GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO XIII:

REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS

1.- Cáceres dispone la repatriación de los restos

2.- Los chilenos rinden honores a Grau

3.- El retorno

4.- Apoteósica recepción en Lima

 

4.- Apoteósica recepción en Lima 

Los restos fueron  llevados hasta  la Plaza de la Exposición donde se había levantado un catafalco para colocar momentáneamente los restos. Esperaba una compacta muchedumbre, En ese lugar se realizó la ceremonia de la entrega de las veneradas cenizas de los héroes, haciendo uso de la palabra el capitán de navío Melitón Carvajal, Presidente de la Comisión que había viajado a Chile.  Dijo Carvajal:

“Cumplo con entregaros aquí, los restos  que la Comisión que presido ha tenido el honor de recoger y conducir a esta capital”. Luego continuó: “Estos no son muertos, porque viven y vivirán eternamente en nuestra historia, en nuestras tradiciones, en nuestra memoria y gratitud nacional; porque sus despojos simbolizan una a uno, los episodios siempre desventurados, pero siempre honrosos de una desgraciada guerra; porque su recuerdo dándonos la clave de nuestros desastres, servirán de lección a las generaciones futuras y será simiente de cordura y de acierto; y porque en fin su espíritu, allí , en las regiones inmortales en que se encuentran , velan por la ventura de la Patria.”  

Después hizo uso de la palabra el Primer Ministro y Ministro de Relaciones Exteriores recibiendo los despojos. A continuación se reanudo la marcha silente. Tomaron las cintas  y condujeron el féretro en forma  alternativa los siguientes  marinos:  El capitán de navío Emilio Díaz Seminario, hermano materno de Grau, el almirante Lizardo Montero su amigo entrañable y codepartamentano; los paiteños  contralmirante Antonio de la Haza, capitán de navío Camilo Carrillo, capitán de navío Arístides Aljovín  y capitán de navío Antonio de la Guerra. Es sin duda muy sintomática la presencia de tanto marino paiteño llevando el féretro. Luego lo portaron también los marinos piuranos  capitanes de navío Amaro Tizón Seminario y Joaquín Guerra. 

La muchedumbre se unió al cortejo para avanzar hacia la iglesia de la Merced, donde se oficiaron actos litúrgicos. Allí quedaron expuestos a la veneración pública hasta el día siguiente.  

A las 11 de la mañana del 16, se celebraron oficios fúnebres en el templo de la Merced, donde siempre Grau y su familia oían misa. El sermón corrió a cargo del Obispo Monseñor Juan Antonio Roca, amigo y confesor de Grau, que en octubre de 1878, también pronunció una bella y larga pieza oratoria por  el Héroe de Angamos. A este acto religioso concurrieron el Presidente de la República, su gabinete ministerial, altos jefes del Ejército y la Marina, corporaciones oficiales, los deudos y compañeros de armas de los combatientes, la delegación nombrada por el Gobierno de Chile. ILas delegaciones quedaron limitadas a no más de cinco miembros. 

Terminados los actos sagrados; otra vez recomenzó el desfile, hacia la Plaza de Armas en donde el Presidente Cáceres esperaba desde uno de los balcones de Palacio, el paso del desfile  para rendir homenaje a Grau y demás héroes. Después siguió el cortejo por la calle del Arzobispo, Plaza Bolivar, Colegio Real y por fin llegó al cementerio. 

Formaban parte del cortejo, la Escuela de Clases, los alumnos de la Escuela de Ingenieros, de la Universidad de San Marcos y del Colegio Guadalupe, otros colegios. Luego seguía la Escuela Militar a continuación los féretros de los combatientes de la batalla de Huamachuco, entre los que figuraban los restos de soldados no identificados. Seguían los sobrevivientes de esa batalla y los deudos, la Colonia Cubana que rendía homenaje a Leoncio Prado. Después venían las delegaciones de Huánuco y Cerro de Pasco,  seguidas por varias instituciones y corporaciones. A continuación venían las urnas y los féretros  de  los  combatientes  de  Arica,  un  nutrido  grupo  de  tarapaqueños  residentes  en   Lima. Comisiones de Cuzco, Puno y Arequipa. Venían después los féretros y urnas de los combatientes de Tacna, seguidos por los tacneños residentes en Lima, los empleados públicos, los socios del Club Nacional, miembros del partido del coronel Morales Bermúdez que acababa de ganar las elecciones.  

Después seguía la Cruz Roja, y a continuación los féretros de los caídos en Tarapacá, y en San Francisco, los deudos y sobrevivientes. Continuaban las sociedades extranjeras, la Cámara de Comercio, el Cuerpo General de Inválidos de la Guerra, después desfilaba la Escuela Naval, brigadas de los buques de guerra peruanos, seguían los féretros de  Jorge Velarde, José Melitón Rodríguez, Diego Ferré y Elías Aguirre, caídos en Angamos, venía a continuación la urna con los restos de Grau, escoltada por guardias marinas y  seguida por sus familiares y sobrevivientes del “Huáscar”. Después los piuranos, lambayecanos e iqueños residentes en Lima, luego la Municipalidad de Lima en pleno, Comisiones del Callao y Arequipa, los Ministros, la Corte Suprema, los generales del ejército, los almirantes y contralmirantes, jefes y oficiales del ejército y la marina. 

Los restos de Grau fueron depositados en el Mausoleo del Mariscal Castilla y los demás féretros en el Cuartel especialmente levantado, que se llamaba  Mártires de la Guerra. En esa oportunidad pronunciaron discursos, el Ministro de Guerra y Marina y el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción al hacer entrega de los restos a la Beneficencia  y a continuación habló el Director de esa institución. don Manuel Candamo que años más tarde sería Presidente de la República. Este dijo lo siguiente: 

Benditos sean  y bendita sea la inmortal memoria de los que así murieron. Aquí descansarán en paz, en tierra agradecida; aquí vendrán los herederos de su nombre a regar con sus lágrimas la loza que los cubra; aquí recibirán el homenaje de todo un pueblo, que vivirá orgulloso con la grandeza de Grau y conservará siempre en su memoria y en su corazón, el recuerdo de las hazañas con que iluminaron su nombre los hijos del Perú, cuyos tristes despojos vamos a sepultar. 

Los restos permanecieron allí hasta 1908 en que habiéndose construido la Cripta de los Héroes, fueron trasladados allá en solemne ceremonia  

Los días 15 y 16 habían sido declarados de duelo nacional en toda la República. Desde el amanecer del 15, todas las casas ostentaban  crespones negros en puertas, ventanas y balcones y la bandera a media asta, también con crespones negros. Todas las Iglesias de Lima a intervalos tocaban  dobles. Los establecimientos comerciales cerraron sus puertas y en sus puertas había una gran tarjeta de luto que decía: Duelo nacional.  Los espectáculos públicos fueron suspendidos y el país todo vivió pendiente  de lo que pasaba con los sagrados restos.