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El ataque a la hacienda de La Mota
Por: General
Luis Alberto Guajardo1
Apuntes: Luis López Elizondo
Habían sido tan frecuentes y tan sangrientos los ataques de
los indios a la población y a las rancherías cercanas, que el gobierno del
estado, por sugestión de las autoridades de Santa Rosa, había mandado una
pieza de artillería de a doce, con dos barricas de pólvora para la defensa
contra los ataques indios. El oficio relativo del gobierno de Nuevo León y
Coahuila, es de fecha de 30 de noviembre de 1862. Estas cosas sucedían ya a
mediados del siglo pasado.
Desde la fecha de la fundación del presidio de Santa Rosa,
hasta el año de 1849, la vida del presido se había deslizado entre peligros,
asaltos, muertes y robos de ganados en grande escala, efectuados por los indios
que señoreaban la región norte y poniente de Coahuila.
En noviembre del 48 una fuerte partida de indios lipanes había
atacado la hacienda amurallada de La Mota 2
, a 3 leguas del presidio, propiedad de Don
Indalecio Elizondo3,
matando de un modo cruel a Don Rafael Flores, pariente político de aquel señor,
quien se defendió valientemente, solo, cercado por ocho o diez indios de los
que mato uno e hirió dos o tres en la ciénega de La Cochina4,
al noroeste y como a un cuarto de legua de la hacienda expresada.
Don Lorenzo Justiniano Elizondo 5
y sus dos hijos, Dolores (mi madre) y Augusto6,
jóvenes de quince o dieciséis años estaban entre los sitiados y allí
sufrieron los horrores del asedio durante todo el día 29 de noviembre, y a
ellos debo relación pormenorizada de aquel ataque sangriento, hasta que los
indios que eran mas de cincuenta, abandonaron la empresa de destruir aquella
hacienda.
Era época de la zafra (de las moliendas) como se llamaba en
el lenguaje pintoresco de la región. El trapiche funcionaba dentro de la
muralla y allí trabajaban quince o veinte hombres moviendo el molino, que era
todo de madera de encino y muy pesado, con dos yuntas de bueyes que permanecían
ociosos y gordos todo el año, destinados solamente para aquellos trabajos.
A poca distancia de la muralla estaban los cañaverales y en
ellos trabajaban otros quince o veinte hombres, cortando y limpiando las cañas,
mientras que otros cuatro o seis se las llevaban al molino en enormes carretas
que se llamaban "de panocha", hechas de madera muy bien ajustadas sus
piezas y sin un solo clavo de fierro. Junto a la gran puerta de la muralla
estaban los corrales del ganado y dentro de los corrales y en un rincón había
un corral mas chico al que llamaban "chiquero", por estar destinado a
encerrar allí a los becerros chicos.
Al amanecer que la partida de indios cayo como bandada de
gavilanes sobre los cañaverales, atacando a los operadores desarmados, se
dividió en dos grupos y uno de ellos, el que mandaba el Oso Bayo, Jefe de la
partida, se metió rápidamente al recinto amurallado, y ataco a los
trabajadores, mientras que el otro grupo, se quedo fuera de la muralla
emprendiendo el ataque contra los operarios, entre los que había uno que se
distinguía por su serenidad y por su valor temerario demostrado en muchas
ocasiones en aquel genero de combates.
Este hombre, Jesús Maltos, tenia constantemente a la mano su
rifle y su pistola de un solo tiro, y al llegar la partida india, mando a los
operarios que se metieran por entre los cañaverales y escaparan hacia la
hacienda, saltando la muralla, ocupada en aquel momento por los indios. Maltos
hizo frente solo a la indiada y atravesó el cañaveral hasta lograr meterse en
el "chiquero" de los becerros, desde cuya empalizada comenzó a hacer
fuego a los indios que, a la usanza de aquellos tiempos montados caracoleando en
sus magníficos caballos y haciendo fuego, tendidos en el cuello de los
animales.
Impaciente el Jefe de aquel grupo, porque no podían entre
todos dominar a Maltos, dio orden de que todos simulasen una carga violenta para
echarse él sobre el sitiado personalmente. Maltos que oyó la orden y que
conocía muy bien el dialecto Lipán, se preparo como pudo, y al encarrerar el
indio su caballo hasta llegar junto a la empalizada, Maltos le descerrajó un
tiro que le destrozo el corazón, y al detenerse en seco el caballo, el indio
cayo pesadamente a los pies de Maltos, y el caballo dio media vuelta sin jinete,
sembrando pánico entre aquellos aguerridos combatientes. Maltos salto la
empalizada, y con su cuchillo corto el cordón que anudaba al cuerpo del indio
una piel de cíbolo perfectamente curtida y la arrojo dentro del chiquero, luego
de un tajo terrible, arranco la cabellera del Jefe Lipán, y escapo por otra
puerta del corral hacia la muralla donde el fuego era cada vez mas nutrido,
porque Don Indalecio Elizondo a la cabeza de los operarios había organizado rápidamente
la defensa y habiéndoles matado unos guerreros de los mas atrevidos, había
conseguido obligarlos a desalojar el recinto de la muralla, quedando allí tres
o cuatro muertos que no pudieron llevarse.
Maltos entro triunfante a la muralla, después de cerrar la
puerta para impedir otro ataque y fue saludado con un "viva" ruidoso
por sus compañeros sitiados, que también se portaron valientemente.
Era costumbre en aquella época, tener el dueño de una
hacienda tantos fusiles útiles y provistos de abundantes municiones, como
trabajadores hubiese en la hacienda. Las armas estaban constantemente cargadas y
alineadas por dentro de la puerta de la casa principal, y a la primera señal de
peligro, todo el mundo dejaba el trabajo y empuñaba su rifle, del que todos sabían
hacer un magnifico uso, por ser muy buenos tiradores.
Acaso estas pequeñas disgresiones no tengan importancia para
la historia de aquellos pueblos, pero hemos citado este caso, muy frecuente en
aquella época, porque los indios lipanes, resentidos por aquel doloroso fracaso
en el que perdieron a su Jefe muy querido, "El Oso Bayo", juraron
volver para acabar con aquella hacienda y con la población del Presidio; y al año
siguiente (1849) organizaron la campaña con la cooperación de casi todas las
tribus del desierto, y se dirigieron a Santa Rosa, habiendo salido una pequeña
fuerza a encontrar a la indiada hasta cerca de 20 leguas al norte del pueblo,
donde los indios fueron brillantemente batidos y destrozados por aquellos
valientes soldados y vecinos del Presidio de Santa Rosa y del Presidio de Agua
Verde, el 24 de diciembre de 1849, en cuya fecha los indios planeaban atacar el
pueblo porque sabían que estaba reunido todo en la iglesia por motivo de
aquella notable fiesta religiosa 7.
Aquella notable función de armas que escarmentó
dolorosamente a los lipanes, ameritó que el Gobierno del Estado, erigiese en
Villa al que había sido hasta entonces humilde Presidio de Santa Rosa y le
pusiese el nombre del General Don Melchor Múzquiz, nacido en aquel pueblo y
quien había sido Presidente de la República 8.
En el capitulo correspondiente damos informes oficiales y
privados, completos, de aquellos dos combates, cuyos informes nos fueron
proporcionados por los protagonistas mismos de aquellos episodios de guerra, y
sobre el terreno donde se desarrollaron los hechos. Aparte del parte oficial de
la batalla de La Rosita, aquellos ameritados ciudadanos, viejos ya, nos hicieron
completa relación de sus hazañas, treinta años después, citándonos posición
por posición, y paso por paso y lucha por lucha de las que en aquel entonces
tuvieron lugar en el lugar de combate.
El presidio de Santa Rosa, convertido en Villa, con su dotación
de autoridades correspondientes, siguió por muchos años siendo el blanco de
los rencores indios, que sabían por experiencia que con aquellos colonos y
aquellos soldados se habían estrellado constantemente sus planes de destrucción,
porque aquellos hombres eran tan aptos como los mismos indios para la guerra, y
estaban educados en la escuela de la astucia india y los hábiles ardides de
aquellos combatientes indomables terribles y, que defendían la tierra sagrada
donde descansan las cenizas de sus antecesores.
Apuntes (copywright 1996 by Luis López Elizondo)
1.Luis Alberto Guajardo (1862-1940) fue Brigadier General del
Ejercito Mexicano. Recopilo transcripciones de los archivos oficiales de
Monclova, Saltillo y Santa osa, el ultimo conocido actualmente como Múzquiz,
Coahuila, probablemente como material fuente para una historia de la frontera
Española. Fue hijo de Miguel Merced Guajardo (1829-1915) y Dolores Elizondo
Rivas (1840-1907). Este fue el segundo matrimonio de Miguel Merced Guajardo.
Anteriormente estuvo casado con Rómula Vadillo, viuda de Horacio Boultbee, que
actuó como correo entre los Sánchez Navarro y el General Wool durante la
guerra de México.
En 1932 hizo amistad con J. Frank Dobie a través de su amigo
mutuo Raymond Dickinson, propietario del rancho el Caballo cercano a la ciudad
de Del Río. Este fue el principio de una gran amistad que duro hasta la muerte
de Guajardo en 1940. Dobie utilizo muchas de las historia de Guajardo en algunos
artículos y libros. De acuerdo a Lon Tinkle en su libro "An American
Original: The Life of J. Frank Dobie", Dobie escribió a su esposa Bertha
acerca de haber conocido a Guajardo: "aun si no consigo algo mas de
Coahuila que a Guajardo, estaré enriquecido".
2.La hacienda La Mota fue originalmente otorgada por el Rey
de España a Rafael de los Reyes en 1784. El otorgamiento incluía el uso de
ocho días de agua con propósito de irrigación, del río Sabinas. El 5 de
abril de 1886, José M. Garza Galán, Gobernador de Coahuila, confirmo la
concesión.
3.Indalecio Elizondo Elizondo (1817-1990) fue hijo de Ignacio
Elizondo de la Garza (1788-1834) y María Guadalupe Loreto Elizondo García
(1791-1872).
4.La ciénega de La Cochina esta localizada en la hacienda del
Nacimiento, originalmente otorgada por el de España en 1760-1762 al Bachiller
Carlos Sánchez de Zamora quien posteriormente lego la tierra a los Sánchez
Navarro. En 1881 la viuda de Carlos Sánchez navarro, Dolores Osio de Sánchez
Navarro, vendió la propiedad a David Harkness McKellar de Nueva Zelanda.
5.Lorenzo Justiniano Elizondo, mi tatarabuelo, nació en la
hacienda Del Alamo, propiedad de los Vázquez Borrego, el 7 de septiembre de
1809, y murió en Múzquiz el 7 de marzo de 1888. Fue hermano de Indalecio
Elizondo. El coronel Ignacio Elizondo, famoso en la batalla de Medina, fue su
abuelo materno. Todos los Elizondo mencionados en esta historia son
descendientes directos del capitán Francisco de Elizondo de Urdiñola, nacido
en Oyarzun, Provincia de Guipuzcoa, España, en 1588 y que se asentó en el Real
de Minas de San Gregorio de Mazapil, Zacatecas, a inicios del siglo XVII. Los
padres del capitán Elizondo fueron Junes de Elizondo e Ysabela de Urdiñola.
6.María de los Dolores Celso Elizondo Rivas fue bautizada en
la iglesia de Santa Rosa de Lima, en Santa Rosa, Coahuila, el 10 de abril de
1840. Se caso con Miguel Merced Guajardo el 27 de junio de 1859.
José Celso Augusto Elizondo Rivas, mi bisabuelo, fue
bautizado en la iglesia de Santa Rosa de Lima, Santa Rosa, el 6 de abril de
1843. Se caso con Santos Cortinas (1850-?) en la iglesia de Nuestra Señora de
la Victoria en Nadadores, Coahuila el 13 de febrero de 1869.
7.El lugar donde ocurrió la batalla y los indios fueron
vencidos por los soldados de Santa Rosa y Agua Verde, fue el aguaje de la
Rosita. Actualmente es conocido como el Rancho de la Rosita, propiedad de
Cornelia Frazier Múzquiz.
8.Don Melchor de Eca y Múzquiz fue hijo de Blas María de
Eca y Múzquiz y Francisca de Arrieta. Fue bautizado en la iglesia de Santa Rosa
de Lima el 14 de abril de 1788.
Relato por cortesía de Luis López Elizondo
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