ISLAS DE LAS HADAS

Hogar de hadas:

LAS COLINAS HUECAS

EL REINO DE DANNANN

Uno de los temas más persistentes y periódicos de la mitología europea es el de las islas Bienaventuradas o islas Afortunadas, situadas en el mar occidental, más allá del sol poniente. Al parecer, los irlandeses tienen más islas que nadie o más nombres para las mismas. Algunas de las más conocidas quizás sean: Tir Nan Og, Tierra de los Jóvenes; Tirfo Thuinn, Tierra Bajo las Olas; Tire Nam Beo, Tierra de los Vivos; Tirn Aill, el Otro Mundo; Mag Mor, la Gran Llanura; Mag Mell, la Llanura Placentera; y Tir Tairngire, la Llanura de la Felicidad.

Estas islas, ya sean moradas de las hadas, los dioses o los muertos, son, como su nombre indica, tierras donde todo es felicidad, paz y abundancia. No hay heladas ni sequías, puesto que siempre es primavera. No existe el envejecimiento, la enfermedad ni el trabajo, porque todas las cosas crecen en abundancia, sin necesidad de labrar ni sembrar, y en los árboles hay siempe frutas.

Fue la Tierra de los Jóvenes adonde huyeron los del reino de Dannan antes que llegaran los milesios, y esa tierra les dio todo cuanto podían desear...Pasan los días en festines, cazando, haciendo el amor o gozando de una deliciosa música. Pueden incluso entregarse a su pasión por las batallas, ya que los que un día mueren, pueden alzarse al siguiente con su heridas cicatrizadas.

Algunas de estas islas flotan y otras se hallan sumergidas y sólo salen a la superficie por la noche o una vez cada siete años. Puede conseguirse que estas islas permanezcan en la superficie, sólo si a ellas se lleva fuego o acero, y así quedó Hy-Breasail después de haber lanzado sobre ella una flecha al rojo vivo. No obstante, sigue evadiéndose de quienes la buscan, pese a estar señalada en los mapas primitivos, y los mercaderes de Bristol, entre otros, organizaron grandes expediciones en su busca. Se suele representar en forma redonda, partida en dos por un ancho río, lo que no dista mucho de la descripción que hace Platón de la Atlántida.

Existen muchos relatos de islas fantásticas como las visitadas por Mael Duin, entre las que figura una que se alaba sobre la superficie del mar como a la pata coja, isla que se situaba varias yardas bajo el nivel del mar y en torno a la cual se alzaba el agua como si fueran riscos; y otras más extrañas aún habitadas por brujas y seres monstruosos, y ornadas de fantásticos edificios. El rey Arturo, navegando en su mágica embarcación Prydwen, visitó muchas de estas islas y, aun cuando muchas de las más irreales de estas visiones son, sin duda, invención de los poetas, puede ahora afirmarse con seguridad que el notable viaje de san Brendan y su descubrimiento de la isla de Brendan, se basan en hechos.

Fue Manannan quien como primera deidad del mar, dominaba en estas islas y él quien hizo ir a bran, hijo de Febal, a Emhain, la isla de las Mujeres. Creíase que era ésta un basto país sostenido en el mar por cuatro enormes pilares de bronce y habitado únicamente por hermosas mujeres. El viaje les llevó mas allá de la isla de las Delicias, cuyos habitantes se comportaban como si estuvieran ebrios, gesticulando, dando gritos y lanzando carcajadas. Al desembarcar en la isla uno de los hombres de Bran, comenzó a obrar de la misma forma, por lo que Bran se vio obligado a continuar sin él. Al llegar a Emhain, comprobaron que coincidía con creces con lo que esperaban y fueron agasajados regiamente.

Pasado un año, no obstante, comenzaron a sentir vivos deseos de ver Irlanda de nuevo, y, prometiendo obedecer las prohibiciones de las mujeres de no poner pie en tierra seca, se hicieron a la mar. Cuando se acercaron a las costas de Irlanda, bran llamó a algunos de sus habitantes y les dijo su nombre. le respondieron que el único Bran que conocían era aquél cuyo viaje en busca de la tierra de las mujeres era el tema de alguna de sus más viejas leyendas. Al oír esto, uno de los que acompañaban a Bran se acercó vadeando a la costa, pero, al tocar la tierra seca, se deshizo en polvo. Bran permaneció un rato próximo a la costa para relatar sus aventuras y después hizo virar sus barcos que zarparon para no volver a ser vistos jamás.

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