Muchísimos argentinos, al menos 12 mil según el cálculo de la policía local, colorearon con sus camisetas de fútbol y sus desafiantes tatuajes del Che Guevara la cuarta edición del Festival Argentino de Miami que cerró Charly Garcia, ya en la primera hora del lunes y con los acordes del Himno Nacional. "Lo toqué para hacerlos sentir culpables de haberse escapado del país como gallinas y ahora tener un negocio de electrodomésticos.... Traidores", le dijo un sonriente y extenuado García a Clarín en su camarín del Bay Front Park, mientras afuera la gente se desbandaba prolijamente, un buen número de ellos en busca de los colectivos que los depositarían en La Pequeña Argentina, el barrio vecino a la playa del que se adueñaron en los últimos meses esos que, seguro, no tienen negocios de electrodomésticos.

"Villa Devoto, Godoy Cruz, Rosario, Dock Sud, Munro, Mar del Plata", fue pasando lista Andres Ciro, el cantante de Los Piojos, como hace siempre que los fans despliegan sus banderas. La banda antecedió a Garcia con un show potente basado en canciones de todos sus discos y también incluyó una versión del himno nacional, con la armónica de Ciro. Los Piojos tienen una increíble masa de seguidores en los Estados Unidos y, para su sorpresa, muchos de ellos les hicieron el aguante el domingo desde bien temprano, al rayo del sol, aunque la banda estaba anunciada en el festival para las 21. "Es alucinante, no nos esperábamos una fiesta así", agradecía el cantante mientras la gente coreaba cada uno de sus hits, desde El farolito hasta el emocionante Maradó.

Antes había sido el turno de La Mosca, que también tiene su buena hinchada latina en Miami compuesta no sólo por argentinos, ya que las radios y cadenas musicales locales repiten mucho Te quiero comer la boca y Para no verte mas. Más temprano, antes de que saliera la luna, el folclore de Los Nocheros había entretenido al público haciéndole revolear pañuelos celestes y blancos. Ante el cuarteto salteño se apretujaban doce mil almas ávidas de un poco de patria.

Pero si había que ponerle un toque distintivo a la melancolía, lo hizo Alejandro Lerner, quien sabe cómo tomarle el pulso al público y antecedió a Los Nocheros con un show que tuvo hits propios, (Todo a pulmón, Alma de campeones), pero también clásicos del rock nacional de todos los tiempos, como Desconfío, Rutas argentinas, y Canción para mi muerte. "Hay mucha soledad, yo me siento un privilegiado al poder entrar y salir del país", comentó el compositor radicado en los Estados Unidos desde hace seis años después de enfrentar a la masa nostálgica.

Celeste Carballo había abierto temprano el festival con su clásico Me vuelvo cada día mas loca y los nuevos temas de Celeste acústica, después de que JAF, nuevo residente de Miami, se mezclara con grupos argentinos menos conocidos formados por los jóvenes del exilio.

Desde el mediodía, cuando se abrieron las puertas del parque que también es sede del Watcha Tour, la gente comenzó a desfilar por los puestos de ventas de discos y remeras de algunos de los artistas participantes, decidiendo si invertir 10 dolares en la remera de Say no More o comer algún buen sandwich de milanesa, cotizado a 4 dólares, unos doce pesos argentinos al mejor cambio de las últimas semanas. Dos mil quinientos choripanes provistos por el Club de Leones se esfumaron antes de tiempo, igual que el agua y las gaseosas, artículos de primera necesidad en una tarde de calor sofocante.

Para cuando llegó la limusina que depositó a Charly en el backstage, hacía más de media hora que los curiosos lo esperaban en semicírculo espontáneo, jugando a poner nerviosos a los guardias de seguridad del parque. Charly llegó vestido de blanco y se encerró en el camarín. De allí saldría más de una hora después, peligrosamente cerca del horario de medianoche en que se suponía el festival debía concluir por orden municipal. Es que en la primera edición de este festival, en 1998, a Vilma Palma le cortaron el audio a las 12 en punto, cuando apenas empezaba su show.

Pero a Charly le gusta jugar con fuego, quizás porque sabe que el público le perdona todo, y por eso se dedicó a hacer lo suyo sin prestarle atención a las tensas negociaciones entre las autoridades policiales y el organizador del festival, Enrique Kogan, quien le consiguió 40 minutos de gracia y la llave de la ciudad de Miami. Muchos de esos minutos se fueron mientras Charly se familiarizaba con su nuevo teclado, comprado el día anterior en un shopping de Miami, lo que no le impidió que tocara varios de sus clásicos jugando con raras versiones nuevas. A Nito Mestre le tocó participar de una de estas rarezas acometidas en Aprendizaje, tema de Sui Generis que García enganchó con El día que apagaron la luz, para regocijo de la hinchada. "Con Charly siempre hay que salir con casco", dijo Nito.

Acompañado por un par de músicos argentinos radicados en la ciudad, Charly tocó el teclado, lo tiró al suelo, tocó la guitarra, la tiró al suelo, seguido por la mirada extasiada del público, que cada tanto rompía su silencio para vivarlo. "A todos los miamenses, aquí les va una postal de la Argentina actual", les dijo antes de tocar Cerca de la revolución acompañado mayormente con su guitarra eléctrica. Luego recreó con Celeste Los dinosaurios, agregándole a la canción las frases "los que están en la playa, pueden desaparecer, los que están en el shopping van a desaparecer". Le siguieron dos nuevos, Influencia y Tu vicio y finalmente No voy en tren, que le sirvió para ir al bis con la oportuna frase de "soy el que cierra y apaga la luz". Luego de que el público más fiel lo reclamara con insistencia, Charly volvió al escenario envuelto en una manta dorada para rematar la noche con el grito sagrado.

"Me parece que los argentinos en la Argentina me conocen más", comentó Charly en su charla de camarín. Además, dejó claro que la presencia del Tula y su bombo en la primera fila no le había gustado, que Miami le parece raro porque "le ponen dulce de leche al choripán" y que, finalmente, "la playa y yo no tenemos mucho que ver". Así y todo, en ésta, su segunda participación en un Festival Argentino, con un único antecedente en Nantes, como él mismo recordó, se encargó de que sus fans de la playa se llevaran el mejor recuerdo, como para apretarlo bien fuerte hasta que este curioso rito del exilio se repita el año próximo.