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RAINER BLOME ( CBS )
" Un borracho salta por la ventana
Quisiera poder cantar así. "
Leonard Cohen es un hombre que trata de ser libre. El se deja llevar por el viento, como una nube. Hace lo que el aire le dice. Leonard Cohen personifica lo que los años de su vida le han dado, sus años de vagabundeo por muchas tierras. ¿No reconocéis en él al judío errante del siglo XX? Y Leonard Cohen habla en una entrevista particularmente honesta, reconfortantemente humana. Cuando una persona alcanza estas particulares cimas de la popularidad que se confunden con la veneración, el mundo desea escuchar sus ideas políticas, su visión del sexo, su opinión sobre las drogas y demás tópicos actuales. Pero Cohen habla de su vida como artista, del proceso de creación de sus obras, de los hechos, hombres, lugares y fechas que han influido en sus obras. Este hombre que estuvo en la Universidad de Canadá, antes de irse a vivir ocho años a la isla de Hydra, este hombre que ama a Marianne y a su hijo, este hombre que no llega a cantar, que recita a caballo sobre la música... Leonard Cohen. Y sus libros, sus amigos, sus discos, sus propios escritos, sus deseos, sus momentos lúcidos y confusos. Un poeta que odia la guerra, pero que llama "Army" al grupo que le acompaña en sus actuaciones. Cohen tiene 36 años y le gustaría tener una granja para vivir en ella.
R.B.- Bien, comencemos por el principio. ¿Qué fue lo que hizo que empezaras a expresarse con canciones y letras? L.C.- Realmente, siempre ha habido eso en mí... sólo fue una casualidad que la parte literaria de mi trabajo llegara a ser conocida antes. Desde siempre he tocado la guitarra... cuando tenía quince años ya tocaba en un grupo llamado "The Buckskin Boys", haciendo country en Montreal. R.B.- ¿Cómo lo hiciste para ganar popularidad? L.C.- Es difícil explicar exactamente qué es lo que el público encuentra atractivo en el trabajo de uno, la razón de que el trabajo de uno se encuentre en el favor de la gente. Sinceramente, no podría decirte el porqué de mi actual popularidad. R.B.- Bueno, ¿pero tú querías la fama, no? L.C.- Había una cierta parte de mí que era muy ambiciosa. R.B.- ¿Y cómo lo hiciste para realizar esa ambición? L.C.- Muy, muy gradualmente. Nunca intenté convertirme en un poeta. No tenía idea de técnicas especiales, ni de lo de poner personalidad propia en la obra, con el fin de que resulte representativa y cree una imagen para el público. Cualquier idea sobre este tipo de cosas era totalmente extraña a mí, e incluso hoy lo desconozco. Así que simplemente seguí escribiendo. R.B.- ¿Te fue difícil encontrar un editor? L.C.- Bueno, en Canadá casi siempre publicábamos nosotros mismos nuestra poesía. R.B.- ¿Y cómo la vendíais? L.C.- Por las esquinas, por todas partes. Por correo para amigos, y así. Había un pequeño y leal grupo de lectores en Canadá, que crecía continuamente, y que de cierto existe aún hoy. Todos éramos parte de "Los Poetas de Montreal", que era simplemente un grupo de gente que miraba por sus tradiciones. Allí nunca hubo premios. Naturalmente, nada de dinero... y tampoco mujeres. R.B.- ¿Y cómo fue que seguiste trabajando? L.C.- Unos pocos estábamos estudiando. Yo aún iba a la "school" cuando me encontré por primera vez con aquellos poetas, luego fui a la Universidad de McGill. Esto fue antes de la era del sputnik, antes de que la educación y la enseñanza se tomaran en serio. Nunca fui a las clases, ni nada de eso, aunque se suponía que yo era un estudiante. Simplemente vivía la vida del perro faldero de un mandarín chino... R.B.- ¿Cómo llegaste a hacer el primer disco? L.C.- Bueno, yo sabía lo más elemental respecto al ambiente musical actual, ya que había estado viviendo en Grecia más o menos durante los últimos diez años. Nunca me topé con músicos ni escuché un disco. Pero cuando estaba escribiendo, a veces solía escuchar la emisora de las Fuerzas Americanas en Atenas, en la que ponían mucha música country. Y siempre tenía mi guitarra al lado, componía y tocaba canciones. Después de acabar Beautiful Losers me di cuenta de que tenía la cabeza llena de música, pues había escrito el libro acompañado por la radio. Yo estaba harto de escribir, de la tinta negra. Así me dije que debía ir a Nashville y cantar, encontrar un productor de discos y empezar algo nuevo. Eso era parte de mi plan de empezar una nueva vida. Ya no me contentaba con estar sentado frente a un escritorio. Llegué a Nueva York y encontré un ambiente musical muy interesante. Tras escuchar a Dylan, sentí que no tenía que ir más lejos. Esto fue hace 4 ó 5 años. R.B.- Al final hiciste tu primer disco en Nueva York, ¿no es así? L.C.- Sí. Un día, dando vueltas por Nueva York, conocí a Mary Martin, que había trabajado con Albert Grossman. Le conté mis planes de ir a Nashville y hacer un disco. Por desgracia, hablé demasiado. En vez de eso, acabé en un estudio de Nueva York, lo que me dio un montón de preocupaciones, ya que no era capaz de acomodarme a la frenética vida de allí tras haber vivido en una pequeña isla. R.B.- ¿Qué ocurrió para que hicieras los discos siguientes en Nashville?
L.C.- Bueno, personalmente no tenía planes de hacer más
discos... no lo creía necesario. Pero tuve que ceder ante diversas
presiones. CBS quería otro disco, mi manager también, e imagino
que en cierta forma yo mismo quería hacer otro, aunque sólo
fuera para demostrar que no se me habían acabado las ideas. Así
que intenté preparar algunas canciones. No tenia ninguna y dejé
que las cosas vinieran por sí solas. Viajé a Grecia otra vez,
viví allí por un tiempo, y después regresé a
los Estados Unidos. Volví a pensar que un disco ya era suficiente
y que debía retornar a la vida normal, pero aun así seguí
trabajando, intenté escribir algunas canciones más. Estuve
viviendo en la habitación de un hotel de California unos meses, más
o menos me forcé a componer, lo cual era muy extraño para mí,
pues la experiencia me había enseñado que rara vez conseguía
algo bajo tales circunstancias, y que no valía la pena. R.B.- Dime, ¿cómo es que no aparecen los nombres de esos músicos en la carpeta del disco? L.C.- Eso fue una decisión de Bob y mía, con su conformidad. Decidimos poner las menos palabras posibles en la cubierta. Por eso yo menciono sus nombres en cualquier oportunidad que tengo. R.B.- ¿De dónde deriva la inspiración de tus canciones? L.C.- Es difícil encontrar la fuente de una canción. Creo que todo lo que uno conoce y experimenta queda grabado, y a veces algo sale fuera. R.B.- ¿Son tus letras totalmente honestas, o haces alteraciones para que resulte poesía? L.C.- Nunca he considerado como maravillosa mi forma de escribir. Uno intenta controlarse, pero el control es siempre pasivo y receptivo, más discriminante que el gobernar. Uno sigue buscando, y la mente se pregunta de dónde vienen los pensamientos, pero eso conduce inevitablemente a discusiones sobre teología. No puedo decir de cierto de dónde me viene la inspiración para una canción. Normalmente, mis pensamientos están más confusos que mis canciones, yo no puedo escribir por una orden. Los pensamientos vienen en momentos alegres, cuando la confusión se articula. R.B.- ¿Pero tú tienes dificultad para escribir? L.C.- Siempre tengo problemas al escribir, pero hay ciertos momentos en que un poema, o incluso la idea de un libro, te viene a la cabeza. Y cuando te pones a convertir esas ideas y pensamientos en palabras, los problemas y fatigas te vuelven. R.B.- ¿Cuándo harás un nuevo disco? Mejor dicho, ¿piensas que harás alguna vez otro disco? L.C.- Si las canciones vienen, y cuando vengan. Si eso no ocurre... la cosa más importante para mí no es si podré o no producir canciones, sino ser capaz de vivir mi vida.
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