GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO XIII:

REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS

1.- Cáceres dispone la repatriación de los restos

2.- Los chilenos rinden honores a Grau

3.- El retorno

4.- Apoteósica recepción en Lima

 

1.- Cáceres dispone la repatriación de los restos

De la repatriación de los restos del contralmirante Grau se han ocupado el historiador Jorge Basadre, el escritor e historiador Enrique Tovar y también, los directores de la Casa Museo Grau de Piura don Antonio Rumiche Ayala y doña Isabel Ramos Seminario. 

Tuvieron que pasar once largos años, cuando ya las pasiones se habían morigerado un tanto, para que fuera posible la repatriación de los pocos restos que quedaron del contralmirante don Miguel Grau. Como se recordará esos restos sólo eran  una pierna y un trozo de mandíbula. Durante todo ese tiempo, los restos habían estado, bajo el  respeto que se le guardaron en el mausoleo del general Benjamín Viel uno de cuyos hijos, marino como Grau, fue concuñado del héroe. 

En 1890, era presidente del Perú, el general Andrés Avelino Cáceres, el empecinado patriota, héroe de la Breña y era diputado por Piura don Pablo Seminario, pariente cercano de Grau, que ya en 1879, cuando  era senador, solicitó el ascenso de Grau. 

Pablo Seminario, el 7 de octubre de 1889, presentó un proyecto de ley, pidiendo  la repatriación de los pocos restos que existían de Miguel Grau en Chile. En el proyecto se planteaba la construcción de un gran mausoleo en el cementerio general y que para atender todos los gastos, se considerase una partida de 30,000 soles con cargo al superávit del presupuesto general de la República. El diario “El Comercio” se ocupó al día siguiente del pedido, recordando que en ese día se consumó el heroísmo de Grau. De inmediato los demás diputados piuranos  Nicanor Rodríguez, Genaro Helguero, Félix Manzanares, Augusto Vegas y José Lama, lo respaldaron y sólo demoró unos cuantos días la tramitación, pasando al Senado. Eran senadores, el almirante Montero, amigo querido de Grau, el coronel Fernando Seminario Echandía  y el Dr. Francisco Eguiguren, todos los cuales lograron que saliera convertido en ley. 

El presidente Cáceres puso gran empeño en  recuperar para la Patria, todos los restos de los que por ella dieron su vida, en la infausta guerra del 79  

Para conseguir tal fin, expidió el 3 de junio de 1890 un decreto supremo, por el cual se disponía el traslado a Lima o la repatriación de los restos de quienes sucumbieron en Angamos, Tarapacá, Alto de la Alianza, Arica y Huamachuco, para ser depositados en la tumba especial que se había levantado. En el mismo decreto supremo se disponía el nombramiento de una comisión que viajaría a Chile en la cañonera “Lima” la que estaría presidida por el capitán de navío Melitón Carvajal, sobreviviente del «Huáscar», e integrada por el capitán de fragata Pedro Gárezon, que fuera el último  comandante del glorioso monitor y el coronel Manuel C. de la Torre combatiente del Morro de Arica. La cañonera salió el 15 de junio del Callao. 

La ocasión era propicia, porque se encontraba en Santiago como representante del Perú y ministro plenipotenciario, don Carlos Elías que fuera dilecto amigo y compadre de Grau. El 29 de mayo el canciller del Perú, hizo conocer  a Elías los fervientes deseos del general Cáceres de conseguir la repatriación de los restos de nuestros héroes. Demás está decir que nuestro representante en Chile desarrolló una pronta e intensa labor hasta lograr el 9 de junio una entrevista con el canciller chileno don Juan Mackenna, el cual se mostró  muy asequible y predispuesto, lo que fue comunicado por Elías a la cancillería peruana en Lima 

Las conversaciones sostenidas se formalizaron con dos notas. La primera del ministro Elías  al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, que decía: 

Legación del Perú en Chile.- Santiago, 10 de junio de 1890 

Excelentísimo Señor

Ministro de Relaciones Exteriores de Chile

Don  Juan E Mackenna 

Señor:           

Confirmando lo que tuve la honra de expresar a V.E verbalmente, cúmpleme manifestarle, que deseando el gobierno del Perú, que los restos del señor contralmirante don Miguel Grau, del comandante Espinar y de otros peruanos muertos en Arica, reposen en el cementerio de Lima, se propone enviar al crucero “Lima” para conducir tan preciosas cenizas al Callao. 

Confía mi gobierno, que el de V. E. no tendrá inconveniente para dar a esta legación, con tal objeto, todas las facilidades necesarias y que se dignará ordenar a las autoridades de Arica, que conserven en la iglesia matriz de este puerto, la urna que contiene las cenizas de los combatientes peruanos que allí perecieron.  

Aprovecho esta oportunidad, para renovar a V.E. las seguridades de mi alta consideración.

CARLOS M. ELIAS.

 

Siete días más tarde el Señor Mackenna contestaba en la siguiente forma:

 

Santiago 17 de junio de 1890

Señor

Carlos Elías

Ministro Plenipotenciario del Perú. 

Señor, 

He tenido la honra de recibir la atenta nota de U.S. de fecha 10 del presente en la que manifiesta que el gobierno del Perú ha resuelto repatriar los restos del contralmirante Grau, del comandante Espinar y de otros peruanos muertos en Arica, enviando al efecto el crucero “Lima” para que los conduzca al puerto del Callao; y me expresa que no dudará  que el gobierno de Chile, prestará a U.S. todas las facilidades necesarias a ese objeto. 

En contestación, me es muy grato significar a U.S. que me he dirigido ya por teléfono a las autoridades de Tacna y Tarapacá a fin de que contribuyan, en cuanto les sea posible a hacer más expedita la tarea de los comisionados peruanos, y al mismo tiempo, anticipo a U.S. que mi gobierno, hará un deber de allanar todas las dificultades que hubieren de presentarse para el fiel cumplimiento de ese patriótico encargo.

Renuevo a U.S. las seguridades de mi alta consideración

JUAN MACKENNA