Tema
Desde su mismo comienzo (cap. l: l) este
libro se anuncia como un apocalipsis o revelación, como un
descorrer del velo de los misterios del futuro, que culminan
con el triunfo de Jesucristo.
Los escritos apocalípticos habían descollado entre la
literatura religiosa judía durante más de dos siglos.
En verdad, el primer apocalipsis que se conoce -el
libro de Daniel-, apareció en el tiempo del cautiverio babilónico
en el siglo VI a. C. Mediante las guerras de los Macabeos,
cuando los judíos recobraron su independencia política 400 años
más tarde, crecieron las esperanzas mesiánicas que se
enfocaban en el anhelado nuevo reino judío, y apareció un
conjunto de literatura apocalíptico que seguía en mayor o
menor grado la forma literaria y los símbolos de Daniel. En el siguiente siglo, cuando la conquista romana deshizo las
esperanzas de los judíos de que hubiera un reino mesiánico
mediante los asmoneos (ver t. V, p. 36), las expectativas mesiánicas
llegaron a ser aún más intensas al anticipar los judíos a
un mesías que venciera a los romanos.
Durante el siglo 1 a. C. y el siglo 1 d. C., tales
esperanzas continuaron siendo un incentivo para que hubiera más
obras apocalípticas. Ver
t. V, pp 88-91 donde se trata el tema de la literatura judía
apocalíptica. 741
Por lo tanto, no hay por qué
sorprenderse de que en el NT, escrito mayormente -si no del
todo- por judíos y para una iglesia que era mayormente judía
en su fondo religioso, Dios colocara un libro de carácter
apocalíptico que expone el punto de vista cristiano de los
sucesos que llevarían hasta el introducimiento del reino mesiánico.
En sus mensajes a los hombres por medio de los
profetas, Dios expresa su voluntad en lenguaje humano y en
formas literarias con las cuales estaba familiarizada la gente
a quien se dirigieron originalmente sus mensajes.
Aunque apocalipsis es en verdad profecía,
difiere de otras profecías bíblicas (como las de Isaías,
Jeremías, Ezequiel y los profetas menores) en varios aspectos
importantes, y estos rasgos distintivos son las características
de la literatura apocalíptica.
Entre esas características distintivas sobresalen las
siguientes:
l. El alcance cósmico de lo apocalíptico.
Mientras que la mayoría de las profecías se refieren
a los problemas nacionales e internacionales que giran en
torno de la historia de Israel y el glorioso futuro que pudo
haber sido suyo (ver t. IV, pp. 27-40), lo apocalíptico
desempeña su papel en el escenario mayor del universo, y
tiene como tema central el gran conflicto entre Dios y Cristo
contra Satanás y viceversa.
2. La base de lo apocalíptico en
visiones y sueños. El
escritor apocalíptico registra los sueños y visiones que
recibió mientras estaba "en el Espíritu" (ver com.
cap. l: 10). A
menudo es arrebatado y llevado a lugares distantes donde
contempla escenas de majestad y grandeza que sobrepujan toda
descripción que pueda hacerse en lenguaje humano, y allí
conversa con ángeles. Aunque
también se registran estas experiencias repetidas veces en
los otros profetas, son particularmente características de
los escritores apocalípticos; en realidad, forman
virtualmente todo el contenido de las secciones apocalípticas
de Daniel y del Apocalipsis.
3. El uso de alegorías en lo apocalíptico.
En términos generales, en la profecía los símbolos son
lecciones objetivas concretas de la vida diaria; por ejemplo,
el alfarero y la arcilla (Jer. 18: 1 - 10), el yugo (Jer.
27:2) y el adobe (Eze. 4:1-2).
Por otra parte, en la profecía apocalíptico los símbolos
empleados son casi siempre seres que nunca se ven en la vida
real, como bestias policéfalas, ángeles que vuelan en el
cielo y animales que hablan y obran con inteligencia.
Los lapsos proféticos, aunque raros en las profecías
comunes, se dan generalmente allí en años literales (Jer.
29:10), mientras que en Daniel y el Apocalipsis aparecen
lapsos proféticos repetidas veces y generalmente deben
entenderse de acuerdo con el principio de día por año.
4. La forma literaria de lo apocalíptico.
Muchas de las profecías están en forma poética,
mientras que la profecía apocalíptica (incluyendo la no canónica)
está casi enteramente en prosa, excepto una inserción
ocasional de poesía, particularmente de himnos (Apoc. 4: 11;
5:9-10; 11: 17-18; 15:3-4; 18:2-24; 19:1-2, 6-8).
Estas consideraciones destacan la regla
de que para ser debidamente interpretada la literatura apocalíptica,
debe ser entendida en términos de su estructura literaria
característica y de su énfasis teológico.
El centro de su mensaje es el tema del gran conflicto,
que enfoca especialmente el fin catastrófico de este mundo y
el establecimiento de otro nuevo.
Todo esto se presenta en lenguaje eminentemente simbólico,
que no siempre permite una exacta interpretación (ver com.
Eze. 1: 10). Al
hablar de las cosas sobrenaturales, el lenguaje literal es a
veces completamente inadecuado para presentar las más
primorosas realidades del cielo.
El lenguaje figurado apocalíptico es en algunos
aspectos semejante al de las parábolas, y deben tomarse las
mismas precauciones al interpretar ambos (ver t. V, p. 194;
cf. t. III, p. 1129).
El Apocalipsis es una "revelación
de Jesucristo" en acción para perfeccionar un pueblo en
la tierra a fin de que pueda reflejar su carácter inmaculado,
y para guiar a su iglesia a través de las vicisitudes de la
historia hacia la realización del propósito742 eterno de
Dios. Aquí, en
una forma más completa que en cualquiera otra parte de las
Sagradas Escrituras, el velo que oculta lo invisible de lo
visible se descorre para revelar "detrás, encima y entre
la trama y urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder
de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que
ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la
voluntad de Dios" (Ed 169).
El Apocalipsis tiene cuatro divisiones
principales o líneas proféticas: (1) las siete iglesias,
cap. 1-3; (2) los siete sellos, cap. 4 a 8: 1; (3) las siete
trompetas, cap. 8:2 a 11 y (4) los sucesos finales del gran
conflicto, cap. 12-22.
Si se tiene en cuenta que el lenguaje del
libro es a menudo sumamente figurado, es esencial descubrir la
intención y el propósito de su autor inspirado y el
significado de la obra para los lectores a quienes
originalmente se dirigía.
De otro modo, la interpretación de sus figuras -y por
lo tanto de su mensaje- puede reflejar una simple opinión
personal. Los
primeros lectores eran cristianos que hablaban griego, y
quienes, ya fueran judíos o gentiles, consideraban los
escritos del canon del AT como la Palabra inspirada de Dios
(ver com. Juan
5:39; Hech. 24:14; 2 Tim. 3:16-17) y estaban dispuestos a
interpretar la nueva revelación en estrecha relación con la
antigua. Por lo tanto, las siguientes observaciones y principios serán
de utilidad para una correcta interpretación del Apocalipsis.
"En el Apocalipsis se encuentran y
terminan todos los libros de la Biblia", y es, en un
sentido especial, "el complemento del libro de
Daniel" (HAp 419). Mucho
de lo que estaba sellado en el libro de Daniel (ver com.
Dan. 12:4) es revelado en el libro del Apocalipsis, y
los dos deben estudiarse juntos. El Apocalipsis contiene citas o alusiones de 28 de los 39
libros del AT. De
acuerdo con un erudito hay 505 citas y alusiones tales, de las
cuales unas 325 son de los libros proféticos: Isaías, Jeremías,
Ezequiel, y Daniel en particular. De los profetas menores son
más comunes las referencias a Zacarías, Joel, Amós y Oseas.
De los libros del Pentateuco se hace uso especialmente
de Exodo. De las
secciones poéticas se emplea Salmos (ver com.
Luc. 24:44). Algunos
también encuentran ecos de los siguientes libros del NT:
Mateo, Lucas, 1 y 2 Corintios, Efesios, Colosenses y 1
Tesalonicenses, Hay ilustraciones de la forma en que Juan
emplea el lenguaje y las figuras del AT en la Nota Adicional
de Apoc. 18; ver com. Isa.
47: l; Jer. 25:12; 50: l; Eze. 26:13.
Un examen de las citas y alusiones revela que él
traducía directamente del AT hebreo, aunque a veces bajo la
influencia de la LXX o una versión griega posterior.
Una comprensión clara de estas citas y
alusiones en su marco histórico en el AT, es el primer paso
para la comprensión de los pasajes donde aparecen en el
Apocalipsis. Entonces
puede estudiarse el contexto en que las usa Juan para
descubrir el significado que él les da.
Esto se aplica particularmente a los nombres de
personas y lugares, y a cosas, hechos y sucesos.
Como muchos de los símbolos del libro del Apocalipsis
ya eran conocidos en la literatura apocalíptico judía, esa
literatura a veces ayuda a aclarar el significado de esos símbolos.
Los que están familiarizados con la historia romana de
ese tiempo también observarán que el lenguaje de Juan
describe a menudo el Imperio Romano y las vicisitudes de la
iglesia bajo su dominio.
Por lo tanto, un estudio de la historia romana de ese
período aclara algunos pasajes que de otra manera serían
oscuros. Finalmente
debe prestarse atención a las formas de pensamiento y expresión
de la época a la luz del fondo cultural de ese tiempo.
Al determinar el significado de las
escenas sucesivas que pasaron delante de Juan en visión,
conviene recordar que el Apocalipsis fue dado para guiar,
consolar y fortalecer a la iglesia no sólo de esa época sino
a través de la era cristiana hasta el fin del tiempo (ver HAp
417, 419). En él
fue predicha la historia de la iglesia para el beneficio y
vital consejo de los creyentes de los tiempos apostólicos, de
los cristianos743de las edades futuras y de los que viviesen
en los últimos días de la historia de la tierra, a fin de
que todos pudiesen tener una comprensión inteligente de los
peligros y conflictos que les aguardaban (ver HAp 418-419).
Por ejemplo, los nombres de las siete iglesias son símbolos
de la iglesia en diferentes períodos de la historia.
La iglesia local de Efeso llegó a ser símbolo de toda
la comunidad cristiana de los tiempos apostólicos, pero el
mensaje dirigido a ella fue registrado para animar a los
creyentes de todas las edades (ver HAp 415, 420).
Es razonable inferir que la descripción
de la iglesia de Efeso y la admonición que recibe eran
particularmente apropiadas para las necesidades de aquella
iglesia en la época en que fue escrito el mensaje.
También eran apropiadas para las necesidades de toda
la iglesia cristiana en el período apostólico y, por lo
tanto, en resumen, representa lo que estaba sucediendo durante
ese período de la historia de la iglesia.
Se registró para inspiración y ánimo de los
creyentes de todas las edades, porque los mismos principios
pueden aplicarse en circunstancias similares.
Por analogía, lo mismo es cierto respecto a los
mensajes de las otras iglesias.
En vista de que las cuatro líneas mayores de profecía
enfocan las escenas finales de la historia del mundo, los
mensajes del libro del Apocalipsis tienen una importancia
particular para la iglesia actual.
Que un solo pasaje profético pueda tener
más de un cumplimiento, es evidente (ver com.
Deut.18:15). Algunas
de esas profecías tienen un cumplimiento inmediato y otro más
remoto, y además hay en ellas principios que pueden aplicarse
en general en todas las épocas.
Más aún, "debe recordarse que las promesas y las
amenazas de Dios son igualmente condicionales" (EGW MS 4,
1883).
De esta manera ciertas predicciones que
podrían haber hallado un cumplimiento pleno en una época
anterior de la historia, fueron diferidas a causa del fracaso
de la iglesia que no se puso a la altura de sus privilegios y
oportunidades (ver t. IV, pp. 32-36).
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