Loppi no quería ser rey.
Almorzaba bien, comía mejor; ¿a qué los trabajos de mandar a los
hombres? Pero cuando Masicas decía a querer, no había más remedio que
ir al charco. Y al charco fue al salir el sol, limpiándose los sudores.
Y con la sangre a medio helar. Llegó. Llamó:
Camaroncito duro,
Sácame del apuro":
Vio salir del
agua las dos bocas negras. Oyó que le decían "¿que quiere el
leñador?" pero no tenía fuerzas para dar su recado. Al fin dijo
tartamudeando:
-Para mi, nada ¿qué pudiera yo pedir? Pero se ha cansado mi mujer
de ser princesa.
-¿Y qué quiere ahora ser la mujer del leñador?
-¡Ay, señora maga!: reina quiere ser.
-¿Reina no más? Me salvaste la vida, y tu mujer tendrá lo que
desea. ¡Salud, marido de la reina!
Y cuando Loppi volvió a su casa, el castillo era un palacio, y
Masicas tenía puesta la corona. Los lacayos, los pajes, los chambelanes, con
sus medias de seda y sus casaquines, iban detrás de la reina Masicas,
cargándole la cola.
Y Loppi almorzó contento, y bebió en copa tallada su anisete más
fino, seguro de que Masicas tenía ya cuanto podía tener. Y dos meses estuvo
almorzando pechugas de faisán con vinos olorosos, y paseando por el jardín con
su capa de armiño y su sombrero de plumas, hasta que un día vino un chambelán
de casaca carmesí con botones de topacio, a decirle que la reina lo quería
ver, sentada en su trono de oro.
-Estoy cansada de ser reina, Loppi. Estoy cansada de que todos
estos hombres me mientan y me adulen. Quiero gobernar a hombres libres. Ve a ver
a esa maga por última vez. Ve: dile lo que quiero.
-Pero ¿que quieres entonces, infeliz? ¿Quieres reinar en el cielo
donde están los soles y las estrellas, y ser dueña del mundo?
-Que vayas, te digo, y le digas a la maga que quiero reinar en el
cielo, y ser dueña del mundo.
-Que no voy, te digo, a pedirle a la maga semejante locura.
-Soy tu reina, Loppi, y vas a ver a la maga, o mando que te corten
la cabeza.
-Voy, mi reina, voy -y se echó al brazo el manto de armiño, y
salió corriendo por aquellos jardines, con su sombrero de plumas, iba como si
le corrieran detrás, alzando los brazos, arrodillándose en el suelo,
golpeándose la casaca bordada de colores: ¡Tal vez, pesaba Loppi, tal vez el
camarón tenga piedad de mí!" Y lo llamó desde la orilla, con voz como un
gemido:
Camaroncito duro,
Sácame del apuro".
Nadie
respondió. Ni una hoja se movió. Volvió a llamar, con la voz como un
soplo.
-¿Qué quiere el leñador? -respondió una voz terrible.
-Para mí, nada: ¿qué he de querer para mí? Pero la
reina, mi mujer, quiere que le diga a la señora maga su último deseo:
el último, señora maga.
-¿Qué quiere ahora la mujer del leñador?
Loppi, espantado, cayó de rodillas.
-¡Perdón, señora, perdón! ¡Quiere reinar en el cielo,
y ser dueña del mundo!
El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua
espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas:
-¡A tu rincón, imbécil, a tu rincón! ¡los maridos
cobardes hacen a las mujeres locas! ¡abajo el palacio, abajo el
castillo, abajo la corona! ¿A tu casuca con tu mujer, marido cobarde!
¡A tu casuca con el morral vacío.
Y se hundió en el agua, que silbó como cuando mojan un
hierro caliente.
Loppi se tendió en la yerba, como herido de un rayo.
Cuando se levantó, no tenía en la cabeza el sombrero de plumas, ni
llevaba al brazo el manto de armiño, ni vestía la casaca bordada de
colores. El camino era oscuro, y matorral, como antes. Membrillos
empolvados y pinos enfermos eran la única arboleda. El suelo era, como
antes, de pozos y pantanos. Cargaba a la espalda su morral vacío. Iba,
sin saber que iba, mirando a la tierra.
Y de pronto sintió que le apretaban el cuello dos manos
feroces.
-¿Estás aquí, monstruo? ¿Estás aquí, mal marido? ¡Me
has arruinado, mal compañero! ¡Muere a mis manos, mal hombre.
-Masicas, que te lastimas! ¡Oye a tu Loppi, Masicas!
Pero las venas de la garganta de la mujer se hincharon, y
reventaron, y cayó muerta, muerta de furia. Loppi se sentó a sus pies,
le compuso los harapos sobre el cuerpo, y le puso de almohada el morral
vacío. Por la mañana, cuando salió el sol, Loppi estaba tendido junto
a Masicas, muerto.
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