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España 14-18

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     Demográficas: No se ha podido medir con exactitud la repercusión de la guerra en la población europea por las dudosas estimaciones referentes a los muertos civiles o al déficit de nacimientos, o por la falta de claridad de las bajas militares. A pesar de las dificultades, una primera aproximación arroja el escalofriante saldo de casi diez millones de muertos entre civiles y militares, de los que 7,5 pertenecen a Europa. Alemania se sitúa a la cabeza seguida por Austria-Hungría y Francia. A destacar los casi tres millones de bajas de Rusia, a la que hay que añadir las muertes acaecidas en su inmediata y cruenta guerra civil. Se calculan en torno a veinte millones de heridos y mutilados de guerra, algo más de cuatro millones de viudas y alrededor de ocho millones de huérfanos. A todo ello hay que añadir la llamada "gripe española", epidemia que se expandió por en continente en el invierno de 1918 poniendo un macabro colofón al número de bajas de la guerra.

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Cadáveres en la trinchera

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Francés muerto en Verdún

Desde el punto de vista cualitativo, estas pérdidas resultan aún más significativas demográficamente por tratarse en su mayoría de hombres jóvenes en plena edad reproductiva, con las hipotecas que tal condición entraña a corto y medio plazo en los comportamientos demográficos. Las tasas brutas de natalidad descienden en todos los países comprometidos en la contienda, destacando Francia, Alemania e Italia. Como consecuencia de todo ello, aparecen años después en las pirámides de edades las "generaciones huecas", que constituyen un hándicap importante a la hora de la reconstrucción interna.

Otras secuelas de carácter general atañen al proceso de envejecimiento y feminización de la población, las alteraciones y reparto de los movimientos migratorios o los profundos cambios en la distribución de la población activa.

     Económicas: Las graves secuelas monetarias y financieras se acompañan de una desarticulación de los sectores productivos, la reducción del potencial agrícola e industrial y profundas alteraciones en la estructura socio-profesional. Nunca antes los países se habían enfrentado al reto de la reconversión de sectores enteros que durante el conflicto habían servido a los intereses bélicos, a lo que hay que añadir la ruptura de la red comercial europea, vacío que pronto se prestan a ocupar tanto el Japón como los Estados Unidos. El secular dominio económico de Europa en el mundo pasa al olvido.

     Sociales
: La desilusión es el sentimiento más generalizado en la llamada "generación del frente" y el pesimismo la vía de expresión preferida por una sociedad sumida en una profunda crisis de valores que conmociona sus propios cimientos. Se produce un desprecio hacia las clases dirigentes reclamándose el poder para las masas; resentimiento hacia los sistemas capitalistas; crítica de los valores vigentes se desmorona el arte, las ciencias (aparición de los "ismos"),... La guerra crea un mundo distinto donde nadie parece saborear las mieles de la victoria. La difícil reinserción a la normalidad supone un sinfín de problemas e incapacidades, pero aún es peor para los ex - combatientes, traumatizados y con una alta dosis de resentimientos, caldo de cultivo para movimientos ultranacionalistas y antidemocráticos. Son la contraposición social de otro tipo surgido durante la guerra, los nuevos ricos, que han amasado sus fortunas con la especulación y el mercado negro.

Hay que destacar también otros dos aspectos fundamentales dentro de la evolución social que se produjo gracias al conflicto: la incorporación masiva de la mujer al mundo laboral, y por otro lado el que las razas no blancas comenzaran a exigir la independencia y la autodeterminación (el wilsoniano "derecho a la autodeterminación" despertó el nacionalismo en África y Asia, comenzando el proceso descolonizador).

     Político - territoriales: Con la exclusión expresa de los países vencidos, los países aliados se sientan entre enero y junio de 1919 en París para hablar de paz, recayendo el peso de los debates en el Consejo de los Cuatro, formado por los representantes de Estados Unidos (presidente Wilson), Gran Bretaña (Lloyd- George), Francia (Clemenceau) e Italia (Orlando). Desde las primeras reuniones son patentes las divergencias existentes entre el idealismo wilsoniano, acorde con los Catorce Puntos presentados al Congreso en 1918, el revanchismo de una Francia intransigente partidaria de la mano dura con los vencidos, el pragmatismo británico y los anhelos italianos de ver cumplidas las cláusulas firmadas en el tratado secreto firmado en Londres.

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Clemenceau

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Lloyd-George

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Wilson

Alcanzar unos niveles mínimos de consenso va a exigir múltiples sesiones y mucha frustraciones. La postura de la marginada delegación alemana consiste en repudiar la política realizada por el ya caído    Imperio y rechazar cualquier trato denigrante para su país. A pesar de ello, la joven República Alemana  firma el 28 de Junio el Tratado de Versalles, cuyos 440 artículos describen con minuciosidad una serie de cláusulas de tipo territorial, militar, económico y penal para disgusto y resentimiento de la mayor parte de sus destinatarios (se especifican aspectos como la desmilitarización del la orilla izquierda del Rin, la limitación del Ejército a 100.000 hombres, pérdidas territoriales, pago de 132.000 millones de marcos- oro, juicio a los criminales de guerra,...). A él seguirán otros cuatro tratados más firmados con los restantes países vencidos: Tratado de Saint Germain con Austria (10/ IX/ 1919), Tratado de Neuilly con Bulgaria (27/ XI/ 1919), Tratado de Trianón con Hungría (4/ VI/ 1920) y Tratado de Sèvres con Turquía (11/ VIII/ 1920). En 1923 el Tratado de Lausana afectaría nuevamente a Turquía.

El pacto fundacional de una Sociedad de Naciones que arbitrara los posibles conflictos entre países en el futuro constituía el introito de todos estos documentos por expreso deseo del norteamericano Wilson, de ahí que su nacimiento oficial se fije en el 10 enero de 1920, día de la entrada en vigor del Tratado de Versalles. Se pretende ensayar por primera vez una fórmula de organización internacional que sustituya al antiguo y peligroso sistema de bloques, preservando la paz mundial y la independencia de los estados. Los países vencedores y trece neutrales integrarán en principio la SDN (Alemania no lo hará hasta 1926 a raíz de los Acuerdos de Locarno), si bien hay que contar con la ausencia significativa de los Estados Unidos, lo cual dejaba herido de muerte desde un principio a la nueva organización.

Por otro lado, hay que destacar la importancia que tuvieron estos tratados a la hora de modelar el NUEVO MAPA EUROPEO . Los alemanes entregaban Alsacia y Lorena a Francia, Eupen y Malmédy a Bélgica, parte de Posnania y Prusia Occidental a Polonia, mientras que Danzig pasaba a ser un estado libre. Consultas plebiscitarias decidirían el futuro de Alta Silesia, Schleswig y el Sarre. Perdían también todas sus posesiones coloniales. Por su parte Austria sólo recobró Carintia; Hungría perdió ¾ partes de su territorio; Rumania recibió Transilvania, mientras que Serbia pudo ocupar Croacia y Eslovenia; Bulgaria devolvió a Rumania la Dobrudja, Tracia Oriental y la franja costera del Egeo a Grecia.

Los reajustes territoriales y políticos contenidos en estos tratados, junto con los cambios derivados del proceso revolucionario soviético, configuran un mapa europeo cuando menos preocupante. En él vemos desaparecer a los viejos imperios (alemán, austro- húngaro y ruso) y surgir, al amparo del principio de las nacionalidades defendido por Wilson, nuevos Estados, ya se trate de la reconstrucción de viejas experiencias (Polonia, Finlandia) o de nuevos países (Estonia, Letonia, Lituania, Checoslovaquia o Yugoslavia).

En suma, esta Europa posterior a 1918, con nuevas naciones multiétnicas y multinacionales, de límites mal definidos, indefensas ante posibles agresiones expansionistas, no resulta muy tranquilizadora. Si a ello añadimos la defección estadounidense y las secuelas demográficas, económicas y sociales del conflicto, el futuro no se presentaba para nada alentador.