El Insomnio

 
 

 

Fisiológicamente, el mecanismo del sueño está lejos de conocerse a fondo. Necesariamente hay uno o más genes involucrados. Y se cree que el cerebro produce una sustancia que induce el sueño, pero se ignora cuál es esa sustancia. Durante algún tiempo se creyó que era serotonina, pero actualmente es la melatonina la candidata con más posibilidades. Cuando esa sustancia sea finalmente develada, tendremos la píldora perfecta para dormir sin el insomnio u otros problemas, sin efectos colaterales, absolutamente no adictiva.

 

Filosóficamente, la teoría más osada (aunque no la más resistida) corresponde a J. W. Dune, que en 1927 publicó Un experimento con el tiempo, un ensayo sobrecogedor en el que se afirmaba que al dormir (especialmente al soñar) viajamos por el tiempo. Esto, que parece dislate ocultista clásico, estaba, sin embargo, robustamente sostenido por matemática multidimensional y sus páginas fueron consideradas respetablemente incluso por los hombres de ciencia; la celebérrima revista Nature dijo que “Dunne, es un experimentador cuidadoso y saludable”.
Según Dunne, y esto lo más extraordinario, todos podemos experimentar con el tiempo, soñando y anotando nuestros sueños inmediatamente después de despertarnos. Su teoría , nunca probada, nunca completamente refutada, podría explicar los sueños premonitorios, un fenómeno que la ciencia prefiere no ver pero del que todos alguna vez hemos tenido muestras. Algunas realmente impresionantes.

 

Hubo pueblos que creían que los sueños eran una continuación de la vida de vigilia y apenas diferenciaban una de otra, y hay gente que cuando duerme sabe que está durmiendo y “utiliza” sus sueños como un terreno virtual para sus propios experimentos espirituales. Después del resfrío común, los desórdenes del sueño son la causa más común del malestar cotidiano: el insomnio, narcolepsia (el afectado cae dormido súbitamente ante cierto estímulo), sonambulismo, ronquidos, apneas que pueden desembocar en la muerte, la lista contiene al menos 50 anomalías en todos los niveles de peligrosidad. La más común es el insomnio. Dato curioso: en las pruebas de laboratorio los insomnes (personas con problemas con el insomnio) que dicen no haber pegado un ojo en toda la noche, en realidad, han atravesado todas las fases neurológicas del sueño.

Dormir mal, como comer mal, es motivo constante de problemas y en Francia, por ejemplo, ha comenzado a verse a los que sufren algún desorden de sueño como personas que necesitan ayuda, y no como simples holgazanes. El cuerpo sabe, dicen, y al menos tres veces al día baja el nivel metabólico, induciendo un estado de somnolencia. Según los filósofos, lo peor que podemos hacer en esos casos es tratar de vencerlo tomando un café o saliendo a caminar. Preferible es dormir una siesta. Claro, pero quién puede darse ese lujo en la sociedad tan competitiva en la que vivimos. Más de moda están las drogas para aumentar la productividad y combatir el insomnio, algunas potencialmente letales.

Evidentemente, un secreto se esconde en nuestros sueños. Algo es claro: el cerebro se dedica cada noche a hacer algo a nuestras espaldas, algo que no puede hacer durante el día. Soñar despierto puede ser agradable; pero en la lucha por la supervivencia constituye una desventaja obvia. Que descanse.

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