PROGRAMA DE CONSTRUCCION

 

 

 

Universidad Nacional de Colombia

Sede Manizales

 

Preparamos profesionales para la planeación, gestión, administración, ejecución, investigación y mantenimiento de obras de infraestructura, ya diseñadas y calculadas. Formamos Constructores para que actuen con ética,  responsabilidad social y respeto por el medio ambiente... 

 

sala de lecturas

"Gabriel Robledo Villegas"

espacio virtual 

anexo al  laboratorio de construccion

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Lectura #1

IN MEMORIAM

 

GABRIEL ROBLEDO VILLEGAS (1923-2002)

Por: José Oscar Jaramillo Jiménez

 

Nos encontramos hoy reunidos para rendirle un homenaje a nuestro profesor, compañero y amigo: Gabriel Robledo Villegas, quien falleció en la ciudad el miércoles 13 de noviembre. Gabriel se desempeñó durante más de 30 años como profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional en Manizales, en las carreras de Ingeniería Civil y Arquitectura. Ingeniero civil egresado de la Escuela de Minas de Medellín en 1948, se vinculó a la Facultad desde casi sus inicios, en 1951, hasta su retiro forzoso en 1988. Fue uno de los  profesores pioneros en las carreras de Ingeniería Civil y Arquitectura. Dirigió los primeros cursos de hormigón (concreto) en 1952 para la Facultad y posteriormente fue maestro de generaciones de ingenieros en las áreas del diseño de estructuras, de concreto reforzado, de construcción, y de programación de obra, asignaturas en las cuales dejó unas notas de clase. Siempre participó como ingeniero en los procesos de revisión y reparación de las edificaciones afectadas por los diferentes sismos en la ciudad, con voluntad, generosidad  y desprendimiento.

 

Fue un verdadero «maestro»: como docente, «sofoco» como le decían sus alumnos, fue un profesor que siempre se distinguió por  su vocación, actualización permanente, estímulo a los jóvenes estudiantes y exigencia. Además, s Siempre se destacó por su espíritu de actualización permanente, en los temas de su actividad profesional y docente, a través de publicaciones en revistas extranjeras y de la asistencia a congresos y seminarios  que se realizaban en la región y el país. Era tradicional su inquietud por aprender y siempre estaba entre los asistentes de la primera fila como un participante activo y polémico en las sesiones de preguntas. Permanentemente mantuvo activo su espíritu de estudiante y en muchas ocasiones se quejaba del poco interés por actualizarse que percibía de  profesionales egresados con los que se relacionaba.

 

Supo vincular la docencia con la práctica profesional en el campo estructural, en el cual fue asesor de muchas empresas de la ciudad e interventor de varias de las construcciones importantes de la época. Siempre buscó la introducción de nuevos materiales y métodos constructivos, lideró el grupo de profesionales y profesores que propusieron el uso del  «concreto postensado» en la ciudad, utilizado en la construcción del edificio  de aulas, denominado actualmente el «Bloque D», donde funcionan las decanaturas de las facultades de la universidad.

 

Fue el ingeniero constructor de los actuales bloques de biblioteca y el bloque C, en 1960,  primer edificio de aulas en nuestro campus de  «Palogrande» . Después fue activo asesor en los procesos de reforzamiento y reconstrucción de los edificios de la Sede y de otros en la ciudad, que resultaron averiados por el temblor de 1979 . Entrte ellos , además de los edificios de la Universidad,  el edificio de las Residencias Ravasco, un caso este que el Dr. Robledo presentara, con otros profesores de la Facultad, en un simposio estructural organizado por la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos en Medellín, en 1980. 

Gabriel robledo Villegas durante casi toda su vida profesional fue miembro del Instituto Americano del Concreto ACI, entidad que lo distinguió con la distinción de FELLOW, en 1978, por sus valioso aportes en la región y el país.

Después de dejar la cátedra en la universidad  al darse su retiro forzoso a causa de la edad,  continuó su labor profesional como interventor y asesor en el campo de la construcción. En los últimos años, a pesar de haber cerrado su oficina particular, mantenía su vinculación internacional y su espíritu de  actualización, cuando aún  lo veíamos con frecuencia en los pasillos y cafetería de profesores de la Universidad, donde compartía su espíritu «gocetas», con sus antiguos compañeros. Siempre fue Gabriel un asesor «ad honórem» para todos los profesionales ex-alumnos o no, que lo buscaban, actuando con ese espíritu profesional de consultor que lo caracterizó.

 

El Consejo Superior de la Universidad Nacional lo honrró haciéndolo «Profesor Honorario» en 1988, distinción que le permitió colaborar con charlas y conferencias cuando los profesores y los estudiantes se lo solicitaban. En 1998 la Universidad instituyó la principal distinción al personal administrativo de la Sede con su nombre: «Medalla de Sede Gabriel Robledo Villegas».

 

Para quienes fuimos sus alumnos y compañeros de trabajo durante muchos años, su muerte nos deja una honda huella. Sin embargo retomando las palabras citadas por su hija en el sepelio: “no nos debemos entristecer por haberlo perdido, sino alegrarnos de haberlo tenido”. Siempre tuvimos en él una persona a quien acudir como amigo y a un ingeniero competente a quien  consultar en los temas profesionales del concreto, la construcción de estructuras, la rehabilitación de edificaciones afectadas por sismos y la programación de obras. Como compañero fue un gran amigo y contertulio  en la asociación de profesores, en la cual se destacó por su solidaridad y espíritu académico, aún después de su retiro de la cátedra universitaria.

 

Sus alumnos lo recordaremos por sus exigencias y aportes en la docencia, así algunas veces tuvieran que confrontarlo y hasta «vetarlo». Desde sus inicios como profesor fue «vetado» por los estudiantes a raíz de las notas y comentarios sobre los resultados de los exámenes, en los cuales era tradicional su exigencia y mordacidad en los comentarios.

 

Paradójicamente, la razón de mi vinculación a la Universidad como profesor, se debió a un veto que hacían los estudiantes de concreto en 1975. La solución al conflicto fue mi vinculación para reemplazarlo en la cátedra con ese grupo. Fue un compromiso delicado, pues Gabriel era un profesor destacado, respetado y querido por sus compañeros y ex-alumnos y mi compromiso era remplazar a mi maestro. Venía de terminar mis estudios de Maestría en la Universidad Nacional en Bogotá, y esta situación, y la de haber estado alejado de la ciudad unos años, me facilitaron la labor, sin afectar sensiblemente la estima y el prestigio de mi profesor, a quien respetaba y admiraba; tal vez esta circunstancia de la vida fue entendida con generosidad por mi profesor, quien aceptó que su reemplazo, lejos de ser degradante era satisfactorio, pues se trataba de su ex alumno. Se  corrobora esa aceptación con la gran colaboración y amistad que posteriormente recibí de Gabriel , no solo  siendo su compañero, sino durante mi  desempeño como Decano.

   

Durante 1998  y raíz de la edición de mis conferencias de Ingeniería Estructural, le propuse a Gabriel que me respondiera algunas preguntas sobre el ejercicio de la ingeniería estructural, como un inicio de lo  que podría ser una «Historia de la ingeniería estructural en la región». A pesar de que los ingenieros poco escriben en nuestro medio, Gabriel me aceptó y en septiembre de 1999 entregó la respuesta al cuestionario. Mi sorpresa fue mayúscula al recibir un escrito de 18 páginas, en el que no solo responde mis inquietudes sino que incluye una historia de sus principales actividades profesionales y los criterios que lo movieron. Este legado escrito, que no tuve ocasión de revisar con él, pues  sus quebrantos de salud  y mis actividades como representante profesoral en el Consejo de Facultad lo impidieron, se presentará, tal y cual me lo entregó, en próxima edición de la revista de la Facultad, «El Boletín de Vías y Transportes». Este documento puede considerarse como su testamento como  ingeniero o como sus memorias técnicas, las cuales, al contrario de García Márquez, «ya no son para vivirlas».

 

¡Paz en la tumba para este gran «maestro», ingeniero y compañero!

   

Manizales, noviembre 13 del 2002

 

(*) José Oscar Jaramillo Jiménez, Ingeniero Civil, Magister en Estructuras , Ex-Decano de a Facultad de Ingeniería y Profesor de Concreto en el Departamento de Ingeniería Civil 

 

Lectura #2

UN TINTO PARA LA RECONSTRUCCION DEL EJE CAFETERO

 Por: Gonzalo Duque Escobar *

 

Al examinar el proceso de reconstrucción del Eje Cafetero se puede preguntar si el sismo del 25 de Enero ha sido una oportunidad para hacer viable otra región con una sociedad mejor, y no un escenario para reconstruir el mismo Eje Cafetero con la problemática que traía desde una generación atrás y en especial con esa tendencia de deterioro global de la situación en los ambientes rurales de los municipios cafeteros.

 

Recuérdese que el café es una tecnología y con sus ingresos, hoy obtenidos por otros intermediarios, entre 1920 y 1970 se  industrializó el país, se desarrollo la infraestructura del Eje Cafetero y, con la iniciativa de Carlos E. Pinzón, cuando el meridiano político y cultural de Colombia pasó por Manizales, se construyeron el cable aéreo a Mariquita y el Ferrocarril de Caldas para exportar el precioso “Grano de Oro”. La cocaína es otra tecnología y eso explica los dineros que mueve, a pesar de sus destructivos efectos y controles policiales por ilegalidad.

 

Si en situaciones de desastre que no alcanzan el nivel de catástrofe, no es fácil modificar tendencias estructurales del modelo de desarrollo y la reconstrucción se debe reducir a modificar esquemas, pueden darse circunstancias anteriores al evento sísmico que hagan de este un detonante capaz de generar una actitud hacia el cambio por parte de la conmovida sociedad.

 

Repasando imágenes del desastre, en el tiempo y el espacio,  sobre la conurbación Armenia – Calarcá la situación fue catastrófica, lo que facilita una reconstrucción atendiendo los factores estructurales de la vulnerabilidad, y que se expresan en los conflictos y contradicciones puestas en evidencia sobre este medio urbano, donde la economía colapsó por semanas. En el medio rural donde la economía es primaria, aunque la infraestructura colapsó, la situación fue menos grave ya que los cafetales base de su economía, quedaron en pie. Por esa situación en municipios como Pijao se hace difícil advertir la real problemática ambiental del Eje Cafetero, a pesar de existir conciencia colectiva sobre las amenazas del medio ecosistémico, como la de la falla Romeral y la del río Lejos alterado por  la acción antrópica. Debe advertirse que Pijao con su arquitectura señorial es el mejor referente cultural del Sur del Quindío.           

 

Siendo evidente la profunda crisis ambiental y económica de la industria cafetera, no se ha señalado por autoridad responsable alguna, una política de fondo para atender la situación agravada que padece el gremio y sobre todo que sufre la región: con el Caturra y la variedad Colombia, llegaron las plagas y perdimos la soberanía sobre una tecnología nuestra. Desde 1970 la economía cafetera declina y con ella el apogeo de los municipios cafeteros como Pijao, donde los campesinos de las veredas dejan de ser prósperos propietarios y se proletarizan, o sacados por la pobreza del campo y atraídos por las oportunidades de la ciudad emigran a ella, mientras en los pueblos cafeteros la juventud prefiere encontrar fortuna viajando al Caquetá, para no mencionar caminos más dramáticos.

 

Hemos manipulado genéticamente el café con efectos económicos  y ambientales. Con variedades de alta producción abandonamos la caficultura de calidad y acabamos con la biodiversidad. Para compensar el deterioro de los términos de intercambio recurrimos al Pacto Internacional del Café, donde perfeccionamos la entrega de la industria cafetera a mercaderes extranjeros. Hoy recibimos U$1,30 por libra y con ello se paga a los países compradores del grano, el abono y los venenos. Solo el café limpio y diversificado por propiedades (suave, tonificante, etc.) más tarde no será  excluido del mercado, ni le dará paso a la molécula de cafeína producida en laboratorios biotecnológicos.

 

El mejor café entre los suaves, y por lo tanto el mejor de todos, es el que se produce en los municipios cordilleranos del Sur del Quindío, llamado antes Café Burila y exportado hoy como Café Pijao desde una cuenca certificada para la comunidad alemana. Sembrar, cosechar, lavar, secar, trillar, tostar, moler, empacar y exportar café desde Colombia, sin intermediarios que se apropien el valor agregado, es darle viabilidad económica al Eje Cafetero. En este modelo sólo quedarán la trilla y el mercadeo del producto terminado como objetivo patriótico a nacionalizar. Si regresamos a un café de excelsa calidad, fruto de una caficultura limpia de agroquímicos, orgánica y de sombrío, tendremos biodiversidad para enfrentar las plagas y abonos naturales propios, como los tuvieron nuestros abuelos. Esa agricultura de suelos sanos, con agua, pájaros, ardillas, abejas, papayos y guamos, resulta compatible con nuestra cultura y ecológicamente sólida.

 

Pero la reconstrucción debe ir más allá pensando en la región como un todo, porque hasta aquí sólo se ha propuesto  recuperar  el camino perdido en lo ambiental y lo económico del café: ¿Cómo devolverle a los campos cafeteros su oportunidad y cómo hacer de poblados como Pijao centros de desarrollo humano?. La guerra de Colombia nos enseña que la paz se siembra en nuestros cafetales y que no es suficiente el crecimiento sin el desarrollo.

 

Si hemos sobrevivido en términos relativos a esta situación, la tendencia es preocupante si se observan los indicadores sociales y de desarrollo humano de la región. A pesar del esfuerzo de los Comités de Cafeteros llevando a los suyos  escuelas, vías, electricidad y agua potable, y de que el café como cultivo de pequeña superficie tiene un alto efecto redistributivo del ingreso, la droga, el desempleo, la prostitución y la desnutrición infantil avanzan por todos los lugares. Los fundamentos de nuestra reconstrucción deben ser un modelo educativo y un proyecto cultural, ambos afianzando el Eje Cafetero como territorio y la identidad de sus gentes por su peculiar patrimonio. Existe más novela y poesía en el oro que en el café, a pesar de haber logrado un hecho económico como el café, de haber desarrollado un bien cultural de excelencia en el bahareque -una arquitectura vernácula, hermosa y "temblorera"- y de ser el Eje Cafetero fruto de la colonización antioqueña, uno de los tres fenómenos sociales más importantes de la república, junto a la revolución de los comuneros y a la gesta de la  independencia.

 

 Pijao, Junio 23 de 1999

*Gonzalo Duque Escobar ,P. As. Universidad Nacional de C, Coordinador del Comité de Ingeniería Sísmica de la U. Nal. Sede Manizales.

 

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Lectura #3

IMÁGENES DEL EJE CAFETERO EN TIEMPOS DEL  

SESQUICENTENARIO DE MANIZALES

 

Por : Gonzalo Duque Escobar(*)

 

El territorio precolombino del Eje Cafetero, es el escenario de la cultura Quimbaya.  Jorge Robledo llega por el norte, después de  transitar por los dominios del cacique Irrá y de dominar a los Carrapas y demás tribus vecinas, para entrar por Santa Agueda a tierras del anciano Tacurrumbí, líder de los 80 jefes Quimbayas de la época, quien se localiza en tierras de Manizales. Más tarde, en 1541, descubre el Quindío sobre el extremo meridional de nuestro territorio. Imágenes de este período precedente al que pertenece el cacique Calarcá, se encuentran en los reductos de bosques tropicales andinos y en la orfebrería y tejidos de preciosas piezas de museo.

 

El Eje Cafetero nace luego, en tiempos de la república y es el resultado de la colonización y el café. Los vestigios culturales de este hecho se materializan en dos períodos: inicialmente,  el del nacimiento del bahareque y del desarrollo del transporte de arriería, y luego, el período de la construcción del ferrocarril y el cable aéreo, como sistemas de transporte con propósitos comerciales y en dirección a los dos océanos, y también el de la aparición de la arquitectura ecléctica que mezcla estilos europeos y materiales autóctonos y extranjeros. Aquí el bahareque se diversifica en forma y contenido, sobretodo en su versión encementada.

 

Imágenes desde la fundación hasta 1905, correspondientes al primer período, el de la fundación de estos pueblos y ciudades, el de don Manuel Grisales y don Fermín López, caracterizado por una economía de subsistencia afectada por los beneficios y horrores de la colonización y las guerras civiles de 1860 y 1876 entre los estados federales de Antioquia y Cauca, son las recuas de mulas y el hacha. Y del segundo período, el de don Carlos E. Pinzón  y don Pedro Uribe Mejía que va de 1905 a 1938, subrayado por un proceso económico de acumulación de riqueza y  otro de apertura cultural asociados al  comercio del café, son las estaciones del tren, el cable y otras edificaciones del patrimonio arquitectónico ecléctico en todo el Eje Cafetero, como la Gobernación de Caldas y el edificio de la Licorera contiguo, la Catedral de Manizales y la de Pereira,  y la iglesia de La Inmaculada.

 

El tercer período, que va de 1938 a 1975, es el del Gran Caldas y el de la arquitectura moderna, con edificaciones típicas como las del Banco de la República de Manizales y Armenia, del Banco del Comercio de Manizales, del Club Rialto y del Triángulo, y también el interesante continuo urbano de las casonas de la familia Gómez Arrubla. Se da en este lapso la apertura hacia adentro y el apogeo de la vereda y del pueblo, por el efecto redistributivo de la tierra y su renta, y a causa del café y del manejo cooperativo de su economía orientando excedentes de renta para el desarrollo social. Pero también la violencia partidista, que pone en evidencia la falta de un proyecto colectivo de nación y una sociedad polarizada con profundo vacío cultural. Se construyen las vías, las escuelas  y los acueductos, se electrifica el campo, las comunicaciones se expanden, se consolidan Pereira y Armenia y se crean los departamentos de Risaralda y Quindio. Imágenes significativas de este lapso histórico son la fonda, la planta eléctrica, el Willys y la chiva, la escuela de la vereda y el café de sombrío.

 

El último período, de 1974 a hoy, es el de la crisis ambiental y económica cafetera, y el de la conurbación Manizales- Pereira- Armenia. En este intervalo de tiempo se profundiza la crisis de la familia y la educación y  se concentran los flujos demográficos y las corrientes económicas en las capitales, como centros alternos de  poder, de corrupción y de narco-economía. Productos como café caturra, pinares, plátano, maracuyá, mora, granadilla y gusano de seda, muestran la faceta de las transformaciones agrarias, de la proletarización del campesino y del ausentismo del dueño de la tierra. Aparecen el ecoturismo y agroturismo como  prospectos de un nuevo horizonte económico, y las autopistas del Café y de la Paila que señalan la conurbación del territorio. Las imágenes del período son obras de la arquitectura contemporánea como el Estadio Palogrande, el edificio Luker, la Gobernación de Risaralda, el Museo Quimbaya y la Catedral de Armenia; también las consecuencias del desastre del Ruiz y del sismo del Quindío que evidencian los desafíos del medio, o el paisaje pobre del café con roya y sin sombrío, al lado del Parque del Café como muestra del intento por salir de la crisis que se vive.

 

¿Y el siguiente período?.  Afortunadamente el futuro no está congelado … no se lee en una bola de cristal. El futuro lo construimos todos y podemos hacerlo con optimismo, si nos decidimos por una sociedad más justa e igualitaria, ecológicamente sana, económicamente viable, culturalmente sensible y políticamente comprometida con el desarrollo de la ciudad y el bienestar de su gente. 

   

Manizales, Octubre 25 de 1999

   

(*)Gonzalo Duque Escobar,  P.  As. Universidad Nacional y Miembro de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales.

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