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Capitulo I. Las tribus primitivas (siglos XVI y XVII):

Es conveniente empezar este resumen diciendo que los indios que encontraron los Españoles a su llegada a Coahuila (y Texas) no formaban propiamente tribus. En el sentido estricto, una tribu es un conjunto de un número grande de indígenas que están organizados políticamente bajo un jefe común. Los indígenas de estas provincias formaban grupos pequeños (generalmente de pocas docenas) independientes unos de otros. Colectivamente los Españoles les dieron un nombre, como coahuiltecos, tobosos, irritilas, etc., pero además cada pequeño grupo tenia su propio nombre que los identificaba entre si. De los relatos dejados por los Españoles se pueden sacar varios cientos de estos nombres.


dibujo de un indio chichimeca del siglo XVIII

Eran nómadas, recolectores-cazadores, con muy pocas o ninguna idea religiosa o moral. Le daban muy poco valor a la vida, propia o ajena, y a la propiedad de otros. Vivían al día, subsistiendo de lo que recolectaban o cazaban en el día. En estas provincias se hablaban varias lenguas (lo que confirma que no eran una tribu que tenia un solo origen).

En Coahuila no se ha encontrado ninguna ruina arqueológica, pero si se han encontrado cuevas con restos humanos, artefactos de piedra, y sandalias y otros artículos tejidos de palma, de hasta 9000 años de antigüedad. Se encuentran también infinidad morteros utilizados para moler los granos y los frutos, y de "fogones" o "chimeneas" que los indios construían para cocer los animales que cazaban. Y existen también muchos sitios con grabados o pinturas en rocas o cuevas.

Los primeros Españoles que penetraron estas provincias dejaron relatos de las costumbres que practicaban los indios que encontraron. Cabeza de Vaca en la primera mitad del siglo XVI y Alonso de León (el historiador) a fines del siglo XVII los describen extensamente.

Se protegían de las inclemencias del tiempo en cavernas o refugios naturales formados en las rocas de las serranías. Los que habitaban en los llanos construían chozas (xacalis) muy rudimentarias con ramas, quiotes o carrizos y cubiertas con zacate y lodo o pieles, con una puerta muy baja. Eran temporales y las utilizaban durante las cortas estadías en cada lugar que se asentaban, mientras se agotaban los frutos o la caza de ese lugar. Las chozas se ponían ordenadas en forma de arco y en el centro hacían sus reuniones y bailes (mitotes).


refugio con pinturas rupestres

Los hombres andaban casi desnudos y sucios. En los pies usaban sandalias hechas con palma o con pieles para protegerse de las espinas y las piedras del suelo, las amarraban al talón y empeine con una tira de cuero. Las mujeres se cubrían con pieles de animales , sujetándolas a la cintura con delgadas tiras de cuero que llamaban gamuza y utilizaban collares y brazaletes con ensartes de caracoles, granos, dientes de animales, etc. Los indios que empezaron a tener contacto con los pobladores Españoles cambiaron su vestuario por prendas de tela. Tenían el pelo largo y se lo amarraban haciendo un molote que adornaban con plumas u otros ensartes, otros se rapaban y pintaban la calva, y también se colgaban adornos en las orejas. Algunos se pintaban las caras o el cuerpo con diferentes rayas. Existen algunos dibujos antiguos de los indios de esta región.

En invierno comían mezcale, que hacían cociendo el centro de las pencas de lechuguilla o sotol. En otras épocas comían la flor de las tunas y las tunas, el fruto del mezquite que molían en morteros y con el que hacían una especie de harina que endulzaban poniéndole tierra, raíces, frutas silvestres, animales que cazaban como el venado, conejos, etc., y en épocas duras comían todo tipo de insectos y alimañas. En los lugares en que había ríos o lagos, se alimentaban de peces que pescaban con redes, a mano en sus cuevas o cazándolos con arco y flecha. Acostumbraban comer también carne humana, tanto de amigos como de enemigos.

Por las duras condiciones en que vivían tenían un temperamento que los hacia muy insensibles y huraños, feroces y crueles, rencorosos y vengativos. No tenían ley, no reconocían rey y prácticamente no tenían dios. Eran extraordinariamente resistentes al extremoso clima de la región, podían recorrer grandes distancias con poca o ninguna agua y comida, ligeros en la carrera, hábiles para trepar serranías, tardos en el discurso pero prontos en la acción.

Alvar Núñez "Cabeza de Vaca", en el relato de su recorrido por estas tierras alrededor del año 1530, menciona que "esta es la mas presta gente para un arma de cuantas yo he visto en el mundo, porque si se temen de sus enemigos, toda la noche están despiertos con sus arcos a par de sí y una docena de flechas; el que duerme tienta su arco, y si no lo halla en cuerda le da la vuelta que ha menester. Salen muchas veces fuera de las casas bajados por el suelo, de arte que no pueden ser vistos, y miran y atalayan por todas partes para sentir lo que hay; y si algo sienten, en un puntos son todos en el campo con sus arcos y sus flechas, y así están hasta el día, corriendo a unas partes y otras, donde ven que es menester o piensan que pueden estar sus enemigos. Cuando viene el día tornan a aflojar sus arcos hasta que salen a caza. Las cuerdas de los arcos son nervios de venado. La manera que tienen de pelear es abajados por el suelo, y mientras se flechan andan hablando y saltando siempre de un cabo a otro, guardándose de las flechas de sus enemigos, tanto que en semejantes partes pueden recibir muy poco daño de ballestas arcabuces. Antes los indios burlan de ellos, porque estas armas no aprovechan para ellos en campos llanos, adonde ellos andan sueltos; son buenas para estrechos y lugares de agua; en todo lo demás, los caballos son los que han de sojuzgar y lo que los indios universalmente temen. Quien contra ellos hubiere de pelear, ha de estar muy avisado que no le sientan flaqueza ni codicia de lo que tienen, y mientras dure la guerra hanlos de tratar muy mal; porque si temor les conocen o alguna codicia, ella es gente que saben conocer tiempos en que vengarse y toman esfuerzo del temor de los contrarios. Cuando se han flechado en la guerra y gastado su munición, vuélvense cada uno su camino sin que los unos sean muchos y los otros pocos, y esta es costumbre suya. Muchas veces se pasan de parte a parte con las flechas y no mueren de las heridas si no toca en las tripas o en el corazón; antes sanan presto. Ven y oyen mas y tienen mas agudo sentido que cuantos hombres yo creo hay en el mundo. Son grandes sufridores de hambre y sed y de frío, como aquellos que están mas acostumbrados y hechos a ello que otros. Esto he querido contar porque allende que todos los hombres desean saber las costumbres y ejercicios de los otros, los que algunas veces se vinieren a ver con ellos estén avisados de sus costumbres y ardides, que suelen no poco aprovechar en semejantes casos."

Sus principales fiestas eran el mitote y el baile de las cabelleras; el primero lo hacían regularmente en verano cuando estaban bien provistos de frutos para obsequiar a los invitados. La invitación a los grupos vecinos la hacían con días de anticipación, enviando a un representante con una flecha sin pedernal. El día indicado llegaban los visitantes que sin saludar ni mediar palabra, se sentaban alrededor del "montón" donde ponían todos las cosas con las que serian obsequiados. Al oscurecer se encendía una gran lumbre y empezaban los cantos y el baile al son de la música, que hacían con los pies juntos, los codos salidos hacia atrás y la espalda un poco inclinada, y daban saltitos adelante alrededor de la lumbre. Tomaban peyote fermentado, que era embriagante, y muchos de ellos perdían el conocimiento y quedaban tirados en el suelo. Al amanecer los visitantes eran obsequiados con frutos y gamuzas del "montón" y se retiraban poco a poco, también sin mediar palabra tal y como habían llegado; El baile de la cabellera lo hacían como festejo de alguna victoria sobre sus enemigos y para repartir el botín obtenido. El baile era similar al anterior, pero en el "montón" ponían el botín recogido y en unas estacas las cabelleras de sus víctimas. Los cantos los hacían mas sonoros y prolongados y se pegaban repetidamente la boca con las manos. Si tenían algún enemigo preso, lo sacrificaban atándolo a las estacas donde estaban las cabelleras y lo desollaban vivo con un cuchillo de pedernal, quitándole pedazos de carne que medio cocían en la lumbre y se la comían. Al amanecer el botín del montón era repartido y los invitados se retiraban también sin mediar palabra.

No tenían ninguna escritura y contaban con los dedos y con los puños cerrados para los dígitos mayores de cinco. Su moneda eran los pedernales de las flechas, las gamuzas o cualquier otra cosa que podría interesarle a otro, y con esto hacían el "cambalachi" o trueque.

Estos indios se fueron extinguiendo poco a poco, debido a la matanza por los Españoles, las enfermedades que llegaron de Europa, y por los ataques de otro indios (apaches y comanches) que venían del norte, de tal modo que para la segunda mitad del siglo XVIII quedan tan pocos que podrá decirse que prácticamente se habían extinguido.

Capitulo II. Los apaches y los comanches (siglos XVIII y XIX):

En los antiguos mapas del norte de la Nueva España las tierras que se encuentran en septentrión sobre lo que se definió como la línea de defensa donde fueron colocados los presidios, se señalan como "tierra despoblada", "tierra de cumanches", "territorio de indios apaches lipanes" etc. Referente a la parte del bolsón de Mapimí, región que fue muy problemática por las incursiones de los indios, los mapas la llaman "Tierra despoblada donde se abrigan los indios enemigos y apostatas de las naciones y de ella salen a hostilizar a la Nueva Vizcaya y a Coahuila". En esas tierras estaban asentados los indios mas terribles con los que lucharon los Españoles, los apaches y los comanches. Esas tierras que se consideraron Españolas, realmente solo pertenecían a los indios, y los Españoles solo pudieron conservar con muchos esfuerzos algunos pueblos de avanzada (como San Antonio en Texas y Santa Fe en Nuevo México). Estos indios son los responsables de que la colonización Española se haya detenido, y esto sucedió donde prácticamente ahora se encuentra la frontera norte de México.

Los apaches, igual que las tribus primitivas, no formaban propiamente una tribu. Se dividían en grupos, mas numerosos que los grupos primitivos, pero no tenían un jefe común. Sin embargo, estos grupos se reconocían como apaches y aunque entre algunos eran enemigos, entre otros se ayudaban. Los apaches Lipanes vivían en Texas, en el norte de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Los apaches Mezcaleros en el Noroeste de Coahuila, Chihuahua y Texas. Hacia el oriente hasta Sonora y las Californias vivían otros grupos también de apaches. Los comanches, enemigos eternos de los apaches, y únicos a los que estos últimos temían, vivían en la parte norte de Texas, y los Españoles siempre tuvieron la esperanza de que haciéndose amigos de ellos, juntos podrían acabar con los apaches. Por esta razón los Españoles buscaron a toda costa evitar una unificación de los comanches y los apaches, y lo lograron. Los comanches si formaban una tribu, organizada políticamente y con un jefe común.


partida de indios apaches

 Los apaches fueron los indios que mas le costaron al Reyno de la Nueva España, en muertes, robos, destrozos, etc. Eran muy valientes e intrépidos, evitaban la pelea cuando se veían con desventaja, pero al pelear lo hacían hasta matar o morir, utilizaban caballos y eran magníficos jinetes, y llegaron a utilizar armas de fuego.

El Virrey conde de Galvez que bien conocía a los indios y su modo de pelear, describió que: "Los apaches hacen la guerra por odio, o por utilidad; el odio nace de la poca fe que se les ha guardado, y de las tiranías que han sufrido como pudiera hacerse patente con ejemplares que es vergonzoso traer a la memoria. La utilidad que buscan es por la necesidad en que viven pues no siembran ni cultivan la tierra ni tienen crías de ganado para su subsistencia desde que en los Españoles encuentran por medio del hurto lo que necesitan. Cuando emprenden sus campañas, si es solo con la idea de robar, vienen en pequeñas partidas, y si es con la de destruir los pueblos, se unen rancherías, formándose en mayor numero; pero aunque sea distinto el objeto de sus empresas, el modo de conducirse es siempre el mismo y como sigue: Formase la grande o pequeña tropa y nombran entre todos uno que los mande, el mas atrevido, mas sagaz y mas acreditado, cuya elección nunca sale errada, porque jamás tiene parte en ella la adulación, la entrega, ni el cohecho; solo la utilidad publica, y no hay nobleza heredada, favor, ni fortuna que se interponga; a este obedecen hasta perder la vida, solamente en campaña, pues en sus rancherías todo hombre es independiente. Trae cada uno su caballo (que por supuesto es bueno), sin mas arneses que un fuste ligero herrado con cueros que preservan el casco, y que quitan con prontitud cuando llega el caso de montarlos, trayéndolos siempre del diestro hasta el día de la función; caminan de noche siempre que han de atravesar algún llano, haciendo alto en las sierras pedregosas donde no se estampa la huella para ser seguidos por el rastro; desde estas alturas dominan y registran los llanos a donde no descienden sin ser cuidadosamente reconocidos; no hacen lumbre de día por el humo, ni de noche por lo que luce, evitando en sus marchas la unión para no levantar polvo ni señalar el rastro. En los altos o día de descanso aumentan su vigilancia desconfiados en extremo, son mas los que velan que los que duermen, por cuya razón jamás se ven sorprendidos. Con estas precauciones y silencio se conducen hasta la inmediación de nuestras poblaciones donde las duplican y empiezan a tomar medidas para dar con seguridad el golpe, el que dirigen poco mas o menos del modo siguiente: Puestos en altura (como se dijo) advierten la situación de nuestros pueblos, haciendas, ranchos, caballadas y ganados, indicándosela el humo, las lumbres y los polvos, por medio de estas señales que marcan el de día, se dirigen y bajan de noche a las llanuras en busca de la presa; cuando se encuentran cerca, esconden sus caballos, dejándolos al cuidado de algunos, se dividen, y cada uno por su parte se acerca lo posible para lograr el exacto y ultimo reconocimiento. Es increíble la habilidad y destreza con que los ejecutan y las mañas que se valen para su logro; embadurnándose el cuerpo y coronándose la cabeza con hierba, de modo que tendidos en el suelo parecen pequeños matorrales. De este modo y arrastrándose con el mayor silencio, se acercan a los destacamentos hasta el punto de reconocer y registrar el cuerpo y la ropa de los soldados, que duermen. Al mismo tiempo que están en esta silenciosa tarea, se comunican recíprocamente por medio de infinita variedad de voces que contrasten exactamente, imitando el canto de las aves nocturnas, como lechuzas, tecolotes, y el aullido de los coyotes, lobos y otros animales. Una vez que tienen explorado el paraje a su satisfacción, por medio de las mismas señales se retiran, quitan los cueros de los pies de los caballos, montan y guardando el mismo silencio hasta la inmediación en que pueden ser sentidos, embisten con tanta furia que no dan tiempo de tomar las armas ni ponerse en defensa al hombre mas diestro y de mas precaución. De esta refinada astucia, nace que tomando bien sus medidas nunca yerran el golpe, bastando diez indios para que en poco mas de un minuto dejen 20 de los nuestros en el campo, y obligando a otros tantos a la fuga. No se puede explicar la rapidez con que atacan, ni el ruido con el que pelean, el terror que derraman en nuestra gente, ni la prontitud con que dan fin a todo. Quizá parecerá increíble esta verdad a quien no se haya hallado en esta guerra, pero mucho podrá inferir quien sepa lo que es la sorpresa, las ventajas de quien la logra y la inacción y fallecimiento del sorprendido a cuya enmienda no alcanza regularmente, la fuerza del espíritu, ni el ejemplo del que manda y así la vigilancia y precauciones de emplearse para serlo, pues verificada, ya no hay subordinación sino desorden y desaliento. Basta esta corta idea de la conducta de los indios en campaña y el saber que siempre atacan por sorpresa para inferir que sus golpes son terribles y casi inevitables (pues ellos tienen constancia para esperar un mes entero la hora del descuido) y para conocer igualmente que en nuestras tierras es imposible lograr contra ellos ninguna ventaja, quedándonos solo el partido de buscarlos en las suyas donde tal vez se consiguen porque viven con mas disgusto"

 Los apaches resistieron por casi 200 años el avance de la colonización, sin embargo terminaron diezmados y dominados. Muchos de ellos fueron atrapados y llevados en colleras hasta México donde los encerraban o los enviaban a un puerto desde donde los embarcaban con destino a Cuba o Filipinas. Al final de su resistencia con las muertes de Alsate y  Victorio y la rendición de Gerónimo en Chihuahua, los pocos que quedaron fueron alojados en reservaciones en Estados Unidos. Algunos grupos pequeños quedaron en el norte de México y se integraron al resto de la población.

Capitulo III. Los kikapoos y los seminoles negros (siglo XIX):

Pendiente de construir !!!!!!!!!!!!

Bibliografía: Historia general del estado de Coahuila, Regino F. Ramón; Coahuila y Texas en la época colonial, Vito Alessio Robles; Naufragios, Alvar Núñez Cabeza de Vaca; Crónica de Texas (diario de la comisión de límites), selección de Mauricio Molina; Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el norte de México (1680-1821), José Luis Mirafuentes Galván; El norte bárbaro de México, Leopoldo Martínez Caraza; Los indios de la frontera, Carlos J. Sierra; Tres estudios sobre las Provincias Internas de Nueva España, María del Carmen Velásquez; La guerra Chichimeca (1550-1600), Philip W. Powell; Chasing Shadows, Shelley Bowen Hatfield.