CANDELEDA ES OTRA HISTORIA

Una mirada hacia el pasado...
Hablar de un pueblo o villa es hablar de sus hombres y mujeres: de sus gentes; es hablar del mismo pueblo...
Y en el caso que nos ocupa, para hablar de las gentes que vivieron por estas tierras que hoy llamamos ‘Candeleda’, tendremos que remontarnos a la Edad del Cobre, allá por el tercer milenio antes de Cristo.
Las pinturas rupestres que adornan Peña Escrita, las hachas de piedra pulimentada, las puntas de flecha, así como diversos utensilios tallados en sílex, constituyen la mejor prueba para corroborar tal afirmación, a la vez que se nos presentan como uno de los más valiosos legados que atesoran el pueblo.
Pero el periodo más fértil de que gozó Candeleda, fue la que corresponde con la Edad del Hierro. Y fue un pueblo de origen celta –los vettones-, procedente de Centroeuropa, el que, entre los siglos v y ii a.C., generosamente dejaría, para gozo y disfrute de candeledanos y siempre bienvenidos forasteros el Castro de El Raso, situado en el lugar conocido hoy como La Nava, uno de los más representativos y completos de la Meseta castellana.

 
 

   
     
   

Resulta cuando menos interesante que estos primeros candeledanos, que igual adoraban astros que lugares, llegaran a establecer contacto con otros pueblos y culturas... Y si no, ¿cómo se explica la presencia de dos vasos griegos y una figurita etrusca de bronce, entre otros valiosos objetos, en el asentamiento de El Raso, en Candeleda? Desde luego, lo que no parece nada probable, en principio, es que tales ‘tesoros’ sean obra de Vaelecus, dios infernal o de la montaña.Si el viajero desea contemplar varias aras votivas que los artistas vettones dedican a este su dios, deberá dirigir sus pasos hacia el Santuario de Postoloboso, en las inmediaciones de Candeleda. A buen seguro, la visita resultará enriquecedora y gratificante.

    Casa en el castro celta
     
        Otra vista de las casas del castro celta

Acto seguido, que para la historia son siglos, los romanos, en su imparable avance que parecía querer alcanzar todos los destinos, lograron someter a los celtas vettones, quienes, a la fuerza, hubieron de asimilar los usos, las costumbres y la cultura del Imperio.
De la presencia romana, se conservan importantes vestigios en Candeleda: diversos tramos de calzadas, puentes y otros muchos restos, entre los que destacan los hallados en el lugar de Postoloboso.
Los visigodos, menos dados, como parece ser, a dejar huella poblaron también estos parajes. De ellos es obra un templo, datado en el siglo iv, dedicado al culto cristiano, del que aún se conservan algunos vestigios en el reiteradamente citado santuario de Postoloboso. Las griegas letras alfa (a) y omega (?), que aparecen en las cruces del templo, ademas de simbolizar a la propia cruz como principio y fin del Universo, nos indican que aquellos primeros cristianos que surgieron en Candeleda traían consigo una fuerte influencia bizantina.

 

Más tarde, con el correr de los siglos, los árabes también se dejaron notar en la zona, si bien de manera no tan intensa como sus predecesores. Así, básicamente, pero no por ello menos valioso, de la época califal en Candeleda se conservan algunos topónimos mundialmente conocidos. Entre ellos, sin duda, destaca el de Almanzor, "el bien defendido o protegido", pico emblemático de 2.592 metros de altura que, al parecer, bautizó el propio caudillo árabe cuando atrochaba la sierra de Gredos, allá por el año 944.

Santurio de Postoloboso  
   

Según parece probable, fueron las huestes del abulense Don Raimundo de Borgoña las que, corriendo el siglo xi, acometen contra los musulmanes para reconquistar este territorio. Sin embargo, no sería hasta bien entrado el xii cuando pasa a manos de la Corona, que decide incluir este trozo de España en la denominada comarca de las Ferrerías, dado el elevado número de ellas que funcionaba en este bello rincón de Ávila, ciudad de la que depende si desde el punto de vista administrativo hablamos.
La primera cita escrita que hace referencia a estos parajes salió de la pluma de Alfonso X el Sabio, cuando habla de "los carriles de Candeleda" para otorgar los derechos de paso por el puerto del mismo nombre a Velasco Gómez de Ávila; concesión real de no poca importancia, pues el citado acceso era entonces empleado con gran profusión, merced a la recién creada Mesta, que favorecía la trashumancia ganadera.
Pero habrá que esperar hasta el año 1284, para que su hijo Sancho IV cite por primera vez a Candeleda como población, en cierto documento referido al "amojonamiento" de una dehesa, realizado por Pedro Beltrán de Irana, quien entonces ejercía de alcalde y entregador de pastos de la Cañada Segoviana.
Por fin, en virtud de la decisión tomada en las Cortes de Madrid el 14 de octubre de 1393, la población de Candeleda obtiene Carta de Villazgo, siendo rey de Castilla Enrique III el Doliente.
Constituida ya como tal, a la villa de Candeleda le es reconocida jurisdicción propia, concluyendo así la relación de vasallaje y señorío que hasta la fecha había mantenido con la ciudad de Ávila. Es también entonces cuando comienza a celebrarse un mercado que aún hoy acude puntual a su cita todas las semanas.
Diversos avatares y concesiones reales otorgan el gobierno de la villa a distintos e influyentes personajes, siendo la familia López de Zúñiga una de las que acometió la construcción de importantes edificaciones, como el hospital, la muralla y el rollo (símbolo de la Justicia), en el que pueden contemplarse los escudos de los Zúñiga.
Ya en el siglo xvi, Candeleda alcanza los 1.500 habitantes, muchos de los cuales son de origen judío. A ellos debemos la sorprendente arquitectura del barrio en el que vivieron, que se encuentra situado entre la calle del Hospital (actualmente, de la Concepción) y la de la Amargura.
Ya entrada la xix centuria, cerca ya de la abolición de los regímenes señoriales, los condes de Miranda del Castañar ejercieron sobre estas tierras jurisdicción civil y militar, amén de otros derechos y prebendas.
En octubre de 1836, la villa fue tomada por las tropas carlistas que, al mando de un tal Carrasco, dieron fuego a algunas de sus casas y dieron muerte al secretario del ayuntamiento y a un abogado candeledano.
Hoy, aunque en menor medida, Candeleda sigue viviendo de sus cultivos (tabaco, pimientos, espárragos, etc.) y de su ganadería; pero, afortunadamente, el peso específico que supone el turismo para el municipio aumenta de manera constante e imparable.
Nada mejor para acercarse a la verdadera esencia de nuestro pueblo, que las palabras que el certero Camilo José Cela dejara escritas en su obra Judíos, moros y cristianos: "Candeleda tiene de todo, es como el arca de Noé de los tres reinos de la naturaleza, a saber: el animal, el vegetal y el mineral..."

   
                       

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