"podemos considerarnos felices de que el pueblo ruso no nos haya echado en ese momento. En cualquier otro país, tal serie de desastres habría provocado una explosión de cólera que nos habría barrido. El pueblo ruso, en cambio, nos ha dado crédito. O, más bien, nos ha dado una última oportunidad: la defensa de su capital" (Stalin)

 

Reparación de un almacen de legumbres tras un bombardeo, en mosku. Desde el comienzo de las hostilidades, la mujer rusa ha mostrado al mundo su energía indomable.En el frente ruso, vuelve la vida al ejército alemán. Uno a uno, como rezagados incorporándose a sus banderas, los cañones recobran su lugar en los grupos de artillería y los camiones en los trenes de combate. Muchos se rompen con el esfuerzo de los tractores que les arrancan del fango congelado, pero llegan bastantes como para poder restablecer las distribuciones y volver a llenar los armones. Los ferrocarriles vuelven a entrar en servicio hasta Rzhev y Mozháisk. La moral de las tropas vuelve a subir. Por la noche, baja el termómetro hasta 15, pero el frío soleado de las horas diurnas sigue siendo soportable, y la idea de tomar Moscú sostiene los ánimos. Ese nombre mágico se asocia a la idea de fin de la guerra. El regreso de las tropas a Alemania, la desmovilización del ejército, empezarán en Navidad.

Pero las circunstancias han cambiado profundamente. El ejército alemán ataca con sus últimas fuerzas. Hitler, en su presunción, ha desdeñado nutrir sus victorias. Han faltado las oleadas de refuerzos, el material de recambio, las tropas de etapas, los poderosos medios necesarios para la restauración de las retaguardias. Desde el Báltico al mar Negro, la Wehrmacht emprende su ofensiva suprema con menos de 1900 tanques y 1000 aviones. Las tropas de refresco que se le han unido desde el comienzo de la campaña se reducen a 2 divisiones blindadas, a algunas unidades especiales, a un cuerpo de ejército italiano, a la División Azul española y a 3 batallones de voluntarios franceses, que reciben el bautismo de fuego cerca del campo de batalla del Moscova. Rusia, por el contrario, se ha replegado sobre sus recursos. Las fábricas de los Urales trabajan desde hace seis meses sin que una sola bomba haya frenado su actividad. Las tropas de Extremo Oriente entran en línea. Moscú está llena de todas las ventajas de una gran ciudad: alojamientos, mano de obra, reservas de víveres y carburantes, aeródromos de cemento, instalaciones ferroviarias, etc. La posición avanzada construida por Zhúkov es una zona fortificada de varios kilómetros de profundidad, que parte de Klin, siguiendo el curso del Istra, atraviesa el Moscova en Svenirogog y la autopista a Kubinskoie, y sigue luego el Nara hasta su confluencia con el Oká, yendo a apoyarse en el pilar de Tula. Los bosques que rodean Moscú prestan su apoyo a la defensa localizando los ejes de ataque en los caminos. Innumerables blocaos los defienden, campos de minas los cubren, talas los obstruyen: los puentes están cargados de explosivos.

El 17 de noviembre empieza el ataque, con tiempo claro y frío severo. Los combates son encarnizados. Al noroeste de Moscú, la 2ª Panzer tiene la estupefacción de ver salir de los bosques de Volokolamsk toda una división de caballería mongola, cargando sable en mano bajo el fuego de la artillería y de los tanques. Unos días más tarde, la misma 2ª Panzer captura el primer tanque inglés, y recoge las impresiones despectivas de su dotación sobre «las latas de conserva que nos manda Churchill». A pesar del valor de la resistencia, los progresos en las dos alas del ataque son substanciales. Al Norte, las 3ª y 4ª agrupaciones blindadas se acercan a Klin, alcanzan el canal Moscú-Volga y se hunden con perseverancia en el cinturón fortificado. Al Sur, Guderian combate en una región menos boscosa, más poblada, sembrada de aglomeraciones industriales. Toma Yefrémov, Yepifan, Dedinovo, Bolochovo, así como la finca de Yasnaia Poliania, cuna de Guerra y Paz. Trata de enderezar su ejército cara al Norte para franquear el Oká, pero su flanco derecho está descubierto y Tula es una espina clavada en su costado.

tanques rusos reunidos en Tala, al sudoeste de moskuDel grupo «Süd», llegan excelentes noticias a los estrategas de cámara de Rastenburg. Rundstedt se ha apoderado, el 21 de noviembre, de Rostov del Don, puerta del Cáucaso. Manstein sitia Sebastopol, tras haber conquistado corriendo todo el resto de Crimea. Al Norte, el grupo de ejércitos Leeb ha tomado Tichvm, desmintiendo a su jefe que decía no tener efectivos ni medios materiales para semejante expedición en tal época del año. Eso refuerza a Hitler en su principio de mando: exigir a sus generales lo que llaman lo imposible, para obtener un mínimo.

En el grupo «Mitte», la situación se agrava de repente. El 20 de noviembre, en anticipo sobre la estación, una ola de frío acompañada de fuertes nevadas ha caído sobre Rusia central. El termómetro ha bajado a –30º C. Muchos vehículos automóviles están fuera de servicio porque no se ha repartido glicerina para los radiadores. La nieve y la helada paralizan los transportes. El aprovisionamiento y el carburante dejan de llegar otra vez. Como no se puede mantener siempre en marcha los motores, hay que calentar los autos con grandes hogueras de leña si se quiere que vuelvan a arrancar. Los sufrimientos de la tropa se hacen intolerables. Hay regimientos que señalan 400 casos de congelación. Las evacuaciones son muy dificiles, y, bajo las tiendas de los hospitales de campaña, los heridos se hielan vivos. Los hombres no reciben ninguna comida caliente, y algunos siguen sin tener más que pantalones de crudillo, como en agosto. El ejército sigue atacando: Las 3ª y 4ª agrupaciones blindadas toman Klin, franquean el canal Moscú-Volga, y cortan el ferrocarril Moscú-Leningrado. Pero está cerca el limite de las fuerzas humanas. Las pérdidas de oficiales son terribles. Muchas compañías están mandadas por sargentos, y muchos regimientos por tenientes.

El 23, Guderian deja su puesto de mando de Yasnaia Poliania y vuela hasta Orsha para pintar a von Bock la situación de su frente. Sugiere suspender la ofensiva, utilizar los tanques como blocaos, equipar las retaguardias y tomar Moscú en primavera. Bock le deja hablar, luego toma el teléfono, llama a Angerburg, y, tendiendo a su subordinado otro auricular, repite fielmente lo que acaba de oír. La voz lejana de Halder replica que no se puede hablar de diferir la toma de Moscú. Hay que proseguir la ofensiva con la última energía. El O.K.H. conoce la resolución del Führer y rehúsa elevar hasta él las quejas de los ejecutantes.

Cinco días más tarde, se da una advertencia inequívoca al alto mando. El principal vencedor de la campaña de Francia, el mariscal von Rundstedt, es destituido. Rundstedt ha tomado Rostov del Don. La ciüdad, toda ella minada, ha estallado literalmente bajo los pasos del Leibstandarte Adolf Hitler, vanguardia del 3er cuerpo blindado. Las puentes han saltado, en los suburbios se aferran los francotiradores, y la 128 división soviética contraataca con perseverancia sobre el Don helado. Al norte de la ciudad, los ejércitos soviéticos XXXVIII y IX se meten por una brecha del frente y amenazan con envolver toda el ala derecha del 1 ejército blindado. Las 13 y 14 Panzer de Manteuffel dan media vuelta y contienen el ataque, pero Rundstedt considera que la punta de Rostov es demasiado aventurada y ordena un repliegue general tras el Mius. ¡ Es la primera vez, desde el comienzo de la guerra, que un ejército alemán retrocede! ¡ La llave del Cáucaso, Rostov, sólo ha sido tomada para ser perdida una semana después! La resonancia es mundial.

Al dar cuenta del repliegue que ha ordenado, el feldmarschall Gert von Rundstedt ha añadido que no podría conservar la responsabilidad del grupo de ejércitos «Süd» si fuera desaprobada su decisión. En seguida le llega la orden de entregar su mando al mariscal von Reichenau. A Reichenau le llega la orden de volver a tomar inmediatamente Rostov. Vuela al C.G. de von Kleist, comprueba la gravedad de la situación, y, como viejo hitleriano, se atreve a telefonear directamente al Führer que, en efecto, no hay más que hacer sino acortar el frente retrocediendo hasta el Mius. Hitler no insiste. Pero Rundstedt ya ha vuelto a Alemania, y la medida que le ha alcanzado no se rectifica.

El Don, que acaba cerca de Rostov, nace cerca de Tula. Uno de los cuerpos de Guderian, el 53 P.K., lo franquea el 26 de noviembre: brillante operación, que aún produce 4000 prisioneros y 42 cañones. Pero los soviéticos replican lanzando la 239 división siberiana contra la 29 división motorizada: ésta se dobla bajo el golpe, siembra de cadáveres la nieve, y se restablece penosamente en el momento en que Guderian, que ha acudido, se pregunta si el golpe de ariete ruso no producirá la dislocación de su ejército. Los esfuerzos más duros no consiguen procurar a los alemanes un éxito decisivo en ese sector.

Un soldado alemán calienta el motor de su camión antes de un arranque muy problemáticoAl norte de Moscú, Hoeppner sigue avanzando. Toma Dímitrov, sobre el canal Moscú-Volga, a 32 km del Kremlin. Toma Istra, después de combates sin piedad entre los S.S. «Das Reich» y la 78 división siberiana. Pero las condiciones se hacen cada vez más dificiles. La oscuridad no se disipa antes de las 10 de la mañana y se restablece a las 3 de la tarde. El termómetro baja a -40º C, con breves elevaciones seguidas de profundas caídas que hielan a los hombres hasta la médula. En la retaguardia, las locomotoras se hielan. En la vanguardia, los cierres de los cañones se niegan a abrirse y el mecanismo de las armas automáticas no funciona por la congelación del aceite y el endurecimiento de la grasa. Algunos tanques han de ser abandonados porque es imposible despegar las orugas del suelo. La mantequilla se vuelve mármol. El pan se corta con hacha. Ha habido la idea de enviar un tren de vino francés para sostener la moral de los feldgrauen: llega —mientras no llegan los obuses— en forma de bloques de hielo rosa salidos de los coches-cisterna estallados. Toda herida es mortal: los paquetes de cura individuales están duros como madera, y un herido inmovilizado se congela en pocos minutos. Es peligroso hacer sus necesidades: la orina se hiela al salir del cuerpo, y algunos hombres mueren por congelación del ano. Los soldados siguen sin tener más que su capote de paño sintético y sus botas de falso cuero, sin una bufañda ni unos guantes. Se cubren con todo lo que les cae en las manos, sacos viejos, jirones de piel encontrados en las isbas. El cadáver enemigo se convierte en una boya de salvamento, pues los rusos están bien provistos, y, sobre todo, sus botas de fieltro salvan a un hombre. Se descongela a los muertos en torno a hogueras y los soldados echan a suertes las ropas que consiguen arrancarles.

Guderian y Hoepner acosan al mariscal von Kluge. Su pesado IV ejército, interpuesto entre sus dos ataques, permanece pasivo entre el Moscova y el Oká. Bordea el Nara, afluente de este último, frente a profundos bosques. Su izquierda alcanza la zona de las dachas, y su división de ala, la 197, ocupa la colonia de vacaciones de los artistas de Moscú. Por la noche, los centinelas ven los brazos de luz de la D.C.A. soviética danzando en el cielo. Los hombres sacan partido de su espera, se abrigan lo mejor que pueden, y piensan que, según la costumbre, se reanudará la marcha adelante en cuanto las unidades blindadas hayan cercado al enemigo. Pero Hoeppner y Guderian protestan contra la inmovilidad de su vecino. Conforme al plan, ya no es oportuna. La última probabilidad de tomar Moscú es que Kluge salga de sus líneas y ataque al mismo tiempo que ellos. Kluge acaba por acceder. El IV ejército tomará la ofensiva el 30 de noviembre. Supremo esfuerzo.

En esta campaña de Rusia, todo el peso de la lucha recae en los infantes, y los tanques han vuelto a su papel de protección.En los lejanos cuarteles generales bien calentados, empieza a hacerse parcialmente la luz sobre la situación de las tropas alemanas. Los boletines de informacion sobre el enemigo mencionan la entrada en línea de 34 divisiones de refresco, 20 de ellas ante Moscú, tropas siberianas endurecidas y equipadas contra el invierno. Por el lado alemán, queda en reserva una única división, la 255 I.D. «Estamos —anota Halder— en el extremo de nuestras fuerzas.» Desde Orsha, el 1 de diciembre, von Bock telefonea un largo informe que contiene esta frase que lo resume todo: Der Angriff erscheint somit ohne Sinn, zumal der Zeitpunkt sehr nahe ruckt, in dem die Kraft der Truppe vüllig erschüpft ist, «el ataque está tanto más desprovisto de sentido cuanto que se acerca mucho el momento en que se agote por completo la fuerza de la tropa». Armado con ese documento, Brauchitsch se hace recibir por Hitler con la intención de proponerle la suspensión de la ofensivacontra Moscú.

Sale de la entrevista al borde de la crisis nerviosa. Hitler le ha cortado la palabra, le ha cubierto de injurias, ha vilipendiado en su persona a la casta arcaica y estúpida de los militares de carrera. Pero no prevalecerán: la ofensiva continúa. « Quiero Moscú! ¡ Tendré Moscú! ¡ No me impediréis tener Moscú !»

Allá, el IV ejército ha franqueado el Nara, metiéndose en los bosques de la orilla izquierda. La ventisca le lanza una nieve dura como plomo. Los instrumentos de óptica se nublan. El escenario se congela. El acero quema como si estuviera al rojo. Desde luía a Dimítrov, los atacantes avanzan titubeando en la tempestad. Los que avanzan mejor siguen siendo los soldados de Hoeppner. La 106 división empuja una punta hasta Krasnaia Poliania, suburbio industrial situado a 27 km de Moscú. En el sector de Istra, la 35 I.D. del general barón de Roman toma las aldeas de Alabushevo, de Kajukovo, de Matushkino, y ve en una encrucijada esta señal: A Moscú 22 km. En el IV ejército, el grupo de reconocimiento de la 258 D.I. alcanza el término de los tranvías, y entrevé las torres del Kremlin entre el humo de la batalla. Pero no es más que una estrecha perforación, y, en conjunto, el ataque del IV ejército ha fracasado. Von Kluge toma la responsabilidad de detenerlo.

En el Sur del frente de ataque, Guderian todavía ha intentado hacer caer el pilar de Tula. El 4 de diciembre, su 43 cuerpo la cerca totalmente: su caída sólo puede ser cuestión de horas. Pero Guderian siente la inminencia de la contraofensiva rusa. Grandes concentraciones se señalan en el Oká y hay desembarcos en curso sobre la línea de Riazán. Si caen esas masas sobre el II ejército blindado, pueden dislocarlo y destruirlo.

Exploradores alemanes intentan detectar las minas disimuladas por los rusos bajo la nieveEl sol del domingo 6 de diciembre, 168 día de la campaña de Rusia, se levanta en un cielo milagrosamente libre de su capa de plomo. Toda la llanura es de cristal. Los grandes bosques de abedules y abetos chispean bajo sus capuchas de escarcha. Pero nunca ha hecho tanto frío. En Yasnaia Poliania, el termómetro colgado en el exterior de la casa de Tolstói ha bajado a –50º C. Guderian no vacila ya. Llama por teléfono a von Bock y le anuncia que da a su ejército la orden de evacuar el saliente de Tula. Suspendido entre una batalla perdida y un Führer aterrador, Bock trata de contemporizar. Pide a Guderian que vaya al frente para juzgar sobre el terreno antes de tornar una decisión tan grave. «¿ Cree usted que estoy en Oriol? —responde Guderian—: estoy en Yasnaia Poliania, y se lucha al lado de mi puesto de mando...»

En el mismo momento, como si hubiera una telepatía entre los jefes de blindados, Hoeppner suspende también su ofensiva y decide trasladar su agrupación junto al Istra. ¡ A las puertas de la capital soviética, los alemanes dan media vuelta! Retirada costosa. Centenares de tanques y de camiones están inmovilizados por falta de gasolina o clavados al suelo por el hielo: hay que hacerlos saltar. En las unidades hipomóviles, faltan tiros, y es indispensable sacrificar una parte del material para salvar el resto. Del 6 al 12 de diciembre, los rusos capturan 386 tanques, 704 tractores, 305 cañones, etc. El tiempo claro no dura, el cielo se vuelve a cubrir, el viento se levanta, y los soldados alemanes se van en pequeños grupos, con el arma colgada, en medio de la especie de crepúsculo con que llena las horas del día el polvo de nieve. El terrible precedente que no cesó de acosar los espíritus desde el comienzo de la campafia se impone con fuerza alucinante. Ha comenzado la segunda retirada de Rusia...

Moscú se ha salvado. Alemania ha dejado de ser invencible. Adolf Hitler ha perdido su batalla de Moscú, su guerra de Rusia, su guerra, sin más. Boxeador ligero, tenía que derribar a su monumental adversario en el primer asalto. Los golpes que ha dado no han bastado. Rusia ha recobrado aliento, la respiración profunda que le da su inmensidad. Indestructible ya, no dejará de pesar sobre esa pequeña nación europea que es Alemania, con todo el peso de su continente. Lo que emprenda Hitler a partir de entonces no hará más que frenar su caída y prolongar su agonía.

La nieve lívida, la niebla, el humo de los incendios: como para los soldados de Napoleón, rusia se hace invisible.En lo inmediato, la situación del ejército alemán es terrible. Ya el 6 de diciembre, contra el ala izquierda del grupo «Mitte», ya el 7 de diciembre contra el ala derecha, los rusos han pasado a la contraofensiva. El mando alemán está completamente desprovisto de reservas. Hará falta, pues, que sean esas mismas tropas en retirada las que se restablezcan, operación tan dificil que algunos estrategas la consideran imposiblé. ¿Sobre cuál línea? La única satisfactoria es la del Duna y el Dniéper, lo que significa que habría que retroceder 500 km, hasta Riga, Vitebsk y Kiev. Surge otra vez el precedente napoleónico. La Retirada, en las garras del invierno ruso, aniquiló al Gran Ejército. ¿ Por qué 1942 iba a diferir de 1812? El frío es extremadamente riguroso. Las vías de comunicación son horribles. Un inmenso material da pesadez al ejército. Su despliegue es muy defectuoso, porque dos tercios de las fuerzas alemanas se encuentran alrededor de Moscú, desde Dímitrov a Tula, en un sector de 300 km, y las alas son muy débiles. Los rusos ahora están dos veces en su casa, en su país y en su invierno. La moral alemana, por el contrario, está quebrantada por la bancarrota del sueño que era la toma de Moscú. Un ánimo tan firme como el de Guderian se llena de desesperación al recorrer llanura blanca tras llanura blanca, en el polvo de nieve que envuelve a esos fantasmas en andrajos que fueron los vencedores de Sedán. Llega un momento en que los ejércitos mejor templados se disuelven en la desmoralización. La Wehrmacht está al borde del abismo.

 

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Principal, Operación Barbarossa, la batalla de Ucrania, la batalla de Mosku, Stalingrado, 1943-1945: contraofensiva sovietica, la batalla de Berlín, Alexei Fiodorov, links