No hay porción de las enseñanzas ocultas poseídas por el mundo que haya sido tan cuidadosamente guardada como los fragmentos de las enseñanzas herméticas que han llegado hasta nosotros a lo largo de las decenas de centurias que han transcurrido desde la vida de su gran fundador, Hermes Trismegistus, el "escriba de los dioses", que residió en el antiguo Egipto en los días en que la raza presente de los hombres estaba en su infancia.
Contemporáneo de Abraham y, si las leyendas son verdaderas, un instructor de ese venerable sabio, Hermes fue, y es, un gran sol central del esoterismo, cuyos rayos han servido para iluminar las innumerables enseñanzas que han sido promulgadas desde su tiempo.
Desde la tierra del Ganges muchos avanzados ocultistas viajaron a la tierra de Egipto, y se sentaron a los pies del maestro. De él obtuvieron la llave maestra que explicaba y reconciliaba sus puntos de vista divergentes, y así fue firmemente establecida la doctrina secreta. De otras tierras vinieron también los instruidos, todos los cuales consideraban a Hermes como el maestro de maestros, y su influencia fue tan grande que a pesar de las desviaciones del sendero por parte de los cientos de instructores en estas diferentes tierras, aún puede encontrarse un cierto parecido y correspondencia básicos que subyacen a las muchas y a menudo divergentes teorías mantenidas y enseñadas por los esoteristas de estas diferentes tierras hoy en día.
El estudiante de las religiones comparadas será capaz de percibir la influencia de las enseñanzas herméticas en toda religión merecedora del nombre y conocida ahora por el hombre, sea una religión muerta o una en completo vigor en nuestro propio tiempo.
De labio a oído, la verdad ha sido transmitida entre los pocos. Siempre ha habido unos pocos iniciados en cada generación, en los diversos países de la tierra, que mantuvieron viva la llama sagrada de las enseñanzas herméticas, y ésos siempre han estado deseosos de usar sus lámparas para reencender las lámparas menores del mundo externo, cuando la luz de la verdad se tornaba sombría y nublada por la negligencia, y cuando las mechas se obstruían con materia extraña. Siempre hubieron unos pocos para atender fielmente al altar de la verdad, sobre el que se mantenía encendida la lámpara perpetua de la sabiduría. Estos hombres dedicaron sus vidas a la labor de amor que el poeta ha establecido tan bien en sus versos:
"¡Oh, no dejes que se extinga la llama! Protegida edad tras edad en su oscura caverna en sus santos templos cuidada. Alimentada por sacerdotes puros de amor- ¡no dejes que se extinga la llama!"
Estos hombres nunca han buscado la aprobación popular ni una multitud de seguidores. Son indiferentes a estas cosas, pues saben cuán pocos hay en cada generación que estén preparados para la verdad, o que la reconocerían si les fuera presentada. Reservan la "carne fuerte para los hombres", mientras otros proporcionan la "leche para los bebés". Estos hombres nunca han olvidado las enseñanzas originales de Hermes, considerando el traspaso de las palabras de la verdad a esos preparados para recibirlas, enseñanza que está establecida en
El Kybalión como sigue: "Donde caen las pisadas del maestro, los oídos de aquellos listos para su enseñanza se abren de par en par." Y de nuevo: "Cuando los oídos del estudiante están listos para oír, vienen los labios a llenarlos con sabiduría." Pero su actitud acostumbrada ha estado siempre estrictamente de acuerdo con el otro aforismo hermético. también en
El Kybalión: "Los labios de la sabiduría están cerrados, excepto para los oídos del entendimiento."
Hay quienes han criticado esta actitud de los hermetistas, y han proclamado que no manifestaban el espíritu apropiado en su política de reclusión y reticencia. Pero una ojeada momentánea hacia atrás sobre las páginas de la historia mostrará la sabiduría de los maestros, que sabían de la equivocación de intentar enseñar al mundo algo para lo que no estaba ni preparado ni deseoso de recibirlo.
En esta pequeña obra nos hemos esforzado por daros una idea de las enseñanzas fundamentales de
El Kybalión, haciendo lo posible por daros los principios funcionales, dejándoos que los apliquéis vosotros mismos, antes que intentar desarrollar la enseñanza en detalle. Si eres un verdadero estudiante, serás capaz de desarrollar y aplicar estos principios; si no, entonces debes convertirte en uno, pues de otro modo las enseñanzas herméticas serán solo como
"palabras, palabras, palabras" para ti.
Así que, de acuerdo con las enseñanzas, el pasar este libro a aquellos listos para la instrucción atraerá la atención de esos que están preparados para recibir la enseñanza. Y, del mismo modo, cuando el pupilo esté listo para recibir la verdad, entonces este pequeño libro le vendrá a él, o a ella. Tal es la ley. El principio hermético de causa y efecto, en su aspecto de la ley de atracción, juntará labios y oído, pupilo y libro en compañía. ¡Así sea!
A continuación, iremos desglosando los principios en cuestión, combinando, junto con extractos del propio Kybalión, comentarios del libro "El maravilloso numero 7" de Mabel Collins, comentarios de Jaime Londoño y de Sixto Paz Wells.
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PRINCIPIO DE MENTALISMO