Los trabajos, los días juntos en la oficina en la que se habían conocido eran más dulces con ella; casi mágicos, mitológicos.
Compartían un amor muy íntimo por la bebida y un odio muy visceral por la rutina de su empleo. Él nunca antes había sentido tanto amor por la poesía hasta que ella llegara y le leyera aquellos primeros versos de “el manjar”, con que él se había deleitado escuchando y tras los cuales habían empezado una relación inestable. El Poeta encontró ese día una razón de vida. Sólo a partir de allí fue conocido como el Poeta. Quien sabe qué nombre le había designado la vida en su pasado. Ese día su destino se había apartado del de aquellos trabajadores que se pierden en oficinas laberínticas, masificados en boxes diminutos que terminan por convertirse en una prisión; que deben buscar la diversión en los sucesos más estúpidos, como que el jefe tenga problemas con la máquina de café o se le vuelen todos los papeles al entrar una corriente de aire en su oficina a causa de una ventana que es abierta. Juntos decidieron, con unos ahorros de ella y una plata que él había cobrado de herencia, abandonar ese trabajo alienante y abrir una editorial vanguardista de libros baratos; algunos originales de escritores culturalmente marginales y otros de autores consagrados pero obviando pagar los derechos de autor. Eso haría que la editorial no pudiera durar mucho tiempo, pero en su duración había publicado muchas cosas buenas que verdaderamente merecían más lectores de los que verdaderamente llegó a tener.
La cantidad de noches que habrán salido por allí, a disfrutar el abrigo de tugurios perdidos. Una noche, por ejemplo, después de haber recorrido muchos bares habían ido a la casa de ella y ambos habían tenido recíprocos deseos carnales que su estado de alcoholismo no les permitió satisfacer. Después de estar allí hasta bastante tarde, poco conscientes de lo que habían hecho, el Poeta volvió a su casa en una especie de nebulosa. Se acostó pensando no despertarse hasta que se hartara de dormir. O más bien se acostó sin pensar nada.