CORROS

Costumbres:

CABALGATAS

Es frecuente que las hadas bailen sobre la hierba en círculos llamados corros de las hadas, lo que presagia peligro para el que por allí pasa. El terrible hechizo de la música mágica le atrae ineorablemente hacia el corro y se ve obligado a unirse a las hadas en sus desenfrenadas cabriolas. Quizá parezca que la danza sólo dura unos minutos, o una o dos horas, o cuando más toda una noche, pero en realidad la duración normal es de siete años, según nuestro calendario, o más lgunas veces. Al infortunado cautio le puede rescatar una amigo que, mientras otros le sujetan por los falones sigue la música de las hadas, se mete en el corro (dejando firmemente un pie fuera) y saca al bailarín.

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Circula la leyenda de cierto pastor, Tudur de Llangollen, que se tropezó con un tropel de hadas que bailaban al son de la música de un diminuto biolinista. Tudur intentó resistirse a los fascinadores acordes, pero acabó arrojando al aire su gorro y gritando: "Vamos a ello, pues; sigue tocando, diablillo", y entró en el corro.

Inmediatamente, le brotaron al violinista dos cuernos en la cabeza y por debajo de su casaca asomó un rabo. Las hadas danzarinas se convirtieron en cabras, perros, gatos y zorras, y comenzaron a dar vueltas en un vertiginoso frenesí. Esto duró hasta el día siguiente, que es cuando su amo le rescató tras haberle hallado, solo al parecer, danzando como un loco. Unas palabras piadosas rompieron el hechizo y Tudur volvió a su hogar.

Una leyenda cuenta que un joven llamado Shon ap Shenkin, una hermosa mañana de verano, se sintió cautivado por una melodía mágica. Se sentó bajo un árbol a escucharla. Cuando se extinguieron los últimos acordes, se levantó y quedóse sorprendido al ver que el árbol que le cubría, y que antes fuera verde y frondoso, se había secado. Al regresar a su hogar, observó que la casa estaba extraordinariamente cambiada, algo más vieja y recubierta de hiedra. En el umbral de la puerta, estaba de pie un extraño, un viejo que saludó a Shon y le preguntó qué deseaba. Shon, sorprendido, respondió que hacía unos minutos que había dejado a su padre y a su madre en esa misma casa. le preguntó el viejo cómo se llamaba. "Shon ap Shenkin" le respondió el muchacho. Una palidez mortal cubrió el rostro del viejo, que contestó: "He oído muchas veces hablar de mi abuelo, tu padre, de tu desaparición". Al oír esto, Shon ap Shenkin se deshizo en polvo sobre el umbral.

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