de
vocalistas y tengan un segundo bajista contratado para tocar por
detrás). Ser bajista en el rock es como ser el que toca el bombo
en la Sinfónica de Berlín: el instrumento es divertido pero no
le importas a nadie. Y el vocalista tampoco se va de rositas.
Como el vocalista no sepa tocar la guitarra, y no pueda
componer, pinta menos que un Ministro de Igualdad para la Mujer
en Irán. ¿Tu te has fijado en la cantidad de vocalistas que han
acabado en el psiquiátrico y paranoides porque sus compis no les
quieren? (Vease el libro “Yo fui cantante de Guns’n’Roses”). Sí,
si no tocas un instrumento no vales nada ni te ganas el respeto
de los músicos de verdad. ¿Por qué te crees que Jim Morrison se
aferraba a una miserable pandereta e Iggy Pop tiene que estar
todo el puñetero día retorciéndose para llamar la atención? El
pobre cantante tiene que destacar como sea.
Y entonces, ¿quién es el que manda en un grupo de
rock, quién parte el bacalao, quién está por encima del bien y
del mal, quién mueve los hilos, quién reparte las cartas en el
mus y el dinero en el Monopoly de la vida rockera? Lo has
adivinado, chavalillo: ¡Es el batería o baterista! Y, te
preguntarás inquieto, ¿qué habilidades personales hay que tener
para ser batería? Yo te respondo: ¡Tener una batería! A ver,
piensa un poco, ¿cuantos amigos conoces que tengan una batería
en casa (y no me vale el primo de una novia de un tío que
conociste en un bar, me refiero a coleguitas por línea
directa)?. ¡Ninguno! Tú dices que quieres montar un grupo a tus
amiguetes y rápidamente conseguirás un bajo, un guitarra y un
cantante. Y todos te mirarán con admiración, comentarán entre si
“Joder, es la leche, tiene una batería Tama que mola un huevo” y
ni tan siquiera te preguntarán si sabes tocar (y hacen bien en
no interrogarte porque a tocar la batería aprende cualquiera
tras destrozar 2.000 pares de baquetas; cuando llegues a romper
el par 2.001 ya controlarás como un profesional). Y cuando eres
batería puedes hacer lo que te dé la gana que nadie te va a
reprochar nada. Tu acuérdate de Bonham y de Keith Moon. Los tíos
hechos unos drogotas y unos broncas y nadie les dijo aquello de
“¡Tu, yonqui de las balls, largo de nuestro grupo!” Si los
malosos de la banda hubieran sido guitarristas, se habían ido al
paro como está mandado. Pero a un batería se le tolera todo. A
un batería se le mima y se le cuida porque es el dueño de la
batería y como le busques sustituto… ¡Venga, dale, buscame un
tío con una batería!
Ya lo sabes, chaval, tu a ahorrar para la batería
y a practicar con unas perchas y un tambor de detergente. Y en
cuanto se monte la banda, empieza exigiendo que quieres una
furgoneta buena y amplia para que entre bien la batería. ¡Que se
enteren de quien manda aquí!
Alex Tornasol
^^
El hombre que abandonó la colonia Varon Dandy (manifiesto
antifilibustero)
Por fin, después de treinta años, parecía haber encontrado la
chica que en algún lugar de la galaxia parece reservada
especialmente para uno. Incluso - ¿la mujer perfecta?- le gustaba
la música. En nuestro primer plan – aquel día tristemente abandoné
la colonia Varón Dandy- fuimos al concierto de Nosotrash. Al
terminar, en la misma sala, emocionado, compré el último disco de
las asturianas. Entonces ella me dijo mirándome como si fuese el
campeón del concurso de tontos del culo: “Pero, no compres el
disco, no tires el dinero, ya te lo bajo yo de internet.”
Entonces pensé en cuánto dinero había gastado en
discos a lo largo de mis treinta años de vida. Quinientos vinilos,
seiscientos cedés, cuatrocientos singles...aproximadamente 15.000
euros...una auténtica fortuna que podría justificar cualquier
filibusterismo.
Si desde mi adolescencia no hubiese comprado cada
fin de semana un disco, quizás hubiese tenido más dinero para
emborracharme- este es el secreto de mi extraña afición por el
mosto Palacios- y quizás hubiese sido más locuaz e ingenioso ante
las mujeres que ignoraron – e ignoran- mi existencia.
Si hoy no tuviese la discografía completa de Bob
Dylan o The Who y hubiese invertido mi paga familiar en camisetas
de marca- un caballito, un cocodrilo o un quebrantahuesos-, tal
vez ahora estaría rodeado de las bellas rubias oxigenadas que
pueblan mis sueños nórdicos.
Si como la gente de mi generación hubiese sido un
disciplinado fan de Miguel Bosé, Mili Vanili o incluso Samantha
Fox que en el fondo sólo necesitan ruido de fondo y no música,
quizás hubiese acabado convertido en líder juvenil y no en un
sintozoide solo – ella, la chica del concierto, estaba regresando
aceleradamente a su galaxia- en este planeta.
Definitivamente si no hubiese comprado tanta
música, si no hubiese sido tan tonto del culo, mi vida hubiese
sido otra ....pero no consigo arrepentirme.
Aquella noche ya no fue igual. Tomamos cuatro vinos
– yo adicto al mosto- que no consiguieron reparar lo que unas
palabras pueden romper. La acompañé al portal, quizás – no estoy
acostumbrado al Rioja- la besé y ella, como en uno de mis sueños,
apuntó su número de teléfono con lápiz de labios en mi muñeca,
pero yo sabía - deep inside- que nunca más volvería a verla.
Leo the Last
^^
QUEERPUNK
& HOMOCORE
No future for you, bonita
“Tooralooraloo,
Whackfoldadi
My Uncle was sent to Daingean
My Granda to letterfrack”.
Damien Dempsey
A modo de historia…
Cuando
en 1968 un jovencito Jamie Raid se paseaba por los
jardines versallescos de la Universidad de París, no creo que
sospechase que le faltaban escasos meses para ser expulsado
acusado de colaborar en los desmanes de los situacionistas que
precedieron a la revuelta famosa del mes de mayo que tal vez les
suene de la tele. Pero… ¿pudieron acaso imaginar los rectores
que esta expulsión cambiaría la historia de la música, o al
menos de la estética, del siglo XX?
De vuelta a su país natal, y tras formar con un
amigo de la infancia un grupúsculo post-situ en Londres, Jamie
Raid y Malcom Mc Laren se dedican durante buena parte del
año 1975 a manufacturar los pastiches de su primer fanzine,
Suburban Press, adaptando al peculiar gusto sajón el ya de
por sí cuestionable arte de los franceses para todo esto de la
subversión y el caos. En este fanzine, y aprovechando el auge de
una tecnología incipiente que tenía en la fotocopiadora su
principal herramienta, aparecerán por vez primera los mimbres
más característicos de lo que desde entonces se conoce como
estética punk: cruces gamadas sobre cazadoras negras de cuero,
imperdibles y remeras rotas a la altura de la rodilla, y un buen
surtido de fotos trucadas de Marx y Cristo
acompañadas de cruces invertidas, llamamientos inequívocos al
homicidio o el incesto y la momia de Lenin en
technicolor. Vamos, un primor. Amigos como son de Richard
Hell, el voivoid puede considerarse el antecesor más
preclaro de esta particular forma de llamar la atención de tus
mayores desde el desayuno.
Padre putativo de todos y cada uno de los
fanzines que asolan el orbe, Suburban Press inaugura un nuevo
género y sobre todo una nueva estética; mezcla de carta
extorsionista y collage dadaísta, los fanzines británicos de
esta época servirán de correa de transmisión para toda la
germinal patulea de jóvenes airados, verdaderos enragers del pre-tacherismo,
que comienzan a asolar las calles desde Belfast hasta la Isla de
Wright. Pero falta algo. Una noche, mientras cenan en la
buhardilla de Mc Laren, la novia de éste -una pija llamada
Vivienne Westwood - les enseña a modo de borrador lo que
será su primera colección de haute-couture, eufemismo que
encubre una laya de ligeros de prostituta enferma, bodies
sadomasoquistas y collares de perro. Como ven, todo muy
británico: nazi-chic para el proletariado. Lo que empieza siendo
una broma tras los “overdose” de rigor acabará siendo el
uniforme más plagiado en los próximos diez años desde Londres
hasta Calcuta… Nota mental: si no fuera porque está muy feo
burlarse de según qué cosas, el autor gustaría de rememorar aquí
las hostias salvajes que se llevó la entidad absurda
anteriormente conocida como Sid Vicious cuando recorrió
de esta guisa (fundamental el detalle de la esvástica) las
callejuelas del barrio judío de París en la película “Rock´n´Roll
Swindle”.
“El punk se supone que es algo feo.
Así que yo debo ser superpunk.”
Un señor
Kreemos ke es necesario apostar por una estética
kaótica ke muestre ke estamos en kontra de la sociedad aktual.
Otro señor
Un movimiento tan alocado en su génesis, nacido
de una paradoja enrabietada, no podía dejar de producir variadas
y lógicas ramificaciones adaptadas al gusto personal de la
hinchada. Los más atildados, que asumen que no pueden salir de
los BMW de sus padres de esa guisa, deciden formar un subgrupo
paralelo: los punkmods, rellenando sus viejas parkas de
eslóganes radicales tipo “No more kellogs in my breakfast”, o
ese tan gracioso que llevaba el bajista de los Jam: Weller
stinks.
Otro subproducto de la bizarría punk de aquella
época sería el queerpunk, conocido en USA como
homocore, compuesto por los punks más combativos y
perseguidos por la sociedad: los homosexuales. Debemos recordar
que en los años 50 del siglo pasado, la palabra PUNK no era más
que la denominación en slang carcelario de los amantes
masculinos de los presos heterosexuales y que su raíz literaria
la tomaron de William Burroughs, quien usaba este vocablo
en su matiz claramente insultante y marginal.
Tomando como precursores a los New York Dolls,
cierta parte de la futura escena queer decide escupir a la
sociedad bienpensante allí donde más les duele: en la ingle. Las
portadas de los primeros vinilos de las muñequitas neoyorquinas
les servirán de acicate, pese a conocer que los americanos sólo
duermen con señoras, en concreto con la misma y sólo cuando la
droga se lo permite. Otra banda del underground, Wayne County
& Backstreets boys, se erige en precursora de la
transexualidad cuando su cantante pasa a ser la bella Jayne en
los 80.
De todas los grupos seminales que surgen en
Inglaterra con el estallido punk, una única banda recogerá el
estandarte de la casa Wilde: los Buzzcocks (en
castellano, pollas zumbadoras) y muy en particular su líder
Pete Shelley. Gay confeso, anarquista convicto, Shelley vio
cómo eran censuradas en la BBC la mayoría de sus canciones, en
particular “Homosapien” que sí, iba de eso. También de
Manchester eran Ludus, un dúo de new wave cuya cantante,
la hermosísima Linder, sería conocida años después por
su trabajo de fotógrafa oficial del cantante de los Smiths,
otro punk con tendencias líricas y suaves.
Hartos de la deriva mainstream del movimiento por
el oficialismo mediático de principios de la década de los
ochenta, los queerpunks son los únicos que permanecen fieles al
rigor antisistema de sus orígenes, rechazando tanto el
convencionalismo hedonista de la escena gay por un lado, a la
que reprochan su sumisión al capitalismo de las marcas y el
consumo, como el sustrato ortodoxo y ultramachista de la escena
punk oficial, cuya vertiente americana les sorprende con unas
consignas cada vez más fascistas (No te drogues, no fumes, no
folles con extraños).
A mediados de los 80 surgen en EEUU dos bandas
seminales: por un lado los conocidos Pansy Division y más
tarde los ignorados Los Crudos, éstos sin apenas
repercusión en los medios pero cuyo líder, un uruguayo exiliado
llamado Martín, escribirá poco después el himno pop más
tarareado por el movimiento: “Hot ass pink”, cuya traducción se
me antoja irrelevante para los fines de este artículo y los
ideales nacional-católicos de esta revista.
Paralelamente surgieron bandas lésbicas. Las más
importantes en aquel primer momento fueron Team Dresch,
liderada por Donna Dresch, creadora del sello Chainsaw,
uno de los más importantes de la escena, y las escandalosas
Tribe 8, mujeres que tocan ¡fíjense! con el torso desnudo,
ejecutan una castración ritual sobre el escenario con un pene de
plástico y se reivindican sadomasoquistas.
En 1994, las Tribe 8 fueron invitadas a Womyn’s
Music Festival de Michigan, el festival lésbico más
importante de Estados Unidos, que tiene más de cuatro décadas de
antigüedad y que funciona como espacio de celebración, discusión
y encuentro. Tribe 8 produjo una de las discusiones más
virulentas en la historia del festival. Muchas de las
participantes protestaron porque creían que la banda promovía la
violencia en contra de las mujeres y las acusaban de misóginas,
por el detalle tonto de la amputación fálica esa de antes.
The Butchies, un trío de lesbianas liderado por Kaia
(ex Team Dresch) grabaron un disco llamado Are We Not Femme? que
alcanzó cierta popularidad. Ninja Death Squad es una
banda de heterosexuales (sí, seguro), pero que tienen letras
queerpunk, esto es serias. Muchas bandas abandonaron los ritmos
más extremos y comenzaron a cultivar una suerte de homopop,
algo así como los Astrud, U2 o Sting pero en bueno. Una de las
bandas más famosas de este subgénero, Homomilitia, es
polaca, siendo bien conocida por sus flower-covers de grupos
como Black Fag, The Partisans y Sedition.
Así como Tribe 8 es la banda más famosa de punk lésbico, los
referentes de punk gay masculino más importantes son los ya
citados Pansy Division y Los Crudos. Estos últimos fueron
editados en Argentina, nación modosa por excelencia, por Ugly
Records, el sello de Fun People. La banda se disolvió pronto,
pero su líder no tardaría en formar Limp Wrist (“Muñeca
Quebrada”) y su primer álbum: “Hot AssPink”.
Cuando Los Crudos comenzaron a tocar no eran una
banda propiamente homocore, pero dejemos a su cantante que nos
explique lo que sucedió. Dice Martín que “en el año 1994
empecé a salir con un chico, pero era puro secreto. Hicimos una
gira y empecé a largar. La primera tocada en la que hablé
públicamente del tema fue cuando llegué a San Francisco, donde
yo sabía que la escena punk estaba llena de homosexuales. La
primera vez que lo dije en Chicago un montón de gente se subió
al escenario para abrazarme. Otros dejaron de hablarme, mucho
público de Los Crudos de la primera época. Cuando empecé a
afrontar mi sexualidad ya tenía 25 años, y estaba bastante
preparado. Ahora con Limp Wrist no escondemos nada, vamos
mucho más al frente. Queremos tomar el espíritu de los primeros
punks, gente de comunidades diferentes, ser políticos y
confrontar a la sociedad porque somos chicos raros. En el
homocore hay muy buenas cosas porque la actitud es la combativa
de antes: también recuperamos el espíritu del primer movimiento
gay lésbico, que en otro tiempo era realmente una lucha en la
que se te iba la vida”.
Estremecedoras palabras las de nuestro amigo
Martín que, tal vez, sirvan para sofocar el drama de centenares
de lectores de este fanzine que viven su homosexualidad en
silencio.
“La sociedad que oprime la aventura, consigue con
eso únicamente oprimir a la sociedad.”
Gianni-Emilio Simonetti
Démosle ahora una vuelta rápida al globo
terráqueo… ¿Y en España? ¿Cuál es la frecuencia, Kenneth?
Pues honestamente tenemos que decir que esta tendencia no ha
gozado de gran éxito en nuestro país, debiendo soportar bien que
mal no pocas incomprensiones del respetable, cuando no disgustos
o incluso conatos de agresión e insultos a la identidad sexual
de sus miembros. Puede parecer extraño, y de hecho lo es, que en
un país donde cierto tipo de amor ha gozado de gran prédica en
su clase política y empresarial, por no hablar de esa
conocidísima elite musical que a todos nos viene a la mente
cuando hablamos en los bares de estas cosas, resulta extraño
decimos que en este país el queerpunk no haya triunfado
estrepitosamente como se merece. Sin duda la explicación debemos
buscarla en el matiz libertario del movimiento, porque todos
sabemos que, en el fondo, la música, como los toros o el
balompié, ha sido tradicionalmente en España cosa de “hombres”.
No obstante, sí quisiera destacar el que
probablemente (no) quede para la posteridad como el mejor LP
compuesto, grabado y editado en este país en los últimos quince
años. Me estoy refiriendo, naturalmente, al sensacional
“RockStation” (2000) de Fanny McNamara & Luis Miguélez,
genuinos representantes del queerpunk nacional.
No es posible glosar esta obra maestra sin traer
a colación el inmenso caudal de talento que, por arte de
birlibirloque, atesoraron estos dos monstruos durante la
grabación del disco. Este redactor no tiene ningún reparo en
confesar que hasta dicho long play, la sola mención de cualquier
impersonator en la órbita de Almodóvar bastaba para que
le retirara sine die el saludo, cuando no algo peor. Sin
embargo, mentiría si dijese lo contrario: este cedé contiene a
borbotones algo sin lo cual André Breton no concebía el
verdadero arte y que el francés explicó muy bien con su conocida
frase: la belleza será convulsa o no será. Pues de eso
trata esta delicia: un surtido cuétara de anarquismo camp en
formato pop que sólo tras una atenta escucha desvela su
auténtica simiente punk; infernal pandemonium de tabúes puestos
del revés grabado precisamente ¡¡en el año 2000!!, esto es, bajo
la égida de un momento político-cultural (que es lo mismo, oiga)
neoliberal y de las JONS; asuntos como el consumo de
estupefacientes, el amor entre/con/ante/bajo menores, la
auto-reivindicación como “personaje” desde una oscuridad
mediática que puede llegar a ser abisal (para que se me entienda
mejor, “RockStation” es el “Transformer” de nuestra generación y
McNamara es lo que en su día significó Lou Reed) e
incluso el ADSL hard.com, entre otros de similar pelaje, son
escupidos en la cara de la sociedad bienpensante de una época
(la nuestra) que considera que el britpop es lo más radical a lo
que podemos aspirar en cuanto a moda y sonido pero que no pasa
de ser un pupurrí de insensateces largo tiempo masticadas y por
ende inocuas. Para esta juventud sónica se graba “RockStation”
en el 2000 d.c., una fecha que no es, no puede serlo, casual.
Cambio de milenio, fake informático mediante, que se inaugura,
al menos en lo musical, con el grito amanerado y rabioso de un
Ave Fénix inteligente como pocos. Que no haya obtenido
repercusión alguna a cinco años vista, mucho menos continuación,
es la prueba del nueve que certifica su valía. ¡¡Ave César, los
que bailan boggie-boogie te saludan!!
KURT KANTSIN
^^
The Who: El
puntazo wagneriano del rock
40 años de My Generation
¡Vamos!, ¿qué ha sido de los rabiosos y
desafiantes
Who de “My Generation”,
“Won’t get fooled again” y “Mama’s got a squeeze
box”?
Homer Simpson
El mundo estaba dominado por la canción ligera.
Tras el estallido fugaz del primer rock’n’roll (los 50) los
padres de familia, las mujeres decentes y las instituciones (el
colegio, los guardas del parque, las porteras, la parroquia…) se
habían hecho nuevamente con el poder. Todo hacía pensar que la
música de baile y las bandas verbeneras compondrían el
definitivo himno de la nueva sociedad de ñoñas y petardos (como
ahora), pero entonces… ¡Entonces Dios creo a los Who! Y los
chicos que buscaban diversión supieron que había llegado la hora
de quemar vivos a folklóricos y cantautores. Había sonado la
primera campanada de la revolución. Y el nuevo orden tenía un
grito de guerra: My Generation. Era 1965. Hace 40 años.
Los lamentables inicios de los chicos del barrio
Érase una vez un chaval, mazo feo, que respondía
al británico nombre de Peter Dennis Blandford Townshend (alias
Pete Townshend; 19 de mayo de 1945 - ¿?) y que vivía en Londres.
Sus papás, que eran músicos profesionales (saxo él, cantante
ella), le regalaron una guitarra española cuando cumplió los 12
años y le matricularon en la escuela de arte Ealing cuando
cumplió los 16. Allí, Pete conoció a otro chico, que tampoco iba
para modelo de belleza, que se llamaba John (Alec) Entwistle (9
de octubre de 1944 – 27 de junio de 2002). Estos dos muchachos
formaron un dúo estilo Dixieland que tocaba por pubs y demás
establecimientos públicos. Pete tocaba el banjo y John formaba
la sección de viento. ¡A que acojona! En una de sus lamentables
actuaciones compartieron escenario con otro combo de su mismo
barrio: los Detours. Se trataba de una banda que hacía skiffle y
que lideraba un tal Roger (Harry) Daltrey (1 de marzo de 1944 -
¿?), soldador de profesión, que tocaba la guitarra (una cara
guitarra Epiphone sobre la que se cimentaba el liderazgo de
Daltrey). Roger era algo tapón pero no resultaba tan difícil de
mirar como sus compañeros. Roger invitó a John a formar parte de
The Detours y luego se unió también Pete. Así, los Detours eran
Roger Daltrey a la guitarra, John Entwistle al bajo, Pete
Townshend con otra guitarra, Dough Sandom a la batería y Colin
Dawson como cantante. Era 1962.
Poco a poco los Detours fueron evolucionando
desde su pesadilla skiffle hacia influencias más americanas, más
rockeras, más negroides y más de rhythm’n’blues. El tal Colin
(muy conocido en su casa a la hora de comer) dejó la banda y
Roger Daltrey se convirtió en cantante. En enero de 1964
cambiaron el nombre de The Detours (otro grupo también se
llamaba así) por el de The Who. Poco después de este cambio
tomaron conciencia de que Dough tenía un sentido del ritmo
ciertamente lamentable y fue expulsado. En su lugar entró un
tipo con fama de desfasado mental, muy popular entre los
adolescentes londinenses porque llevaba siempre un traje rosa
(para ser más exactos y más british; color jengibre) y el pelo
teñido a juego con el traje: Keith (John) Moon (23 de agosto de
1947 – 7 de septiembre de 1978).
Los primeros Who, los mods, un manager y las
primeras grabaciones.
Los Who fueron ganando fans entre los mods que,
en 1964, eran legión en Londres. Y tú te preguntarás inquieto:
¿Qué coño eran los mods? Pues podríamos decir que los mods
fueron una especie de dandys tardíos, una clase de rollo
romántico pasado de vueltas, unos adolescentes con subidón de
anfetas jugando a ser un ejército de Lord Byrons rockeros, un
colectivo con el cerebro atrofiado por la audición continua de
música negra con el fin de semana como horizonte vital y el
narcisismo-nihilista como toda referencia filosófica… Y aun
encontrarás quien diga que no eran más que los bakalas de los
60. Y puede que en cierto modo los mods fueran una categoría de
bakalas sesenteros, aunque con una radical diferencia respecto a
los actuales reyes del chándal brillo: los mods preparaban una
revolución juvenil, los bakalas no dan para tanto. Lo cierto es
que, según estimaba la Asociación Británica de Profesionales de
Peluquería en un folleto de distribución interna publicado en
1964, uno de cada tres jóvenes británicos era mod (lo que
obligaba a todo peluquero a conocer ciertos peinados
representativos del movimiento mod). Un mogollón cockney. Y los
Who estaban ahí para general regocijo del personal mod.
Un mod muy prota y muy guay y muy de todo, Pete
Meaden, se hizo cargo en mayo del 64 de la carrera de los Who
convirtiéndose en su manager. Lo primero que hizo fue cambiarles
el nombre a “The High Numbers” (una referencia en jerga al
consumo de anfetas y a la integración en el rollo mod) y darles
un genuino look mod. Así la banda se convirtió en un combo para
enterados del movimiento modernista y llegaron a grabar un
single (cara A: I’m the face; cara B: Zoot Suit) con unas
canciones que constituían un reciclaje de viejas canciones de
R’n’B con nuevas letras de continuas referencias mod. El single
no llegó a entrar en listas. Meaden no duraría.
Los reyes del Marquee
Por aquel tiempo un joven actor inglés empezaba a
gozar de gran renombre gracias a un transgresor éxito de
taquilla titulado Alfie.
Era Michael
Caine, Sir Michael Caine.
Pues bien, Michael Caine compartía piso con el
hermano del actor Terence Stamp, Chris Stamp, y el hijo del
compositor cinematográfico Christopher Lambert, Kit Lambert. Los
dos compañeros de piso aspiraban a convertirse en directores de
cine pero el éxito (dinero, tías buenas, un Rolls, fiestas y
demás prebendas de las que ya gozaba Caine) no llegaba. Un día
Chris Stamp le dijo a Michael Caine que pensaban dejar el cine
(y el piso, que ya no se podían permitir) para dedicarse a la
música usando sus contactos y amistades y que habían conocido a
una pequeña banda y que probarían a ser sus managers y a ver si
de aquello salía algo positivo. La banda, lo has adivinado, eran
los High Numbers. Era julio del 64.
Los que habían sido un fracaso como cineastas,
Chris y Kit, demostraron ser unos estupendos managers musicales.
Resultaron especialmente buenos como publicistas. Lo primero fue
devolver a la banda su nombre original de The Who. Lo segundo
fue prepararles una audición con EMI y fracasar en el intento de
lograr un contrato. Lo tercero fue no desanimarse y apañar una
actuación en el Marquee un martes por la noche. Lo cuarto fue
repartir miles de octavillas negras diseñadas por un colega
artista, Richard Barnes, anunciando el evento (a un lado Pete
Townshend mostrando su peculiar estilo de tocar la guitarra y al
otro la leyenda “The Who, maximum R&B) por todo Londres. Lo
quinto fue una actuación donde todo aquel que no conocía a los
Who flipó a colores.
Los que fueron al Marquee aquel martes
encontraron un grupo con un especial sentido del espectáculo.
Había un guitarrista loco que tocaba como nadie había visto
nunca alternando saltos y agitando el brazo como si fuera el
aspa de una hélice. Estaba un batería desquiciado que tocaba
como si fuera el instrumento principal. Tenían un bajista que
hacía que el bajo tomase el papel de una segunda guitarra. Y
salía un cantante que usaba el micro como si fuera un látigo. La
música era mitad melodía y mitad exceso rítmico. Las canciones
dejaban de lado los “tequieros” y los “miraqueereslinda” para
hablar de todas esas frustraciones perversas que ocupan el
cerebro de cualquier adolescente (mis viejos son jilipoyas, me
estoy matando a pajas, el colegio-trabajo es una mierda, las
tías tan estrechas como tú me ponen…). Y para colmo, al final
destrozaban todos los instrumentos en un ataque de locura
irrefrenable. ¿Quién podía dar más por dos putas libras? El
rollo pop ye-ye agonizaba.
Un productor maloso
Kit y Chris animaron a Pete (que como compositor
más fecundo iba ocupando el puesto de líder en detrimento de
Daltrey) a que compusiera una canción al estilo de lo que hacían
entonces los Kinks para ver si así llamaban la atención de su
productor, Shel Talmy. La canción fue “I can’t explain” y Talmy
mordió el anzuelo. Les hizo firmar con Decca por 5 años. En mala
hora.
Talmy se limitó a producir los primeros singles
de los Who: “I can’t explain” (nº 8 en listas); “Anyway, anyhow,
anywhere” (nº 10) y “My Generation” (nº 2). Singles que
culminarían con la publicación del LP My Generation . El
LP llegó a ser el 5º LP más vendido del 65 y supuso un antes y
un después respecto a lo que se podía hacer con un grupo de
rock. Fíjense ustedes en la propia canción de “My generation”
que ya es un prodigio de novedades y modernidad: 1. La voz
exageradamente chulesca de Daltrey con cortes casi escupidos en
las palabras siguiendo los punteos del bajo; 2. Un bajo
transformado en guitarra (el primer solo de bajo de la historia
del rock); 3. La guitarra dando densidad a un tema que podría
haber sonado perfectamente en lo mejor de los 80; 4. La batería
dando la melodía; y 5.
Letra con
boutades autodestructivas como “I hope I die before I get old”.
Y eso por no hablar de la espectacular estética
del disco: una foto en picado de 4 tíos muy enfadados y Pete
Townshend luciendo una chaqueta confeccionada con la Union Jack.
Lo malo fue que Talmy (preocupado por el éxito
del 2º LP de los Kinks) y Decca (a tope con el 2º LP de los
Rolling) apenas promocionaron el álbum. En Inglaterra la
promoción se basó en lo que pudieron dar de si Kit y Chris a
base de amistades e influencias. En Estados Unidos, Decca se
lavó las manos (o más bien se tocó los huevos). Y el éxito del
disco estuvo más basado en la caña que daba The Who en sus
conciertos y en sus actuaciones de radio y televisión. Lo
gracioso del caso es que tanto la canción “My Generation” como
el disco homónimo se han mantenido frescos y vendibles
(especialmente a finales de los 70 y primeros 80 con el revival
mod) durante muchísimos años. ¿Quién se acuerda ahora del
segundo de los Kinks?
Después de “My Generation”
Con el disco, Kit, Chris y los Who decidieron que
lo mejor sería escapar de Decca y Talmy. La idea era promocionar
a los Who en USA adecuadamente donde estaban seguros de que el
efectista y espectacular estilo Whoniano sería mucho más
apreciado. Ya se sabe que en Estados Unidos tienen un muy claro
concepto del espectáculo que va desde el circo Barnum a la copa
Nascar (frente al coñazo del ballet clásico y la Formula 1). Así
firmaron con Atlantic (perfecta elección para una banda mod
especializada en sonidos negroides) en USA y con Reaction en el
Reino Unido. El primer single fue “Substitute” (Nº 5) y luego
llego el álbum (que iba para opera rock) A quick one while
he’s away (1966) y canciones como “I’m a boy” y “The kids
are alright” y “Happy Jack” y “Pictures of Lily y “I can see for
miles” y…
Al final tocaron en Woodstock y los americanos
descubrieron a la banda de rock de sus sueños. Llegaron los
primeros 70 y los mega conciertos. Llegaron la gloria sin
límites y el escándalo sin fronteras. Fue el momento de que
aquellos singles sesenteros se transformaran en himnos, de que
las canciones pop se convirtieran en monumentos rock, de que una
banda de rock no se parase en barras y compusiera operas, de que
los Who fueran los Who que querían ser y de que los chicos
descubrieran lo que podía dar de sí un concierto de rock.
Si, los Who alcanzaron la cima sin necesidad de
llegar al número uno de las listas (nunca en toda su historia)
pero con la etiqueta del escándalo siempre prendida en su
equipaje. Los Who lo tuvieron todo y hoy son historia, la mejor
historia, del rock. Y cuando vuelves a oír algo de ellos – la
obertura de Tommy, pongamos por caso – y escuchas esa
entrada guitarrera tan acojonante piensas que va a salir un
nibelungo a rematar la faena, piensas que el fantasma de Wagner
se ha adueñado del aparato. No lo piensas, perdón, estás seguro
de que lo siguiente al punteo va a ser la caña, de que en cuanto
entre la batería se va a mear el Parsifal ese. Y entonces sales
al balcón de casa y frente a la multitud de chicos malos que se
agolpan frente a tu casa gritas: ¿A quién preferís, a Keith Moon
o a Barrabas?
SUBARTICULO 1
DE QUE SI Y DE QUE NO: Dimes y diretes de la
historia de los Who.
Pocas bandas de la historia del rock han
acumulado tantas leyendas en torno a sí como los Who. Con el fin
de aclarar la verdadera historia de la banda y sus componentes
recopilamos a continuación un poco de mitología. Sirva esto
además para aclarar algo de la historia de los Who más allá del
“My Generation”.
El
nombre de los Who se le ocurrió a un amigo de Daltrey.
De que sí. El nombre fue idea del compañero de piso de Daltrey,
Richard Barnes.
Los Who entraron en el libro Guinness de los
records.
De que sí. The Who logró el record de banda de rock más ruidosa
en directo durante la primera mitad de los 70 alcanzando los 130
dbs a 40 m del escenario.
Lo de destruir los instrumentos al final de la
actuación esta inspirado en las teorías de la autodestrucción
del pintor Gustav Metzger que Townshend conoció en la escuela de
Arte.
De que no. Eso es una inventada de Townshend por hacerse el
interesante. Lo que pasó es que Townshend rompió sin querer la
guitarra durante un salto en un garito con techo bajo. Llegada
la segunda actuación los mods fanáticos empezaron a corear “que
lo repita” y Pete accedió y luego Moon que necesitaba poco ánimo
para liarla se unió al show. Este follón se convirtió en una
deuda con el público a partir de entonces.
La continua destrucción de equipos estuvo a punto
de llevar al grupo a la ruina a partir de 1970.
De que no. Si bien es cierto que la payasada final salía por un
pico, lo que de verdad estuvo a punto de enviarles de vuelta al
arroyo fue: a) el antiguo productor Talmy y la Decca que se
quedaron con un 10% de los beneficios de The Who durante casi
una década gracias a cierta cláusula del contrato y b) la
afición a meter la zarpa en la caja por parte de Kit y Chris que
terminó descubriendo Daltrey frustrando la confianza de
Townshend en sus managers.
Los Who tenían prohibido el acceso a cualquier
hotel de la cadena americana Holiday Inn.
De que sí (y con razón). En una gira por USA en 1967 Keith Moon
decidió celebrar su falso 21 cumpleaños en el hotel de Holiday
Inn en Flint, Michigan. Keith tiró la megatarta de cumpleaños
por el suelo, organizó una guerra de merengue que degeneró en
guerra de extintores. Llamaron a la policía y Keith se rompió un
diente huyendo de la poli al resbalar con los restos de tarta.
Como venganza Keith terminó hundiendo un Cadillac en el fondo de
la piscina (esto último lo niegan diversas fuentes). La cadena
hotelera tomó medidas.
Los Who fueron amenazados de muerte por el IRA. De que sí. Debido a que Townshend
lucía en los conciertos una chaqueta con el Union Jack por tela,
los del IRA les avisaron de que si se le ocurría tocar así
ataviado en Irlanda ya no necesitarían destrozar los
instrumentos porque ellos se encargarían de hacerles volar por
los aires. El concierto se celebró y Townshend lucio una
chaqueta con los colores de la bandera irlandesa.
Los Who actúan en un capítulo de los Simpson.
De que sí y de que no. En el episodio “Historia
de dos Springfields” (2º episodio de la 12ª temporada) aparecen
los Who para tocar en Springfield pero la voz es del hermano de
Townshend.
Daltrey fue expulsado del grupo poco después de
la aparición de My Generation.
De que sí. Daltrey estaba obsesionado (lógico cuando estás
rodeado de unos instrumentistas apelotantes y tú sólo eres el
cantante pero no compones los mejores temas) con mantenerse como
líder de la banda y con evitar que sus compañeros se drogasen
más de la cuenta (normal si se tiene en cuenta la afición
desmedida a los psicotrópicos de los tres amigos). Lo gracioso
es que el método usado por Daltrey para mantener el orden y el
liderazgo era un contundente reparto de hostias en el momento
justo. Así que tras la grabación de My Generation, cuando
Townshend se iba creciendo como compositor y líder del grupo,
Daltrey fue expulsado por el resto hartos de recibir puñetazos.
Daltrey volvió a las pocas semanas llorando, implorando perdón y
jurando que no volvería a pegar a nadie. Y fue readmitido. No
obstante, Daltrey volvió a las andadas unas cuantas veces. En
1971 tiró unas anfetas de Moon por la taza del water. Moon
protestó y se hizo acreedor de un puñetazo que le dejo KO en el
acto. En 1973 durante un mosqueo en una grabación, Townshend le
golpeo con la guitarra en la cabeza y Daltrey le dejó fuera de
combate de un perfecto directo.
Daltrey fue nombrado Sir.
De que no. Daltrey fue nombrado Comandante del Imperio británico
(2004), que es como una segunda división de los Sires.
Daltrey es familia de Scott Ian de Anthrax.
De que no. La madre de la novia de Scott Ian era amiga del
matrimonio Daltrey y medió para que Daltrey hiciera la segunda
voz en el tema “Taking the music back” de los Anthrax.
Daltrey ha mantenido una carrera como actor.
De que sí. Desde 1975 Daltrey ha participado en numerosas
películas y series de televisión. Por la versión cinematográfica
de la opera rock Tommy (1975; Dir. Ken Russell) fue
nominado para el Globo de Oro de 1975. Yo recomiendo que te veas
The Legacy (una de terror, 1978) y McVicar (1980).
La sordera parcial y “tinnitus” que padece
Townshend es fruto del uso de explosivos para destrozar su
batería por parte de Moon.
De que no. Es cierto que durante la grabación de una actuación
en el programa “Smothers Brothers Comedy Hour” (1967) a Moon se
le fue la mano poniendo explosivos a la batería para el
aplastante y destructivo final típico de los Who provocando
heridas a Townshend y el desmayo de Bette Davis (que era la otra
invitada al programa). ¡A que mola! Pero aquello no fue la
causa. La sordera de Townshend se debe al continuo uso de cascos
y a la exposición regular a los ya mencionados exagerados bafles
de los conciertos de los Who.
Townshend fue condenado por pederasta.
De que no (en cierto modo). En el 2003 fue detenido en una
redada contra la pederastia tras usar su tarjeta de crédito para
pagar a una página web de pornografía infantil. Se le
confiscaron sus ordenadores y la policía no pudo encontrar nada
que no fueran unas 15.000 canciones. Townshend se ofreció a
colaborar con la policía para evitar el juicio. Townshend nunca
fue procesado pero su nombre permanecerá durante 5 años en el
registro británico de delincuentes sexuales y deberá presentarse
anualmente ante la policía y cada vez que se mude. Si no lo hace
será condenado a 5 años de cárcel. En una entrevista a la BBC,
Townshend aseguró haber estado a punto de suicidarse por este
asunto.
Townshend es bisexual.
¿A ti que coño te importa? No te parece que ya tiene bastante
con lo de la pederastia.
Townshend estuvo metido en una secta.
De que sí (pero menos). Townshend era seguidor de un guru indio,
Meher Baba, que ofrecía una religión mezcla de sufismo, budismo
y cristianismo. Tommy está inspirado en las enseñanzas de
Baba y la canción “Baba O’Riley” está claramente dedicada al
santón hindú. Ronnie Lane, bajista de los Faces, también era
seguidor de este pirado.
Townshend ganó un Oscar por Tommy.
De que no. Townshend recibió 5 premios Tony (los Oscars
americanos del Teatro) por la versión de Tommy en
Broadway en 1993.
La canción “Who are you” está basada en una noche
de juerga de Pete Townshend con los Sex Pistols.
De que sí. Tras firmar el finiquito con Kit y Chris en 1977 Pete
se fue (a celebrarlo) de borrachera con los Pistols y acabó
tirado en un portal y recogido por la policía.
Keith Moon fue el que dio la idea del nombre Led
Zeppelin para la banda de Jimmy Page.
Parece que de que sí. Moon había colaborado ya con Jeff Beck (Yardbirds)
y Jimmy Page y John Paul Jones para la grabación del tema
“Beck’s Bolero”. Page y Jones le contaron a Moon su idea de
formar un grupo y este les dijo que aquello caería en picado
como un Zeppelin de plomo (Lead Zeppelin).
Keith Moon fue sustituido por un miembro del
público durante un concierto.
De que sí. Keith Moon había sido abandonado por su mujer (que se
había llevado a las niñas consigo) y se metía de todo (en una
ocasión se metió un tranquilizante para elefantes y estuvo
paralizado varios días) para sacudirse la depresión (le había
dejado por borracho). Durante un concierto en San Francisco (1º
de la gira USA) el pobre Moon quedó privado de consciencia (por
así decirlo) en mitad de la movida. Pete agarró el micro y
preguntó a los más de 60.000 tíos allí reunidos: ¿Hay alguien
que sepa tocar la batería? (al más puro estilo Aterriza como
puedas) Un tal Scott Halpin dijo que él sabía, subió al
escenario, le explicaron 4 cosas y el concierto siguió hasta el
final. A Scott le invitaron al catering y le regalaron un par de
camisetas al acabar. Nadie reclamó el precio de la entrada.
Keith Moon tenía prohibido entrar al estudio de
grabación mientras se grababan las voces.
De que sí. Keith Moon tenía una voz entre lo horroroso y lo
repelente y una destructiva idea del canto. Los demás Whos le
tenían prohibido aparecer en las sesiones de voz porque el tío
se empeñaba en cantar. En la canción “Happy Jack” se escucha a
Townshend decir “Te he visto (I saw ya!)”. La frase va dirigida
a Moon que estaba intentando colarse en el estudio.
Keith Moon siempre mintió sobre su edad.
De que sí. No sabemos porque el tío juraba y perjuraba ser un
año más viejo de lo que era.
Keith Moon murió por sobredosis de drogas.
De que sí y de que no. La muerte de Moon es todo un follón de
coincidencias. Moon estaba en tratamiento contra el alcoholismo
y tomaba Heminevrina. Había pasado la noche con Paul McCartney
en el preestreno de la peli The Buddy Holly Story y había
bebido algo en la cena. Se puso nervioso y perdió la noción de
cuantas pastillas iba tomando. Murió en la cama por un exceso de
celo en el tratamiento de su alcoholismo. Y murió en la misma
cama en la que años antes había muerto por similar causa Mama
Cass (de Mama’s & The Papa’s). El piso era del horroroso
cantante Nilsson y tardó pocos días en ponerlo a la venta. Si te
ofrecen dormir en un piso de Curzon Place en Londres tras una
noche de juerga… Simplemente di NO. Los Who se acabaron con la
muerte de Keith Moon (1978), TE DIGAN LO QUE TE DIGAN.
John Entwistle usaba un traje estampado con un
esqueleto.
De que sí, pero solo en algunas giras. La banda decidió que
aquel atuendo iba muy bien al estilo de John en el escenario que
básicamente consistía en tocar haciendo como que pasaba un kilo
de todo. Además, las composiciones de Entwistle se distinguen
por unas letras con un curioso sentido negro del humor.
John Entwistle murió de sobredosis.
De que no. Entwistle murió en su habitación del Hard Rock Hotel
de Las Vegas en 2002 por un ataque al corazón. En la autopsia se
detectaron restos de cocaína pero no una dosis como para
provocar la muerte… lo que pasa es que padecía una enfermedad
coronaria previa debido al consumo continuado de psicotrópicos.
John Entwistle murió en la más absoluta miseria. De que no, pero por poco. Lo que pasa
es que Entwistle dejo un montón de deudas pendientes y los
herederos sacaron su colección de guitarras y bajos a subasta (Sotheby’s)
y tuvieron que vender su mansión de Cotswolds para afrontar las
reclamaciones del fisco. Lo gracioso es que el primer trabajo de
Entwistle fue en el departamento de inspectores de Hacienda como
botones.
Texto: Caballero de Hadoque
^^
Benito Moreno : un olvidado
Desde
el día que leí una entrevista en la que Fernando Márquez hablaba
de un tal Benito Moreno como un antecedente conceptual de Antonio
Luque, como fan de Sr. Chinarro me lancé a la búsqueda de material
suyo. Tengo que decir que con mucha desconfianza, porque la
mayoría de las veces que oyes que fulanito es como Vainica Doble o
menganito como Rodrigo García luego te llevas un chasco
terrorífico. Encontré una caja un tanto pobre de Fonomusic con 4
CDs que son los primeros 4 LPs que publicó y al escucharlos me
llevé una sorpresa tremendamente positiva.
No se trata de descubrir a
un supuesto genio olvidado injustamente sino de recordar los
pequeños logros de este hombre que consisten en dos LPs (¿o son
tres?) que son dos joyas de la música española, unas canciones muy
personales y otras que, aunque no lo sean tanto, son muy hermosas.
Otro de sus aciertos es la sobriedad de los arreglos y el sonido,
guitarras acústicas y flamencas principalmente, y ni sombra de
esas orquestaciones y producciones que tantos trabajos han
estropeado o terminado de finiquitar.
Aunque Benito y Antonio son
muy distintos lo que decía El Zurdo no es ninguna tontería, ambos
tienen un tono de voz serio y apagado, como enfadado pero natural.
Pero lo fundamental es la coincidencia en lo del sevillano
aburrido que no sabe contar chistes (por lo menos en la forma más
habitual y popular) y, más aún, que se espanta ante el despliegue
de la Semana Santa sevillana, y en cierto modo ante el despliegue
que los humanos llevamos a cabo en multitud de ocasiones con total
sinsentido. Sin embargo los dos tienen un gran sentido del humor.
Benito sin ser nada convencional lo es más que Antonio,
formalmente más correcto aunque menos genial, es mucho más maduro
(hay que tener en cuenta que para cuando graba ya es mayor
mientras que a Antonio lo hemos visto crecer, y espero que lo
veamos cada día un tanto por ciento más feliz) y sus textos son
mucho más claros y profundos, pero evitando (casi) siempre los
tópicos del cantautor hispano. Benito es un tipo serio, no un
Serrat o un Sabina, ni tampoco un jipi brillante (pero jipi al fin
y al cabo) como Sisa.
Lógicamente no comparte
influencias "ochentero siniestras" aunque sea muy tétrico y
enemigo del buen rollo, y tampoco compone en varias dimensiones.
Los cuatro discos son
producciones de Gonzalo García-Pelayo y están grabados en Madrid
aunque por entonces Benito vivía en Francia. El primero, "Romances
del Lute y otras canciones", es de 1975, Triana están metidos por
ahí pero no se asusten porque lo hacen bien, la sobriedad es
asombrosa y los discretos arreglos flamencos dan en el blanco. Es
el mejor y más personal (en disputa con el de las Sombras) de sus
trabajos, sólo 8 canciones y todas buenas. Comienza con un
tríptico sobre el Lute: "Romance de la huida", "Romance de la
cogida" y un instrumental que nos remite a la celda ("Silencio en
Cartagena"). Son bastante fúnebres y tienen algo de Triana (las
únicas, tranquilos, y ni se nota) y de Morricone. No esperen la
típica exaltación del delincuente perseguido por la justicia
franquista y la crítica del poder establecido, Benito se limita a
una melancólica descripción intentando acercarse al personaje más
como persona que como mito. "Nana para no dormir" es como indica
su título una nana al revés, una llamada a permanecer despiertos
para enfrentarse al coco. ¿Monstruos SA? En todo caso sin el
colegueo. La simpática "España huele a pueblo" es la comercial, a
ritmo de pasodoble rompe la rutina del álbum y sirve un poco para
coger aire antes de la oscura y sabia traca final. "Mis ojos"
prende la mecha, "gimen como cerrojos, por no querer cerrarse van
a arder y a quemarse igual que los rastrojos", poco hay que
añadir, si tus ojos te hacen pecar arráncatelos. "Sevillano"
reflexiona sobre su condición de hispalense, parece una oración
mental en la que comenta el tema con Dios, "soy un sevillano
tonto, un sevillano aburrido, de esos que se van de pronto sin
anunciar que se han ido", "yo creo Señor en tu Gracia porque has
hecho al ser humano y también en la desgracia de a veces ser
sevillano", "no me pidas para ser sevillano de los buenos que te
rece el Viernes Santo vestido de Nazareno, suprímeme la desgracia
de caer en la tentación de volverme un sevillano de esos de
televisión, hazme sevillano bueno, hondo sevillano hondo, no me
hagas sevillanito señorito y sabiondo". Termina con "Canción de
luto", una reflexión sobre la muerte muy entroncada con los
medievales, acabemos de una vez con el buen rollo de jipis y
burgueses y recordémosles que la muerte está a la vuelta de la
esquina y que "con ella es difícil el cachondeo". Y unos dejes
flamencos que podemos emparentar con los "ay, ay" desganados de
Luque en la "Primera Opera Envasada Al Vacío".
"Ellos y ellos y ellos
y...ella" (1976) es el segundo disco y la segunda de sus joyas,
para mí baja medio escalón pero posiblemente contenga sus mejores
composiciones. Es más de época y eso hace que algunas canciones
estén más desfasadas, tiene algo de Serrat pero en mejor (el
catalán no tiene un LP como este). Instrumentalmente sigue bien,
mejor incluso, muy buenas guitarras (está Raimundo Amador pero
tampoco se asusten) y arreglos. Lo bueno está en la oscura
"Topacio", la más cercana al anterior, y en la belleza de "Huele a
paisaje tu pelo", "Julia", "Mi niña" y "Primavera", que
curiosamente son las que mantienen el toque flamenco, y también
"Eso es todo", las canciones de amor y desamor tienen la ventaja
de no desfasarse tanto. Más de la época es "Ra ra ra" que critica
al fútbol y a la sociedad que lo sustenta (los hinchas) de forma
muy grotesca, debe ser su composición más popular y curiosamente
sirvió de sintonía en un programa deportivo. Tiene su gracia al
igual que "Hablando con Pepa" que no es una canción sino una
representación de un emigrante andaluz llamando por teléfono a su
mujer, pero estas dos me las suelo saltar al escuchar el disco.
El tercero, "Mis Sombras
Completas", (1978) es recomendable si te gustan bastante los dos
primeros. Aparecen canciones en la línea del anterior, están bien
pero se nota un estancamiento y parece que Benito ya ha agotado su
pequeño talento musical. El cuarto es "G. A. Bécquer" (1979) y
son eso, poemas de éste musicados. Este ya es sólo para los muy
entusiastas. Cuando se empieza a recurrir a poetas consagrados
suele ser señal de peligro pero como hay gente a la que le
encantan este tipo de discos pues lo mismo es el que más le gusta
de Benito.
Posteriormente salieron "A
Sevilla" (1983) y "La Vida" (1988) de los que nada puedo decir. Y
en 1999 la sorpresa de nuevo con un "Me han quitado lo bailado"
(fantástico título) que hace que me tenga que tragar mis
comentarios: pequeño talento agotado y bla bla bla, ¿se agota el
talento? Es un disco mucho más festivo y guasón que los antiguos y
está lleno de buenas canciones. Verbena con clase.
En el 2000 otros dos
heterodoxos como Vainica Doble y Sisa reaparecieron con "En
Familia" y "Visca la Llibertat" respectivamente, Benito se les
había adelantado con un trabajo que yo uniría a los de ellos como
una vuelta de los veteranos talentosos a sus mejores momentos,
salvando distancias si quieren. Pero en el caso del sevillano no
pasó nada, después de todo siempre había sido un olvidado, a pesar
de que gente como Manolo Escobar, María Jiménez, Los Payos o
Camarón habían interpretado sus canciones. Quizá, como él dice, el
éxito lo deja para aquellos que lo buscan y necesitan. Que les
aproveche.
Terminar dándole las
gracias al Zurdo porque si no lo cita es muy posible que nunca
hubiera oído hablar de Benito Moreno.
Manolo Barrero
Imágenes:
http://come.to/benitomoreno.
^^