Los indios de México tenían,
cuando vinieron los españoles, esa misma danza del palo. Tenían juegos muy
lindos los indios de México. Eran hombre muy finos y trabajadores, y n conocían
la pólvora y las balas como los soldados del español Cortés, pero su ciudad
era como de plata, y la plata misma la labraban como un encaje, con tanta
delicadeza como en la mejor joyería. En sus juegos eran tan ligeros y
originales como en sus trabajo. Esa danza del palo fue entre los indios una
diversión de mucha agilidad y atrevimiento; porque se echaban desde lo alto del
palo, que tenía unas veinte varas, y venían por el aire dando volteos y
haciendo pruebas de gimnasio sin sujetarse más que con la soga, que ellos tejían
muy fina y fuerte, y llamaban mecate. Dicen que estremecía ver aquel
atrevimiento; y un libro viejo cuenta que era "horrible y espantoso, que
llena de congojas a asusta el mirarlo".
Los
ingleses creen que el juego del palo es cosa suya, y que ellos no más saben
lucir su habilidad en las ferias con el garrote que empuñan por una punta y por
el medio; o con la porra, que juegan muy bien. Los isleños de las Canarias, que
son gente de mucha fuerza, creen que el palo no es invención del inglés, sino
de las islas; y si que es cosa de verse un isleño jugando al palo, y haciendo
el molinete. Lo mismo que el luchar, que en las Canarias les enseñan a los niños
en las escuelas. Y la danza del palo encintado; que es un baile muy difícil en
que cada hombre tiene una cinta de un color, y la va trenzando y destrenzando
alrededor del palo, haciendo lazos y figuras graciosas, sin equivocarse nunca.
Pero los indios de México jugaban al palo tan bien como el inglés más rubio,
o el canario de más espaldas; y no era sólo el defenderse con él lo que sabían,
sino jugar con el palo a equilibrios, como los que hacen ahora los japoneses y
los moros kabilas. Y ya van cinco pueblos que que han hecho lo mismo que los
indios: los de Nueva Zelandia, los ingleses, los canarios, los japoneses y los
moros. Sin contar la pelota, que todos los pueblos la juegan, y entre los indios
era una pasión, como que creyeron que el buen jugador era hombre venido del
cielo, y que los dioses mexicanos, que eran diferentes de los dioses griegos,
bajaban a decirle cómo debía tirar la pelota y recogerla. Lo dela pelota, que
es muy curioso, será para otro día.
Ahora
contamos lo del palo, y lo de los equilibrios que los indios hacían con él ,
que era de grandísima dificultad. Los indios se acostaban en la tierra, como
los japoneses de los circos cuando van a jugar a las bolas o al barril; y en el
palo, atravesado sobre las plantas de los pies, sostenían hasta cuatro hombres,
que es más que lo de los moros, porque a los moros los sostiene el más fuerte
de ellos sobre los hombros, pero no sobre la planta de los pies. Tazaá le decían
a este juego: dos indios se subían primero en las puntas del palo, dos más se
encaramaban sobre estos dos, y los cuatro hacían sin caerse muchas suertes y
vueltas. Y los indios tenían su ajedrez, y sus jugadores de manos, que se comían
la lana encendida y la echaban por la nariz; pero eso, como la pelota, será
para otro día. Porque con los cuentos se ha de hacer lo que decía Chichá, la
niña bonita de Guatemala:
-¿Chichá, por qué te comes esa aceituna tan
despacio?
-Porque me gusta mucho.
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