Los efectos del cambio no son automáticos,
ni necesariamente equivalentes a lo esperado. El mismo opera
a través del cambio en las personas; ellas son las que
controlan sus resultados. Los sentimientos y valoraciones de
los implicados, respecto al cambio, deciden en gran medida su
reacción.
En consecuencia, se concibe al hombre organizacional
como un ser que busca su desarrollo integral a partir del encuentro
de sus tres dimensiones: intelectual, afectiva y social; se
habla de organizaciones como el espacio vital que le debe posibilitar
al hombre su desarrollo; y para que este desarrollo se dé,
debe ser una organización con necesidad de cambio.
Las organizaciones deben convertirse en espacios
para la comunicación y la reflexión, producto
de la construcción conjunta de las personas que la conforman.
Además, considerar el cambio de cultura como proceso
continuo de aprendizaje enmarcando al hombre como el centro
del desarrollo de una organización.
El proceso educativo puede ser concebido como
el proceso de compartir una cultura y/o un conocimiento, con
el que se logra el mantenimiento de la cultura existente de
la organización.
Ningún cambio puede ser exitoso, sin
una planificación previa; además, determinar,
sí éstos deben ser iniciados por quienes sienten
realmente la necesidad del cambio. Es posible que la influencia
del liderazgo, tenga sus límites, particularmente en
las grandes empresas, donde la alta gerencia se encuentra muy
alejada de las funciones de la gerencia a nivel operativo.
Cualquiera que sea el caso, cuando la empresa
está en proceso de cambio, las normas culturales deben
reorientarse cambiando el sistema de gerencia, es decir, los
múltiples procesos gerenciales, la estructura organizacional
y el estilo gerencial que impulsa a la empresa.
Tal situación ha originado nuevos retos
a la alta gerencia; pero a su vez ha permitido liberar energía
e iniciativas suficientes que llevarán a las organizaciones
a ser competentes en el mundo de los negocios.
La competitividad es una estrategia que resulta
de combinar el espíritu empresarial con la capacidad
de aprender continuamente. En sentido general se puede decir
que es una actitud y una aptitud. Es una actitud orientada hacia
la visualización de oportunidades y el control de las
amenazas. También es una aptitud que permite mantener
e incrementar la preferencia de los clientes por los bienes
o servicios que se ofrecen.
En otro orden de ideas, se percibe una interdependencia
entre gerencia y cambio: nuevamente se puede plantear que gerenciar
es sinónimo de cambiar. Las organizaciones convencionales
se planteaban proyectos de cambio para conseguir una condición
de estabilidad y equilibrio. Actualmente, el cambio no persigue
sosiego y tranquilidad; por el contrario, se cambia para tener
una mayor capacidad de cambio. Ahora el cambio se interpreta
como el camino natural a través del cual se desenvuelven
las organizaciones.
Los cambios han sido como instrumentos de adaptación.
Casi todos impulsados por una crisis de misión y estrategia
de las organizaciones y, por la necesidad de adaptarse, más
que por cualquier intención de cambio de la organización
interna propiamente dicha. Esta perspectiva refleja que el cambio
en las organizaciones a veces se describe como un proceso de
conversión de un líder o liderazgo que luego se
trasmite a través de toda la empresa.
Las premisas anteriores permiten el planteamiento
de la tesis que el espíritu empresarial y el conocimiento
son los dos factores más importantes que determinan el
éxito de las organizaciones.