105
|
Tamaño de fuente

|
|
|
|
|
|
Morelliana.
Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples
ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados,
caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una
vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en
el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi
levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama
con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se
enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de
todos nosotros (pensé nosotros y pensé bien, o sentí bien)
durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos
la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las
mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando
el puño de la espada. Como las palabras perdidas de la infancia,
escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En
mi casa ya nadie dice "la cómoda de alcanfor", ya nadie habla de
"las trebes" -las trébedes-. Como las músicas del momento, los valses
del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.
Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios
que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo
uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos
las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves.
Sólo en sueños, en la poesía, en el juego -encender una vela, andar
con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes
de ser esto que vaya a saber si somos.
(-96)
106
Cortázar, Julio; Rayuela,
Madrid, Ediciones Cátedra, 1998
|