villanuevadejiloca.es
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personajes ilustres
Arnaldo de Villanueva (1240-1311) Gran médico y Humanista
Publicación sobre Arnaldo de Villanueva
En castellano,
Arnaldo Villanova, Arnaldo de Villanova y Arnaldo de Villanueva Arnaldo de Villanueva es aragonés de nacimiento, aunque se le han atribuido otras procedencias: francés, catalán, valenciano, italiano...
Arnaldo de Villanueva, uno de los médicos y profesores más afamados de la historia de la medicina, se describió a sí mismo como un "hombre silvestre, teórico ignoto y aldeano práctico" (homo sylvester, theoricus ignotus et practicus rusticanus), "nacido de un terruño desconocido y obscuro" (natus ex gleba ignobile et obscura). Éstas son las afirmaciones de un hombre que fue embajador, médico y confidente de varios reyes, papas y magnates. Las referencias acerca del origen de fray Villanueva son especialmente oscuras y embrolladas; referencias ocasionales y contradictorias hacen de Francia, Cataluña o Valencia la patria de fray Villanueva. El sabio Menéndez Pelayo escribió ya en 1880 que "el referir y contrariar los yerros cometidos por los biógrafos de Arnaldo sería prolijo y enfadoso". Descubrimientos documentales recientes apuntan a Villanueva de Jiloca, cerca de Daroca, como el lugar de nacimiento del físico aragonés sin que se conozca la fecha exacta, rondando el año 1240. Sin embargo, muy pronto emigró, presumiblemente con su familia, al vecino reino de Valencia, poco tiempo antes conquistado por el rey Jaime I (entre 1225 y 1262) para los cristianos. En su capital fue tonsurado a los siete años, vivió y ejerció su profesión como médico, tuvo propiedades y profesó monja dominica su hija María (1291). De una longevidad inusual para la época, a caballo entre los siglos XIII y XIV, murió septuagenario, en 1311, en plena actividad diplomática y médica.
Profesor y médico real La expansión de la ciudad y de la burguesía, el nacimiento de las catedrales, el desarrollo de las universidades y del escolasticismo, el establecimiento del Papado en Avignon y la crisis de la Iglesia fueron algunos de los grandes movimientos socioculturales y hechos políticos con los que convivió fray Villanueva. En la década de 1260, acudió a la Universidad de Montpellier, capital de un señorío incorporado en 1204 a la Corona de Aragón. Estudió Medicina -especialidad en la que Montpellier destacó desde sus orígenes- y Teología; conoció a su futura esposa, Agnès Blasi. La documentación sobre su actividad resulta escasa hasta su establecimiento como médico de la Casa Real de Aragón. Su vida se halla documentada en Valencia entre 1276 y 1281. Pedro III el Grande le otorgó una renta anual de 2.000 sueldos barceloneses en 1281 y hasta la muerte del rey en 1285 permaneció la mayor parte del tiempo en Barcelona. Allí, en el convento de los dominicos, bajo la dirección de Raimundo Martín aprendió el hebreo y las culturas rabínica y talmúdica además de ampliar los conocimientos en Teología iniciados en su juventud valenciana y en la Universidad de Montpellier. Regresó a Valencia (1289-1291) y antes de 1290 debió compaginar su profesión de médico real con la docencia en la Universidad de Montepellier, la cual hasta la apertura de los estudios en Lérida y Bolonia, era el lugar más próximo de la Corona para el estudio de Medicina. Desde 1297 tuvo una casa en propiedad en la ciudad occitana que abandonó definitivamente en 1301. Durante la reforma de los estudios de 1309, propiciada por su amigo el Papa Clemente V, desempeñó un papel destacado en la enseñanza. Simultaneó la docencia con el servicio áulico bajo los reyes Alfonso III (1285-1291) y desde 1293, Jaime II, de quien fue además consejero. En 1297 se le ordenó la asistencia en el parto de la reina Blanca de Nápoles en Roma.
Polemista religioso En la última década de su vida, fray Villanueva viajó, polemizó y escribió sin descanso pese a su avanzada edad (era sexagenario). En una epístola de 1309 del cardenal Napoleón y del diácono Pedro enviada al rey Jaime II, se refirieron a fray Villanueva como el prudente, sabio y abrasado en el amor de Dios, maese Arnaldo, gran celador de la honra regia, varón iluminado y de virtud. Negoció con éxito, en París, en 1299 ó 1300, con el rey de Francia Felipe IV el Hermoso, la cuestión de límites y posesión del valle de Arán (Lérida). Su estancia en Ille-de-France la aprovechó para polemizar en la Facultad de Teología de la Sorbona, la más importante y prestigiosa de su tiempo. Divulgó su tratado De consummationes saeculi (ampliado y enviado al Papa como Tractatus de tempore adventus Antichristi) de contenido apocalíptico, anuncio de la venida del Anticristo, que el médico fijó en 1376. Procesado inquisitorialmente y condenado por sus ideas, apeló al Papa Bonifacio VIII que suavizó la sentencia en 1301, no sin antes curarle sus dolores producidos por los cálculos (le distinguió con el título de arquiatra, especie de protomédico papal). Otro tanto ocurrió con sus sucesores Benedicto XI y Clemente V. Encarcelado en Peruggia en 1304 es liberado y huye a la corte de Fadrique III de Sicilia, hermano de Jaime II de Aragón, para quien escribió varias obras religiosas, médicas y jurídicas; inicia así una relación que alcanzó hasta el final de su vida. Regresado a Cataluña al año siguiente, el 11 de julio presentó la Confesión de Barcelona sobre todo su pensamiento escatológico. Culminación de ésta fue la Expositio super Apocaliypsi (Exposición sobre el Apocalipsis) escrita en el retiro del monasterio de San Víctor de Marsella (1306). Fue llamado a Sicilia a comienzos de 1309 para encontrar explicación a un sueño del rey Fadrique III. Como resultado de la interpretación, Arnaldo convenció al monarca y a su hermano Jaime para organizar una nueva cruzada que tendría por objetivo el reino de Granada. Ambos reyes enviaron al médico y consejero a convencer al Papa Clemente V (1309), amigo personal de fray Villanueva. Pero las intrigas de la jerarquía franciscana, molesta por la defensa que Arnaldo hacía de los movimientos ascéticos radicales de beguinas y begardos, tergiversaron la exposición del médico ante el Papa y enrarecieron la relación de éste con el rey de Aragón. Jaime II, en plena campaña de Almería, ordenó la venida del físico para que le explicase su actuación en la corte papal. Allí escribe para el rey el Razonamiento de Aviñón en catalán, además de un régimen de salud para la campaña militar (Regimen Almeriae). La desconfianza regia hicieron regresar a fray Villanueva a Sicilia, a la corte de Fadrique III. Navegando hacia Génova le sorprendió la muerte en septiembre de 1311. Fray Villanueva observó en su época el descenso de la fe y virtud cristianas, el cautiverio del Papado y la relajación del clero secular y regular (los monasterios no eran nido de palomas sino albergue de culebras, serpientes y dragones). En especial no simpatizó con los tomistas dominicos y en general con los escolásticos, porque concibió que la aplicación de su filosofía era perjudicial para la Teología. No era extraño que anhelara la venida del Anticristo y del fin del mundo, asuntos que se convirtieron en obsesión al final de su vida, plena de denuncias, amenazas, condenas, confesiones y procesos en varios lugares de la Corona de Aragón y del Papado. Éstas continuaron incluso después de su muerte. Arnaldo apareció más como un predicador apocalíptico que como un hombre de ciencia, como todos aquellos coetáneos que osaron cuestionar los preceptos aristotélicos clericales. Sus enemigos lo tacharon de "fantástico", "nigromante", "encantador", "hipócrita", "hereje y Papa de herejes" acusaciones frente a las que él se sentía "firme y aparejado para confundir a los falsarios de la verdad evangélica" (Razonamiento de Aviñón, 1309).
Fama y leyenda Los estudios teológicos arnaldianos, especialmente los escatológicos, dieron mucho que escribir y polemizar hasta finales del siglo XIV. Un lustro después de la muerte de fray Villanueva, en 1316, fueron condenadas 15 de sus tesis en el Arzobispado de Tarragona. Parte de su obra teológica fue quemada públicamente, recusada y censurada en procesos diversos. Como científico fue autor de experimentos peregrinos que, sin embargo, le han convertido en pionero de varias áreas de la química. Fue el primero en aplicar a la terapéutica los minerales y las esencias de las plantas obtenidas en el laboratorio. Así descubrió la destilación fraccionada y los efectos venenosos del monóxido de carbono, y gracias a las modificaciones que efectuó en la retorta, procuró la obtención de los ácidos fuertes productores de reacciones químicas básicas para el progreso de la ciencia. Con la fama vinieron la atribución de falsas obras, tanto teológicas como físicomédicas, que le convirtieron en un reputado alquimista fabricante de oro. Estas fantasías biográficas obraron en menoscabo de su perfil moral, tergiversando la historia y sus ideas teológicas.
Su obra Poseyó el prolífico fray Villanueva un interés continuado por dos asuntos: la Medicina y la Teología. De formación políglota dominó las lenguas hebrea, árabe, probablemente el griego, algunas vulgares de Francia, Italia y por supuesto el latín y catalán en las que escribió sus obras. Su obra médica se compone de 27 títulos auténticos más otros 51 atribuibles al maestro, según los estudios de los editores de la Opera Medica Omniaarnaldina (Fundació Noguera, Universitat de Barcelona y CSIC; desde 1975). Versan sobre medicina teórica con fines docentes (Speculum medicinae), aforismos (Aphorismi de gradibus), regímenes de sanidad (Regimen sanitatis ad regem Aragonum y Regimen Almeriae encargados ambos por el rey Jaime II), medicina práctica, estudios monográficos, farmacia y traducciones (de Avicena, Galeno, etc). También se ocupó de la Astrología, la cábala y alquimia aunque la mayoría de las obras que se le atribuyen son apócrifas. Dentro de sus obras teológicas destacan los tratados doctrinales, en especial los de contenido escatológico (Tractatus de tempore adventus Antichristi); las confesiones (muestran por escrito, ante notario y en público, las ideas sobre un determinado asunto para que con posterioridad no sean tergiversadas) y los de tema espiritual y filosófico. Sus ocupaciones áulicas también le llevaron a escribir tratados políticos y legales (Constitutiones Regni Trinacriae), y largas epístolas temáticas.
RÉGIMEN DE SANIDAD PARA EL REY DE ARAGÓN (Regimen sanitatis ad regem Aragonum h. 1305-1308, antología de textos; traducción del latín de P. Gil-Sotres):
EL EJERCICIO FÍSICO.- El ejercicio ha de preceder naturalmente a la comida por dos causas: una, porque excita el calor natural, que es el que debe digerir los alimentos, de donde conviene que el alimento que se ingiera encuentre el calor preparado y no dormido. Otra razón es que elimina las superfluidades del cuerpo y las dispone para la expulsión: y es que, si permanecieran en el cuerpo, impedirían a los miembros realizar sus acciones, pues embotan el calor natural y cierran los lugares por donde debe pasar el alimento. QUIÉNES DEBEN TOMAR BAÑOS.- En el régimen de salud sólo deben bañarse aquellos en los que se acumulan en los músculos y en las partes intercutáneas gran cantidad de superfluidades, bien porque no han hecho ejercicio o por haber comido demasiado; o los que, por haber sudado mucho durante el ejercicio, o por otra causa el baño, se les hace necesario. DE LOS BENEFICIOS DEL LAVADO DE PIES.- Los soportes de los pies deben lavarse a menudo, con agua tibia, para conservar la salud de la vista, del oído y de la memoria, y frotarse. Y tal limpieza hágase por la tarde cerca de la entrada en el lecho aquellos días en los que no se cena. NO HAY HORA PARA UNA BUENA COMIDA.- A los que están sanos no se les debe señalar ninguna hora como más conveniente para alimentarse, así para comer como para cenar; sino cuando la naturaleza lo apetezca. Y con esto se prueba que la costumbre vulgar de cenar temprano no tiene sentido en los que están sanos, más bien es fruto de la idea de los indocumentados y la sigue el pueblo sin razón alguna. Se ha de comer, pues, cuando la naturaleza lo apetezca, y no se debe estar mucho tiempo sin comer después de que se sienta el hambre, excepto en los ayunos de la Iglesia, por devoción religiosa o por una ocupación honesta. [...] Los que comen poca variedad de cosas y con moderación, viven con salud y largos años. En cambio los que comen gran variedad de alimentos, mueren antes de llegar a la vejez o ésta se les adelanta con muchos achaques, como sucede frecuentemente a los que habitan en el Norte [...] LA FRUTA ES MEDICINA Y NO ALIMENTO.- Los cuerpos temperados no deben usar de las frutas como alimentos, sino como medicinas, a saber, para preservarse de algún accidente dañoso que se tome por la coincidencia de varios factores. Y así es conveniente que las tomen con moderación y orden, atendiendo a la utilidad que se espera adquirir por su consumo. No deben tomarse por gusto, sino por utilidad. Y el que las toma por capricho impide la conservación de la salud. DE LOS PESCADOS.- En primer lugar, que su carne no tenga un olor intenso, ni tampoco sabor fuerte, ni que sea extraña al tacto y que, al separarse, no sea del aspecto del limo. Los que tuvieran la carne blanca como la plata son los más sanos y, entre ellos, los que tengan escamas, deben preferirse siempre. LA CABEZA DEBE ABRIGARSE DURANTE EL SUEÑO.- Y de modo similar se ha de cubrir la cabeza más durante el sueño que en la vigilia; porque, como el calor natural se concentra en las regiones medias del cuerpo, los extremos quedan desprovistos de calor; y así, más fácilmente puede dañarles el frío y mucho más si el aire fresco impelido por el viento entra por algún lugar estrecho y daña los miembros. Por esta razón hay que procurar que no quede alguna ventana o tronera abierta a la altura de la cabeza. EL SUEÑO DESPUÉS DE COMER REQUIERE LA CABEZA EN ALTO.- Todos los que han comido deben en el sueño tener la cabeza y pecho más altos que las demás partes. Esto es especialmente recomendable para los que han comido mucho para que si el alimento regurgita no dañe el orificio del estómago y por consecuencia la cabeza y los miembros espirituales. LOS EFECTOS DE LAS DISTINTAS POSICIONES DEL SUEÑO TRAS COMER EN DEMASÍA.- Cuando se hubiera completado el primer sueño, para aquellos que han comido temperadamente, no es necesario dormir más. Pero si se hubiese comido más de lo necesario, o alguna cosa difícil de digerir, entonces el que duerme no se despertará del primer sueño por la perfección de la digestión, sino por el estímulo de las superfluidades contenidas en los miembros, como la orina en la vejiga, los humos en los músculos o lo que debe ser expulsado en el pulmón. Todo lo cual una vez se hubiera expulsado, orinando o tosiendo o extendiendo los miembros, debe volverse a dormir, lo que notará por la pesadez de la cabeza y de los párpados. Entonces, para que el humo encerrado en el hígado no se caliente demasiado, conviene dormir sobre el lado izquierdo, porque, estando el alimento así digerido, es suficiente menos calor que cuando está crudo. LOS DAÑOS DE LAS RELACIONES SEXUALES DEMASIADO FRECUENTES.- Si fuera inmoderado y del mismo modo trabajoso y demasiado frecuente [la relación sexual], casi forzado, produce sequedad en el cuerpo por la inanición, especialmente en la parte delantera del cerebro. Además, el movimiento calienta el cuerpo con un calor extraño, sobre todo el corazón, hígado y cerebro, los riñones, los lomos y las articulaciones. El cuerpo se llena de vapores malos y fétidos. Por el movimiento, la inanición y el placer que se produce se disuelven los espíritus y el calor natural y por eso enfría; y de esto se siguen muchos daños, como el temblor en los miembros, la debilidad en la digestión por la impotencia del estómago, la consunción en los ojos y la humedad radical, debilidad de la vista y muchas otras cosas. (Speculum). LA TRISTEZA.- La tristeza seca más que enfría, porque por sí misma no enfría, exceptuando el impedimento de producir espíritus que ocasiona. En cambio, deseca de muchas maneras impidiendo la recepción del alimento, exprimiendo de los miembros el alimento que se había recibido, y también sofocando los humos que en razón de quedar encerrados se sobrecalientan y se hacen agudos. Por todas estas cosas, la tristeza causa, muy rápido, la fiebre hética. [La negatividad de la tristeza debe ser rechazada salvo en el caso de la del pecador arrepentido]. Sus objetos deben ser evitados, salvo en la medida en que persuaden a la razón para detestar todos los vicios y conseguir mayor limpieza en la mente. (Regimen sanitatis y Speculum). LA IMPORTANCIA DEL AIRE.- Cualquier actividad intelectual, sea percibiendo o juzgando, se lleva a cabo de forma más lúcida y perfecta cuanto más puro es el aire [...]. La experiencia diaria nos enseña que la impureza del aire así como su pesadez embota el entendimiento, entorpece el conocimiento, oscurece el juicio, vuelve simple el pensamiento y perturba los efectos. [El aire sutil por contraposición aire grueso] clarifica la sangre, haciéndola más útil y depurada, por lo cual alegra el corazón, serena la mente, alegra el cuerpo y acelera la tercera digestión en los miembros (Speculum).
Además de lo transcrito, a fray Villanueva se le atribuyen obras como: -Lumen Luminum: Declaración cierta
y toda verdad de las cuatro palabras de los philosophos altiguos y dichos
de ellos escritas en figuras y enimas çeladas
La teoría del homúnculo El tema de la fabricación del homúnculo que narra Paracelso también se atribuye al aragonés Arnaldo de Villanueva, "quien se vanagloriaba de haber creado un hombre por la química, y que cuando vio al embrión formándose en el alambique con todos sus miembros y órganos, no llevó adelante la experiencia por temor a que Dios fuera obligado a dar un alma racional a la criatura". El homúnculo, hombrecito producido en un alambique (o en un huevo de gallina) a partir del esperma, pertenece a la tradición de la alquimia. Se trata de la generación humana prescindiendo del óvulo y del útero, generación natural por parte masculina, y artificial por la sustitución del cuerpo materno por un alambique. Ejemplo del
androcentrismo alquimista, que pretendían formar un hombre en el
alambique partiendo del semen, se explica por la respectiva asignación
de los principios aristotélicos de materia y forma a los sexos
femenino y masculino en la reproducción humana. "No se debe abandonar la generación de homúnculos; en efecto, hay cierta verdad en esta materia, aunque durante mucho tiempo fue vista como muy oculta y secreta. Largamente algunos filósofos antiguos discutieron y dudaron si sería posible, por la naturaleza y por el arte, engendrar un hombre fuera del cuerpo de la mujer y de un madre natural. A lo cual yo respondo que esto no repugna para nada al arte espagírico ni a la naturaleza; es más, se trata de algo muy posible. Para lograrlo se procede así: Encierre durante cuarenta días en un alambique licor espermático del hombre, que allí se pudra y continúe a componerse en un recipiente lleno de estiércol de caballo, hasta que comience a vivir y moverse, lo cual es fácil de reconocer. Después de ese tiempo aparecerá una forma parecida a la de un hombre, pero transparente y casi sin sustancia. Si, luego de esto, se alimenta todos los días este joven producto, prudente y cuidadosamente, con sangre humana secreta (es decir una preparación alquímica roja), y se lo conserva durante cuarenta semanas a un calor constantemente igual al del vientre del caballo, este producto viene a ser un verdadero y viviente niño, con todos sus miembros como el nacido de la mujer, pero sólo más pequeño y al que llamamos un homúnculo. Es necesario educarlo con gran esmero y cuidados hasta que crezca y comience a manifestar la inteligencia. Es éste uno de los mayores secretos que Dios haya revelado al hombre mortal y pecador (... ). Aunque dicho secreto haya estado siempre ignorado por los hombres, fue conocido en la remota antigüedad por los Faunos, las Ninfas y los Gigantes, seres que asimismo se originaron de esa forma". Estas líneas han sido cedidas por tausiet@tausiet.com
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