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No fume, pero agreda

Las caricaturas de Tom y Jerry sufrirán en Gran Bretaña el tijeretazo en toda escena donde los personajes fumen, un hábito por lo visto peor que la violencia que inunda a la TV inglesa y que no ha provocado iguales quejas

AGOSTO, 2006. Muchas de las propuestas llevadas a cabo por los llamados activistas "políticamente correctos" son cosas que alguna vez llegamos a considerar bromas que pasaron a convertirse en ominosa realidad. No existen quizá peores enemigos de la preservación del pasado que los PC, empeñados en destruirlo al querer acoplar a nuestro presente y dentro de sus convicciones de cómo deben ser las cosas. Anteriormente a eso se le llamaba censura; hoy se le denomina activismo "políticamente correcto".

Eso fue lo que ocurrió a mediados de los 90 cuando los PC consiguieron quitar de la pantalla norteamericana a Porky, o al menos lo redujeron a escenas totalmente anodinas. ¿La razón? El puerquito de la Warner Brothers incitaba a los niños a insultar "a otros compañeros con sobrepeso", y además hacía mofa de los tartamudos. Hay otros programas que sí lograron borrar del pasado, como si fuera una novela de Orwell: tal es el caso de esa viejísima serie en blanco y negro llamada La Pandilla --la misma donde un niño de nombre Alfafa luce un enorme "gallo"-- porque, adujeron los PC, "había bromas crueles hacia el personaje afroamericano de la serie, un pequeño al que, recordamos, alguna vez lo pusieron en una lavadora para "limpiarlo".

De nada valieron los argumentos más obvios, el primero de ellos, que se trata de caricaturas y series creadas para divertir. Otra, que en aquel tiempo nadie consideraba ofensivas tales situaciones y tercero, que adecuar el pasado a lo que hoy pensamos es, aparte de absurdo, una forma de distorsionar significativamente lo que dejaremos a las generaciones venideras.

Veamos el caso en específico: una corte británica ordenó "editar" (¡hermoso eufemismo de censura!) todas aquellas escenas de la serie animada Tom and Jerry donde aparezcan personajes fumando o donde glamoricen el tabaco. Todo empezó cuando un ciudadano, ofendido por tan horrendo espectáculo, pidió la supresión de esas escenas. Bien pronto los grupos activistas PC lo secundaron y torcieron el brazo al juez con lo que se repitió lo insólito: unas caricaturas creadas en 1951 fueron censuradas más de medio siglo despúes; antes las cosas ocurrían al revés.

No es la primera vez que Tom and Jerry han sido censurados; de hecho y al ritmo en que van las cosas, cada episodio tendrá un cuarto de tiempo menos de lo que duraba originalmente. El Cartoon Network sistemáticamente "edita" las escenas donde, luego de una explosión, la cara del gato y de sus amigos quedaban negras o donde el ratón, tras caer en un bote de tinta oscura, es empleado para lustrar zapatos. El pretexto: tales escenas "difaman" a la gente de color (¡y nosotros, pobres incautos, pensábamos que William Hanna y Joe Barbera, sus creadores, lo hacían para hacernos reír! ¡Vaya par de racistas!)

También se ha suprimido la manera de hablar de la dueña del gato Tom; nunca le vimos la cara pero suponíamos que era una dama de color con fuerte acento sureño y muy parecida a la mujer que vemos en la tapa de los hot cakes Aunt Jemina. Ella también kaput, según los PC.

Pero para ser todo un activista PC también hay que ser todo un hipócrita. El ofendido televidente en ningún momento objetó la violencia mostrada por los personajes; el que Jerry cierre con violencia la tapa del piano para dejarle rojos los dedos al felino, o cuando le prende fuego a la cola, le administra aceite de ricino o cuando un perro malencarado le proporciona tremendas palizas no fueron incluidas dentro de las quejas. Por lo visto nada de eso --que también debe influir en los niños que ven las caricaturas, quienes a los 5 ó 6 años estarían más dispuestos a repetir esas escenas que a encender un cigarrillo-- le pareció ofensivo al televidente ni a los activistas PC.

Al susodicho también deben tenerle sin cuidado las horas y horas de programación excesivamente violenta que transmite la TV inglesa donde puede verse una serie donde a alguien le cercenen los dedos, una película en que a un individuo le abran la tapa de los sesos como hizo Hannibal Lecter, con resultados tales que un niño británico al llegar a los 10 años ha visto más de 6 mil asesinatos por TV. No. Lo que ofende, lo que irrita, y lo que mueve a la acción, es ver a personajes creados hace medio siglo fumando. Eso sí merece la condena general.

Una hipocresía adicional la tenemos dentro de estos activistas PC que acaban de lograr que se prohiba la escena de gatos fumando pues seguramente mañana serán parte del lobby que autorice el consumo de mariguana, o que organice marchas a favor del aborto y con igual desfachatez se oponga a la pena de muerte. Hay una razón muy clara de tal doble moral: la mariguana es consideraba parte de eso que se llama contracultura mientras que la venta de cigarrillos es una conspiración orquestada por los grandes capitales. No importa que ambos sean iguales de nocivos.

Asimismo, y como la violencia es considerada parte de una "respuesta contracutural" hacia una sociedad opresiva, no debe condenársele con tanto ahínco como al tabaco vendido por empresas privadas; ningún PC británico ha exigido se "editen" los programas con violencia excesiva pero si han pedido que Humphrey Bogart ya no siga dando mal ejemplo aun después de muerto fumando en Casablanca. Francamente, hay mejores maneras de desperdiciar el tiempo.

 

 

 

 

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