¿Quién los mató?

Por Mariana Hernández
mariannehz@hotmail.com

El vídeo Llaguno: claves de una masacre, de Ángel Palacios, cierra la discusión sobre los responsables de los asesinatos del 11 de abril de 2002.

Ver

Apostilla ¿final? a mi artículo “¿Quién los mató?”

Índice de artículos

4 de junio de 2002
Este trabajo intenta indagar sobre los posibles autores de los crímenes producidos a partir del 11 de abril de 2002. El texto de mi análisis está haciendo clic
aquí. Abajo, antes del texto, haciendo clic aquí, aparecen apostillas añadidas posteriormente, referidas a asesinatos perpetrados después del 11 de abril.

El texto que sigue infra fue escrito el martes 4 de junio de 2002, con sucesivas actualizaciones, cuyas fechas pueden verse a la derecha.
Recomiendo a los lectores regresar de tanto en tanto a este texto, pues está siendo renovado a medida que se van produciendo nuevos datos y nuevos razonamientos.

Ver Frank A. Salcedo, Nuevas pistas para investigar sobre los hechos del 11 de abril — miércoles 11 de septiembre de 2002, Ramírez Pérez, Otto Neustald y el documental — martes 10 de septiembre de 2002 y Javier Ignacio Mayorca vs. Otto Neustald — miércoles 18 de septiembre de 2002
Javier Ignacio Mayoreca, El Nacional el 13/4/02, Alianza de militares precipitó la caída de Hugo Chávez

Asociación de Víctimas del Golpe de Estado del 11 de Abril de 2002

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sábado 4 de enero de 2003
Lunes 3 de marzo de 2003
Miércoles 7 de mayo de 2003
Domingo 10 de agosto de 2003
Miércoles 17 de marzo de 2004

Apostilla del 1º de abril de 2004

Hoy Venezolana de Televisión transmitió una entrevista con Orlando Martínez, ex empleado de Venevisión. Este aportó dos elementos concluyentes: el 11 de abril de 2002 le ordenaron preparar el efecto de “pantalla dividida” cinco horas antes de que se aplicara, durante la cadena del presidente Chávez. Inmediatamente que comenzó a transmitirse este efecto por Venevisión, los demás canales también lo hicieron, con diferencia de minutos. Le ordenaron preparar este efecto explícitamente para la cadena. Es decir, estaban preparados para esa contingencia.

Una persona que Martínez no identificó y que estaba en Llaguno cuando comenzó el tiroteo, contó a Martínez algo que concuerda con la primera conclusión de este trabajo cuando lo escribí ya en junio de 2002: Ni la Policía Metropolitana ni los hombres de Llaguno comenzaron el tiroteo. Fueron francotiradores quienes lo comenzaron y el tiroteo continuó en medio de la confusión general. Esta persona ahora niega haber confesado eso, alegando que se confundió, etc.

Apostilla por el vídeo presentado por Iris Varela y Juan Barreto
Lunes 16 de febrero de 2004

En este vídeo aparece Henry Vivas, entonces alto funcionario de la Policía Metropolitana, cuya actuación se destacó durante el 11 de Abril, comprando armas en Europa. Vivas fue más tarde director de la PM durante los sucesos de abril de 2002. ¿Qué uso tiene un fusil con mirilla telescópica en las típicas situaciones de combate de una policía urbana? ¿Para qué son útiles las ametralladoras con silenciador?

En su defensa Vivas sostiene que esas armas se compraron en 2001, justamente antes de los sucesos del 11A.

Apostilla por el asesinado el 1º de mayo en la Plaza O’Leary, Caracas
Miércoles 7 de mayo de 2002


Pollo Ronco

Es lastimoso que los medios de comunicación privados hayan convertido una tragedia en un sainete. El asesinato del trabajador Numar Herrera, quien marchaba contra el gobierno el 1º de mayo de 2002, fue vociferado por esos medios como una prueba más de la protervia asesina chavista, etc. Luego tuvieron que aclarar que el asesinato lo perpetró un azote de barrio, Manuel Arias, apodado “Pollo Ronco”.

El lance fue, además, fortuito, porque los disparos no eran contra Numar sino contra alguien más, que no ha sido identificado.

Apostilla por los dos asesinados de Los Ilustres, Caracas
viernes 3 de enero de 2003


Uno de los pistoleros que actuaron en
Los Ilustres contra los chavistas

El mismo guion del 11 de abril: huelga indefinida > manifestación de oposición contra un objetivo estratégico (en aquel entonces el palacio presidencial de Miraflores, ayer Fuerte Tiuna, el principal cuartel de Caracas) > francotiradores disparan para provocar confusión y atizar enfrentamiento entre bandos > intervención de la Policía Metropolitana (de oposición) con armas de guerra (fusiles HK) > escándalo de los medios culpando al gobierno, sin pruebas. Subtrama: Los dirigentes no aparecen en el momento de la masacre. ¿Se me escapa alguna secuencia del libreto?

Esta vez la manifestación opositora era infinitesimal si la comparamos con la del 11 de abril de 2002.

Como dicen los criminólogos: “Qui bono?”. Es decir: ¿‘A quién conviene’ azuzar un clima de confrontación? ¿Al gobierno? ¿A los golpistas?

Sábado 4 de enero de 2003: Por lo que se pudo ver hace minutos durante el velatorio de los dos asesinados de ayer —represión desalmada y violenta de la Policía Metropolitana comandada por el opositor Alfredo Peña, alcalde mayor de Caracas—, se puede inferir que la “radicalización” de la “desobediencia civil”, impuesta por la Coordinadora Democrática, consiste en la generación de hechos de violencia criminal, para provocar al pueblo chavista a desbordarse. Aventurerismo de la peor especie.

Los días que vienen nos dirán si se trata, como es la sospecha, de una nueva etapa de los golpistas: la violencia terrorista. Al ver fracasado el paro y el sabotaje de Petróleos de Venezuela, no les queda otra que el magnicidio (extremadamente difícil) y algo más fácil: el terrorismo clásico: asesinatos callejeros, tal vez objetivos más específicos, bombas, etc. Si es así, el poco apoyo público internacional que tienen (si es que lo tienen, porque no se ve) lo perderán al convertirse en un aparato terrorista tipo ETA.

Globovisión muestra una foto de un chavista con un arma corta, pero, aparte de las dudas que causa siempre cualquier información del principal canal golpista, dada la desproporción de las armas, se explica la desproporción de las víctimas: ninguna del lado de la oposición y dos muertos y no sé cuántos heridos del lado del gobierno.

La reseña que hace Jenaro Bolívar y los comentarios de Cira Romero son interesantísimos. Hacer clic aquí para verlos.

Vide infra mis reflexiones, más pausadas, sobre los asesinatos del 11 al 13 de Abril.

Apostilla por la masacre del viernes 6 de diciembre de 2002 en la Plaza Francia

Es obvia la asociación con el 11 de Abril, aunque José Vicente Rangel no lo quiera. Pero yo no soy Vicepresidenta de la República y puedo hablar más explícitamente. El guion es el mismo de Abril: paro > manifestación > atentados > automáticamente culpar a Chávez, sin pruebas, > golpe. Lo único que faltó el viernes (por ahora) es el golpe.

De nuevo, como dicen los criminólogos: “Qui bono?”. Es decir: ‘¿A quién conviene?’. Creo que está demasiado claro, salvo para cualquier mentalidad fanatizada.

Otras preguntas

  • ¿Por qué un supuesto agente chavista ejecutaría un atentado en pleno territorio hostil, donde hay una sobresaturación de policías de Chacao, de oposición, militares armados, personal de seguridad, etc.?
  • ¿Quién está a cargo de la seguridad de la plaza, los militares o la Policía de Chacao?
  • ¿Por qué (Dios los ampare) no hubo ningún militar herido? ¿Por qué ninguno, con instinto militar adquirido en horas y horas de entrenamiento, se lanzó al piso, sino que salieron varios blandiendo armas en zafarrancho de combate sin siquiera parapetarse? ¿Sabían que los tiros no eran para ellos?
  • ¿Quiénes son esos capturados tan oportunos?
  • ¿Cómo va alguien, si es profesional, a ejecutar un atentado de esa magnitud sin tener una vía de escape?

Una respuesta por verificar

Al parecer el principal sospechoso, João de Gouveia, es un taxista portugués de 39 años que declaró al ser capturado que Globovisión lo “vivía secuestrando”.

  • ¿Un paranoico que actuó por su cuenta?

Gouveia aparece en un “vídeo aficionado” a través Globovisión. Gouveia estaría cerca de alguien que el vídeo identifica como Freddy Bernal, alcalde de Caracas, oficialista, en la toma de los alrededores de la sede principal de PDVSA en La Campiña, Caracas, a las 2:17 a.m. del jueves 5. Según el gobierno Gouveia habría llegado al país 13 horas después de haberse grabado este vídeo. En él se ve sin mayores estudios que Gouveia tiene una iluminación distinta a la del resto de los elementos de la escena, lo que hace pensar, una vez más, en un vídeo forjado, que por más mal hecho que esté, parece obra de horas de trabajo. Junto al vídeo hubo una transmisión del audio de supuestos contactos entre Fuerte Tiuna y la Plaza Altamira, dizque “coordinando las acciones”. Todo este montaje mediático inmediato a los atentados pone en duda el carácter fortuito del atentado de Gouveia.

  • ¿Era este atentado lo que quedaba después del fracaso del paro y de la ausencia del golpe previsto como culminación de esta secuencia de hechos?
  • ¿Este atentado no es excelente para exacerbar la irracionalidad que los medios han estado azuzando desde hace ya más de cuatro años?
  • ¿Le conviene al gobierno este estado de agitación cuando ya la normalidad se estaba recuperando?
  • ¿Por qué los medios no armaron este mismo escándalo cuando en noviembre la Policía Metropolitana, entonces controlada por el opositor Alfredo Peña, mató a tres personas en el Centro de Caracas?
  • ¿Por qué ni siquiera mencionan a los decenas dirigentes campesinos chavistas asesinados en el sur del estado Zulia desde 2003?

Son las primeras reflexiones que hago cuando todavía la sangre no se ha secado en la plaza.

Preguntas del viernes 7

  • ¿Se trata de un loco sin resonancias políticas?
  • ¿Por qué Chávez y el Fiscal General Isaías Rodríguez elogian tanto al alcalde de Chacao Leopoldo López? Ciertamente su actuación durante estos hechos luce correcta, pero ésa no es razón suficiente para que un político elogie a otro...
  • ¿Para qué iba el gobierno a reprimir a estas alturas, si el paro ya estaba (y sigue) derrotado, una manifestación que era más problema para la oposición que para él?

Preguntas del martes 10

  • ¿Por qué en la madrugada del domingo 8 fue secuestrado, “ruleteado” y abaleado el comisario Frank Reyes, de la Policía de Chacao, que dirigió la captura de João de Gouveia? (vide la información en Últimas Noticias). ¿Es que había interés en producir un nuevo Lee Harvey Oswald y de allí la represalia contra el comisario de Polichacao?
  • ¿Había un “sicario del sicario” listo para asesinar a Gouveia para silenciarlo?
  • ¿Gouveia era entonces un sicario? ¿Contratado por quién? Juan Barreto dice que Gouveia declaró que lo había contratado el general de Altamira Medina Gómez, pero no ha presentado el vídeo que dice tener con esa evidencia.
  • ¿Por qué Diosdado Cabello, en esos días ministro del Interior y Justicia, tal como anunció la noche de la masacre, no ha presentado a los dos sospechosos capturados en la estación de Metro de Altamira con una granada, en la que supuestamente confesarían quién se la entregó?

En fin, he aquí mis reflexiones:

Los venezolanos estamos divididos de modo cartesianamente claro y distinto:

  • los que creen saber con toda seguridad quiénes fueron los asesinos del 11A y
  • los que sólo tenemos sospechas más o menos razonadas, ya que no las podemos tener fundadas empíricamente.

Los que dicen saberlo todo se dividen a su vez en dos:

  • los que sostienen que fueron los golpistas y
  • los que afirman que fue Hugo Chávez.

Apostilla por las contracicciones de Otto Neustald

Era cuestión de tiempo el que alguien se fuera de lengua. La versión de Neustald coincide con las hipótesis (que creo) de que esas muertes fueron causadas por los golpistas interesados en deslegitimar a Chávez. Así de simple y ruin. Por eso cuesta creerla. Esta narración concuerda con la de Javier Ignacio Mayorca el 13 de abril en El Nacional.

Luego de la aparición de Neustald en el famoso vídeo Conspiración mortal, de Venezolana de Televisión, obviamente recibió presiones brutales para que se retractara. Igualmente debe haberlas padecido su esposa, Gladys Rodríguez, narradora de noticias de la televisora golpista Globovisión. Ella declaró en la famosa conferencia de la Universidad Bicentenaria de Aragua que su única preocupación no eran los muertos y todo lo demás sino dónde iba a encontrar trabajo una vez repuesto Chávez. Juzgan por su condición: los golpistas hubieran matado a los chavistas de hambre (y a tiros, como en efecto hicieron durante su tiranía) y pensaron que los chavistas harían lo mismo con ellos. En ese marco —digamos que ético— no sería extraño que Neustald y Rodríguez hayan aceptado coacciones para retractarse.

Pero lo dicho dicho está. Neustald declaró luego que ésas son “opiniones” que él emitió en un medio académico, o sea, especulaciones irresponsables (rara la idea de Neustald sobre lo que es un medio académico —y extraño el modo que tiene de despreciar a un público que lo invitó, escuchó con atención y aplaudió durante casi dos horas. O sea, que si es cierto que les mintió, entonces les retribuyó con basura). Pero una cosa es su conjetura de que los golpistas y no los manifestantes de uno y otro bando causaron las muertes, y otra muy diferente es su información de que en la noche del 10 de abril lo llamaron para anticiparle que la marcha del 11 sería desviada, habría unos muertos y 20 altos oficiales activos se pronunciarían contra Chávez. Lo que pasa es que los medios golpistas confunden desde hace tiempo información con opinión.

Pregunta para los que manifiestan contra el gobierno

Pongamos que sí, que fue Chávez quien ordenó esas muertes, pero ¿y si fueron los golpistas? ¿Estás dispuesto a dar tu vida en garantía de la hipótesis del “Chávez culpable”? ¿Confías tu vida y las de tus hjios a Carlos Ortega, Alfredo Peña y Henrique Capriles? ¿Tanto confías en esa Policía Metropolitana matraquera y tradicionalmente criminal? (vide ¿Y tú vas a ir a esa marcha?).

Los que no sabemos ni estamos seguros de casi nada nos preguntamos además quién mató y torturó a los muertos y torturados del 12 y del 13 de abril. Ahí sí no hay dudas sobre Chávez: ni modo que ordenara matarlos y torturarlos desde su prisión. Los que sostienen que el asesino del 11A fue Chávez debieran preguntarse complementariamente quién mató gente mientras él estaba detenido. Preguntarse e indignarse sólo por los muertos del 11A y no por los de los dos días siguientes es hacerse cómplice farisaico de esos otros asesinatos. No fue el ejército el causante de las muertes durante el gobierno monárquico del lord protector Carmona, en que tanto militares golpistas como leales se mostraron desusadamente comedidos en materia de derechos humanos. ¿Qué estaban haciendo, en cambio, las policías municipales antichavistas durante esas horas? Lo sabemos: las de Baruta y Chacao, con sus alcaldes a la cabeza, andaban en plan de barones Scarpia, o sea, vulgares esbirros sin el menor glamour, allanando y apresando a dirigentes chavistas. Los dos alcaldes fueron caballeros de fina estampa imborrables para siempre en el imaginario colectivo venezolano, como tantas de esos días aciagos y gloriosos —para muy bien o para muy mal. También la Policía Metropolitana aparece en varios vídeos reprimiendo manifestantes que protestaban valientemente contra la prisión de Chávez durante el reinado de Carmona, sin saber si los masacrarían, o sabiéndolo, como ha sucedido en otros lugares del mundo donde se producen golpes similares. Pero los entiendo: es mucho más fácil endilgar la responsabilidad a una sola cabeza para refrescar la propia de toda mala conciencia. (Tranquilo, amigo antichavista, que pronto le voy a cargar la mano al chavismo también. Paciencia).

Salvo los desganados investigadores profesionales que están conociendo del caso, los demás no tenemos evidencias —si es que ellos las tienen. Así, la inmensa mayoría de los que reiteran saber quién fue, lo hacen a partir de su fe de carbonero previa; no basados en pruebas ni análisis de ningún tipo. Si son antichavistas repiten como cotorras que fue Chávez. Si son chavistas repiten como pericos que fueron las mesnadas de Carmona. En ambos casos sin pruebas ni demasiada reflexión, intolerancia que ya sería un mal en sí misma aunque no instigase precisamente situaciones como las del 11A.

Los datos que tenemos son fragmentarios, contradictorios, casi nada técnicos. Pocos han publicado datos planimétricos, balísticos, documentales, etc., y los testigos están casi siempre interesados en sostener una hipótesis u otra, preconcebidas ambas. Así que no nos queda más que hacer como sugería Descartes: si mis sentidos pueden engañarme una vez, entonces pueden hacerlo siempre. Así que no podemos contar con ellos para saber la verdad sobre la famosa Ding an sich, ‘la cosa en sí’. Debemos contar más bien, dice Descartes en sus Meditationes de prima philosophia, con que un geniecillo malicioso está siempre torciendo nuestras percepciones para embaucarnos epistemológicamente. En el caso de Venezuela somos víctimas de más de un geniecillo y más que malicioso: los medios de comunicación. Pero nos queda el famoso método, cartesiano, precisamente (vide un razonamiento impecablemente cartesiano).

Contra el maniqueísmo

Luchamos aquí contra dos simplificaciones maniqueas y complementarias de la realidad, como en los comics, en los que los buenos y los malos son netos y evidentes, claros y distintos. Si unos están con la Fuerza, los otros están con su Lado Oscuro.

Para los no familiarizados con el organigrama de poderes de Caracas y sus alrededores

Existe, por encima de las locales, una Alcaldía Mayor, presidida por Alfredo Peña, un desaforado opositor a Chávez, elegido para ese cargo gracias a su alianza oportunista con Chávez durante las elecciones de 2001. Poco después Peña se desmarcó ruidosamente de esa alianza, que ya no necesitaba.

Varias alcaldías, de oposición a Chávez, participaron también en la marcha del 11A: Chacao y Baruta, feudos cuyos burgomaestres Leopoldo López y Henrique Carpriles Radonsky, respectivamente, participaron con sus mesnadas en allanamientos y en el asalto a la embajada de Cuba durante el 12A, mientras gobernaba Carmona. También participó en la marcha el gobernador del Estado Miranda, Enrique Mendoza, con su policía también.

Sólo la Alcaldía del Municipio Libertador, también conocida como Alcaldía de Caracas, apoyaba y apoya a Chávez, presidida por Freddy Bernal, perseguido a muerte por las policías dictatoriales durante la monarquía aboluta de Carmona. La forma escandalosa como los medios instigaron e informaron su cacería fue probablemente la fuente del rumor del sábado 13 de que lo habían asesinado.

La Policía Metropolitana de Peña fue intervenida por el gobierno de Chávez el sábado 16 de septiembre de 2002, luego de una huelga de parte de los agentes sostenida desde el 1º de octubre de 2002.

La realidad no es tan simple. Tiene recovecos contradictorios: el bien viene contaminado de mal y el mal purificado con bien. En la realidad no hay mal que por bien no venga ni bien que su mal no traiga. Pero los venezolanos estamos enfrentados con dos películas de muñequitos en la cabeza. En ellas los que son villanos en una son los buenos en otra y viceversa. Cada quien ha escogido la película que mejor cuadra con sus querencias emocionales e ideológicas, que a menudo no se diferencian. Nosotros no hemos escogido ninguna. Cuando nos inclinamos hacia cierta simpatía por Chávez no lo hacemos incondicionalmente, sino luego de haber destilado y sopesado los graves defectos que logramos percibir en él (tal vez tenga más y peores; vide Del autoritarismo filantrópico de Chávez al totalitarismo anárquico de la oposición). Lo hacemos más por antipatía por una oposición demasiado monótona y conocida desde Anastasio Somoza en Nicaragua para acá, que por simpatía franca por el chavismo. Chávez es simpático como persona, pero su conducta política es otra cosa, llena de autoritarismo y de hegemonismo, que puede conducir a catástrofes históricas. Así será de política y moralmente menesterosa esta oposición que es peor que el chavismo. Si Chávez está otra vez en el gobierno fue porque los golpistas fueron más torpes en día y medio que él en tres años y dos meses.

Ojalá estos hechos no queden oscurecidos para siempre, como el famoso y así llamado “Asesinato del Congreso” el 24 de enero de 1858, los homicidios de Ezequiel Zamora, Juancho Gómez y Carlos Delgado Chalbaud, aunque de este último se sabe bien quién fue el asesino en jefe: Rafael Simón Urbina. Sólo nos faltan los móviles, sobre los que aún se especula. Todavía no tenemos versión definitiva sobre lo que pasó durante el “Asesinato del Congreso”. Ya muy probablemente nunca la tendremos.

Tratemos de aplicar, pues, el método de Descartes al caso que nos ocupa a todos desde esa tarde del 11A. Desde ese día todos nos hemos improvisado como detectives.

Hipótesis A: fueron los golpistas

  • ¿Cómo podía el gobierno planificar la matanza si no sabía que la marcha se desviaría hacia el palacio presidencial de Miraflores? No se improvisan tiradores tan precisos, tan profesionales, tan fríos, de un momento a otro (vide infra algo sobre la naturaleza del francotirador).
  • No se detiene una marcha con tiradores de elite, sino con acciones antimotines, como las que ejecutó la Guardia Nacional esa misma tarde, aunque sólo contra la marcha de oposición (apartando los disparos que algunos guardias hicieron y por los que tendrán que responder individualmente ante la ley, como dijo en su interpelación su entonces comandante Francisco Belisario Landis). Los tiradores de elite sirven para eliminar individuos específicos (como en los asesinatos de Ezequiel Zamora, John Kennedy y Martin Luther King) o para acciones provocadoras que se proponen exaltar los ánimos, cuando se dispara al azar contra una multitud, como, por cierto, mandaba el surrealismo: “El acto surrealista más puro es disparar un revólver al azar sobre una multitud”.
  • Qui bono? Es decir, como suelen preguntar los criminólogos: ¿a quién le convenían esos muertos? De hecho, convinieron a los golpistas. Inmediatamente los medios, que obviamente estaban comprometidos con el golpe, hicieron lo que siempre hacen en el mundo entero: acusan y sentencian simultáneamente: fue Chávez y asunto cerrado. Es más: según ellos Chávez hizo aviesamente la cadena famosa del 11A expresamente para encubrir la carnicería, sólo que los canales privados, según esta historieta siempre tan intrépidos, dividieron la pantalla para que viéramos la masacre, etc. Así lo declaró paladinamente por televisión esa misma noche, entre otros, Miguel Henrique Otero, el director y propietario del diario El Nacional, de la más maniática oposición a Chávez.
  • Algunos chavistas sugieren que pudieron haber sido tiradores contratados por el traficante de armas y golpista Isaac Pérez Recao, o eran de la CIA, del Mossad o de otras agencias más o menos creíbles. O no creíbles del todo. En cuanto a la CIA, bueno, los Estados Unidos exhiben un abundoso prontuario de provocaciones de este género: el atentado al barco Maine en el Puerto de La Habana para justificar la invasión de Cuba a fines del siglo XIX. También hicieron algo muy similar empezando la Revolución Cubana, cuando pusieron una bomba en el barco estadounidense Le Coubre en el mismo Puerto de La Habana. También hicieron eso en el Golfo de Tonkin, como luego se reveló, para justificar la participación estadounidense en la Guerra del Vietnam. Se especula asimismo que sabían del ataque inminente de Pearl Harbor y no hicieron nada, con el fin de justificar entrar en la guerra europea y en el Pacífico, así como ahora se informa que el gobierno estadounidense sabía que se preparaba el atentado del 11 de Septiembre y tampoco hizo nada, a fin de justificar la actual Guerra del Petróleo en el Medio Oriente, de la cual Venezuela es obviamente, como se demostró, un blanco sobresaliente (Carmona y demás golpistas están vinculados con la industria petrolera, tanto como George W. Bush y Dick Cheney; George Bush padre fue socio del hermano mayor de Osama Ben Laden en un negocio conjunto llamado Arbusto (la traducción al español de la palabra inglesa bush); como para ponerse a pensar muchas cosas y sobre todo una cosa...). Algo así hicieron igualmente en Centroamérica para justificar acciones que de hecho convinieron a los Estados Unidos.

Defecto de esta hipótesis

  • ¿Cómo es posible que el gobierno de Chávez no tuviera control sobre las azoteas aledañas al palacio presidencial? Tal vez sea simple incompetencia, como la que el gobierno exhibió durante el golpe, sólo superada por la de los golpistas. O que los encargados de controlar esas azoteas estaban comprometidos con el golpe. O que sí fue Chávez quien ordenó la masacre... Como en toda investigación criminal, no se debe excluir a ningún sospechoso. Ciertamente el gobierno de Chávez no se ha distinguido por ser muy competente. Un cínico dijo alguna vez: “No atribuyas a malicia lo que puedas atribuir a estupidez”. Siempre queda la duda, sobre todo que se trata de un gobierno dirigido por Chávez, un militar y como tal entrenado para prever esas cosas.

    De hecho sobre la azotea de algún edificio de esos estaba un camarógrafo de Venevisión —el que tomó las imágenes de los que disparaban en Puente Llaguno, ahora convenientemente premiado en España, tal como también lo fue Patricia Poleo por un libro plagado de mentiras sobre la estadía de Montesinos en Venezuela. Si un camarógrafo de ese canal de oposición estaba allí sin que el gobierno de Chávez lo supiera, cualquier francotirador podía estar allí sin que el gobierno lo supiera.

Hipótesis B: fue Chávez

  • Chávez quería detener la marcha en su contra a como diera lugar y por eso ordenó disparar contra los pacíficos manifestantes.
  • Un antichavista muerto es un antichavista menos...
  • Fueron los Círculos Bolivarianos, que según esta hipótesis son cuerpos paramilitares que tienen la función de servir de fuerza de choque, cual lo demuestran acciones anteriores, como la irrupción dirigida por Lina Ron en la Universidad Central de Venezuela hace pocos meses.
  • El gobierno no ha presentado ningún acusado.

Hemos buscado y no hemos hallado otros argumentos de la oposición. Si alguien tiene información sobre algún otro argumento antichavista, que por favor nos la comunique escribiéndonos a mariannehz@hotmail.com, estaremos agradecidos. No hemos visto ni oído nada por los medios de comunicación, que tanta resonancia dan a los opositores, que si tuvieran más y mejores argumentos ya los sabríamos. Pero de todos modos, puede haber nuevos argumentos. Es sorprendente lo simplones que son estos alegatos, el más sofisticado de los cuales se debe a Juan José Caldera el viernes 31 de mayo, durante la “reunión de trabajo” de Chávez con la Comisión Política de la Asamblea Nacional: el gobierno no ha presentado acusados. Bueno, la oposición tampoco, si a eso vamos. Me refiero a acusados con pruebas.

Defectos de esta hipótesis

  • El argumento “un antichavista muerto es un antichavista menos” implicaría no unos francotiradores sino tiradores masivos para el exterminio de cientos de miles de personas, que no se van a dejar matar pasivamente, sobre todo si vienen acompañadas y respaldadas por miles de policías armados (Policía Metropolitana, en primer lugar, Policía de Chacao, Policía de Baruta y Policía de Miranda, aparte de los chicos de Bandera Roja). Es decir, una guerra civil. Los pocos hombres armados chavistas de Puente Llaguno no podían contra cientos de miles de manifestantes, acompañados por miles de policías armados. Como es un argumento estúpido, no lo comentaremos más.
  • Hubo muertos de bando y bando. Esto parece un elemento trivial para muchos analistas de la oposición, con el samaritano argumento de que no importa de qué bando eran porque basta que sean venezolanos para dolernos por ellos y otras beaterías más o menos farisaicas. Pero para nosotros este dato es la clave de bóveda de toda meditación sobre este hecho: los primeros muertos, y en mayor proporción (15 de 19), fueron del lado chavista. Ello demuestra que los francotiradores no se proponían detener la marcha, pues ¿para qué matar chavistas si el propósito de la matanza era detener a los antichavistas? ¿No era una provocación dirigida a instigar a los dos bandos a enfrentarse?
  • De todos modos es extraño que si se trataba de una provocación los francotiradores no hubieran matado sólo gente de la oposición, para que la culpabilización de Chávez fuera más congruente con el comic de “Chávez asesino” que la oposición manejó durante la monarquía de Carmona —y que aún maneja.
  • ¿Por qué los policías metropolitanos, inmediatamente después de fracasado el golpe, se amotinaron contra su jefe Iván Simonovis y forzaron su destitución al grito de “no queremos política”? ¿Por qué un opositor tan vociferante antes del golpe, como el alcalde metropolitano Alfredo Peña, el jefe máximo de ese cuerpo policial, estuvo tan súbitamente callado durante varios meses? Dio la impresión de que quiso “pasar agachado” por todo eso. O que andaba, como es su método acostumbrado, examinando con quién cuadrarse según como evolucionasen los acontecimientos. También da la casualidad de que los conductores de los vehículos antimotines, popularmente conocidos como El Rinoceronte y La Ballena, que actuaron el 11A contra los manifestantes chavistas, “se suicidaron” los dos el mismo día... Y sus familiares no creen en la versión del suicidio. Como para no creerla si uno de ellos murió de un tiro en la nuca. ¿A quién convenían esas muertes? ¿A los supuestos suicidas? Como para pensarlo... ¿No será que Peña no tiene el frente interno sereno? ¿No será que los policías amotinados le impusieron silencio a cambio del silencio de ellos mismos? ¿Será por esas cosas que Peña anduvo tan súbita y desusadamente lacónico? ¿No será que vislumbraba el amotinamiento de policías que comenzó el 1º de octubre de 2002 y que finalmente ocasionó la intervención del cuerpo policial por parte del gobierno el 16 de noviembre de 2002?
  • Nadie ha demostrado que los Círculos Bolivarianos estén armados. Durante los numerosos allanamientos a esos círculos durante la breve satrapía de Carmona, no se encontraron armas. Si las hubieran hallado podemos imaginar con qué batahola reiterada las exhibirían los medios todavía hoy. Esto no quiere decir que algunos o muchos círculos no estén armados, pues siempre hay loquitos, aunque muy probablemente no tan armados como el golpista Pérez Recao, el más loquito de todos, en cuya residencia sí se encontraron armas de toda laya, especialmente de guerra. En su comparecencia reiteradamente transmitida por Globovisión (¿por qué tanta insistencia?), Pérez Recao no negó la existencia de esas armas. Sólo dijo que contaban con los permisos legales —cosa rara porque entiendo que no es posible autorizar a civiles el uso de armas de guerra. Dijo también: “Desde muy temprana edad he velado por la seguridad de mi familia”. Esa familia debe tener enemigos formidables como para tener que defenderla con armas de guerra. Como las que también usaba la guardia pretoriana y privada de Carmona. Entre los íconos inolvidables de la monarquía de Carmona estará la imagen de su guardaespaldas, el bello Bernardo Sanabria, en atildado atuendo de camuflaje, con su chaleco contra balas très à la mode, armado de un sugestivo lanzagranadas, que siempre creímos exageraciones hollywoodenses. Es tan bello ese lanzagranadas que parece de utilería. Tan hermoso como Leopoldo López en su día de gloria durante los allanamientos, con su chaleco antibalas. ¡Bello, madre! No hay duda de la diferencia de glamour que hay entre ellos y los balurdos que disparaban desde Puente Llaguno. Y no hablemos del glamour y savoir faire de los chicos que asaltaron la Embajada de Cuba y los de Pablo Aure, que asaltaron al Vicepresidente Rangel en Valencia. Eso es elegancia y lo demás es Lina Ron (para un análisis de consideraciones clasistas haga clic aquí).

    En todo caso, de hecho también, en Puente Llaguno dispararon chavistas, no necesariamente de los Círculos Bolivarianos. No eran francotiradores encubiertos apostados donde no pudieran ser vistos, como los que causaron la mayor parte de las muertes de ese día. Es obvio, salvo para los medios de comunicación golpistas y para los estúpidos que los aceptan sin crítica, que estaban combatiendo. Según declaraciones de prensa, no desmentidas, del jefe de la opositora Policía de Chacao, con esas armas cortas no se podían alcanzar los blancos que atinaron los francotiradores. Sobre todo los heridos verticalmente en la cabeza. Según el jefe de la Policía Metropolitana, también de oposición, en su interpelación en la Asamblea Nacional, la manifestación no llegó hasta el Puente Llaguno, desde donde disparaban los chavistas. “¡Menos mal que no llegó a Puente Llaguno!”, exclamó ese jefe policial Henry Vivas contra la tesis oficial de los golpistas. Esos dos cuerpos policiales son de oposición, porque, aunque la oposición delirante insiste en que esto es una dictadura, en Venezuela hay policías de oposición (vide “Callejón sin salida”, editorial de El Nacional). Esto, naturalmente, no es para justificar la acción violenta de nadie, incluyendo a los que actuaron el 12 y el 13 de abril, como los policías metropolitanos que vimos en vídeos reprimiendo violentamente a los manifestantes chavistas durante la monarquía de Carmona. Todos ellos, tanto esbirros chavistas como esbirros de oposición, deben responder por sus acciones. Pero es obvio que los tiradores chavistas de Puente Llaguno estaban parapetados y protegiéndose de disparos que venían en dirección contraria, aparentemente de policías metropolitanos, también parapetados, todo hay que decirlo, cuyos jefes no han explicado esa acción de algunos de sus subalternos ni por qué tenían armas de guerra, como las que hemos visto en vídeos y fotos (vide infra). Esos chavistas estaban obviamente enfrentándose a alguien que también estaba armado; no masacrando a “pacíficos” manifestantes.

  • ¿Por qué iba Chávez a reprimir de ese modo una marcha si no lo hizo con ninguna de las numerosas manifestaciones anteriores en su contra durante más de tres años, ni siquiera cuando atacaron y trataron de penetrar en la residencia presidencial de La Casona hace pocos meses, donde estaban su mujer y su hija? En cambio, dos de los partidos políticos, Acción Democrática y Socialcristiano Copei, así como Carlos Andrés Pérez, que estuvieron a la vanguardia e instigaron de modo prominente la manifestación de oposición del 11A, dirigieron por 40 años gobiernos durante los cuales se torturó, asesinó, desapareció sistemáticamente a mucha gente. Es más, bajo un gobierno de Acción Democrática, el de Raúl Leoni, bajo la conducción directa de un prominente líder de ese partido, entonces ministro de Relaciones Interiores, Gonzalo Barrios, se aportó a la historia de la humanidad la figura refinadamente sádica del desaparecido. Además, durante esos 40 años cerraron medios, persiguieron y apalearon periodistas, apresaron parlamentarios, etc. El Nacional tuvo durante meses un censor in situ, Pedro Pablo Alcántara, ahora campeón de la libertad de expresión. La Policía Metropolitana tiene una larga tradición de asesinatos y abusos bien públicos y notorios. Si algún lector bien intrépido quiere comprobar en carne propia los abusos de la Policía Metropolitana, le bastará circular de madrugada por Caracas y encontrarse con esos agentes. Y que Dios lo guarde. Son antecedentes como para despertar más sospechas de un lado que del otro, me parece, aquí humildemente.

Hipótesis C: ni los unos ni el otro, sino todo lo contrario


Las ametralladora HK y las pistolas 9 mm. no son
armas de reglamento de la Policía Metropolitana.
La marcha de oposición no era de gente desarmada, como requiere la Constitución (artículo 53). Había allí policías de la oposición: Chacao, Baruta, Miranda, la Policía Metropolitana; para no hablar de otros personajes armados no policiales, como Bandera Roja. Miles. Profesionales entrenados en el uso de armas. Y marchaban con los genuinamente pacíficos manifestantes de oposición, que no sabían, como Otto Neustald, que habría francotiradores esperándolos. Ni sabían que había policías metropolitanos dispuestos, como en efecto lo estuvieron, a intercambiar disparos con unos chavistas. Tampoco todos los opositores que marcharon eran pacíficos, como se ha podido ver en varios vídeos, como aquel en que algunos agreden de palabra violentamente a un guardia nacional, a pocos centímetros de la cara impertérrita del militar. Para no hablar de la violencia de muchos de ellos, algunos encapuchados (¿los ya tradicionales y heroicos encapuchados de Bandera Roja?).

¿No era obvio que habría un enfrentamiento entre gente de oposición y partidarios de Chávez? ¿O es que era de esperarse un encuentro cariñoso? Los ánimos estaban sumamente caldeados, como venían acalorándose desde hacía varios meses, como todavía lo están, lamentablemente. En esas condiciones sólo podía esperarse cualquier desenlace violento. Las probabilidades de un encuentro pacífico eran ridículas. Los organizadores de la marcha no cumplieron con el deber mínimo de humanidad de advertir de ese peligro a los exaltados y poco racionales manifestantes (igual, supongo, que estaban exaltados e irracionales los que se hallaban en Miraflores en plan de escudo humano y obviamente los que disparaban desde Puente Llaguno; pero ésos al menos estaban advertidos del peligro y ante eso habían precisamente acudido y no a otra cosa). Sobre todo que en la marcha antichavista había jefes policiales, es decir, gente que se supone experta en asuntos de seguridad y orden público. Eso hace abrigar las peores sospechas sobre ellos. Precisamente los necesitaban exaltados y para eso estuvieron azuzándolos durante meses a través de casi todos los medios de comunicación comerciales. O lo contrario: que los jefes policiales tampoco sabían de la emboscada. La Policía Metropolitana comenzó a disparar junto con los francotiradores. ¿Coincidencia? ¿Por qué nadie advirtió del peligro? ¿Por qué los dirigentes sólo incitaron apasionadamente a ir a Miraflores, con aquel gesto, que no calificaré, del general retirado Guaicaipuro Lameda señalando como un muñeco porfiado en dirección a Miraflores? No nos referimos a que advirtieran de francotiradores, algo de lo cual al menos no todos tenían que estar enterados, sino alertar sobre la obvia y peligrosa confrontación que ocurriría. Había niños y monjitas en esa marcha. ¿No era obvio que los llevaban a una carnicería, cualquiera que hubiera sido la forma que esa matanza tomara? ¿Por qué uno de ellos, el animador de televisión Luis Chataing, declaró luego que se sintió “utilizado”? ¿Utilizado por quién? ¿Utilizado para qué? ¿Quién es tan bobo como para creer que se trataba de una exigencia pacífica de renuncia del Presidente, si estaban enardecidos y acompañados por miles de hombres armados ante otra multitud en donde era de suponer que habría gente armada también? Se dirá farisaicamente que cualquiera tiene derecho a manifestar frente a Miraflores, pero ¿hablamos de leyes o de realidades? Ciertamente tenían y tienen ese derecho pero en ese momento no era como prudente, nos parece, como lo demostraron empíricamente los hechos. Hay muchas cosas que son legales pero que también son imprudentes, como ir con cientos de miles de manifestantes enardecidos contra un palacio presidencial, acompañados por miles de gendarmes armados, a enfrentar una concentración también enardecida de chavistas en donde es razonable suponer que también habría gente armada —sin ir más lejos: la Guardia de Honor y la Guardia Nacional, para no hablar de los que dispararon en Llaguno (por cierto que es extraño que nadie ha mencionado la presencia en ninguna parte de la Policía de Caracas, la que dirige el alcande chavista Freddy Bernal).

Sí, ocupado lector, fue un golpe: la tesis eufemística del “vacío de poder” es un recurso defensivo deseperado de quienes no quieren reconocer que fracasaron, tal como lo reconoció Chávez el 4 de febrero de 1992: “Yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano”. Estos no. De todos modos Chávez tampoco reconoce hasta el sol de hoy que el tal “movimiento militar bolivariano” fue un golpe.

El Diccionario de la Real Academia define así la locución nominal golpe de Estado:

    Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes.

Cualquier parecido... ¿O no estaban armados los golpistas? ¿Fue que de buenas a primeras, por sorpresa, así sin motivo, en el conticinio de palacio, Chávez renunció sin que nadie lo conminara violentamente? ¿No había armas en Fuerte Tiuna? ¿No estaba detenido el Presidente? (“bajo custodia”, dicen los golpistas, siempre tan delicados con el lenguaje. Así define el DRAE la palabra custodia: “Persona o escolta encargada de custodiar a un preso”).

¿No fue Chávez luego “ruleteado” por varios centros militares, sin asistencia legal, sin los procedimientos mínimos del debido proceso e incomunicado, todo contra la Constitución?

¿Por qué estaba preso? ¿Qué cargos había contra él?

¿No renunció bajo presión armada? ¿O es que quienes le pedían la renuncia no estaban armados con tanques de guerra y sólo lo persuadieron con argumentos sutiles? ¿Monseñor Baltazar Porras lo convenció con fervientes plegarias?

¿No inspira sospechas el modo tan frívolo, automático y aviesamente intencionado como los medios culparon unánimemente y de inmediato a Chávez de los muertos durante la misma noche del 11A, en los minutos precisos en que el golpe marchaba aceleradamente? Creemos humildemente que no caben dudas razonables sobre la participación activa de los medios de comunicación en la instigación y apoyo al golpe y su complicidad con los hechos de sangre que justificaron el golpe. Es un hecho tan público y notorio como la imagen del animador de televisión Orlando Urdaneta con los pies sobre el escritorio del general recién depuesto Lucas Rincón, diciendo “¡esto se jodió!” y no sé qué otros improperios que jamás nadie imaginó dignos de él. Lindo chico. Y luego asaltó la Casa del Artista con unos militares, Mirla Castellanos y Guillermo Dávila. O la instigación del asedio violento a la embajada cubana. O la invitación a la delación de chavistas, hecha por Napoleón Bravo y Nitu Pérez Osuna. Después hablan de hordas chavistas. En fin. Calma, Mariana.

Los medios dieron ad nauseam pruebas de golpismo antes del paro, durante él y después de él, preparándole el ambiente, invitando a él, alentando a la participación en la marcha hasta Chuao, con cuñas pagadas (¿por quién?) o no y después hacia Miraflores, hasta el punto de que suprimieron todos los mensajes comerciales. La edición extraordinaria de El Nacional titula: “La batalla final serán en Miraflores”. ¿Cómo sabían que habría una batalla final y que serían en Miraflores? Ese mismo día el Daily Journal, diario en lengua inglesa, ejerció también las artes adivinatorias: “State Of Agony Stunts Government,” ‘estado de agonía apoca al gobierno’. Y luego, después de días enteros de obsesión monotemática de la mañana a la noche, silenciaron abrupta y desfachatadamente toda información durante la mañana y casi la tarde entera del sábado 13 de abril, mientras multitudes chavistas asediaban a Fuerte Tiuna, el canal oficial de televisión y Miraflores, había saqueos e incendios en varios lugares de Caracas y muertos a granel. Es sorprendente que nadie hable de algo tan notorio, salvo el gobierno. Los medios son tan palmarios que se hacen invisibles; esa es su fuerza.

Además, como sabe cualquiera que entienda algo de política y esté informado de algo de historia, todo paro general indefinido, como el alentado por los medios por todos los medios durante el mes de abril, es en todas partes del mundo un paro subversivo, como fue el caso de la huelga general indefinida que comenzó el 21 de enero de 1958 y acabó con la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez dos días después —para citar solamente un caso venezolano. Entre diciembre de 2002 y enero de 2003 hicieron otro paro subversivo, que no funcionó porque a) no fue tal paro, pues la mayor parte del país estaba activa, por cuanto se trataba de un lock out, es decir, un paro patronal, y b) no contaron con esa resistencia popular que no sólo no fue al paro sino que resistió y combatió lo que sí hubo: sabotaje, principalmente petrolero.

Ese carácter subversivo es otro elemento que hace pensar que sí hubo conspiración, desde hacía un año, como dijo el oficial golpista Ovidio Poggioli, encargado de la policía política Disip durante el golpe, por una llamada telefónica: “Yo sabía eso desde hace un año”. Por cierto que desde 1998 Poggioli aparece involucrado con el general Enrique Medina Gómez, uno de los alzados más prominentes y luego comandante de la toma de la Plaza de Altamira desde el 22 de octubre de 2002. Poggioli aparece mencionado con Medina Gómez en unas acciones poco claras en la frontera (vide El Nacional del 31 de enero de 1998).

Napoleón Bravo, otra de las tantas vedettes de la televisión golpista, se jactó desprevenidamente en su programa 24 Horas, durante el 12A, de que él grabó uno de los pronunciamientos militares en su casa en la noche anterior, para transmitirlo luego durante el 11A, como en efecto ocurrió. ¿Un pronunciamiento porque desde la noche anterior sabían que habría muertos? Ibéyise Pacheco, también en plena orgía golpista, delató todas sus fuentes militares... Estaban demasiado seguros de su triunfo como para precaverse de dejar regadas las huellas de su acción. Y los medios han seguido manipulando, descaradamente, ante nuestra mirada atónita. Patricia Poleo saca a unos supuestos oficiales encapuchados, amenazando de muerte a los Círculos Bolivarianos, en un sospechosísimo vídeo. O sea.

Luego de que pasaron también ad nauseam las tomas de Puente Llaguno, como si faltara algo para la instigación al odio público, pintaron digitalmente un telón negro en el vídeo, para agravar la contundencia de la imagen. También suprimieron escenas iniciales en donde aparecen chavistas cayendo. El argumento es que si los chavistas habían colocado previamente ese telón es porque premeditaban masacrar la manifestación que pasaría por allí, sin ser vistos. Un argumento de comic. Un detalle: el telón fue “pintado” digitalmente en Venevisión, pues ese telón no se ve en las abundantes transmisiones previas del mismo vídeo ni se ve en ningún otro vídeo de ese lugar en esos momentos. No se instala y quita un telón como ese en unos segundos y menos en medio de un tiroteo. Otro detalle: la marcha no pasó por allí entre otras razones, y esto es muy importante, porque por ese puente es muy engorroso el acceso a Miraflores, pues sólo se cuenta con dos estrechas escaleras para subir a la Av. Urdaneta, sobre la que queda el palacio. Las miles de personas que marchaban contra Chávez hubieran tardado semanas en pasar por esas escaleras. Era mejor acceder por otras vías, más anchas, como hicieron los manifestantes, por la Av. Sucre vía Plaza O’Leary por el brazo que conecta esta plaza con la Av. Urdaneta, donde se halla la entrada del palacio, flanqueando sus jardines, y frente a las anchas escalinatas de la entrada del parque El Calvario, en cuyas gradas se sentaron miles de marchistas, ¿esperando qué?

Parece que por fin se sabe quién redactó el Decreto Inmortal

Jorge Olavarría, connotado opositor a Chávez, contó por televisión que Daniel Romero (quien lo leyó públicamente al atardecer glorioso del viernes 12 de abril) y el famoso jurista Allan Randolph Brewer-Carías se lo consultaron el día anterior al golpe, aunque luego disculpa a Brewer en una entrevista en El Nacional del 4 de junio de 2002. Y advierte en esa entrevista que el primer considerando, que invoca la masacre del 11, no estaba en esa versión que le leyeron esa víspera... El síndrome de Neustald. Ni Romero ni Brewer habrían escuchado, según Olavarría, las advertencias de éste sobre el disparate jurídico que iban a cometer.

—Ese decreto es una mierda —dice Olavarría que les dijo.

Frase como para un libro de historia patria. ¡Si no escucharon ni a Otto Reich y más bien le respondieron, como a cualquier gringo bobo, que ellos sabían lo que estaban haciendo! Eso al menos cuenta Reich. Cosa rara porque Reich ni es gringo ni bobo.

Por cierto que ahora Brewer-Carías, sabio académico y eminente jurisconsulto de fama internacional, entrará en los tratados constitucionalistas, pero no en las páginas dedicadas a enseñar los principios elementales del derecho, sino en una página muy aparte.

Queda el punto de la custodia de las azoteas de los edificios circundantes. Muchos de los disparos, aparentemente, provenían del Hotel Edén, cercano a Puente Llaguno, aunque con un ángulo de tiro bastante incómodo y lejano para disparar hacia el puente desde las habitaciones —sin asomarse flagrantemente para ser registrado por las decenas de cámaras que había en el ambiente—, a no ser por unos balcones desde donde el tirador estaría también bastante expuesto a las cámaras. Los tiradores de ese hotel sólo podían disparar cómodamente a quienes estuviesen en la Av. Baralt, donde se encuentra ese edificio. ¿Por qué nadie, que se haya publicado al menos, ni del gobierno ni de la oposición, ha interrogado a las autoridades de ese hotel?

Se dice también que hubo disparos desde el Hotel Ausonia, que queda más cerca de la Av. Urdaneta.

También queda el hecho de que según parece muchos disparos provenían del Edificio La Nacional, sede administrativa de la Alcaldía de Caracas, oficialista. Es un punto que en la presente reflexión no tenemos claro aún. Tampoco lo está la explicación que dio el alcalde del Municipio Chacao Leopoldo López, de oposición, sobre una irrupción de policías de su municipio en ese edificio, durante los acontecimientos de esa tarde, allanamiento en que inmovilizaron por la fuerza a los empleados que estaban allí.

Los disparos contra la concentración chavista tienen que haber procedido de azoteas de edificios ubicados en la Av. Urdaneta o muy cercanos a ella. ¿Estaban comprometidos con el golpe algunos de los encargados de la seguridad de Miraflores?

Pero hay un hecho que, nos parece, cierra toda discusión:

El 12 de abril de 2002 se transmitió por Venevisión el programa En privado de la periodista Ibéyise Pacheco. Este programa, según se declara reiteradamente en él, se grabó mientras el golpe seguía su curso, durante la noche del 11 de abril, sin precisión de hora. En esa emisión el contralmirante Héctor Rodríguez Pérez, ministro de la Defensa de Carmona, declara paladinamente que ellos se pronunciaron “antes de que hubiera el primer muerto”. Pues bien, ese pronunciamiento declara que ya había seis muertos y sin embargo Rodríguez dice que se grabó antes de que hubiese el primero. Esto coincide palmo a palmo con la confesión de Otto Neustald en la Universidad Bicentenaria de Aragua, según la cual los militares golpistas lo llamaron el miércoles 10 de abril de 2002 en la noche y le anunciaron que la marcha sería desviada a Miraflores y que habría 20 muertos al día siguiente. Hubo 19. Otto Neustald revela, además, que él dirigió dos grabaciones, una de ensayo y otra definitiva. Ambas grabaciones existen y se han transmitido muchas veces, juntas incluso para revelar que son dos distintas. Creo que estos dos hechos no merecen mayor análisis.

Conclusiones

Entre otras caractetísticas, un francotirador es alguien
  • bien entrenado para usar armas de alta precisión.
  • Emplea balas especiales, llamadas SS, poco afectadas por el viento.
  • Recibe una formación psicológica que le permite actuar con frialdad.
  • El francotirador debe ser mudo después de los hechos y para siempre, como el asesino de Ezequiel Zamora en el siglo XIX. Por eso muchas veces los enmudecen matándolos, lo que sella su pacto con la Muerte.

Algunos son gubernamentales y actúan por convicción patriótica o ideológica. Otros son mercenarios sumamente costosos. Los francotiradores son útiles principalmente en el sicariato, para cometer magnicidios; no para combatir manifestaciones callejeras. El tirador es de elite tanto como lo es su víctima. O se usan para provocaciones.

Otros son deportistas, pero esos no cuentan aquí.

Nuestra hipótesis hasta ahora es que una elite dentro de la elite golpista proyectó esta masacre con el fin de justificar su acción, ya previamente preparada. Sospechamos que se trata de una provocación planificada por factores externos a Venezuela, para generar enfrentamientos entre venezolanos y así alcanzar sus siniestros fines geopolíticos.

Esta elite golpista no está conformada por los que marcharon pacíficamente, que fueron más bien utilizados y luego dejados por fuera por los golpistas, como siempre dejan a todo el que no pertenezca a una pequeña camarilla de sonoros apellidos.

Otros dicen, también sin pruebas, que la provocación fue planificada entre Isaac Pérez Recao y el Contralmirante Carlos Molina Tamayo (vide “J.M. Barreto”, 11 de abril. 12 horas que conmovieron a Venezuela). Es una hipótesis sospechosamente simple, pero insisto: en una investigación criminal no se debe descartar de entrada ninguna hipótesis.

Es cierto que la Hipótesis C concuerda en gran medida con la hipótesis chavista de que “los muertos estaban vendidos”, como dijo el general chavista Jorge García Carneiro durante su interpelación en la Asamblea Nacional. Pero suponer que todo lo que dice el chavismo es falso no me parece un principio epistemológico sano. Poco sano también es suponer que los antichavistas mienten siempre. De todos modos unos y otros también mienten con frecuencia, lo que no debe extrañar porque son políticos, así muchos de ellos sean políticos aficionados. Es nuestro deber ciudadano discernir cuándo mienten y cuándo no. Aunque los medios de comunicación (oficiales y comerciales), ellos sí, dan la impresión de mentir todo el tiempo.

Una vez que hubo muertos, se armó la reyerta catastrófica que procuraban con esa provocación, entre los elementos armados de los dos bandos. La catástrofe: una discontinuidad en un proceso continuo —así la definen los físicos del caos: el primer dominó que cae, las avalanchas, los cracks financieros, los terremotos, etc. Aquí fue así: gobierno y oposición acumulan odio a través de los medios y un evento perturbador desata las acciones, la tragedia, la desmesura. Esos francotiradores dispararon una máquina infernal que aún no se detiene, porque hay grupos a quienes conviene mantenerla en marcha. No es a Chávez a quien conviene precisamente una situación de inestabilidad. A ningún gobierno, desde la prehistoria, le conviene la inestabilidad. Ésta parece haber sido el fin de los que contrataron a esos francotiradores.

Venezuela no tiene, como sí la tienen muchos otros países guerreros, tradición de tiradores profesionales. Venezuela no es, desde hace más de un siglo, un país guerrero. Sólo hemos tenido escaramuzas, que son pleitos de taberna comparados con cualquiera de las guerras en curso en este momento en el mundo. De hecho, no recordamos ocurrencias anteriores al 11A. Si alguien las conoce por favor nos las comunica a mariannehz@hotmail.com. Parece tratarse de una acción especial con agentes especiales. Los venezolanos no nos matamos de manera tan fría y tan calculadora. Los intereses internacionales son obvios y formidables: OPEP, Grupo de los 77 + China (¡2/3 partes de la humanidad!), Cuba, Plan Colombia, Lula, la Argentina, Bolivia, el Ecuador, el Perú... La conducta de los gobiernos de Colombia, España y, sobre todo, de los Estados Unidos durante el golpe fue, por decir lo menos, sospechosa. Carmona salió de Venezuela en un avión militar colombiano. ¿Por qué Carmona escogió a Colombia para asilarse? Ça fait rêver, como dicen los franceses, expresión intraducible que en español puede glosarse algo así como ‘da que pensar’. O, como decía Cabrujas sobre Lusinchi en uno de sus célebres artículos: “Causa mala impresión”. Hace suponer incluso que la fuga pudo estar preparada con anuencia del gobierno de Chávez, por aquello de qui bono?; al gobierno no le convenía ese foco organizador de la conspiración. A enemigo que se va, puente de plata. ¿También estuvo arreglado el asilo salvadoreño del contralmirante golpista Carlos Molina Tamayo? Otros asilos oportunos: Carlos Ortega en la embajada de Costa Rica; el coronel Pedro Soto en la de Bolivia...

Las caretas están echadas

Ya no hay más actitudes ocultas en Venezuela. Ni inocentes. La conspiración se hace a la luz pública a través de medios de comunicación. El eminente historiador Guillermo Morón se permite declarar: «Es lícito matar a un gobernante cuando este incumple las leyes, comete injusticias y deja de gobernar. Eso es lo que sería pertinente aplicar hoy en Venezuela» (Reporte 26 de junio de 2002). Y luego dicen que el de Chávez es un gobierno autoritario y dictatorial. La diferencia entre el comportamiento de los reinados de Chávez y de Carmona es obvia: ni antes ni después del golpe el reino de Chávez ha cometido los desmanes que se cometieron durante las pocas horas del reinado golpista y monárquico de Pedro I El Breve, llamado por otros Pedro El Cruel (vide “No, Venezuela no es una república, sino una monarquía feudal”).

Chávez no incomunicó ni ruleteó a Carmona; Carmona sí incomunicó y ruleteó a Chávez. Más bien Chávez consintió que el tribunal concediese a Carmona la casa por cárcel, con tal benignidad que el Golpista Mayor se escapó sin violencia, probablemente sobornando amablemente a sus guardianes —si es que, insistimos, no fue un acuerdo secreto con el gobierno de Chávez. Nadie asedió, ni siquiera pacíficamente, la residencia del embajador colombiano durante el asilo de Carmona, como sí ocurrió, con violencia inaudita, transmitida, celebrada e instigada con fruición por la televisión golpista durante el viernes 12 de abril, con la embajada de Cuba durante el golpe, porque “se sospechaba” que allí estaba asilado Diosdado Cabello, entonces vicepresidente, a quien en todo caso correspondía asumir la Presidencia, si era cierto que Chávez había renunciado. No hubo ni ha habido intentos de linchamiento, con allanamiento ni persecución informada y dirigida por los medios oficialistas, para con los golpistas, como sí ocurrió a través de los medios de comunicación de oposición con el entonces ministro del Interior y Justicia Ramón Rodríguez Chacín; el gobernador del estado Táchira, Ronald Blanco La Cruz; Freddy Bernal, Alcalde de Caracas, y el diputado y poeta Tarek William Saab, entre cientos de víctimas de la represión desatada, como no se vio en tres años y dos meses de chavismo. Napoleón Bravo y Nitu Pérez Osuna llamando a delatar chavistas en sus programas de televisión. Asesinatos, torturas. Los medios informaban el 12A insistentemente, con saña, la persecución de los diputados Iris Varela y Juan Barreto y la de los ministros Aristóbulo Istúriz, María Cristina Iglesias, la del entonces vicepresidente Diosdado Cabello, etc. ¿Se cumplió con el requisito de allanar la inmunidad parlamentaria del diputado Tarek, como debe suceder en cualquier país civilizado de esos que los golpistas dicen admirar? ¿Es ese el tipo de gobierno que nos espera si lo inspiran esos alcaldes del partido político Primero Justicia?

El único intento de linchamiento después del golpe lo padeció en Valencia (Venezuela) José Vicente Rangel, el nuevo vicepresidente Ejecutivo de Venezuela, por parte de antichavistas exaltados y, como es ya habitual, nada pacíficos, a quienes Rangel ordenó no reprimir, como sería usual en cualquier otro país en que se ve en tal riesgo de seguridad a un vicepresidente, que en ese momento era, además, el Presidente Encargado de Venezuela, en razón del viaje de Chávez a España a una reunión internacional. ¿Alguien podría en los Estados Unidos asaltar de ese modo al Vicepresidente de ese país y quedar impune como en Venezuela? Ah, pero en Venezuela hay una dictadura... Etc. Es increíble que puedan afirmar cosas así. Ni Berlusconi ni Murdoch ni Televisa ni O Globo (por ahora) han perpetrado crímenes como los que han perpetrado los medios de comunicación venezolanos contra la salud política, social y emocional de un país.

Ese marco nos lleva a sospechar (es sólo una sospecha; no una convicción definitiva) que los francotiradores del 11A no están en el bando chavista.

Epílogo

De todos modos todavía faltan datos. Y no exculpamos de nada a Chávez mientras él mismo y/o sus partidarios no promuevan una Comisión de la Verdad. Si fuere cierto que no fue él quien ordenó la masacre, sí hubo una visible participación de sus partidarios en los tiroteos en el sitio donde ella se produjo. Chávez ha dicho que esos partidarios suyos tendrán que responder por sus actos y desautoriza explícitamente cualquier acción armada de los Círculos Bolivarianos. Pero no es suficiente. Tiene que promover una investigación independiente.

Mientras tanto los muertos del 11A están en el mismo misterio del Asesinato del Congreso y las muertes violentas de Ezequiel Zamora, Juancho Gómez y Carlos Delgado Chalbaud. Ojalá no pasemos los próximos siglos obsesionados por esta otra ignorancia casi total sobre hechos cruciales.


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