Me hospedé en el suburbio de Daishoji, en un monasterio llamado Zensho. Este sitio pertenece todavía a la provincia de Kaga. Sora también se había hospedado en ese templo la noche anterior y había dejado este poema:
Viento de otoño:
lo oí toda la noche
en la montaña.
Nos separaba la distancia de unas horas pero me pareció que entre nosotros había ya más de mil ri. Yo también, escuchando el viento otoñal, me acosté en el dormitorio destinado a los novicios. Al romper el alba se oyeron rezos, sonó la campana y me apresuré a entrar en el refectorio. ¡Ahora a Echizen!, me dije con brío y salí a toda prisa del templo, mientras unos jóvenes bonzos me perseguían con papel y pinceles hasta el pie de la escalera. En ese momento caían las hojas de los sauces en el jardín. Al ponerme las sandalias, y aparentando más prisa de la que tenía, tracé estas líneas:
Antes de irme
¿barro el jardín hojoso,
sauces pelados?
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