LA BANDERA DE SAN SEBASTIÁN
Entre los siglos XIII y XVI parece ser que San Sebastián contó con diversas
banderas, relacionadas con la participación de donostiarras en hechos bélicos
concretos, tales como la conquista de Sevilla (1247), la Guerra de los Comuneros
(1522) o la toma de San Juan de Luz (1558).
En 1659 se documenta que los colores azul y blanco formaban ya parte de una
bandera de San Sebastián entregada a los vencedores de una regata. En la
primera mitad del siglo XIX, una Real orden otorgó a San Sebastián la bandera
blanca con el dado azul superior como enseña marítima que debían enarbolar
todas las embarcaciones matriculadas en su puerto, extendiéndose poco a poco su
uso fuera del ámbito portuario.
No obstante, en el siglo XIX al menos dos banderas diferentes a la azul y
blanca son utilizadas como identificativas de San Sebastián. Una de ellas era
blanca, cruzada por el aspa de San Andrés (de color rojo). La otra, de color
morado, fue obtenida originariamente por el padre del Almirante Oquendo en
guerras por las costas africanas en 1575 y ofrecida por su hijo a San
Sebastián.
Con motivo de la celebración en 1913 del Centenario del Incendio de la
Ciudad, el Ayuntamiento decidió realizar una bandera inspirada en la morada,
que es la que presidió durante algunos años las procesiones corporativas. La
réplica de la bandera de Oquendo estuvo guardada años más tarde en el museo
que se habilitó durante varias décadas en su casa solar de Manteo.
Según el historiador Luis Murugarren, la bandera morada guardada en la
Alcaldía y que hasta 1998 portó la corporación en sus procesiones cívicas no
fue otra que la denominada Bandera de los Voluntarios de la Libertad, regalada
por la reina María Cristina en 1837 a los milicianos liberales de San
Sebastián. El motivo de tal obsequio fue el haber sustituido a las tropas de
guarnición en San Sebastián, permitiendo de esta forma su traslado a Bilbao
con objeto de luchar contra la rebelión carlista iniciada en 1833.
El paso del tiempo deterioró la citada bandera, obligando en el año 1933 a
sustituir la tela de base, a la que se trasladaron los antiguos bordados. Bien
es cierto que fue la bandera azul y blanca la que, sin tener reconocimiento
oficial, ondeaba en el mástil del Ayuntamiento y era utilizada en la inmensa
mayoría de los actos oficiales y populares.
Con objeto de oficializar definitivamente esta enseña, el
Ayuntamiento inició en diciembre de 1997 un proceso informativo en el que se
demostró la voluntad de que tal bandera se constituyera en la representación
oficial de la Ciudad. En noviembre de 1998 el proceso culminó con la aprobación
por parte de la Diputación Foral de Guipúzcoa y el 20 de enero de 1999 se celebró su
oficialización en la izada de la nueva bandera que en la Plaza de la
Constitución dio inicio a la jornada de la festividad del patrón de la Ciudad.
Las características oficiales de la bandera son: color blanco, de tamaño
2,50 por 1,60 .(si bien en ubicación interior se utiliza en tamaño 1,50 por 1
m.) con rectángulo superior de color azul Francia junto a la vaina, de lado los
dos quintos de la vaina y los dos quintos del largo de la bandera.
EL ESCUDO DONOSTIARRA
En una de las caras del sello de San Sebastián que aparece colgando en algunos documentos
medievales puede observarse la representación de un castillo medieval. Algunos
historiadores han identificado tal imagen con la de la fortificación que se
levantó en la cima del monte Urgull, si bien probablemente se trata de una
representación genérica. En la otra cara del sello presentaba la imagen de un
navío.
D. Juan de Mendoza, Cronista y Rey de Armas de Carlos II, firmó -con fecha
de 24 de mayo de 1682- una certificación sobre el escudo de la Ciudad que se
conservó en el Archivo Municipal hasta que fue destruida en el incendio de
1813. Con objeto de suplirla, en 1895 la Corporación Municipal solicitó una
copia de la citada certificación existente en los Reales Archivos. En ella se
dice "... pertenecen por Armas de la Ciudad San Sebastián, de la Provincia
de Guipúzcoa, un escudo, el campo azul y en él un navío con su Belamen de
plata, puesto sobre ondas de agua de azul y plata, y en la parte alta superior
de este escudo, dos SS y letras de plata. Todo circundado por esta letra: Por
fidelidad nobleza y lealtad ganadas. Con Coronel que que comúnmente llaman
Corona, sobre el Escudo...".
A partir de tal certificación se realizaron algunos escudos en los que el
navío aparecía trazado en dirección a oriente, cuando en los escudos antiguos
se dibujaba siempre hacia occidente, razón por la que el Ayuntamiento aprobó
el 6 de Mayor de 1908 que fuera esta la orientación correcta.
LAS SOCIEDADES GASTRONÓMICAS
Las sociedades gastronómicas (o populares) están muy extendidas en
el País Vasco, pero se concentran en la capital guipuzcoana en gran número -unas 150-
y están revestidas de gran tradición y antigüedad: Unión Artesana (1870), Ollagorra (1907),
Gaztelupe (1916), Euskal Billera (1901), Cañoyetan (1901), etc.
Una sociedad gastronómica tradicional está constituida por un número relativamente
reducido de socios. Además de una cantidad de entrada, satisfacen una cuota
mensual que generalmente confiere al socio el derecho de poseer la llave de la
sede social. En ella la actividad gira en torno a una gran cocina y a las mesas
situadas en su proximidad, complementadas con bodega, despensa, cámaras
frigoríficas, etc. Las consumiciones son autoliquidadas por cada socio y, por
lo general, son éstos quienes cocinan. Algunos acuden todos los días a la
Sociedad. Otros lo hacen solamente en algunas ocasiones. Unas veces degustan sus
platos en solitario; otras los comparten con otros miembros de la sociedad o con
invitados. El buen ambiente, el humor y las canciones populares -un piano
vertical forma parte habitual del mobiliario- están presentes frecuentemente en
ellas.
Los estatutos de algunas sociedades gastronómicas no permiten que las
mujeres formen parte de las mismas, en otras limitan sus actividades (no pueden
cocinar). En las sociedades más tradicionales llega incluso a estar prohibida
la entrada a las mujeres, si bien tradicionalmente existían dos excepciones: a partir de la
medianoche, tras las cenas festivas de las vísperas de San Sebastián (20-1) y
de la Virgen (15-8). No obstante, la evolución cultural está variando
rápidamente este tipo de costumbres.
Formando parte la cocina del bagaje cultural de los donostiarras, no es de
extrañar que en la ciudad proliferen escuelas de cocina y afamados
restaurantes. También debe citarse los pinchos que se ofrecen en buena parte de
los bares donostiarras para acompañar al clásico txikiteo.
Además de su función gastronómica, muchas sociedades realizan actividades
deportivas, culturales, benéficas y festivas. Entre ellas tiene especial
preeminencia la organización de las tamborradas en el día de San Sebastián.
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