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las siguientes poesías:
POEMAS ÚLTIMOS
(1939-1941?)
TODO ERA AZUL
Todo era azul delante de aquellos ojos
y era
verde hasta lo entrañable, dorado
hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación
primera
dentro de aquellos ojos de frágiles
reflejos.
Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de
espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han
sido viejos.
Se los devoran. ¿Sabes? No soy
feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí
del día.
La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando
ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.
SONREÍR CON LA ALEGRE TRISTEZA
DEL OLIVO
Sonreír con la alegre tristeza
del olivo.
Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos. Doremos la luz de cada día
en esta alegre y triste vanidad del ser
vivo.
Me siento cada día más
libre y más cautivo
en toda esta sonrisa tan clara y tan
sombría.
Cruzan las tempestades sobre tu boca
fría
como sobre la mía que aún
es un soplo estivo.
Una sonrisa se alza sobre el abismo:
crece
como un abismo trémulo, pero valiente
en alas.
Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.
Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
Todo lo desafías, amor: todo lo
escalas.
Con sonrisa te fuiste de la tierra y
del cielo.
YO NO QUIERO MÁS LUZ QUE TU CUERPO
ANTE EL MÍO
Yo no quiero más luz que tu cuerpo
ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el
fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre
se ahonda..
¿Qué lucientes materias
duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación
matutina?
Yo no quiero más día que
el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás
se termina.
No hay más luz que tu cuerpo,
no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu
frente.
La otra luz es fantasma, nada más,
de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.
Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la
cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos
de lumbre.
Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra
las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra
clara que vienes.
Yo no quiero más luz que tu sombra
dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo
abrasada,
para siempre es de noche: para siempre
es de día.
19 DE DICIEMBRE DE 1937
Desde que el alba quiso ser alba, toda
eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.
¡Qué olor de madreselva
desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de
labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la
vida,
y sintieron vivas bruscamente las cosas.
Eres más clara. Eres más
tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del
ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.
Ríe, porque eres una madre con
luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón
pesa,
y el ascua repentina que te agiganta
el ojo.
Ríe, que todo ríe: que
todo es madre leve. Profundidad del
mundo sobre el que te has quedado sumiéndote
y
ahondándote mientras la luna mueve,
igual que tú, su hermosa cabeza
hacia otro lado.
Nunca tan parecida tu frente al primer
cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre,
aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos
de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe.
Ríe. Llora.
MUERTE NUPCIAL
El lecho, aquella hierba de ayer y de
mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún
verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los
pierde.
Pasar por unos ojos como por un desierto:
como por dos ciudades que ni un amor
contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos
la enarenen.
Mis ojos encontraron en un rincón
los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.
Cuanto más se miraban más
se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, y
más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo,
más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los
nidos.
Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
proyectamos los cuerpos más allá
de la vida.
Espiramos del todo. ¡Qué
absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha
de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un
momento,
y al momento hacia abajo con los ojos
plegados!
Pero no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena
simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos,
fecundada.
EL NIÑO DE LA NOCHE
Riéndose, burlándose con
claridad del día,
se hundió en la noche el niño
que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para
qué? No saldría
más de aquellos silencios y aquellas
lobregueces.
Quise ser ... ¿Para qué?
... Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que
existe.
Quise llevar la risa como lo más
hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.
Niño dos veces niño: tres
veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del
vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño,
porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.
Regreso al aire plástico que alentó
mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño
que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de
octubre a octubre.
Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si
roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo
de la altura.
Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación
gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre
ha sido escrita.
Mirar, y ver en torno la soledad, el
monte,
el mar, por la ventana de un corazón
entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.
Acumular la piedra y el niño para
nada:
para vivir sin alas y oscuramente un
día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida
mía.
Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del
pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz
hiriente
vuelvo a llorar, desnudo como siempre
he llorado.
EL HOMBRE NO REPOSA ...
El hombre no reposa: quien reposa es
su traje
cuando, colgado, mece su soledad con
viento.
Mas, una vida incógnita como un
vago tatuaje
mueve bajo las ropas dejadas un aliento.
El corazón ya cesa de ser flor
de oleaje.
La frente ya no rige su potro, el firmamento.
Por más que el cuerpo, ahondando
por la quietud, trabaje,
en el central reposo se cierne el movimiento.
No hay muertos. Todo vive: todo late
y avanza.
Todo es un soplo extático de actividad
moviente.
Piel inferior del hombre, su traje no
ha expirado.
Visiblemente inmóvil, el corazón
se lanza
a conmover al mundo que recorrió
la frente.
Y el universo gira como un pecho pausado.
SIGO EN LA SOMBRA, LLENO DE LUZ ¿EXISTE
EL DÍA?
Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿existe
el día?
¿Esto es mi tumba o es mi bóveda
materna?
Pasa el latido contra mi piel como una
fría
losa que germinara caliente, roja, tierna.
Es posible que no haya nacido todavía,
o que haya muerto siempre. La sombra
me gobierna.
Si esto es vivir, morir no sé
yo qué sería,
ni sé lo que persigo con ansia
tan eterna.
Encadenado a un traje, parece que persigo
desnudarme, librarme de aquello que no
puede
ser yo y hace turbia y ausente la mirada.
Pero la tela negra, distante, va conmigo
sombra con sombra, contra la sombra hasta
que ruede
a la desnuda vida creciente de la nada.
VUELO
Sólo quien ama vuela. Pero, ¿quién
ama tanto
que sea como el pájaro más
leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo
cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
Amar ... Pero, ¿quién ama?
Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido
de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto
coraje.
Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por
nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja
encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.
Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel
el ave.
Ser que te confundiste con una alondra
un día,
te desplomaste otro como el granizo grave.
Ya sabes que las vidas de los demás
son losas
con que tapiarte: cárceles con
que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas
hermosas.
A través de las rejas, libre la
sangre afluya.
Triste instrumento alegre de vestir;
apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.
No volarás. No puedes volar, cuerpo
que vagas
por estas galerías donde el aire
es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender,
naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto
y mudo.
Los brazos no aletean. Son acaso una
cola
que el corazón quisiera lanzar
al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse
sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.
Cada ciudad, dormida, despierta loca,
exhala
un silencio de cárcel, de sueño
que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder
ser ala.
El hombre yace. EL cielo se eleva. El
aire mueve.
SEPULTURA DE LA IMAGINACIÓN
Un albañil quería ... No
le faltaba aliento.
Un albañil quería, piedra
tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.
Quería un edificio capaz de lo
más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto
aquel ser quería!
Piedras de pluma, muros de pájaros
los mueve
una imaginación al mediodía.
Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus
brazos,
con un poder más alto que el ala
de los truenos,
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.
Al fin era la piedra su agente. Y la
montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente
activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto
acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.
Un albañil quería ... Pero
la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel.
Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.
ETERNA SOMBRA
Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.
Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.
Sólo la sombra. Sin rastro. Sin
cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.
Cárdenos ceños, pasiones
de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.
Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más
de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.
Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol
que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.
Sólo el fulgor de los puños
cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes
se estrechan.
Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos
latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.
Soy una abierta ventana que escucha,
por donde ver tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.
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