Muchos
dan por sentado que el café, la infusión negra de
exuberante aroma proviene de las fructíferas tierras
de América. La
verdad es que el cafeto proviene del continente Africano,
específicamente de la
provincia de Kaffa en Etiopía.
Aunque otros autores aseguran que procede de una región
ubicada entre Moka y Adén en la Península Arábiga al
sudeste de Asia.
Sin
embargo, Numa García Andrade en su libro Cafetales y Café,
explica que el café nació en Etiopía y que para llegar a
nuestras tierras debió visitar a otros países como Arabia,
Asia, Indonesia, Holanda y Francia. El Capitán de Navío y
funcionario del gobierno francés Gabriel Mathieu de Clieux
fue sin saberlo el hombre que dio el primer paso para que América
se convirtiera años
más tarde en un importante
productor de café en el ámbito mundial. En su nave que desembarco en la
Isla de Martinica en 1723 trajo un ejemplar de cafeto
procedente del Jardín Botánico de París.
Este
aparente hecho
ingenuo de desembarcar cafetos en tierras americanas dio
origen a una realidad insospechada, ese simple hecho ha
marcado pauta en la economía de países como Colombia, Costa
Rica, Brasil, El Salvador
y Venezuela, solo por hablar de los más importantes en
Latinoamérica.
Contradicciones
criollas
En
1730, siete años más tarde llegará el café a Guayana,
aunque según los registros es hasta 1783 que se instala el
primer cultivo de cafetos al este del valle de Caracas, dice
Numa García. Esta primera hacienda “La Floresta de Chacao”
era propiedad de don Bartolomé Blandín, y se extendía en
las zonas más exclusivas de hoy en la capital, nada mas y
nada menos que el Country Club, La Castellana y la Floresta.
Pero fueron dos sacerdotes quienes plantaron el café en esta
hacienda: José Antonio García de Mohedano y Pedro Ramón
Palacios y Sojo.
Marco
Sayago, quien fuera presidente de la Fundación Nacional para
el Café (Foncafé) región Táchira asevera que la producción
de este rubro en nuestro país se inició en 1732 cuando llega
por los puertos a las costas y a los Valles del Tuy y que 100
años más tarde ya estaba en auge la producción cafetalera
por todo el país.
Hablando
del terruño
El
Café y las Ciudades Andinas, un libro de Alicia Ardao, no explica
exactamente cuando se inició la caficultura en los Andes
venezolanos. Solo
que para 1777 según Tulio Febres Cordero ya existía cierta
producción en Mérida gracias
a los padres Jesuitas, tal vez por aquella conexión
con los curas caraqueños.
Un
colono, José Sánchez Cosar en 1782, fue quien primero habló
en sus informes sobre la Villa de San Cristóbal acerca de lo
bien que se daba el cultivo del café en estas tierras. Luego
sería José Domingo Rus quién hablaría de la producción
cafetalera trujillana en 1796. Y en las tierras de La Yegüera,
que dieron origen a la Ciudad Pontálida, don Gervasio Rubio
sembró café en 1794.
En
estos significativos datos históricos se evidencia la
producción cafetalera en los estados Táchira, Mérida y
Trujillo y se demuestra una vez mas los lazos que las unen no
solo por cercanía y parecido geográfico sino también por
sus actividades económicas de relevancia para la nación.
Para
la época colonial (antes de la llegada del café) el país en
general, poseía una economía que dependía de la agricultura
para la subsistencia,
la inserción del café como nuevo producto que exigía
demanda de mano de obra, capital, nuevas tierras y tecnología
no creo mayores problemas y se amoldó a las técnicas
rudimentarias de producción. Así, salvo excepciones de
contadas plantaciones extensas, el modo de producción
predominante (no solo del café si no también de otros
productos) era el
conuco y las pequeñas o medianas unidades de producción.
Aquellos
tiempos
En
1806 Venezuela realizó su primera exportación y para 1830 el
café ya estaba extendido por todo el país. Exportábamos
algo más de 730 mil sacos anuales, mientras Colombia para
aquella época facturaba cerca de 500 mil sacos al año.
Nuestro
país llegó a ocupar el segundo productor mundial después de
Brasil en 1928. La década del 28 al 38, fue una época
dorada: de 800 mil sacos logramos exportar
una cifra cercana a los 2 millones de sacos anuales. El
auge cafetalero del país cambió por completo la estructura
social, económica y ecológica de la nación, así como una
nueva forma de explotación de la tierra. A pesar de los
beneficios de este maravilloso decenio, la actividad
cafetalera venezolana ha venido en una baja continua.
Desde
1870 hasta 1930 el Táchira y Trujillo se alternaron en el
primer y segundo puesto como principales productores de café
en el país, además de ser los más importantes de los tres
estados andinos.
En
esta misma época comenzaron los problemas de tierra, técnica
y precio. Para resolver estos problemas los diferentes
gobiernos crearon instituciones
como el Banco Agrícola y Pecuario, el Convenio
Internacional del Café, el Ministerio de Salubridad y Agricultura y Cría, la Estación Experimental Café Bramón,
otros organismos y Fondos Nacionales del Café.
El único fin de estas instituciones era proteger,
subsidiar, regular exportaciones y ofrecer asistencia técnica.
Después de todo el café generaba el mayor ingreso de
divisas al Tesoro Nacional.
Los
tiempos de ahora
“Aquellos
tiempos” no es ficción, ni un cuento perteneciente al
realismo mágico, es nuestra historia. Y siempre nos obliga a
interrogarnos. ¿Qué
pasó con nuestro café?¿Por qué ha disminuido la actividad
cafetalera del país? ¿Cómo es que Colombia paso a
mejorarnos en exportación? ¿Sigue Táchira siendo líder en
la producción cafetalera nacional?¿Qué pasó con los
organismos creados para este sector? ¿Por que fracasó el
Fondo Nacional del Café (Foncafé)?
El
café y el cacao dejaron de ser importantes para los
gobiernos con la
aparición del petróleo, hoy la producción de estos rublos
apenas alcanza para el consumo nacional. Es
precisamente hasta la aparición del petróleo que Venezuela
deja de ser un país agrícola y se produce el éxodo rural
que terminara con el abandono casi total del campo y de la
producción agrícola.
Con la consolidación de la industria petrolera nacional y los
jugosos beneficios pagados por las empresas explotadoras de
nuestro oro negro, que se reflejó en un crecimiento acelerado
de la población y de los centros urbanos con mejoras en todos
los aspectos sociales y económicos de los ciudadanos que se
sumaban a las nuevas empresas, tanto ciudadanos como los
diferentes gobiernos fabulosamente enriquecidos (por la
burocracia administrativa de unos pocos) que se olvidaron del
café, el cacao y de otros rubros agrícolas que
generaban la totalidad de las
divisas a la administración pública nacional.
Pocos
gobiernos han diseñado políticas
leales que respalden la reactivación de los campos y
rescatar algo de lo que en algún momento tuvimos, pero de
igual forma, la falta de seriedad, promesas incumplidas, engaños
populistas y la corrupción han hecho que los cafetos
desaparezcan lentamente de nuestros campos por falta de apoyo
a los pequeños y medianos productores.
Otras
de las razones por las cuales
disminuye la producción del café nacional son las políticas
de comercialización, que no han sido aplicadas o han sido
puestas en función de intereses que solo ellos conocen y que
ni si quiera guardan relación con las necesidades de este
sector; los productores se quejan por la competencia desleal
que les juega el estado.
El
17 de abril de este año se fijo en Gaceta Oficial, No
37.425, el precio mínimo referencial para el café
verde, correspondiente a la cosecha de 2001-2002. El de mayor
calidad el Lavado Bueno A, fue fijado
en BS. 62 mil. Pero esta resolución salió tarde, pues estos precios deben
ser fijados antes del inicio del año cafetalero que comienza
el primero de octubre de cada año y culmina el 30 de
septiembre del año siguiente. Debe fijarse antes para que el
productor pueda calcular el beneficio con relación a la
inversión en la cosecha.
Ya
bien entrados en el mes de diciembre todavía la Banca Agrícola
encargada de fijar los precios del café en gaceta oficial; no
ha publicado los
precios del producto cuando el año cafetalero ya dio
inicio hace dos meses y los productores han
quedado desamparados una vez mas.
Por
otro lado los precios resultan irrisorios y salidos de bodega de antaño.
Algunos pequeños
y medianos productores de café de la región aseguran que con
esos precios no habría guayoyo ni para tomar en el país y
que ellos con suerte consiguen vender el Lavado A en
BS. 125 mil cuyo precio apenas alcanza para cubrir los
gastos invertidos en la cosecha. Por eso muchos campesinos se
han visto en la
obligación de vender sus tierras, o producir otros rublos más
rentables.
Ana
Varela Técnico de Campo y Asistente Contable de la Cadena
Agro Productiva de Café del Ministerio de Agricultura y
Tierras (MAT), indicó que hace dos décadas atrás cerca de
11 mil familias tachirenses dependían del café, ahora sólo
3000 mil se benefician de este producto.
De
los 800 mil sacos anuales que se producían en el país en los
años 30, la diferencia con la producción actual no es mucha.
Según cifras del MAT la producción nacional no apenas llega
a un millón y Colombia que producía menos que nosotros ahora
produce más de 22 millones de sacos anuales y se ha
convertido en líder del mercado cafetalero mundial.
Foncafé
fue creado en los años 80 como un instituto autónomo
adscrito al antiguo Ministerio de agricultura para cooperar,
orientar el desarrollo, defender precios, preparar proyectos,
promover sistemas de organización de productores, prestar
asistencia técnica, financiera y crediticia de los
productores, promover la capacitación y comercialización
interna. Esta institución se convirtió en el máximo ente
regulador del café.
El
gobierno de Hugo Chávez eliminó la institución, porque era
una representación de los 40 años de corrupción democrática.
Quienes de alguna manera estuvieron relacionados con esta
institución explican que no era necesario eliminarla
solamente hacer cambios estructurales y despolitizarla. El fin
para el cual fue creado era lo bastante amplio como parar
cubrir las carencias del sector café especialmente al proceso
que antecede a la colocación de dicho producto en el mercado.
Pero cuando los recortes presupuestarios hicieron estragos
lentamente, Foncafé optó por ayudar a los productores con
sus intervenciones en el mercado tratando de subir los precios
del rubro pero sin ningún resultado plausible.
Con
la desaparición de Foncafé se perdieron registros y ni
siquiera el ministerio tiene cifras o datos que reflejen
siquiera la producción cafetalera nacional. “Esa institución
nos dejo el muerto a nosotros, todo el
sector de café esta en un completo desastre” dijo
Varela, refiriéndose a la situación cafetalera de la región.
Algunos productores afirman que parte de sus ruinas se la
deben al desempeño del fondo.
En dos años el ministerio se ha tenido que hacer cargo
del trabajo de años que llevaba realizando el fondo.
Al
final de sus días Foncafé intento ayudar
a los pequeños y medianos productores otorgándoles créditos
para los cuales, tuvieron
en la mayoría de los casos, que hipotecar sus fincas
como garantía para el crédito,
en muchos casos nunca llegó el dinero o les llegó
incompleto así que quedaron con una producción a medias que
no generó beneficios y que además perdieron. Esta situación
coincidió con la desaparición del fondo y ahora estas
personas no tiene a quién reclamarle pues ningún organismo
se ha encargado del caso para indemnizarlos por los gastos
ocasionados o por lo menos devolverle lo que les pertenece,
ahora que están en la ruina.
Y
por si fuera poco...
El
contrabando, en este caso: actividad ilícita de comercio y
traspaso de productos en las fronteras de países. Es otro de
las barreras que enfrenta el productor de café. Esta
actividad es antigua y casi tradicional en la región. Es otra
de las grandes quejas de los productores, la compra de café
colombiano barato por el libre juego de los precios del peso
colombiano por parte de las grandes empresas que se surten del
café local.
Los
puntos de control de la Guardia Nacional (GN) son los
encargados de vigilar el contrabando de productos provenientes
del hermano país. En
los puntos de control se debe verificar la veracidad de los
documentos exigiendo
las libretas de control de MAT así como las guías de permiso
del Ministerio de Trasporte y Comunicaciones (MTC) y el
Servicio Autónomo de Sanidad Agropecuaria (SASA). Pero los
contrabandistas se respaldan en los artículos rezados en el
Acuerdo de Cartagena y el pacto de libre comercio entre los
dos país, ni siquiera las leyes son congruentes respecto al
tema y el afectado
sigue siendo el mismo, el mediano productor,
sin poder hacer nada.
Ojalá
algún día...
Si
el gobierno decidiera diseñar políticas tangibles y
aplicables que fomentara la industria cafetalera nacional y
recuperar el puesto que dejamos
perder por falta de estrategias acertadas, podría
convertirse en una salida para nuestra crisis económica. Años
de pobreza nos ha costado entender el error histórico de
abandonar el campo para convertir la economía de la nación
en mono exportadora, dependiente de un único producto base:
el petróleo. Depender completamente de la explotación de
este mineral no es muy bueno, y eso se ha podido ver en los últimos
días, porque si tuviéramos otra gran fuente de ingreso, como
por ejemplo el café, se pudiese solventar mejor la situación,
con respecto a los ingresos al tesoro nacional.
Las
políticas de comercialización del estado venezolano
desalientan la producción. La disminución de fincas
productoras obedece a la competencia desleal con las que
compite el gobierno además de su falta de una política
definida para el sector que fomente la producción y nos
coloque a la par competitiva de otros países, podemos
lograrlo, si queremos la historia se repite. Así como se hace
indispensable la necesidad de crear legislaciones para
proteger a quienes trabajan en el sector café sin que
interfiera en los tratados internacionales.
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