Núm 30, II Época  - Febrero 2001 - Edita FE-JONS  -  La Falange  


¿Reconciliación? 

Julio Ruiz de Alda

      

Una cuestión de dignidad
Miguel Ángel Loma

España, antes monárquica que rota
Emilio L. Sánchez Toro

Editorial FE

Atentado en Cantabria
Néstor Pérez

La deuda exterior
David Ferrer

Irreverencia danesa
José M. Cansino

UNA CALLE DE GIJÓN LLEVA  EL NOMBRE DE SANTIAGO CARRILLO

 Cuando en la mayoría de las ciudades y pueblos de España las Corporaciones Municipales han hecho desaparecer del callejero las calles o avenidas que llevaban el nombre de José Antonio Primo de Rivera, en la ciudad de Gijón acaban de dedicar una calle a Santiago Carrillo el «héroe» de Paracuellos. Sobre este particular, Carrillo siempre ha negado su participación en aquella matanza, alegando incluso no haber oído nunca el nombre de Paracuellos del Jarama hasta después de la guerra, «cosa muy difícil de creer», dice el nada sospechoso hispanista irlandés Ian Gibson, quien además añade:

 «Carrillo niega toda responsabilidad por la matanza, insistiendo repetidamente en que no intervenía para nada en las decisiones tomadas por el “Consejillo” de Orden Público, cuyo jefe, Segundo Serrano Poncela, había nombrado él personalmente. Carrillo afirma que, en la organización del Consejillo intervino, al lado de Serrano Poncela, José Cazorla (que, a partir del 25 de diciembre de 1936, sería nombrado consejero de Orden Público en sustitución a Carrillo). Resulta muy difícil creer que, a través de Cazorla y Serrano Poncela, dos íntimos colaboradores suyos, Carrillo no estuviera al tanto de las decisiones del Consejillo...»[1].

 Por otro lado, también un lector del diario «ABC», que firmaba con el nombre de José Villacañas Berenguer, escribía una carta en el citado periódico en la que, entre otras cosas, afirmaba que «la práctica de los historiadores de la Guerra Civil española consideran a don Santiago Carrillo responsable directo de la represión ocurrida en Madrid en el verano y otoño de 1936»[2]. En el mismo periódico, el antiguo comunista Carlos Semprún Maura,  compañero que fue del propio Carrillo, al hacer una crítica del libro «El libro negro del comunismo», escribe: «En relación con nuestra guerra civil, por ejemplo, lamento la ausencia de personas como Santiago Carrillo y Arthur London, quienes si bien desempeñaron un papel de tercera en la jerarquía del crimen (aunque Paracuellos del Jarama no fuera un accidente de ferrocarril), aparecieron después como figuras emblemáticas del “buen comunismo” del “socialismo con rostro humano” y otras criminales sandeces»[3]

Santiago Carrillo que hoy lo mismo llena espacios de televisión, donde con frecuencia le hacen entrevistas; que protagoniza programas de radio, como por ejemplo el titulado «Lo que es la vida», dirigido por la periodista Nieves Herrero; que se lo disputan para que sus declaraciones aparezcan ocupando páginas enteras en los medios escritos para decir, por ejemplo, que si la Eta durante el franquismo concitaba apoyos, hoy tan sólo debe suscitar reprobación[4], olvidando, eso sí, que el que siembra vientos recoge tempestades; que igual se fotografía al lado de políticos de izquierdas o derechas, como  Alfonso Guerra y Laureano López Rodó, o al lado del antiguo franquista Gabriel Cisneros; que habla de democracia engañando a todos porque ¿cómo se puede creer que Carrillo, que ha tenido todo el poder del PCE durante muchos años, haya podido ignorar a lo largo de más de doce lustros, que el modelo del único y auténtico comunismo es el de la esclavitud del hombre que él hubiera implantado en España de haber podido?

Este Santiago Carrillo que le abren las puertas de la Universidad para que exprese su pensamiento como hizo, por ejemplo, el 27 de enero de 1978 en la Universidad de Oviedo donde explicó la alternativa comunista al problema universitario después de haber sido presentado por el decano de Derecho[5]. Después, años más tarde, se nos cerrarían las puertas de la Universidad a quienes quisimos hablar de José Antonio Primo de Rivera, como pasó cuando en la de la vieja Salamanca se prohibió recordar al fundador de Falange que además había sido universitario, cosa que Carrillo no lo es.

Carrillo, por otro lado, está acusado por el que fue su camarada el también comunista, Enrique Líster, de intentar la liquidación física de Joan Comorera y de Jesús Monzón, ambos pertenecientes al Partido Comunista. De no ser tampoco ajeno de la muerte del viejo militante comunista Gabriel León Trilla, ni de la del ferroviario asturiano Luis Montero. Habla asimismo Lister en el libro de la liquidación de otros comunistas: «Por esa época Carrillo hizo liquidar a otro miembro de su aparato, guía de pasos entre Francia y España y conocido por José el “Valenciano”.

 »José San José (Juanchu), de Portugalete. De la JC antes de la guerra. Estuvo en la Escuela del Partido en Méjico. Enviado a España por el Partido en 1944. Carrillo le preparó el proceso y lo hizo liquidar en la frontera»[6].

Así pues, estas son alguna de la clase de personas que hoy dedican calles en España, y que en el día de su inauguración el coordinador general de Izquierda Unida en Asturias, Jesús Iglesias, se atrevió a decir: «En épocas de cierta falsificación histórica esta calle a Santiago Carrillo es un reconocimiento a su aportación personal ya a la aportación de todos los comunistas de España»[7].

Está visto que el coordinador no leyó el libro del comunista Enrique Líster, a quien Antonio Machado le dedicó un poema que terminaba con estas palabras.

“Si mi pluma valiera tu pistola de capitán, contento moriría”     

                                                                                 JOSÉ Mª GARCÍA DE TUÑÓN  

 

[1] Ian Gibson, Paracuellos: cómo fue. Editorial Argos Vergara, S.A. Barcelona, 1983, pág., 233.

[2] Diario “ABC”, 13.10.96, pág., 2

[3] Ibid., 23.11.97, pág., 64.

[4] Diario “La Nueva España”, 26.11.2000, pág., 9.

[5] Diario “Región”, 28.01.78, pág., 10

[6] Enrique Lister, Así destruyó Carrillo el PCE. Editorial Planeta, S.A., Barcelona, 1978, pp. 88.90.

[7] Diario “La Nueva España”, 07.12.2000, pág., 9.

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César Vidal