Editorial   Panorama Internacional Nº 10

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“La Gran Colombia”: Un salto de calidad en la dominación imperialista

Lucho Ardel


LA palabra imperialismo no es un concepto abstracto o quizá un cliché de la izquierda contestataria. El imperialismo es cada vez más una mole enorme de agresión capitalista que se materializa cada día contra los trabajadores del mundo.

Hacia finales de los años ochenta y comienzos de los noventa, el ascenso revolucionario de las masas obreras y populares que se extendía por el planeta sufrió una derrota enorme, cuyo principal golpe fue la transformación de los estados obreros burocratizados –la URSS, Polonia, Alemania, Yugoslavia, Checoslovaquia, etc.- en países donde se reconstruye la economía capitalista con sus secuelas más nefastas: miseria, desempleo, violencia e idiotización ideológica de las masas, con la cual las llevan a creer en los supuestos grandes beneficios del capitalismo. No obstante todo lo anterior, los trabajadores siguen sufriendo los efectos de este sistema socioeconómico y se ven obligados a luchar contra los triunfadores de dicha derrota. Es así como en los últimos años hemos visto muy importantes movilizaciones obreras, estudiantiles, campesinas, indígenas, populares o de varios de estos sectores combinados, en México, en Centroamérica -desde Costa Rica hasta Honduras-, en Sudamérica -desde Colombia hasta Argentina-, toda América Latina de una u otra forma ha expresado su rechazo –muy desigual, por cierto- a las políticas que hemos denominado de contrarrevolución económica. [1]

Estas luchas se presentan más o menos dispersas en cada país y hasta ahora ninguna dirección sindical se ha propuesto coordinarlas a nivel continental, no obstante que tienen características similares y representan intereses comunes, más allá de las fronteras nacionales. Dichas movilizaciones enfrentan los planes institucionales que son coordinados, organizados y puestos en marcha por los gobiernos nacionales, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los gobiernos imperialistas, tanto europeos, como el japonés y, especialmente, el norteamericano. Esos planes de contrarrevolución económica y de contrarreformas tributarias y laborales, adicionadas con las privatizaciones de las entidades estatales que proveen los servicios públicos más elementales, son llamados eufemísticamente por la burguesía, “ajustes”, “flexibilización”, “reformas”, en fin, “neoliberalismo” y son la base sustancial de tales manifestaciones, desarticuladas y conducidas por las direcciones sindicales y políticas hacia mesas de concertación (que combinada con la represión, es la otra cara de la política imperialista) para diluir la combatividad de las masas.

El repudio al capitalismo, sin embargo, no se presenta sólo en los países semicoloniales de América Latina. Desde Indonesia a Corea, desde China hasta Japón y desde Alemania hasta Estados Unidos, pasando por los exestados obreros, las expresiones de rechazo son también conocidas mundialmente. Hace algunos meses, en Seatle, Estados Unidos, cuando se iba a reunir la Organización Mundial de Comercio –OMC-, se produjeron importantes movilizaciones que fueron fuertemente reprimidas por el gobierno yanqui. La motivación de esas manifestaciones fue el repudio a las políticas que los gobiernos de los países llamados industrializados, es decir, los más ricos, poderosos e imperialistas, están desarrollando contra los trabajadores y los países más pobres del orbe.

Durante la tercera semana de abril, en Washington, la capital de EE.UU., miles de manifestantes se agolparon a las puertas del edificio donde se reunió la asamblea semestral del Fondo Monetario Internacional –FMI- y del Banco Mundial –BM-, el estado mayor de la contrarrevolución económica mundial, es decir, donde se definen las políticas para hacer que los pobres del mundo se extiendan cada día más por el planeta, mientras los grandes empresarios financieros se reducen más y se enriquecen en grandes proporciones. (Véase Recuadro 1 ) No en vano, el ministro canadiense de finanzas, Paul Martin, reconoció que “ en 50 años de existencia, las dos instituciones de Bretton Woods [FMI y BM] habían funcionado en una relativa oscuridad, pero los acontecimientos [se refiere a las manifestaciones] demostraron que el período de dulce indiferencia de la opinión pública hacia las actividades del FMI y del Banco Mundial terminó [2] .

Praga, capital de la República Checa, fue el escenario, el pasado 26 de septiembre, de la movilización de cerca de 10.000 manifestantes checos y europeos llegados de distintos países y que, en medio de protestas violentas, no sólo lograron encerrar a los delegados de la 55ª asamblea anual del FMI y el BM, sino también que la reunión se clausurara un día antes de lo previsto. Simultáneamente en Argentina y en Madrid se realizaron protestas anticapitalistas donde también participaron distintos sectores políticos que tienen influencia en el movimiento obrero.

Nos hemos detenido en mencionar estos hechos, pues ellos no ocurren por simple voluntad de sus actores. Han sido obligados por el capitalismo imperialista, por sus planes y porque éstos son una realidad concreta. Estas movilizaciones tienen características heterogéneas entre sí, no sólo por sus componentes, sino también por los objetivos que se proponen.

Los paros de resistencia en los países semicoloniales en contra de los salarios de hambre o por servicios públicos elementales (Costa Rica, por ejemplo), contra los llamados “planes de desarrollo” (como en Colombia), por cambiar un gobierno (como en Ecuador) o una larga huelga estudiantil (como en México) cuentan con la participación amplia de bases laborales o juveniles. Sus direcciones políticas y sindicales, en general, se oponen a la coordinación de las luchas y hacen todos los esfuerzos posibles por conducirlas a mesas de concertación donde la burguesía y los gobiernos logran, tras regateos, pasar sus planes.

Las manifestaciones contra el FMI y el BM, como las de EEUU y Praga, tuvieron la participación de trabajadores de los países imperialistas que se oponen a la apertura de nuevas empresas de las transnacionales en las semicolonias porque, al fabricar aquí las mercancías que ellos producen, con salarios muy reducidos en comparación con los suyos, se provoca una rebaja de sus salarios o de sus empleos; actuaron en ellas, también, sectores de vanguardia, de distinta connotación política, e incluso algunos que no son propiamente trabajadores, sino comerciantes que se ven afectados por la llamada “globalización” (como en la protesta contra la OMC).

Sin embargo, todos esos eventos tienen un rasgo en común: enfrentar los planes del FMI y las organizaciones mundiales que hemos mencionado y que son quienes llevan a cabo los programas de hambre y represión en todo el mundo: “ El FMI no es más que el agente ejecutor de las estrategias definidas por el G7, de hecho, por lo tanto, el mínimo común denominador entre las posiciones de los EEUU, Japón y la Unión Europea . [3]

La llamada “globalización” económica no es otra cosa que la acción imperialista de las transnacionales, nada nuevo bajo el sol después de que Lenin lo planteara con claridad a comienzos del siglo XIX y que hoy, como otra ideología, no expresa más que las condiciones hegemónicas con que cuenta el capitalismo tras las derrotas al movimiento obrero.

El Plan Colombia : una campaña internacional imperialista

El objetivo de este artículo es aterrizar aún más lo que significa el término imperialismo y examinar su política para América Latina, por lo cual expondremos aquí lo referente a una porción de la realidad latinoamericana donde ahora se pretende concretar un programa de nefastas consecuencias económicas, políticas, sociales, ideológicas y militares: el llamado Plan Colombia . Examinaremos lo que está pasando en la llamada Región Andina de la América del Sur, tanto en Colombia como en Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia [4] , ya que no podremos explicarnos y entender bien lo que pasa en cada uno de estos países si no abordamos de conjunto la región, pues son múltiples los factores comunes que unen a estos países, empezando por la relación con todas las entidades que concretan el concepto de imperialismo en sus vidas cotidianas.

No es un olvido casual que los voceros de los gobiernos yanqui y de los países que mencionamos hablen de “globalización” e “internacionalización” cuando se refieren a su unidad de clase, a sus negocios y a las políticas llamadas eufemísticamente “neoliberales” de su capitalismo y, a la vez, reduzcan a las fronteras nacionales –impidiendo cualquier internacionalización- todo intento de influencia entre los trabajadores de la zona. Los gobiernos de estas naciones son excesivamente sumimos y olvidadizos de la soberanía nacional ante el gobierno yanqui, pero son también extremadamente celosos de dicha soberanía, cuando de impedir acciones de solidaridad entre los explotados, más allá de las fronteras nacionales, se trata.

La campaña internacional que los círculos imperiales están realizando sobre el Plan Colombia se ha distinguido por poseer todos los rasgos comunes a todas las campañas anteriores de estos villanos: bacanales propagandísticas que combinan la impudicia, el engaño, la especulación de la ignorancia con la certeza de su propia impunidad. Las frases rimbombantes de no-injerencia pronunciadas por Clinton y los gobiernos del área revolotean al tiempo que la diplomacia imperialista realiza sus principales negocios bajo el amparo del secreto, en este caso, como en Yugoslavia 1999 o México 1938 [5] . Estamos ante una operación encubierta, de grandes proporciones, disfrazada de actividad nacional y nacionalista.

El gobierno estadounidense no ha tenido empacho alguno para intervenir militarmente en cualquier país semicolonial del mundo y en especial en América Latina, considerada como su patio trasero y, por tanto, como una área prioritaria para su “seguridad nacional”. Sin embargo esa prepotencia imperialista se ha visto cuestionada por la resistencia victoriosa de la Revolución Cubana y por la derrota en Vietnam. Después de ésta, el imperialismo yanqui, a la defensiva, y para legitimar de nuevo ante las masas movilizadas su política de agresión, levantó una campaña de “defensa de los derechos humanos” que hemos denominado como política de reacción democrática, apoyada en promover elecciones y negociaciones con las guerrillas y las direcciones reformistas del movimiento de masas. Reagan pasó luego a la contraofensiva y lanzó una escalada intervencionista con el mismo objetivo. A nivel del área latinoamericana, ésta se expresó en la invasión a Grenada en 1984; en el apoyo a la «contra» nicaragüense y la instalación de bases en Honduras durante la década de los años 80, para presionar la rendición de los sandinistas y las guerrillas centroamericanas; en la invasión de Panamá en 1989, y, finalmente, en la de Haití, en 1993. Se combinaron entonces la reacción democrática y la agresión militar.

El tema de la amenaza de Cuba y las guerrillas como justificación ideológica de esa escalada intervencionista fue perdiendo peso al derrumbarse los regímenes stalinistas de la Unión Soviética y de Europa del Este y ponerse de manifiesto la voluntad del régimen castrista y las guerrillas centroamericanas para rendirse en la mesa de negociaciones. Las agresiones imperialistas se han ido camuflando cada vez más bajo el pretexto de la defensa de “los derechos humanos” (Grenada, Nicaragua, Haití) y la lucha contra el narcotráfico (así se justificó la invasión a Panamá, ya que supuestamente el narcotráfico estaba en el poder a través del General Noriega).

Ahora, con el pretexto del narcotráfico, el gobierno de vil Clinton se apresta a lograr un mayor control sobre los estados de la región andina: Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú, recortando su soberanía al someterlos a una mayor subordinación a las leyes e instituciones del imperialismo yanqui. Su objetivo central es avanzar en una mayor semicolonización de Sudamérica, para asegurar su dominio sobre esta región contra sus competidores imperialistas de Europa y Japón. El programa “económico” del Plan Colombia es terminar de destruir las conquistas sociales de los trabajadores y entregarle a las transnacionales las empresas estatales. La presencia militar directa (con los asesores gringos en la base de Tres Esquinas , en Putumayo, Colombia y la base naval de Manta, en Ecuador), le sirve no sólo para intervenir militarmente cada vez más de lleno si la región continúa desestabilizándose (en lo inmediato tiene el objetivo de lograr la rendición de las FARC en la mesa de negociaciones), sino que es también una carta de presión contra el régimen de Chávez en Venezuela y el de Fujimori en Perú, para que acepten sin veleidades de ningún tipo su dictado. Incluso para la propia burguesía brasileña, la más fuerte de Sudamérica, la presencia militar yanqui en la frontera de la Amazonia se convierte en un factor muy importante de chantaje pues está amenazado el pulmón amazónico, centro de una gran biodiversidad con potencialidades científicas y de salubridad general inmensas y sobre las cuales tiene interés especial este país. [6]

En Colombia la intervención imperialista ha tenido una triste historia. El robo de Panamá –en complicidad con el gobierno del presidente Marco Fidel Suárez, en 1903- fue una agresión que le permitió a EE.UU. imponer un enclave colonial, con su base militar, ante toda América Latina. Durante la década de los años 80, según Noam Chomsky, en una entrevista publicada el pasado 3 de septiembre, “ en Colombia, la misión de las fuerzas especiales estadounidenses instruyó específicamente a las fuerzas militares colombianas a formar grupos de paramilitares, para llevar a cabo lo que llaman el ‘ terror paramilitar ’ contra ‘ conocidos propositores comunistas (known communist proponents) ’. Propositores comunistas es un término muy amplio que puede incluir campesinos organizados, líderes sindicales, activistas de derechos humanos, intelectuales independientes, candidatos políticos… ”. También para esto contó con el apoyo de los partidos liberal y conservador y sus gobiernos. Hoy, como ayer, Estados Unidos está desarrollando una escalada intervencionista en la región andina, con pie en Colombia, pero ocultando su participación militar más directa tras las Fuerzas Armadas colombianas quienes dan la cara frente a toda la campaña, constituyendo un ejército de mercenarios que llevarán a cabo, bajo el mando de “asesores” yanquis, las operaciones que les sean necesarias. La intervención yanqui se viste así de paisano para cumplir sus objetivos.

El Plan Colombia consiste en extender esto muy significativamente, dándole a los militares mil 600 millones de dólares. El pretexto es la guerra contra las drogas, pero es difícil encontrar un analista que tome este pretexto muy en serio. Los paramilitares, al igual que los militares, están metidos hasta las narices en el narcotráfico y la guerra no se dirige contra ellos ”, dice Chomsky en la citada entrevista.

El Plan Colombia si bien es cierto se finca en este país y tiene su centro de actividades nucleado alrededor de los países andinos, tiene repercusiones en todo el continente, por lo cual los trabajadores latinoamericanos debemos aprestarnos a rechazarlo conjuntamente. Dicho plan hace parte de una política global hacia el conjunto del continente, desde las medidas económicas como la dolarización (procesos de Argentina y Ecuador), hasta las militares y políticas. Con el desmonte del Comando Sur de EEUU en Panamá, al enclave colonial de Guantánamo, en Cuba, donde el imperio tiene una poderosa base militar, hay que agregarle la base colonial de Puerto Rico (ante la cual los habitantes de Viques han desarrollado en los últimos meses importantes luchas contra las pruebas nucleares en el campo de tiro allí ubicado), el fuerte yanqui, con careta colombiana, en Tres Esquinas, Putumayo (fuerte militar que sirve de base a la llamada “ guerra del sur ”) y la base naval en Manta, Ecuador.

Políticamente, el Plan obliga a realizar adecuaciones institucionales en los regímenes políticos a la vez que ideológicamente hacen aparecer como iniciativas nacionales, las que en realidad son intereses imperialistas para lograr mejores condiciones de inversión económica y de manejo político: la “globalización” vestida con la bandera nacional de la semicolonia.

Características específicas de la región andina.

Aunque algunos de los factores que vamos a enumerar también son comunes a todos los países de América hispana, los reseñamos porque son relevantes para los países andinos. En cada uno de ellos, de manera desigual y combinada, con distinto peso económico, político, social y militar, se presentan los siguientes vasos comunicantes:

La crisis económica; altas tasas de desempleo y de miseria y una creciente eterna deuda externa; tienen el mismo subsuelo petrolero; la influencia –en producción, tráfico, lavado de dinero- del narconegocio de alucinógenos; las guerrillas que, aunque actúan principalmente en Colombia, hay reductos en Perú, Venezuela y Ecuador, donde se estarían incubando; las políticas de privatizaciones, contrarreformas jurídicas y laborales y los llamados diplomáticamente “ajuste”, “flexibilización”, “cumplimiento de compromisos con el FMI”, que no son otra cosa que la contrarrevolución económica contra los pobres; los conflictos políticos entre sectores de las clases dominantes, lo que llamamos pugnas interburguesas, y que operan en connivencia con distintas alas del imperialismo mundial; la tendencia a regímenes cada vez más autoritarios, es decir, bonapartistas; la injerencia sistemática, con cualquier excusa, de las embajadas e instituciones yanquis en las determinaciones económicas y políticas de los gobiernos; luchas del movimiento campesino, indígena y popular a la vez que pasividad del movimiento obrero industrial y, tendencialmente, de los trabajadores estatales; inestabilidad de los gobiernos, atravesados además por un alto grado de corrupción en las instituciones nacionales…; una profunda crisis de dirección revolucionaria de los trabajadores y las masas, lo que conlleva a que se desarrollen traiciones de las direcciones mayoritarias de las luchas, pues tratan de reducir todo a mesas de concertación con los gobiernos y los explotadores.

Los Andes se han convertido, desde los años noventa, en el mayor foco de inestabilidad e inquietud continental: caída de Carlos Andrés Pérez, en Venezuela; el autogolpe de Fujimori, en Perú, con sus posteriores reelecciones fraudulentas y su autoritarismo; la crisis durante el gobierno de Samper y las recientes, durante el de Pastrana, en Colombia; las sucesivas caídas presidenciales en Ecuador. Conflictos limítrofes como la guerra Ecuador-Perú; roces entre Colombia y Venezuela; malestar de Perú, Ecuador y Venezuela, Panamá y Brasil, con Colombia. En el tema ambiental, según informes de Naciones Unidas, hay altos y preocupantes grados de degradación, en especial del espacio amazónico que comparten los países andinos con Brasil.

Entre los gobernantes imperialistas o aspirantes a serlo también hay preocupación unánime que se refleja en la actual plataforma electoral del candidato republicano, George Bush: “ La democracia y el libre comercio están siendo sitiados por parte de los narcotraficantes, las guerrillas, la incertidumbre económica y la inestabilidad democrática. La pobreza, la falta de educación, el crimen rampante y la corrupción están desgarrando el tejido esencial de nuestros vecinos del sur. En Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, la democracia está haciendo agua. ” Para estos imperiales visionarios, la pobreza y el crimen rampante son similares y no el uno, causa del otro. Ambos son problemas de seguridad nacional de EEUU y la mejor forma de combatirlos –planean sus estrategas- es incrementando los rubros militares y las políticas económicas que les arrebatan más condiciones de vida y de trabajo a estos latinos, como los salarios y las pensiones.

La crisis económica

Después de que en julio de 1997 estallara la crisis en el Asia, que comenzó en Tailandia y se extendió luego a Indonesia, Malasia, Corea y Filipinas, llegando a Hong Kong y Japón, fue la Rusia, recién entrada de lleno al capitalismo mundial, la que más la sintió.

En América Latina la crisis empezó con Brasil, que subió las tasas de interés para defender el Real (la moneda nacional), pero la situación se tornó insostenible y finalmente devaluó en enero de 1999. La crisis se propagó rápidamente, estimulada por las determinaciones nacionales, a Argentina, Ecuador, Venezuela y Colombia, que vieron caer sus economías entre un 5 y un 7,2 por ciento el año pasado. (Véase cuadro 1.)

Cuadro 1. La región en cifras**

País PIB per cápita (en dólares) Crecimiento del PIB Pobreza Desempleo Empleo Informal
Bolivia 1013* 3,5%* 59,0% 4,4% 44,0%
Colombia 2.120 -5,0% 55,0% 18,1% 47,0%
Ecuador 908 -7,0% 69,0% 20,1% 60,0%
Perú 2.463* 3,5% 53,9% 7,6% 44,2%
Venezuela 3.750 -7,2% 80,0% 15,3% 52,4%

*Proyectada a noviembre de 1999
** Tabla tomada de El Tiempo, 16-04-00

En una población que alcanza los 105 millones de habitantes en estos países, más del 55%, cerca de 60 millones de personas, están por debajo del nivel oficial de pobreza; el desempleo oficial –no el verdadero, que es mayor- pasa del 20% para tres de los cinco países, y la calidad de vida ha descendido sustancialmente, incluso para las clases medias, según las datos del cuadro 1. [7]

A su vez hay una altísima concentración de la riqueza, conseguida con políticas abiertamente violentas para salvar a los banqueros, como ocurrió en Colombia y sobre todo en Ecuador, donde el gobierno de Mahuad expropió a todo el pueblo para salvar, con el llamado “salvataje” oneroso, a los banqueros que se autoquebraron y robaron los grandes capitales de sus bancos.

Ante esta situación, la única fórmula que el FMI ordena y los gobiernos aplican, para salir de la crisis, es la de rebajar el empleo y los salarios (el caso más extremo es Ecuador donde éstos pasaron de 155 dólares a 44, en el salario mínimo), Para formalizar los atropellos, han realizado asambleas constituyentes (Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú), y con ello han adecuado las condiciones para cambiar las legislaciones labores y privatizar las entidades estatales, dándole incentivos a los capitalistas y aumentando simultáneamente los impuestos para las masas, incluyendo la suspención de los subsidios para los servicios públicos a los estratos más bajos de la población. Dentro de dichas contrarreformas está siendo implementada o en proceso de serlo la de la privatización de la seguridad social en todos estos países, incluyendo la salud y las pensiones.

El capitalismo, triunfante con las derrotas infringidas a los trabajadores del mundo, [8] pretende someter cada vez a los países semicoloniales y, para llevar su política contrarrevolucionaria hasta el final, ha empezado a desarrollar En la región, una experiencia con Ecuador, más extrema que la de Argentina con su política de paridad entre el peso y el dólar: la dolarización , con la cual hace depender directamente de la Reserva Federal yanqui toda la economía del país. (Véase Recuadro 2. ) Los economistas burgueses discuten ardorosamente la conveniencia de extender esta medida económico-política a toda la región e incluso a América Latina. De esa manera se consigue que los precios de las mercancías sean los de Estados Unidos y los salarios y el nivel de vida sean los de Etiopía y el África famélica.

De otro lado, las más poderosas compañías imperialistas están empeñadas en controlar los grandes yacimientos petrolíferos, mineros y de recursos naturales, así como los servicios públicos de la zona.

Consecuentemente, la crisis económica produce crisis social, pero ésta no es coyuntural, sino estructural, pues hace parte de la crisis económica crónica del capitalismo mundial que se expresa en los países “atrasados” más dramáticamente. Es así como en las dos últimas décadas la violencia en América latina se ha incrementado muchísimo. Entre 1984 y 1994 el índice de asesinatos creció en 44%, cuatro veces superior a la media mundial. Se producen 140.000 víctimas de asesinatos por año en el subcontinente. En el informe “ Desarrollo más allá de los datos económicos ” del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de donde extraemos estos datos, se dice que dicha violencia se presenta debido a que los ingresos per cápita de los latinoamericanos han tenido el mayor retroceso frente a los países “desarrollados” en el último medio siglo, desplazando a la región del segundo al quinto lugar y situándolo por debajo del Sudeste asiático, el Oriente medio y Europa del Este. Es en este contexto subcontinental en que la región andina ocupa, con Colombia a la cabeza, el mayor grado de violencia, siendo este país el de mayor número de asesinatos, a lo que se suma un desplazamiento de personas, por esta causa, mayor que el ocurrido en Kosovo. “ En los años 90, Colombia tiene, con creces, el peor récord de violación de los derechos humanos [9] en el hemisferio occidental; esto se debe a que el terrorismo de Estado masivo en los otros países se redujo, de tal manera que Colombia saliera en primer lugar. De los casi 10 asesinatos políticos que se cometen cada día, el Departamento de Estado atribuye la gran mayoría, entre 70 a 80 por ciento, a los paramilitares, que son muy cercanos a los militares. El resto se atribuye a la guerrilla .” (Chomsky, N. Op.cit.)

La semicolonización se profundiza

La dominación imperialista (yanqui y europea) se acentúa en la región. La contrarrevolución económica mundial tiene tres aristas: arrebatar las conquistas económicas y sociales a los trabajadores y las masas, producir un salto en la dominación política de los países “atrasados” y la restauración del capitalismo en los otrora estados “socialistas”. Donde mayor expresión económica tiene dicha política imperialista en la región, es en Ecuador, como punta del iceberg, y desde el punto de vista político general, es en Colombia, por las características de la operación encubierta del llamado Plan Colombia .

En Ecuador, el imperialismo logró imponer la llamada “dolarización” y el establecimiento de la base militar de Manta institucionalizando así un nuevo un enclave colonial en América Latina, contra toda la región.

Pero ésta no es una cuestión ecuatoriana sino también de los países vecinos. Aunque éstos aún no lleguen a la dolarización, las implicaciones en el mercado andino se harán sentir negativamente para todos. Y lo de Manta se complementa con la política armamentista en Colombia.

El Plan Colombia contempla cinco aspectos sustanciales: la rebaja del nivel de vida a los trabajadores, contrarreformas políticas, combate represivo al narcotráfico, fortalecimiento militar e intervención directa del ejército yanqui si fuere necesario y negociaciones con la guerrillas que conduzcan a su derrota. Como el argumento público número uno es la lucha contra el tráfico de alucinógenos, Clinton presentó así, ante el congreso imperialista de su país, la destinación de la “ayuda” de 1.600 dólares para este plan, hablando el último 11 de enero: señalaba que se desarrollaría “ una interdicción más agresiva en la región andina ” y, en ese contexto, “ se apoyará la posición avanzada de operaciones de los Estados Unidos en Manta, Ecuador, la cual será usada para la detección relacionada con el narcotráfico. Además, estos fondos proveerán la asistencia para aumentar los esfuerzos de interdicción en Perú, Bolivia y Ecuador [a la vez que] el programa incluye financiación durante los próximos dos años para mejoramiento de los radares que buscan blancos sospechosos, mejoramiento de aviones y pistas para dar a Colombia una mayor habilidad de interceptar a los traficantes …”. De esta forma se evidencia que el tal Plan Colombia no es algo nacional. Otros aspectos de éste son argumentados por los funcionarios gringos como aparece en el Recuadro 3.

Las negociaciones de “paz” que el gobierno Clinton-Pastrana está desarrollando en Colombia hacen parte importante de los planes de profundización de la dependencia semicolonial de la Región, con el fin de posibilitar que las transnacionales puedan explotar a sus antojos a los trabajadores latinoamericanos. Aunque la negociación de “paz” es la política privilegiada, las instituciones del estado yanqui no descartan la intervención militar directa, traducida no ya, como hasta ahora, en asesoría y algunos militares, sino con tropas, bien sean gringas o de otros países latinoamericanos o bandas de mercenarios, todo bajo la coordinación del gobierno Clinton o del que le suceda, pues hay una gran unidad de clase entre las burguesías yanquis y sus partidos, así como entre los sectores burgueses colombianos y los partidos tradicionales para llevar a cabo esta política.

No obstante que el aspecto más irritante de la política imperialista es el militar, la estrategia económico-geo-política es la “integración comercial”. Nos referimos a los tratados de “libre comercio” –TLC- que, a caballo de la dolarización y de los planes de “ajuste” del FMI, están tratando de imponer hacia el establecimiento de un Área de Libre comercio de la Américas –ALCA-. Las transnacionales gringas, para competir en mejores condiciones con el imperialismo europeo que desarrolla una ofensiva en esos terrenos, necesitan condiciones arancelarias que les permitan producir y comerciar con bajos costos y grandes réditos. De esta forma los gobernantes yanquis pretenden hacer realidad el sueño imperial de “ América para los americanos ”, donde ellos entienden por América a los tres continentes y por americanos a los capitalistas yanquis. Éstos son bastante buenos para jugar con la anfibología del lenguaje.

Inestabilidad política y autoritarismo

Otra de las características que hemos señalado para la región es la alta inestabilidad política de sus regímenes y su tendencia bonapartista.

En el Perú hemos visto cómo se han levantado grandes movilizaciones en contra del reyesuelo Fujimori y contra la corrupción institucional. Además de la represión a las movilizaciones, hay 6000 presos políticos incomunicados en las llamadas “cárceles tumba”; la actividad del principal asesor presidencial – el famoso Montesinos- está vinculada directamente al tráfico de influencias, a la persecución política, las torturas y el narcotráfico. No obstante lo anterior, este gobierno cuenta con un relativo respaldo del imperialismo, lo cual se evidenció en el manejo que la OEA y el gobierno Clinton le han dado a la caída de Montesinos y su asilo político, al presionar a Panamá para que lo conceda, y al proceso de convocatoria a nuevas elecciones a las que se vio obligado Fujimori ante las evidentes denuncias de corrupción al parlamento nacional y los negocios turbios de armas.

En Venezuela, tras una maratónica asamblea constituyente, en medio de una creciente expectativa popular y cuando se empiezan a notar signos de inconformidad popular (65 mil obreros petroleros se fueron a la huelga) por la demora de Chávez en dar respuestas concretas a la crisis económica de las masas, aún persiste un proceso de inestabilidad política a pesar de haber sido reelegido como presidente.

En Bolivia, tras quince años de aplicación descarnada del modelo “neoliberal” y del “capitalismo a la boliviana”, la burguesía logró echar atrás las conquistas de la revolución de 1952, entregando a las transnacionales los hidrocarburos, la energía eléctrica, la aeronavegación, la minería y las telecomunicaciones, lo cual generó la ola de inversión imperialista más alta del siglo XX, a costa de que el país se siga conservando dentro del grupo de las naciones más pobres del orbe. Sobre esa base, quien antes fuera un dictador militar, Hugo Bánzer, ahora es el presidente elegido que pretende profundizar la pobreza de los trabajadores, campesinos e indígenas bolivianos. Sin embargo, no hay allí estabilidad política. Cuando trató de imponer el aumento en las tarifas del agua, en Cochabamba, las movilizaciones obreras y estudiantiles, a pesar de 12 días de estado de sitio, con seis muertos y decenas de heridos y detenidos, lograron echar atrás la determinación gubernamental.

Ecuador fue azotado por el fenómeno de “El Niño”; lo es, por la corrupción sin límites de los capitalistas de la banca, por las políticas de choque contra las masas por parte de los gobiernos y por la impagable deuda externa. Al mismo tiempo, en 1253 días ha tenido cuatro presidentes: Bucaram, Alarcón, Mahuad y Noboa, con un promedio de 313 días, es decir, menos de un año, como periodo presidencial. En una combinación de movilizaciones populares, pugnas interburguesas, crisis en el ejército y amenazas imperiales, se ha sucedido todo tipo de crisis en un proceso simultáneo con un empobrecimiento muy alto (69% de la población), casi alcanzando a Venezuela (que tiene el 80%). La profundización de la dominación estadounidense es otro factor de inestabilidad, pero como lo dijo el gerente (e) del FMI, Stanley Fischer, la dolarización “ e s una decisión riesgosa pero ha funcionado bastante bien hasta el momento. Ese es el esquema en donde se mueve el Ecuador y nosotros no podemos ayudarlo bajo otro esquema. No había otra opción en la mesa ”. [10]

Y Colombia. Allí cada gobierno compite por darle mejores garantías a EE.UU. y sus transnacionales, pero el gobierno del presidente Pastrana es quien más ha mostrado la rodilla hincada. Ha incrementado la deuda externa a montos nunca antes vistos en el país, ni siquiera durante la crisis latinoamericana de la deuda en los años ochenta. Ha provocado mucha inestabilidad política con sus propuestas de contrarreformas del parlamento. La corrupción que se ha enseñoreado de todas las instituciones del Estado muestra la gran falacia de que sólo el gobierno de Samper era corrupto por haber estado ligado al narcotráfico. Los dos partidos burgueses tradicionales, el liberal y el conservador, son la fuente de la más amplia corruptela que jamás se haya visto en el país. En esto hay una unidad perfecta de toda la burguesía, como la hay frente al ataque a las condiciones laborales y de vida de las masas obreras y populares o como la que se puede apreciar ante el Plan Colombia. Esto no impide que en otros campos se evidencien pugnas muy intensas, donde se defienden intereses económicos específicos o que corresponden a relaciones con diferentes alas de la burguesía imperialista mundial. Aunque los trabajadores han demostrado, desde el comienzo del actual gobierno, disposición para luchar contra éste, el régimen ha combinado varios métodos para contrarrestar el accionar de las masas: en la primera huelga nacional, el asesinato de un miembro del comité ejecutivo de la CUT; en una posterior el servicio de inteligencia realizó un atentado contra otro; logró intimidar a la dirección sindical reformista, ligada, en su mayoría, política y económicamente, a la AFL-CIOLS, y, por último, nombrando a un exstalinista como ministro de trabajo ha conseguido la desmovilización creciente de los trabajadores y la moderación en el rechazo al Plan Colombia, pues la dirigencia sindical sólo rechaza el alto porcentaje de la “ayuda” para la actividad militar. Aunque en diversas coyunturas de movilización de los trabajadores el gobierno ha contado con el apoyo explícito de la FARC que han llamado en esos momentos a apoyarlo, una vez que ha empezado a funcionar el Plan Colombia las guerrillas han mostrado un coyuntural alejamiento de las negociaciones lo que crea un cierto estado de incertidumbre en el proceso.

En síntesis, hay un alto grado de inestabilidad política en la región. La respuesta de todos los gobiernos es desarrollar una tendencia a profundizar los rasgos más antidemocráticos, a fortalecer más las Fuerzas Armadas, a reprimir con más ahínco las movilizaciones de masas y a darle mayor peso a la institución presidencial.

Los gobiernos siguen combinando el garrote y la zanahoria. La vía represiva “ coexiste con la vieja [política] de reacción democrática, que se aplica en aquellos países o procesos en los que la derrota le permite mantener cierta estabilidad y el control a través de regímenes burgueses nacionales más o menos democráticos o bonapartistas; tal el caso de América Latina [11] , pero las fuerzas militares juegan un papel cada vez más activo en las determinaciones estatales.

La inestabilidad política en esta región está ligada también a la existencia de la guerrilla colombiana y la lucha armada que se desarrolla en este país donde coexiste una organización paramilitar muy fuerte, con ascendencia política que fuera auspiciada por los yanquis en un comienzo y por varios gobiernos colombianos, ligada al narcotráfico, como ellos mismos lo reconocen, y con vasos comunicantes con las fuerzas armadas de ese país. Aún ahora, a pesar de la campaña por “la defensa de los derechos humanos”, el Plan Colombia no señala como objetivo el acabar con esta organización. La actividad guerrerista armada que existe en ese país ha producido el desplazamiento de más de un millón de campesinos de sus parcelas. Este fenómeno puede incrementarse y afectar, como comienza a hacerlo, a los países vecinos. Algunos de éstos han movilizado ya sus tropas hacia las fronteras con Colombia. En la medida en que arrecie la ofensiva militar y las fumigaciones y la utilización de armas biológicas, los desplazamientos campesinos serán mayores.

Pero los desplazamientos campesinos son posibles también en Ecuador a causa de las experimentaciones que el gobierno norteamericano ha impuesto a esta nación con el hongo Fusarium Oxysporum que es un arma biológica de gran poder. Remitimos al recuadro 4 para examinar sus implicaciones.

Luchas obreras, campesinas y populares

Los explotados de la región se han movilizado en todos los países de la región, librando luchas de resistencia económica y política de significación. Sin embargo, el movimiento obrero industrial ha sufrido importantes derrotas, pérdida de conquistas sociales y laborales y destrucción de muchos de sus sindicatos, no sólo por el creciente desempleo sino también por la acción de las fuerzas contrarrevolucionarias que con asesinatos de los dirigentes, como en Colombia, han diezmado las organizaciones obreras. Las condiciones democráticas para construirlas se han tornado más difíciles y las direcciones sindicales no tienen en sus planes la sindicalización de los trabajadores, máxime cuando se incrementan la inestabilidad laboral con contratos a término fijo. Los trabajadores estatales, los últimos en librar luchas importantes, han recibido el golpe de las privatizaciones, los despidos colectivos y la destrucción de sus organizaciones de lucha, sin embargo siguen realizando enfrentamientos a los gobiernos en defensa de sus reivindicaciones, sobre todo los maestros y profesores.

Otra de las características de la región es el peso indígena (véase el cuadro 2.) y campesino en la población. Producto de las políticas gubernamentales, las condiciones para estos sectores se han deteriorado cualitativamente aumentando los grados de miseria, insalubridad y analfabetismo. Estimulados por estas circunstancias, las luchas indígenas y campesinas han producido coyunturales cambios en la superestructura estatal, como en el caso de Ecuador, donde un dirigente de la CONAIE hizo parte, por algunas horas, de un remedo de gobierno compartido con militares.

A pesar de las dificultades para el movimiento obrero y popular, se seguirán presentando luchas defensivas, económicas y de enfrentamiento a los gobiernos y será necesario enfrentar el conjunto del Plan Colombia en la región. Esto nos plantea a los revolucionarios dos tareas inmediatas: impulsar la centralización y coordinación de las luchas nacionales en cada país, al tiempo que promovemos la coordinación de movilizaciones regionales y continentales antiimperialistas. La huelga general, la solidaridad entre luchadores de distintos países, las campañas internacionales de denuncia y movilización contra las políticas gubernamentales e imperialistas son actividades que se necesitan desarrollar para impedir que avance la crisis social y la desorganización y retroceso de las masas.

El principal enemigo de los pueblos del mundo es el imperialismo (yanqui, japonés o europeo) y por tanto la posibilidad de unidad de los pueblos latinoamericanos está en el camino de forjar una sólida acción antiimperialista. Por esta razón, el Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo –CITO- propone a todas las centrales sindicales de América Latina, la convocatoria de un Encuentro Latinoamericano Antiimperialista contra el Plan Colombia. Las organizaciones de los países andinos están llamados a responder en primera fila, pues es aquí donde se están efectuando en primer lugar las actividades que se derivan de dicho plan.

El imperialismo yanqui se propone, como una de sus principales estrategias en el continente, lograr que Cuba sea un estado capitalista como los demás; que sea gobernado por burócratas capitalistas, como los demás, y que permita la intervención norteamericana en su vida cotidiana, como los demás. Para lograr esa meta necesita aislarlo completamente de cualquier presión obrera y popular. De la misma manera como el imperialismo socavó las bases de apoyo a la URSS, derrotando las luchas de los países semicoloniales en todo el mundo, en América Latina, uno de los objetivos del Plan Colombia es infringir una derrota histórica al movimiento obrero, antiimperialista, democrático, campesino y popular de tal forma que el proceso restauracionista que Castro está llevando a cabo en la Isla tenga buen término para los Estados Unidos y logre la unidad capitalista continental. Los revolucionarios y luchadores antiimperialistas consecuentes del continente, tenemos que librar una enconada batalla para impedir que se profundice la semicolonización en la región. De la respuesta continental que los trabajadores andinos y latinoamericanos en su conjunto podamos dar, depende el avance imperialista. Los trabajadores de Cuba –luchando contra el enclave colonial de Guantánamo-, los trabajadores boricuas y de Viques –luchando contra el coloniaje yanqui-, los trabajadores de Ecuador –en batalla contra el enclave colonial de Manta-, así como los de Panamá y Brasil, los de Argentina y Costa Rica, los de Colombia y México…, debemos aunar esfuerzos por concretar ese encuentro continental que proponemos para impedir que se materialicen los objetivos públicos y secretos que los capitalistas del continente pretenden asestar a los pueblos latinoamericanos.

Sin embargo esta tarea no es fácil. Hay una profunda crisis de dirección revolucionaria y las actuales direcciones mayoritarias del movimiento obrero se mueven en los marcos de los planes burgueses, sólo regateando las medidas parciales que los gobiernos ponen en marcha. Las fronteras nacionales no pueden seguir siendo un obstáculo entre los trabajadores, como no lo son para los explotadores.

Si como dice Antonio Vargas, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador –CONAIE-, ésta “no tiene interés de llegar al poder” [12] , la reciente experiencia ecuatoriana está demostrando que mientras los trabajadores y explotados no lo tomemos y siga en manos de los capitalistas, la única alternativa que veremos es la profundización de la miseria, es el camino de la barbarie. Por tal razón es necesario que el movimiento obrero se coloque a la cabeza de la lucha antiimperialista de las masas. Sin ninguna confianza en los sectores de la oficialidad militar, ni en los partidos burgueses. Para lograrlo se hace necesario trabajar por construir un partido obrero que levante un programa anticapitalista, antiimperialista, que partiendo de las necesidades de las masas y de su grado de conciencia, oriente las luchas hacia la solución de fondo: gobiernos obreros y populares, con democracia obrera, que impulsen la unidad continental para transformar la América actual en una gran federación socialista americana. América para los trabajadores debe ser nuestra consigna, donde América sea todo el continente y los trabajadores sean parte de la clase obrera mundial.


NOTAS

[1] Véase Panorama Internacional No. 2

[2] El Tiempo , p. 12 A. Colombia, 23-04-00

[3] AMIN, SAMIR. La crisis y su gestión. En el Viejo Topo, 2000. El G7 es el grupo compuesto por EEUU, Japón, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Gran Bretaña, donde asiste actualmente Rusia como invitado.

[4] En realidad no son dos partes de América del Sur (el Cono Sur y la Región Andina) cualitativamente diferentes, pero el imperialismo y sus propios gobiernos se apoyan en especificidades importantes para tratar de incrementarlas a su favor y dividir y debilitar cualquier acción independiente de estos países y sobre todo de sus trabajadores. Incluso dentro de Brasil, las diferencias entre el nordeste campesino-indígena y el sur industrializado y las grandes capitales son abismales en el nivel de vida, del mismo modo que entre los trabajadores de Argentina y Ecuador, por ejemplo. Los planes imperialistas se están encargando de hacer más peuqñas esas difierencias. Sin embargo las características específicas de la Región Andina permiten el énfasis de la campaña yanqui con el Plan Colombia y por tal razón se hace necesario examinarla en su propio contexto.

[5] En México, en 1938, el gobierno expropió las grandes compañías imperialistas del petróleo, en manos, sobre todo, de la Eagle. Mientras la diplomacia británica decía unas cosas en público, las triquiñuelas reales contra la expropiación se hacían en secreto pues, como dice Trotsky al respecto, “ la naturaleza requirió muchos millones de años para depositar en el subsuelo mejicano oro, plata y petróleo. Los imperialistas extranjeros desean saquear estas riquezas en el menor tiempo posible, haciendo uso de la mano de obra barata y de la protección de su diplomacia y su flota ” (Escritos, Tomo IX, vol.2, p. 474). Del mismo modo, pero esta vez con grandes bombardeos a bordo, operó la OTAN contra Yugoslavia, en 1999: la campaña ideológica “humanitaria” pretendía ocultar los verdaderos intereses económicos y políticos imperialistas. Y esta vez, como en Kosovo, Europa y Estados Unidos se unen en la agresión imperialista.

[6] Los laboratorios químicos y farmacéuticos de los países imperialistas, interesados en la riqueza de recursos naturales existente en la Amazonia, presionan insistentemente a la Organización Mundial del Comercio- -OMC- para que reconozca la patente con derecho a uso exclusivo sobre los genes y las plantas de ésta y otras selvas del planeta. Ésta es una de la próximas privatizaciones que los imperialistas esperan apropiarse.

[7] En los párrafos anteriores hemos tomado planteamientos aparecidos en una declaración del PRT-CR.

[8] En 1977, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de Bolivia fue de 892 dólares, puesto 81 dentro de una tabla mundial de 133 países, sólo mejor que Honduras y Nicaragua y semejante a algunos países africanos. En Colombia, mueren 50.000 niños de hambre, anualmente, más del doble de los muertos por la violencia política y social, es decir, muere un niño cada11 minutos.

[9] Ver, por ejemplo, en El Socialista , Colombia, número 566, el artículo ¿ Por qué estamos en una situación reaccionaria mundial?

[10] La derrota del movimiento obrero mundial ha implicado también, obviamente, que en el terreno ideológico los términos que se usen generalmente sean los de las clases dominantes. Ya no se lucha por libertades democráticas sino por derechos humanos. Los derechos humanos, como los concibe la burguesía desde 1789 son, fundamentalmente, los derechos de defensa de la propiedad privada. He ahí por qué con tanto énfasis Clinton y sus lacayos hablan con propiedad de los derechos humanos (también los paramilitares). Dentro de esos derechos humanos está el derecho formal de la democracia burguesa que nada tiene que ver con la igualdad en la mesa, en la vivienda, en la salud, en la educación, sino con la igualdad ante la ley formal, pues la ley real siempre coloca a los pobres en la cárcel y en los ataúdes. Las Organizaciones No Gubernamentales -ONG-, financiadas casi todas por entidades imperialistas de distinto calibre, han acuñado el término de derechos humanos como sinónimo de libertades democráticas, derecho a la vida, a la integridad física y moral. De esta forma se crea una gran confusión entre los trabajadores pues en cada momento los derechos humanos, como el camaleón, se mimetizan con las necesidades de quienes financian las ONG. Desafortunadamente muchos de quienes se reclaman revolucionarios de la clase obrera caen en la trampa o revisan el marxismo, cuando hablan de la “sociedad civil”, que no de clases, a quien corresponde unos “derechos humanos”, que no de clase, pues para la clase obrera uno de sus principales derechos humanos es la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y por tanto del imperialismo mundial.

[11] Hoy . Ecuador, 21-04-00.

[12] Conclusiones políticas de la última Conferencia Internacional del Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo –CITO, publicadas en esta edición de Panorama Internacional .


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