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En la historia del Antiguo Egipto, muchos de los reyes que llegaron al poder lo hicieron rompiendo, de una forma u otra, la línea sanguínea que concedía, a través del tribunal divino, la licencia absoluta e indiscutible para reinar sobre el Alto y el Bajo País. Era esencial que el faraón se presentase ante su pueblo como ese ser divino al que todos deberían obediencia de forma incondicional. Para esto, y solo cuando se daba el hecho de que el nuevo faraón era originario de una descendencia no real, aunque sí estuviese casado con una reina que genealógicamente, aunque fuese de segunda generación, descendiese de la realeza, una de sus prácticas fue la de los nacimientos divinos. A lo largo de la historia del hombre, a la hora de imponerse, generalmente el más fuerte sobre el más débil, la autoridad en un estado utilizó a la divinidad como la excusa perfecta para llevar a cabo su propósito. Este hecho funcionaba sin fallo, máxime cuando la sociedad en cuestión se hallara profundamente arraigada a sus creencias religiosas. No solo ocurrió en Egipto, sino que en la conquista de América se utilizó la excusa de llevar la palabra de Dios ante aquellos salvajes, que en su mayoría terminaron víctimas de la tiranía del colonizador; ocurrió en España con la Guerra Civil, que se utilizó la célebre frase de "Por Dios y por la Patria"; y más recientemente los grupos islamistas radicales se basan en la Guerra Santa, con su dios guerrero al frente de sus tropas. Así, parece ser que Egipto nuevamente incorpora una forma de actuar que garantizará ese estado de que el rey es el único con capacidad de mandar sobre su país. Por supuesto, sobra decir que en Egipto, al contrario de los ejemplos antes citados, imperó por norma el no usar la tiranía para que el pueblo siguiese los pasos de su gobernante. El solo hecho de que fuese el Señor del Alto y del Bajo Egipto, era suficiente. Desde los tiempos más remotos, se reconoció al rey como una personalidad de carácter divino, la cual estaba por encima de cualquier otro mortal. A medida que la evolución se instauraba en el seno faraónico, cuando las representaciones escultóricas y los distintos textos reales permitían discernir claramente la divinidad del rey, vemos a éste rodeado de la máxima divinidad que le ha otorgado ese don divino; garantizado por la sangre heredada; y en su defecto, se puede apreciar una profunda e intensa relación entre la reina madre y su hijo ya coronado. Ya durante el Imperio Antiguo, los reyes de la V Dinastía, Userkaf, Sahure y Neferirkare se vieron necesitados de plasmar la visita que el dios Ra había hecho al lecho real, cortejando primero a reina para luego explosionar sobre ella toda la esencia divina que el dios llevaba en su interior. Gastón Maspero se especializó, en cierta forma, en este tipo de hechos, llegando a la conclusión de que este tipo de "cuentos" era indispensable para legitimar la ascensión al trono. Pero si hubiésemos de escoger a dos de los gobernantes del período más glorioso del Antiguo Egipto, serían Hatshepsut y Amen-HotepIII, de la XVIII Dinastía. Los egiptólogos las han bautizado como las Teogonías, una especie de híbrido de la esencia más secreta de la divinidad unida a la sencillez y honradez humana. La gran reina faraón Hatshepsut inscribió su historia en los muros de su Santuario Funerario. En este monumento de terrazas superpuestas, eligió la terraza del medio, y adosó su genealogía divina al muro norte de este legado semi-rupestre que se adosa al círculo rocoso de Deir el-Bahari. En el extremo sur de esta llamada Sala de Nacimientos Divinos, se grabaron en bajo relieves una increíble historia fragmentada en nueve escenas.
En lo que concierne al Gran Amen-Hotep, su hecho fue plasmado en la "sala de nacimiento" de Karnak. Hace ya 3.400 años, el gran dios Amón fue a posarse sobre un banco, y tomó las manos de la reina Mutemunia. En la escena vemos a las diosas Selkit y Netith con un escorpión y unas flechas cruzadas sobre sus cabezas. En el registro de la derecha, se recogen las palabras pronunciadas por Amón cuando se disponía a fecundar a la reina. "Él la encontró descansando en las profundidades del palacio. Ella se despertó embriagada por el aroma del dios. Le sonrió mientras Amón venía hacia ella, la poseyó y la hizo verle en su forma divina." A pesar de que los relieves están muy deteriorados, vemos
Como conclusión de estos hechos insólitos, una vez más, es increíble el paralelismo existente entre los nacimientos divinos ocurridos en el Antiguo Egipto, y los que la Biblia nos narra. |
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