Neurologia |
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Que nos pasa cuando dormimos
• El sueño es un proceso muy complejo. En la casa reina un silencio perfecto. Nada más, oscuridad y silencio. En el cuarto de dormir un matrimonio hace ya cuatro horas que ignora todo cuanto ocurre alrededor. Con los músculos voluntarios virtualmente paralizados, la respiración calma y regula, los ojos cerrados y la conciencia anulada, repiten en necesario y vital descanso cotidiano. Dentro de tres horas y media hará falta una señal audible de lo más odiosa para suprimir este estado y volverlos a la vigilia.
Han pasado veinte minutos y en este preciso momento ellos no experimentan ni oscuridad ni silencio. El hombre sueña que está en una ciudad abandonada, una megalópolis que le recuerda a Nueva Cork; parece haber llegado el fin del mundo. De pronto aparece un automóvil en una bocacalle y se lanza hacia él. El hombre huye y comienza una persecución digna del mejor cine de acción. Cuando el terror está a punto de ahogarlo, llega al borde de un precipicio. El auto ya está encima. Sin opciones, se deja caer. Súbitamente despierta. Conmocionado, el hombre se sienta en la cama: silencio y oscuridad. Pero en su interior persiste ese terror propio de las pesadillas, inconfundible. Al cabo de unos minutos se da cuenta que está demasiado abrigado. El calor siempre le provoca pesadillas. Demás está decir que los sueños no son una adaptación evolutiva que sirve para destaparnos cuando tenemos calor o para escribir cuentos fantásticos, aunque ambos usos están permitidos y son frecuentes. ¿Por qué soñamos? Es absurdo pensar que los sueños existen por que s, nada más. Los seres humanos, y de hecho la mayoría de los mamíferos 8 con notable excepción, el delfín) presencian y usualmente participan de forma virtual en extrañas visiones durante sus períodos de descanso. No sólo es difícil contestar cuáles son los mecanismos fisiológicos que producen tales visiones; cuál es la ventaja evolutiva que la actividad onírica ofrece a la especie. Una ventaja tan grande que ha pasado intacta de una rama a otra del árbol filogenético: nutrias, perros, ratas, gatos, el homo sapiens, todos soñamos según la neurologia. Sigmund Freud, padre no sólo del psicoanálisis sino de toda una nueva concepción del hombre, vio en los sueños una suerte de válvula de seguridad de la mente, una zona en la que los deseos reprimidos e inconscientes podían expresarse, disfrazados de símbolos. Según él, los sueños eran el monitor de lo que ocurría en el inconsciente. Naturalmente, para aceptar esta afirmación primero hay que admitir la existencia de algo así como el Inconsciente. Y la verdades que, , muy a pesar de que las ideas de Freud han perneado por completo la cultura occidental, no hay ningún indicio material o mensurable de la existencia del inconsciente. Y la ciencia tradicional niega a ponderar lo que no puede de alguna forma medirse. Tal vez no sin razón, al menos en parte: la teoría de Freud ha dado origen a tantas interpretaciones (en ocasiones a causa de errores de traducción) que es imposible decir que algunas de ellas contenga alguna respuesta. Contienen, no obstante, excelentes preguntas. A continuación Webs Amigas:
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