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Cuando acabo de cortarme las uñas o lavarme la cabeza, o simplemente
ahora que, mientras escribo, oigo un gorgoteo en mi estómago, me
vuelve la sensación de que mi cuerpo se ha quedado atrás de mí (no
reincido en dualismos pero distingo entre yo y mis uñas) y que el
cuerpo empieza a andarnos mal, que nos falta o nos sobra (depende).
De otro modo: nos mereceríamos ya una máquina mejor. El psicoanálisis
muestra cómo la contemplación del cuerpo crea complejos tempranos.
(Y Sartre, que en el hecho de que la mujer esté "agujereada" ve
implicaciones existenciales que comprometen toda su vida.) Duele
pensar que vamos delante de este cuerpo, pero que la delantera es
ya error y rémora y probable inutilidad, porque estas uñas, este
ombligo, quiero decir otra cosa, casi inasible: que el "alma" (mi yo-no-uñas) es el alma de un cuerpo que no existe. El alma empujó
quizá al hombre en su evolución corporal, pero está cansada de tironear
y sigue sola adelante. Apenas da dos pasos se rompe el alma ay porque
su verdadero cuerpo no existe y la deja caer plaf. La pobre se vuelve
a casa, etc., pero esto no es lo que yo. En fin.
Larga charla con
Traveler sobre la locura. Hablando de los sueños, nos dimos cuenta
casi al mismo tiempo que ciertas estructuras soñadas serían formas
corrientes de locura a poco que continuaran en la vigilia. Soñando
nos es dado ejercitar gratis nuestra aptitud para la locura. Sospechamos
al mismo tiempo que toda locura es un sueño que se fija. Sabiduría
del pueblo: "Es un pobre loco, un soñador..."
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Cortázar, Julio; Rayuela,
Madrid, Ediciones Cátedra, 1998
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