Resumen: Este
es un libro autobiográfico (aunque con nombres propios alterados
por motivos que resultarán obvios a quien lo lea) que narra la experiencia
que la escritora vivió durante el año en que trabajó en una gran
multinacional japonesa. Gran amante de todo lo relacionado con Japón
desde pequeña, Nothomb se ve enfrentada a un mundo laboral cruel,
cerrado y frecuentemente absurdo y surreal, en el que las rígidas normas
empresariales niponas le cuestan más de un disgusto y detonan una caída libre de
imprevisible final...
Opinión:
Esta fue la primera novela de gran éxito de la escritora belga Amélie Nothomb, una de mis
autoras favoritas. Se han vendido más de medio millón de
ejemplares del libro, que además ha ganado el Gran Premio de la Academia
Francesa y el premio Internet (que si no me equivoco se concede por votación popular). No me
extraña en absoluto. 'Estupor y temblores' es una novela corta (para devorar de una sentada),
directa, muy fácil de leer, que explica situaciones y pensamientos
apasionantes sin andarse por las ramas, sino más bien lanzándolos a la cara del
lector.
Lo que más me apasiona de este libro es el estilo con que está escrito,
navegando entre la desesperación absoluta y la resignación total,
sin perder en ningún momento un siempre perceptible tono irónico
que llega a producir en algún momento auténticas joyas de humor negro
petróleo. Además, el hecho de que el libro sea tan directo y fácil de leer
no implica que no sea profundo: no confundamos sencillez con simplicidad.
Las reflexiones de la Nothomb (entre humillación y humillación, pobre
mujer) tienen un enorme valor sociológico, filosófico, literario... No son
simples pensamientos más o menos privados y vagamente autistas como los
que se pueden encontrar en muchas autobiografías, sino auténticas granadas
concentradas de pensamiento con una mala leche que a veces asusta.
De hecho, muchos han interpretado el libro como un furibundo ataque
a Japón (no me extrañaría que su publicación hubiera provocado quejas en
las embajadas belga-japonesas), por la vehemencia con que se descubre la
hipocresía y rígidas costumbres de su mundo empresarial. La cosa no es tan
sencilla: este no es un libro escrito desde el odio, sino desde el amor.
Nothomb siempre ha amado el país en que pasó los primeros años de su vida
(echadle un vistazo al sublime "Metafísica de los tubos"), habla japonés
perfectamente, admira la belleza del país y de su gente. Pero eso mismo le
hace reaccionar con más rabia aún ante las evidentes injusticias
que ve en su sociedad (memorables los párrafos en que a través de un
elogio de la mujer japonesa denuncia el tradicional machismo nipón), o los
abusos de poder de ciertos cuadros de mando (el desagradable y
repulsivo vicepresidente Omochi se lleva indiscutiblemente el premio a 'persona que menos me gustaría
conocer'). Esta extraña relación de
amor-admiración-odio tiene su reflejo perfecto en la que establece Nothomb
con su superiora inmediata, Fubuki Mori, hermosísima y gélida, que
por culpa de varios malentendidos, envidias y errores, se esmerará en
hacerle la vida imposible en la empresa.
En resumen: un libro apasionante para entrar en aquellos aspectos menos
agradables del frecuentemente ignorado mundo japonés. No me preguntéis por
qué, pero yo amo el Japón desde hace años, tanto que entre mis
múltiples planes, ideas y proyectos, siempre he acariciado el de viajar un
tiempo al país del Sol Naciente. Ese propósito no cambió después de leer esta novela, pero
sí reforzó la necesidad de ir con cuidado con los choques y malentendidos
culturales, o la dureza de su mundo empresarial... Un aviso para
navegantes, si queréis, para saber dónde es bueno meterse y dónde poco
recomendable. Ah! Y el libro me hizo empezar a interesarme en los
movimientos reformadores nipones, que haberlos haylos...
Fragmento:
"Entraba en el siglo. Puede parecer extraño que, tras mi arranque de
locura, las cosas volvieran a la normalidad como si nada grave hubiera
ocurrido. Es cierto que nadie me había visto correr desnuda por los
despachos, ni caminar sobre las manos, ni pegarle un revolcón a un honesto
ordenador. Pero, de todos modos, me habían encontrado durmiendo bajo el
contenido de un cubo de basura. En otro país, me habrían despedido por
semejante conducta. Aunque no lo parezca, existe una lógica en todo este
asunto: los sistemas más autoritarios suscitan, en las naciones en los que
se aplican, los casos más sorprendentes de desviaciones -y, por eso mismo,
una relativa tolerancia respecto a las excentricidades humanas más
apabullantes-. No sabemos lo que es un excéntrico hasta que conocemos a un
excéntrico japonés. ¿Había dormido bajo los escombros? Estaban curados de
espanto. Japón es un país que sabe lo que significa 'volverse loco'".