"podemos considerarnos felices de que el pueblo ruso no nos haya echado en ese momento. En cualquier otro país, tal serie de desastres habría provocado una explosión de cólera que nos habría barrido. El pueblo ruso, en cambio, nos ha dado crédito. O, más bien, nos ha dado una última oportunidad: la defensa de su capital" (Stalin)

 

La victoria de Ucrania es para Hitler un triunfo personal. Una vez más, ha cubierto de gloria sus banderas contra la oposición de sus generales. Tras tantas lecciones de audacia, acaba de darles una lección de prudencia. ¡ Ellos querían marchar derechos contra Moscú, fascinados como Napoleón por el nombre de la ciudad, ofreciendo el flanco a un ejército de un millón de hombres! El, Hitler, ha permanecido en la verdad estratégica empezando por destruir la amenaza. Ha probado, en esa operación magistral, la flexibilidad, los recursos siempre renovados de su genio. La batalla de envolvimiento de Ucrania, extrapolación gigantesca de la batalla de Cannas, es la inversa de la batalla de Sedán. Clásico y revolucionario, estratega y psicólogo, táctico y visionario, el Führer se ha ganado el título que le concede la pequeña corte malhumorada de Rastenburg: el mayor hombre de guerra de todos los tiempos...

Una barricada levantada en la plaza Smolensko, en MoskuEn ese momento es cuando Adolf Hitler toma personalmente la dirección de las operaciones en Rusia. El O.K.H. le parece un órgano inútil, una interposición deformadora entre los impulsos que da y la respuesta de los ejecutantes. A partir de la batalla de Ucrania, Angerburg no es más que un transmisor de órdenes. Las vastas síntesis estratégicas que Franz Halder sigue haciendo se convierten en simples confidencias para su diario secreto: ya no le está permitido abrir la boca ante el Führer. Y como Keitel y Jodl no son más que máquinas de decir «sí», en definitiva Adolf Hitler ahora toma sus decisiones en diálogo consigo mismo. Se encuentra ante la decisión más grave de su carrera aventurera. Su intención era derribar a Rusia en una sola campaña, terminar con ella antes de fines de 1941. ¿ Es posible todavía? ¿ O hay que reconocer que la aniquilación del Estado soviético ha de ser aplazada al año siguiente; es decir, que Hitler tiene que resignarse a una campaña de invierno ?...

La batalla de Ucrania ha terminado el 26 de setiembre. La guerra entra en su cuarto mes. Así pues, ha hecho falta consagrar a la URSS ya el doble de tiempo que a Francia, cuando todos los expertos concedían al ejército francés un coeficiente de valor doble o triple al del ejército rojo. La primera sorpresa la ha dado la valentía de los combatientes, cuando se suponía el patriotismo destruido por el bolchevismo y se contaba con un derrumbamiento de la moral. La segunda sorpresa procede de la abundancia del material, y sobre todo del número de tanques rusos. La tercera sorpresa está en la rapidez con que se reconstituye el ejército soviético, como ciertos organismos primitivos. Halder, que califica a Rusia de coloso de pies de barro, lo constata: «Hemos empezado la guerra calculando con 200 divisiones enemigás; ya estamos en 300. Destruimos una docena, ¡ surge otra docena! » Hitler no experimenta menor sorpresa. Repite ante sus íntimos las palabras que dejó escapar ante Guderian: «Si lo hubiera sabido, no habría empezado esta guerra. Son cosas que se pueden decir cuando se tiene la victoria en el bolsillo...». En otros términos, el Führer se da cuenta de que su estrella no le ha abandonado y que el peligro está superado.

Esta última convicción está basada en la batalla de Ucrania. Ésta parece testimoniar que la capacidad de reconstitución del enemigo toca a su fin y que su voluntad combativa ha quedado rota por fin.. El valor del ejército rojo era mayor de lo que había imaginado el estado mayor alemán. Los esfuerzos necesarios para destrozarlo han sido más duros de lo previsto. Pero el resultado, de todas maneras, está sensiblemente alcanzado: el enemigo no puede más.

El estado del ejército alemán, por el contrario, no inspira inquietudes. El 1 de setiembre, segundo aniversario de la entrada en guerra, Alfred Jodl ha puesto ante los ojos del Führer un cuadro comparativo: las pérdidas alemanas, en esos dos años de hostilidades, han subido a 418 805 hombres, de ellos 90441 muertos y 687 desaparecidos; durante los dos primeros años de la primera guerra mundial, la cifra había alcanzado 3117797, de ellos 416 672 muertos y 371 321 desaparecidos. Así pues, la guerra hitleriana cuesta ocho veces menos que la guerra imperial, y con ese débil precio de sangre, Adolf Hitler, después de haber conquistado Europa, está a punto de echar a Rusia hacia Asia.

Relativamente, el material ha sufrido más que los hombres. Las cuentas de los ejércitos están llenas de una enumeración de tanques, cañones, armones, camiones, carros de forraje y ambulancias, destruidos por el fuego o naufragados en el fango. El déficit de caballos es muy importante, y lo sería aún más, ya que los caballos alemanes soportan mal la vida a la rusa, sin las importantes capturas hechas al enemigo. Sin embargo, Hitler sabe que no hay que tomar por lo trágico las quejas de los jefes de unidad. Toda guerra se gana con restos contra restos. Los de los rusos, tras la pérdida de 3 millones de prisioneros y un material inmenso, son ruinas. Los de los alemanes, son imponentes. Los efectivos de la infantería no han disminuido en el 15%. Las agrupaciones blindadas nº 1, 3 y 4 se vuelven a completar con el 70 u 80% de sus tanques. La agrupación blindada nº 2, que ha pagado su largo rodeo por Ucrania, lo será al 50% solamente. Para terminar una campaña, sigue siendo un porcentaje satisfactorio.

La única consideración inquietante es la fecha. El verano ha terminado. Las lluvias de advertencia de comienzos de setiembre han terminado, pero se acerca la verdadera temporada del fango. Este atasca la guerra, como lo demás, y luego sobreviene el frío con todo su rigor. Si el ejército alemán se detuviera ahora, estableciera sus cuarteles de invierno, restableciera sus comunicaciones y organizara sus conquistas, acamparía sobre un mapa de guerra magnífico y podría ponerse en condiciones de recibir de modo tolerable el ataque del general Invierno. Al contrario, es temerario emprender en octubre, aun contra un enemigo debilitado, la serie de operaciones de gran envergadura que queda en el programa de la Wehrmacht para 1941: ¡ acabar la ocupación de Ucrania, conquistar Crimea, abrirse el Cáucaso, tomar Moscú, alcanzar la línea Astrajan-Arjánguelsk!

Las grandes distancias y la pobreza de las .comunicaciones representan así por ellas mismas unos inconvenientes que resultan casi de tipo prohibitivo. Pero Hitler es prisionero del calendario que se ha trazado. Deshacerse de Rusia en 1941 es indispensable para el desarrollo de sus planes. Una campaña de invierno significa que la Wehrmacht quedaría inmovilizada en el Este hasta el verano de 1942. Inglaterra, que debía ser derribada en primavera recibirá un nuevo aplazamiento. América con el pacto del Atlántico, casi ha pasado al estado de beligerancia. Con la ayuda de las potencias occidentales, Rusia puede recobrar el aliento. La ocupación del Irán indica que América e Inglaterra están dispuestas a los mayores esfuerzos para apoyarla. El traslado a Rusia europea de las fuerzas rusas de Extremo Oriente —consecuencia del acercamiento rusojapoñés favorecido por Hitler— está en curso. «De Chitá a Krasnoiarsk —cuenta un viajero del transiberiano— he contado 200 trenes militares en marcha hacia el Oeste. Cada tren se componía de 25 vagones, 10 para la tropa, los otros para el material, incluidos aviones en cajones...» Dejar pasar el invierno, pues, equivale a permitir la reconstitución de un gran ejército ruso contra el cual habrá que volver a comenzar una campaña casi ganada.

En Mosku, octubre de 1941. Levantando barricadas para frenar a los nazis.Una razón de prestigio pesa en las consideraciones de Hitler. Durante la preparación de la campaña, se opuso con furor a la concepción de una victoria en dos tiempos. Ésa era la idea de Brauchitsch, que quería contentarse en 1941 con tomar Leningrado; de Rundstedt,. que consideraba como el máximo de lo posible la conquista de una línea Odesa-Kíev-Orsha-Riga; de Kluge, que pensaba en un empujón frontál hasta Moscú, tras el cual se elaborarían nuevos planes para 1942. Contra esa coalición de espíritus timoratos, Hitler mantuvo que la totalidad de los objetivos estratégicos y económicos podían alcanzarse y se alcanzarían en 1941. Por eso rehusó categóricamente oír a los que no le hablaban más que de equipar al ejército contra el gran frío. «No quiero oír hablar más —declaró—— de las dificultades que pueden encontrar nuestras tropas durante el invierno. Prohíbo que me hablen de eso. Pues no habrá campaña de invierno...»

El 15 de setiembre, Hitler prescribe la reanudación de la ofensiva en todo el frente. Fija su fecha en el 2 de octubre. Dirige al ejército y al pueblo alemán dos proclamas que subrayan el carácter grandioso de la peripecia que comienza: «Esta última batalla del año significa el aplastamiento de todos los responsables de la guerra, incluida Inglaterra. Alejaréis del Reich alemán y de Europa un peligro igual que el representaron los hunos y los mongoles... Hablo así porque el enemigo ya está derribado y no se volverá a levantar...»

Para esa última batalla de la guerra de Rusia, se han introducido importantes modificaciones en el dispositivo alemán. La ofensiva debe reanudarse desde el golfo de Finlandia al mar de Azov, pero la dosificación de las fuerzas muestra la jerarquía de los objetivos.

Al Norte, Leeb se contentará con estrechar el cerco de Leningrado. No tratará de apoderarse de la ciudad, porque el Führer la considera como neutralizada y no desea alimentar a los 2 millones de habitantes que contiene. «No se aceptará ninguna capitulación... Ningún soldado alemán deberá penetrar en el interior de Leningrado... Brechas, tan estrechas como sea posible, permitirán el éxodo de la población hacia el interior de Rusia, pero quien intente abandonar Leningrado refugiándose en nuestras lineas será rechazado por el fuego...» Para esas tareas, son inútiles los tanques. El XVIII ejército, von Küchler, se reduce, pues, a 10 divisiones de infantería, que continuarán una guerra de trincheras contra la numerosa guarnición de la ex capital.

El otro ejército del grupo Norte, el XVI, Busch, está en posición alrededor del lago Ilmen. Conserva, además de sus 13 divisiones de infantería, el 39 cuerpo blindado Schmidt, 2 Panzer y 3 divisiones motorizadas. La razón de esa dotación de unidades rápidas es la insólita ofensiva encargada a Busch. Debe franquear el Volchov y atacar al Nordeste. El único objetivo estratégico en esa dirección es Arjánguelsk, pero Arjánguelsk está separado de las posiciones alemanas por 200 km de bosques compactos, que ya invade el invierno. Hitler, sin embargo, rehúsa renunciar a ese movimiento excéntrico. Busch tomará, en un primer tiempo, el nudo ferroviario de Tichvin, se apoderará de los yacimientos de bauxita de Boksitogorsk y enlazará con los finlandeses en el Svir.

Sobre ese grupo de ejércitos principal, «Mitte», se ha realizado una impresionante convergencia de medios. Leeb le ha cedido su agrupación blindada, que, transportada al centro del frente, encuadrará 5 Panzer, 2 divisiones motorizadas y 2 divisiones de infantería. Rundstedt, por su parte, se ha privado de 5 divisiones de infantería, de 2 Panzer y de una división motorizada. Para Taifun (Tifón), nombre convencional de la ofensiva contra Moscú, el mariscal von Bock dispondrá de las fuerzas más imponentes que se hayan agrupado nunca bajo el mando de un general subordinado: 22 cuerpos de ejército, 46 divisiones de infantería, una división de caballería, 15 divisiones blindadas, 9 divisiones motorizadas, 6 divisiones de policía, una brigada de caballería S.S.; en total, 100 grandes unidades, que representan cerca de un millón y medio de hombres. Las fuerzas aéreas comprenden los 7º y 8º Flieger Korps, que forman la 2.º Luftflotte, al mando del mariscal Kesselring.

Railes antitanques, en la calle kaluga, en Mosku¡ Medios inmensos, ciertamente! Hitler emprende su batalla del Moscova con efectivos décuples de los que Napoleón ponía en línea en Borodino. Su problema es el mismo: vencer de manera decisiva a la masa rusa principal antes de hacer su entrada en Moscú. Pero, por importantes que sean en sí mismos, los medios de von Bock sólo se pueden apreciar de modo relativo. De Veliki Luki a Romny, el frente del grupo de ejércitos «Mitte» mide en línea recta 750 km. Bock ataca, pues, sobre el cuádruplo del frente ofensivo de toda la Wehrmacht el 12 de mayo de 1940, mientras que la densidad de las carreteras de que dispone no representa ni la décima parte de la red franco-belga. Sus fuerzas aéreas son de una debilidad impresionante. ¿ Qué significan 549 aparatos, de ellos 158 bombarderos y sólo 25 de reconocimiento, en un área geográfica inmensa, cubierta de espesos bosques? Un simple cuerpo blindado podía contar en Sedán con un apoyo aéreo igual de importante.

Ese poderoso grupo de ejércitos von Bock está subdividido en tres masas, cada una de las cuales comprende un ejército y una agrupación blindada. Al norte, Strauss y Hoth, IX ejército y 3ª agrupación blindada, comprendiendo en total 5 Panzer y 17 divisiones de infantería, 2 de ellas motorizadas. En el centro, Kluge y Hoepner, IV ejército y 4ª agrupación blindada, 5 Panzer y 15 divisiones de infantería, 2 de ellas motorizadas. Al sur, Weichs y Guderian, II ejército y 2ª agrupación blindada, 5 Panzer y 20 divisiones de infantería, 4 de ellas motorizadas. Todas esas fuerzas deben empezar por participar en la batalla de envolvimiento que, según los términos de la directiva número 35, debe «aniquilar al grupo de ejércitos Timoshenko». Luego, el ala izquierda y el ala derecha franquearán el meridiano de Moscú para ir a bordear al Volga, desde Ríbinsk a Gorki. El centro envolverá y tomará Moscú.

El «grupo de ejércitos Timoshenko» al que se trata de vencer de manera decisiva, ya ha sido vencido en Baránovich, en Minsk, en Borísov, en Vítebsk, en Smolensko, en Róslavl, pero disfruta de esa asombrosa facultad de reconstitución de que se asombra Halder. En julio, estaba abierto el camino de Moscú: la aviación señalaba un vacío completo al este de Smolensko. A comienzos de octubre, la información alemana estima que el grupo de ejércitos Timoshenko se ha reconstituido a razón de 62 divisiones de infantería, 9 divisiones de caballería, 11 brigadas o divisiones blindadas, más una veintena de divisiones mal identificadas. Esas tropas han empezado por atacar con perseverancia, sufriendo sin fatiga una serie de fracasos sangrientos, pero obligando, a fuerza de sacrificio, a los alemanes a evacuar el saliente de Jelna. Luego, en setiembre, los ataques cesaron: los rusos se dispusieron a la defensiva, confirmando que algo se había roto en el ejército soviético. En cambio, los trabajos de fortificación prosiguen con energía intacta: nunca se ha removido más tierra que ante Moscú, en el otoño de 1941.

Para hitler, en los últimos días, el ejercito rojo está "virtualmente" vencido. Impulsa hacia delante la Wehrmacht, sin piedad... no sabe la que le esperaAl sur del grupo «Mitte», el grupo «Süd» se prepara también a reanudar la ofensiva. En Ucrania septentrional, la victoria de setiembre ha dejado realmente el terreno limpio. La aviación señala vastas regiones completamente vacías de tropas enemigas. Rundstedt, tras las cesiones que ha hecho al grupo Bock, todavía posee 35 divisiones de infantería, 3 Panzer, 3 divisiones motorizadas, más 6 brigadas rumanas, 2 brigadas húngaras, una brigada eslovaca, un regimiento croata y 3 divisiones italianas, que Mussolini ha logrado que aceptara Hitler. Sería posible hacer participar esas considerables fuerzas en la acción contra Moscú, bien sea prolongando hacia Vorónezh el frente de ataque del grupo «Mitte», bien sea constituyendo una masa de reserva. Pero no es ésa la idea de Hitler. Al Sur, más que en ningún sitio, ha llegado el momento de la explotación de la victoria; en el Sur es donde se encuentran los principales objetivos económicos. Lejos de apretarse para su esfuerzo final, el ejército alemán sigue abriendo su abanico.

El VI ejército Reichenau, tomará Járkov. El XVII ejército Stülpnagel, 14 I.D. conquistará las grandes aglomeraciones industriales de la curva del Donets; Losovaia, Slaviansk, Artiómovsk, etc. La 1ª agrupación blindada Kleist, 3 P.D., 2 I.D. motorizadas, 1 I.D., la ayudará en esa tarea apoderándose de Stalino por su ala izquierda; por su ala derecha, tomará Rostov y establecerá una cabeza de puente sobre el Don, en dirección a Maikop y a Batumi. El XI ejército, 8 I.D., se lanzará en una dirección aún más excéntrica: reforzada con el pequeño III ejército rumano, se apoderará de Crimea, y luego franqueará el estrecho de Kerch para participar en el ataque al Cáucaso. Como su jefe, von Schobert, ha aterrizado fatalmente en un campo de minas, Hitler ha llamado en su sustitución al hábil Manstein, retirado del frente de Leningrado.

Frente a ese grupo de ejércitos Rundstedt, encargado de tantas misiones divergentes en una inmensidad de 1200 km de frente, la información alemana señala dos grupos de ejércitos soviéticos, frente Sudoeste y frente Sur, comprendiendo respectivamente a los XL, XXI, XXXVIII, VI, XII y XVIII, XXXVII, IX, LVI y LI ejércitos soviéticos, con un total de 82 grandes unidades. Si Ucrania del Norte parece casi sin defensa, en cambio el camino del Cáucaso y el acceso a Crimea están cerrados por fuerzas imponentes. Pero se admite que se trata de fuerzas mediocres, cuyos efectivos no hace falta que cuente la Wehrmacht.

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Principal, Operación Barbarossa, la batalla de Ucrania, la batalla de Mosku, Stalingrado, 1943-1945: contraofensiva sovietica, la batalla de Berlín, Alexei Fiodorov, links

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