Autor
El autor de Apocalipsis se identifica
repetidas veces como "Juan" (cap. 1:1, 4, 9; 21:2;
22:8). IÇánn's, la forma griega de este nombre (ver Luc.
1:13), al nombre común hebreo Yojanan, que aparece numerosas
veces en los últimos libros del AT, en los libros apócrifos
y en Josefo. Esto identifica al autor como judío.
Varias evidencias indican claramente que
Juan era el nombre del autor, y no un seudónimo como aparecía
en muchas obras apocalípticas judías y de los primeros
cristianos. La
primera es que el autor del Apocalipsis se identifica como
Juan sin intentar darse a conocer como uno que ocupaba algún
cargo en la iglesia. Varios
apocalipsis judíos y cristianos son atribuidos a patriarcas y
profetas hebreos y a apóstoles cristianos.
Si así sucediera con el Apocalipsis, es de esperar que
su autor procurara identificarse específicamente como apóstol.
Pero la sencilla declaración de que su nombre es Juan
"vuestro hermano" (Apoc. 1:9; cf. la referencia de
Pedro a Pablo, 2 Ped. 3:15), testifica que el que escribe da
su nombre verdadero. Es
evidente que el autor era tan conocido en las iglesias, que su
nombre bastaba para identificarlo y dar validez al relato de
sus visiones.
Más aún: parece que la práctica de
usar seudónimos no era común cuando el ejercicio del don de
profecía era vigoroso. Durante
el período intertestamentario -cuando hasta donde sepamos no
había profeta reconocido entre los judíos- los escritores
religiosos a menudo creyeron que era necesario valerse del
nombre de 734 algún personaje antiguo de gran reputación
para asegurar la aceptación general de su obra.
Indudablemente en dicho período no había ningún
profeta verdadero que hablase en nombre de Dios, como lo habían
hecho los profetas del AT; pero con la aparición del
cristianismo floreció nuevamente el don de profecía. En la iglesia cristiana del primer siglo no existió la
supuesta necesidad de usar seudónimos.
Los cristianos estaban convencidos de que sus apóstoles
y profetas hablaban directamente como instrumentos de Dios.
Pero cuando el profetismo cayó en descrédito entre
los cristianos y finalmente desapareció en el siglo II,
comenzaron a aparecer obras seudoepigráficas que llevaban los
nombres de diversos apóstoles (ver t. VI, pp. 42-44). Según los hechos mencionados es razonable concluir que el
Apocalipsis, que aparece en el siglo I d.C., no es un libro
seudoepigráfico, sino la obra de un hombre cuyo verdadero
nombre fue Juan.
¿Quién era este Juan?
En el NT hay varios personajes con este nombre: Juan el
Bautista, Juan el hijo de Zebedeo (uno de los doce), Juan, el
que tenía por sobrenombre Marcos, y un pariente del sumo
sacerdote Anás (ver com.
Hech. 4:6). Es
evidente que el escritor del Apocalipsis no podría ser Juan
el Bautista, pues éste murió antes de la crucifixión de Jesús.
Tampoco es razonable suponer que fuese el pariente de Anás,
de quien no hay indicación de que llegó a ser cristiano.
También es poco probable que Juan Marcos fuese el autor del
Apocalipsis, pues el estilo, el vocabulario y el enfoque del
segundo Evangelio son completamente diferentes a los del
Apocalipsis; además, no se sabe de nadie en la iglesia
primitiva que haya atribuido el Apocalipsis a Marcos.
Con este proceso de eliminación sólo
queda Juan el hijo de Zebedeo y hermano de Jacobo.
Este Juan no sólo fue uno de los doce sino también
miembro del círculo íntimo de Jesús.
La tradición cristiana primitiva lo reconoce casi unánimemente
como el autor del Apocalipsis.
En realidad, todos los escritores cristianos hasta
mediados del siglo III, en cuyas obras existentes hoy se
mencione este tema, atribuyen el Apocalipsis a Juan el apóstol. Estos escritores son Justino Mártir, en Roma (c. 100-c. 165
d. C., Diálogo con Trifón 81); Ireneo de Lyon (c. 130-c. 202
d. C., Contra herejías iv. 20. 11); Tertuliano, en Cartago
(c. 160-c. 240 c. d. C., Sobre prescripciones contra los
herejes 36); Hipólito, de Roma (m.c. 235 d. C., Tratado sobre
Cristo y el anticristo xxxvi), y Clemente de Alejandría (m.
c. 220 d. C., ¿Quién es el rico que se salvará? xlii). Estos testimonios demuestran que en los comienzos de la
iglesia eran muchos e influyentes los que creían que el autor
del Apocalipsis fue el apóstol Juan.
Además, varias antiguas tradiciones cristianas
relacionan los últimos años de Juan con la ciudad de Efeso.
Así lo hace Ireneo (Op. cit. iii. 3, 4), quien declara
que en su juventud había visto al anciano Policarpo, de
Esmirna, el que "conversó con muchos que habían visto a
Cristo", entre ellos con Juan, que había residido en
Efeso hasta los días de Trajano (98-117 d. C.). Polícrates
(130-c. 200 d. C.), obispo de Efeso, octavo en su familia que
fue obispo cristiano, testifica que Juan "el que se
reclinó en el seno de Jesús... descansa en Efeso" (Epístola
a Víctor y la Iglesia Romana acerca del día de observar la
pascua). Estas
declaraciones coinciden con el hecho de que Juan se dirige a
Efeso y a las otras iglesias de Asia (Apoc. 1:4, 11).
El único testimonio de este período que
parece no concordar con la opinión de que el autor del
Apocalipsis fue el apóstol Juan, proviene de Papías, padre
de la iglesia (m. c. 163 d. C.). Las obras de Papías se
perdieron; lo único que existe de ellas está en forma muy
fragmentaria en citas conservadas por escritores posteriores.
Dos de ellas se refieren a la muerte de Juan. En una, de un manuscrito del siglo VII u VIII d. C., que
parece ser un resumen de la Crónica de Felipe de Side (siglo
V), se declara: "Papías dice en su segundo libro que
Juan el Teólogo y Jacobo su hermano 735 fueron muertos por
los judíos". Y
en un manuscrito de la Crónica de Georgius Hamartolus (c. 860
d. C.) se lee en forma similar: "Porque Papías, obispo
de Hierápolis, siendo testigo ocular de esto, en el segundo
libro de los dichos del Señor, dice que él [Juan ] fue
muerto por los judíos, cumpliendo claramente, con su hermano,
la predicción de Cristo relativa a ellos".
Estas citas parecen indicar a primera
vista que un funcionario cristiano que vivió a fines del
primer siglo y comienzos del segundo, en las proximidades de
Efeso, testificó que el apóstol Juan, así como su hermano,
fue muerto por los judíos antes de que pudiera haber escrito
el Apocalipsis en el tiempo de Nerón o de Domiciano, que son
los períodos en los cuales los eruditos generalmente lo
colocan (ver el "Marco histórico").
Sin embargo, un examen más minucioso hace surgir
varios interrogantes respecto a estas citas.
El hecho de que el pasaje del primer manuscrito se
refiera a Juan como "el teólogo", indica que la
cita sufrió modificaciones hechas por un escriba medieval,
porque este título no se aplica a Juan en ningún manuscrito
bíblico existente anterior al siglo VIII, y es virtualmente
imposible que Papías lo pudiese haber usado.
La segunda cita, de Georgius Hamartolus, sólo se halla
en uno de los manuscritos de dicho autor.
Los otros únicamente dicen que Juan murió en paz;
pero es evidente que no citan en nada a Papías. Por lo tanto, es muy difícil saber exactamente qué fue lo
que dijo Papías acerca de la muerte de Juan.
Si en verdad escribió que Juan, como Santiago, fue
muerto por los judíos, esto no implica que sus muertes
ocurrieron al mismo tiempo o muy cerca la una de la otra.
En el Apocalipsis inclusive se afirma que, en el tiempo
en que fue escrito, los judíos aún seguían causando
dificultades a los cristianos, y si Juan finalmente murió
como mártir bien pudo haber sido como resultado de las
intrigas de los judíos.
Una tercera cita de Papías la registra
el historiador eclesiástico Eusebio (m. en 340 d. C.):
"No pesará escribir con nuestras
interpretaciones las cosas que en otro tiempo aprendí y
encomendé a la memoria, para que se afirme la verdad de las
mismas con nuestra aserción... Porque si entretanto me salía
al encuentro alguno que había tratado con los ancianos, le
preguntaba curiosamente cuáles fuesen los dichos de los
ancianos; qué acostumbraban a decir [Gr. éipen, 'dijo'] Andrés,
Pedro, Felipe, Tomás, Santiago, Juan, Mateo, y qué los demás
discípulos del Señor; qué predicaron [Gr. légousin,
'dicen'] Aristión y el presbítero Juan, discípulo del Señor. Pues yo estimaba que no podría sacar tanta utilidad de las
lecturas de los libros cuanto de la viva voz de los hombres
todavía sobrevivientes" (Historia eclesiástica iii. 39.
3-4).
Este pasaje ha dado lugar a muchas
conjeturas. Eusebio
lo interpretó como que hubieran existido dos hombres llamados
Juan que vivieron en Asia a fines del siglo I d. C.: el apóstol
y otro hombre que era presbítero o anciano.
La opinión de Eusebio era que este último era el que
había conocido Papías personalmente, y que fue el que
escribió el Apocalipsis, mientras que el apóstol había sido
el autor del Evangelio.
Sin embargo, es posible interpretar de
otra manera las palabras de Papías.
Zahn, erudito alemán del Nuevo Testamento, hace notar
(Introduction to the New Testament, 2.a ed., t. 2, pp.
451-453) que en la declaración de Papías no hay una
verdadera distinción entre presbíteros y apóstoles.
Papías dice que "preguntaba" acerca de
"los dichos de los ancianos", e inmediatamente sigue
con una lista de los apóstoles; luego cuando menciona al
"presbítero Juan" lo identifica enseguida como uno
de los "discípulos del Señor".
La única distinción entre los dos grupos que menciona
radica en la diferencia del tiempo del verbo, pretérito en el
primero y presente en el segundo, lo que sugiere que los del
primer grupo mencionado eran discípulos de Jesús que habían
vivido o dado su testimonio antes del tiempo de Papías,
mientras que los del segundo grupo aún vivían, y Papías podía
obtener de ellos información.
Si se acepta 736 el testimonio de Ireneo (p. 734), el
apóstol Juan estaría incluido en ambos grupos, y por eso sería
concebible que fuera mencionado dos veces.
El esfuerzo de Eusebio por encontrar dos
Juanes en la declaración de Papías se hace más comprensible
por el hecho de que sus conclusiones fueron influidas por la
obra de Dionisio, obispo de Alejandría (m. en 265 d. C.; ver
Eusebio, op. cit. vii. 24-25). Dionisio reaccionó contra
algunos cristianos que destacaban la idea de un milenario
literal, y escribió una obra titulada Tratado acerca de las
promesas, en la cual procuraba mostrar mediante eruditos
argumentos que el Apocalipsis no fue escrito por el apóstol
Juan sino por otro escritor con el mismo nombre. Dionisio es el primer padre de la iglesia que duda del origen
apostólico del Apocalipsis, y sus argumentos han quedado como
clásicos para los especialistas que comparten su punto de
vista.
Dionisio fundamenta sus críticas
mayormente en el hecho de que hay evidentes diferencias entre
el lenguaje del Evangelio y el del Apocalipsis.
Los vocabularios de ambos muestran marcadas
diferencias; una cantidad de palabras que aparecen con mucha
frecuencia en uno, son raras en el otro.
Los siguientes ejemplos son particularmente notables: kósmos,
"mundo", aparece en el Evangelio 79 veces, pero en
el Apocalipsis sólo 3 veces; alétheia, "verdad",
aparece en el Evangelio 25 veces, pero nunca en el
Apocalipsis; fÇs "luz", 22 veces en el Evangelio, y
en el Apocalipsis sólo 3 veces; agapáÇ, "amar",
aparece 37 veces en el Evangelio, y en el Apocalipsis 4 veces;
PistéuÇ, "creer", 100 veces en el Evangelio, y
ninguna en el Apocalipsis; allá, "pero", más de
100 veces en el Evangelio, y en el Apocalipsis sólo 13 veces;
enópion, "ante", "en frente", aparece en
el Evangelio una vez, pero en el Apocalipsis 36 veces; emós,
"mío", en el Evangelio 42 veces, y en el
Apocalipsis una vez. Cuando
el Evangelio se refiere a Cristo como "el Cordero",
utiliza siempre la palabra amnós, mientras que en el
Apocalipsis se usa arníon; ambas palabras significan
"cordero". En
el Evangelio, Jerusalén siempre es Hierosóluma, mientras que
en el Apocalipsis es Hierousal'm.
Dionisio también señaló que el griego
del Evangelio de Juan es correcto y puro, mientras que el del
Apocalipsis contiene una cantidad de pasajes extrañamente
construidos, sin tener en cuenta las reglas de gramática y
sintaxis. En
vista de estas marcadas diferencias entre el Evangelio y el
Apocalipsis, Dionisio concluyó que no habían sido escritos
por el mismo autor. Estas
críticas parecen haber tenido una amplia influencia en la
opinión de la iglesia oriental en cuanto al origen apostólico
del Apocalipsis y, por lo tanto, a su canonicidad.
Eusebio no sólo registró los detalles de los
argumentos de Dionisio, sino que procuró darles una base más
firme mediante el pasaje ya citado de Papías.
Y en cuanto a la canonicidad del Apocalipsis, informó:
"Entre los escritos de Juan, además
del Evangelio, es admitida sin controversia alguna su primera
epístola, tanto por los más recientes cuanto por todos los
antiguos; las dos epístolas restantes son puestas en duda.
Acerca de la Revelación (el Apocalipsis) se disputa en
pro y en contra con variedad de opiniones" (op. cit. iii.
24. 17-18).
Aunque la evidencia aducida por Dionisio,
que indica la existencia de dos Juanes, tiene consistencia,
deben considerarse otros hechos antes de emitir un juicio.
La opinión de Dionisio y Eusebio se funda
principalmente en dos puntos: la cita ambigua de Papías y los
argumentos de Dionisio acerca de diferencias lingüísticas
entre el Evangelio y el Apocalipsis.
Aunque no puede probarse que Papías no se refirió a
dos hombres diferentes llamados Juan, si lo hizo, su
testimonio -en cuanto pueda usarse como prueba del origen no
apostólico del Apocalipsis- es refutado por media docena de
otros padres de la iglesia (ver p. 734).
En este sentido son particularmente importantes las
declaraciones de Ireneo, quien se relacionó personal y
directamente con Policarpo, contemporáneo de Juan y de Papías.
Ireneo parece haber conocido a un solo Juan, el apóstol,
y afirma claramente que fue éste quien escribió el
Apocalipsis. En
vista de esto parece razonable concluir que no debe
presentarse con tanta insistencia la ambigua declaración de
Papías como prueba de la existencia de dos hombres llamados
Juan.
Las diferencias lingüísticas entre el
Evangelio y el Apocalipsis son significativas.
Aunque las diferencias de tema y estilo- que
evidentemente existen entre los dos libros- pueden explicar en
cierta medida la disparidad de los vocabularios, por lo
general un mismo escritor no varía tanto en su uso de ciertas
palabras tales como allá, enÇpion y emós .
Sin tener en cuenta el tema tratado o la forma
literaria, por lo general el mismo autor usa u omite palabras
semejantes en una forma inconsciente.
Cuando dos libros difieren tanto como el Evangelio de
Juan y el Apocalipsis en el uso de estas palabras, podría
parecer difícil al principio creer que son del mismo autor.
Pero este hecho no significa
necesariamente de por sí que Juan no sea el autor de ambas
obras. Las
circunstancias en las cuales parecen haber sido escritos los
dos libros pueden explicar razonablemente dichas diferencias.
Juan declara en el Apocalipsis que recibió sus
visiones mientras "estaba en la isla llamada Patmos, por
causa de la palabra de Dios y el testimonio de
Jesucristo" (cap. l: 9).
En el exilio, Juan sin duda se vio obligado a valerse
de su propia capacidad lingüística para la redacción del
Apocalipsis, y por esto no debe sorprenderse que el lenguaje
de este libro no sea siempre puro, en donde a veces se
translucen semitismos a través del griego, y que el autor no
estuviese siempre muy seguro de su gramática.
Esta situación es muy normal considerando las
circunstancias en las cuales Juan escribió el Apocalipsis.
Además, las visiones eran evidentemente registradas a
medida que las escenas pasaban vívidamente frente a los ojos
del profeta (cap. 10: 4).
Puede ser que Juan no hiciera a propósito una revisión
para que no se debilitara la vivacidad de la acción.
Por otra parte, la tradición cristiana más
antigua indica que el Evangelio fue escrito en condiciones
completamente diferentes.
En el Fragmento de Muratori, escrito en Roma
probablemente alrededor de 170 d. C. -sólo pocas décadas
después de que hubiera estado allí Policarpo, el discípulo
de Juan- se afirma:
"El cuarto de los Evangelios es de
Juan, uno de los discípulos.
Cuando fue animado [a escribir] por los otros discípulos
y obispos, les dijo: 'Ayunad conmigo los próximos tres días,
y todo lo que se nos revele a cada uno de nosotros nos lo
relataremos mutuamente'.
Aquella noche le fue revelado a Andrés, uno de los apóstoles,
que aunque todos debían revisarlo, Juan debía narrarlo todo
en su propio nombre" (Texto latino en S. R Tregellos,
ed., Canon Muratorianus, pp. 17-18).
Aunque es obvio que este relato tiene
características fantásticas, como la presencia de Andrés y
otros apóstoles con Juan cuando escribió el Evangelio, puede
tener algo de verdad, cuando sugiere que Juan pudo haber
recibido ayuda en la composición del Evangelio. En apoyo de esta hipótesis también está una declaración
atribuida a Papías, que se conserva en un manuscrito del
siglo X:
"Por lo tanto, es claro que este
Evangelio fue escrito después del Apocalipsis, y fue
entregado a las iglesias del Asia por Juan, estando aún en el
cuerpo [vivo] como obispo de Hierápolis.
Papías de nombre, un amado discípulo de Juan, que
escribió este Evangelio que le fue dictado por Juan, lo
refiere en su Exoterica, es decir, en los últimos cinco
libros" (Texto latino en Wordsworth y White, Novum
Testamentum... Latine, t. 1, pp. 490-491).
Aunque no puede asegurarse que los
detalles de este relato sean exactos, estas dos declaraciones
sugieren con cierta intensidad que en el siglo II se había
extendido la idea de que Juan había redactado el Evangelio
con la ayuda de otros. Apoyada
por esta antigua tradición, la declaración al final del
Evangelio: "Este es el discípulo 738 que da testimonio
de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su
testimonio es verdadero" (cap. 21:24), parecería ser la
certificación de los ayudantes de Juan para dar veracidad a
su relato. Si
esta manera de interpretar las pruebas es correcta, no es difícil
explicar las diferencias lingüísticas y literarias que
existen entre el Apocalipsis, escrito probablemente cuando
Juan estaba solo en Patmos, y el Evangelio, escrito con la
ayuda de uno o más de los creyentes en Efeso.
A las evidencias presentadas puede añadirse
el hecho de que hay ciertos paralelos literarios notables
entre el Apocalipsis y el Evangelio de Juan, que sugieren una
misma paternidad literaria. El Apocalipsis habla del "agua de la vida" (cap.
21:6; 22:17); y el Evangelio, de "agua viva" (cap.
4: 10; 7:38). El
Apocalipsis invita: "El que tiene sed, venga" (cap.
22:17), y el Evangelio declara: "Si alguno tiene sed,
venga" (cap. 7:37).
Opsis, "apariencia" o "rostro", se
usa en el NT sólo en los escritos de Juan (Juan 7:24; 11: 44;
Apoc. l: 16). Lo mismo puede decirse de las expresiones t'réin ton lógon
"guardar mi palabra" (Juan 8:51-52, 55; 14:23-24;
15:20; 17:6; 1 Juan 2:5; Apoc. 3:8, 10; 22:7, 9), y ónoma autÇ,
"se llamaba", literalmente "nombre para él"
(Juan 1:6; 3: l; Apoc. 6:8).
Salvo en los lugares donde se hace referencia directa a
los símbolos del AT, se nombra a Cristo como el Cordero únicamente
en el Evangelio de Juan y en el Apocalipsis (Juan 1:29, 36;
Apoc. 5:6; y 28 veces más).
Por lo tanto, aunque pueden presentarse
argumentos en contra de que Juan sea el autor del Apocalipsis,
debe reconocerse que las pruebas a favor del punto de vista
tradicional de que el autor del Apocalipsis fue el apóstol,
son razonables y sólidas.
Este Comentario acepta el punto de vista tradicional. Cf. HAp 462-467.
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