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Actualizado: sábado, 24 de noviembre de 2001 12:51:08 -0500

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OPINIÓN - Talentos - Educación - Políticas de Estado - Pobreza - Sociedad
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La muerte del talento

La gente que sabe hacer algo tendrá que resignarse a hacer nada por el desinterés de la población en general, la falta de promoción por parte de las instituciones del Estado y la ausencia de incentivos que permitan descubrir, educar y potenciar valores que nos pueden sacar del subdesarrollo.

por Irina Mauricio Trelles maririna@hispavista.com

"El problema es que la sociedad no facilita el cultivo del talento; lo aniquila."

El talento también muere. A diario somos testigos de cómo la inteligencia, capacidad intelectual, las cualidades o virtudes, además de la aptitud para el desempeño de una ocupación, profesión u oficio mueren en los cuerpos de niños, jóvenes y adultos. Algunas veces la muerte es lenta; otras fulminante. Sólo los más fuertes logran sobrevivir.

El talento muere por descuido de la sociedad y de los gobiernos. A nadie parece importarle que el niño tiene talento para la música o que el adolescente que va a la escuela de palos y esteras posee un coeficiente intelectual o que el joven que vive al lado tiene una sensibilidad a flor de piel para el arte.

Tampoco nos importa si ese adulto que “patea latas” y pide trabajo es un verdadero talento en su profesión. A esta indiferencia y al poco apoyo casi nadie se resiste.

Los talentosos deciden que sus capacidades duerman o las aprovechan al  mínimo para poder sobrevivir. También están aquellos que no muestran todo su talento porque la recompensa es escasa y el reconocimiento nulo.

Ellos comienzan a cuestionarse de qué sirve ser talentoso si el pago en el trabajo es igual o menor al que no tiene talento y mucho menos se les reconoce como personas con capacidades superiores y con posibilidad de mayor aporte. La consecuencia de todo esto es la frustración y el desencanto.

En el Perú esto pasa a diario. Hace unos días la televisión nos mostraba a un joven talentoso y ganador internacional de ping pong viviendo en un callejón de mala muerte de La Victoria, convertido en un frustrado por no contar con dinero que le permita finalizar sus estudios secundarios en un colegio estatal.

También tenemos fresco el recuerdo del campeón de ajedrez regresando al campo a cultivar papas para poder sobrevivir.

Piura no es ajena a este panorama y puedo dar fe de un joven talentoso para las artes plásticas y ganador de un Salón Latinoamericano de Pintura contemporánea convertido en un mototaxista o de un magnifico estudiante de medicina que ha tenido que colgar el mandil y el estetoscopio para manejar un trimovil y llevar el sustento a su hogar. Las historias existen por decenas.

El problema es que la sociedad no facilita el cultivo del talento; lo aniquila. Esto ocurre, principalmente, por un asunto de discriminación o exclusión económica, sexual, social e incluso racial, Los talentos no siempre nacen en cuna  de oro ni están cubiertos por piel blanco o son hombres.

El talento no sólo muere por indiferencia. La principal causa es la precariedad económica en la que muchos tienen que vivir. Esta falta de recursos no sólo se vive en el seno de sus hogares, también en sus escuelas y colegios. Allí no sólo están condenados a recibir una enseñanza de baja calidad, algunos se ven obligados a abandonar las aulas por razones diversas.

Nada más para tener una idea, en Piura la deserción escolar desde 1999 hasta la fecha tiene una cifra, según reportes oficiales, de 23 mil alumnos retirados. ¿Cuántos de ellos serán talentos ya aniquilados o condenados a vivir en la oscuridad de la ignorancia?.

Si este escollo se logra saltar, lo que viene después es una lucha constante.

Escoger una carrera, oficio o profesión y mantenerse en ella, también depende del dinero y las oportunidades que se le crucen en el camino. Todo o casi todo, depende del azar, para los talentosos pobres, nada es seguro.

En esta etapa del aprendizaje, el “olvido” de los gobiernos y la falta de la puesta en marcha de políticas de Estado es evidente.

No existen políticas definidas de promoción a todos los talentos existentes, y el círculo siempre se cierra en los más populares, o con mejores condiciones económicas. Hace falta explorar.

Si no, no hay forma de explicar por qué tantos niños deben dejar la escuela o por qué los forjadores de mentes ganan una miseria o por qué las universidades estatales cada vez tienen menos recursos o por qué funciona en Piura una Escuela de Música en un local de tripley y calaminas o por qué los alumnos de la Escuela de Bellas Artes tienen menos recursos para modelos, equipos y sus ambientes de estudio cada vez son más deplorables.

Tampoco existe explicación lógica ante la falta de incentivos o posibilidades de obtener becas integrales, pasantías o viajes de estudio para aquellos que en verdad pueden aprovecharlo porque tienen talento y deseo de aportar a la sociedad.

El martirio de ser talentoso en el Perú no acaba con una profesión u oficio. El sufrimiento prosigue con la lucha diaria para sobrevivir, conseguir empleo y llevar a casa el sustento. Nadie paga lo justo. La explotación está a la orden del día y los talentosos se sumergen en el mundo de la desesperanza. Sólo algunos logran salir a flote porque alguien los ayuda o porque los pocos recursos del hogar les son entregados en señal de esperanza de toda una familia o porque logran embarcarse en una aventura riesgosa que los lleva a convertirse en ilegales en otros países.

Sólo unos cuantos consiguen una beca, una posibilidad de salir del país para perfeccionarse. Sin embargo, si retornan al Perú, nadie les garantiza que el talento que poseen, que Dios puso en ellos y que cultivaron con esfuerzo, será reconocido.

Por eso, los talentos fugan y los que no lo hacen mueren, pero no de pie sino sumergidos en la desesperanza y la frustración.

Irina Mauricio Trelles es periodista que a la fecha trabaja como redactora y editora de Arte y Cultura del diario El Tiempo de Piura. Recientemente aceptó colaborar con nuestras publicaciones. ©2001 Irina Mauricio Trelles. Distribuida por NPC NewsSupply.


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