Después
de terminar la secundaria, se inició, como
jugando, en el comercio de café, maíz
y arroz. "Uff, era un aventurero", recuerda
Félix, como le llama su esposa. Y en una de
esas aventuras conoció a Neida, su mujer. Después
de un par de años de pareja, decidieron convivir,
y del fruto de ese amor nacieron Silver (9), Jessica
(7) y David (5).
Dado
que el trabajo de Feli no andaba muy bien y Neida
se quedaba en casa a cuidar a los niños, vivían
en la casa de los padres de Feli. "Era bien difícil,
a mí nunca me ha gustado vivir en casa ajena,
me gusta tener libertad, que mi familia tenga libertad".
Entonces, Feliciano decidió trabajar horas
extras y ser más dedicado al empleo. Así,
ya no sólo comercializaba, sino que también
conseguía los vegetales por su cuenta.
Un
buen día, con el firme propósito de
conseguir unos frutos que estaban en la copa de un
árbol, subió hasta lo alto. Varias veces
lo había hecho, así que no tuvo miedo.
Jamás imaginó que la caída sería
fatal.
Arriba
"UN
ACCIDENTE QUE CAMBIÓ MI VIDA"
Era
el 17 de noviembre de 1998. Hacia calor y la gente
estaba en casa, como todos los domingos. Un grito
los sacó de su letargo: un hombre había
caído de un árbol. Todos creían
que estaba muerto.
Feliciano
intentó levantarse. Las piernas no le respondían.
"¡No te muevas!", le gritaban un par
de curiosos. Sentía un dolor espantoso en la
columna, pero en las piernas nada. Lo llevaron al
hospital, la familia se desmoronó al recibir
la noticia que sólo oían en las series
de televisión y telenovelas mexicanas: "El
señor ha quedado paralítico de por vida".
Feliciano,
¿qué pasaba por tu mente en esos momentos?
Mi
familia, lo primero que pensé fue en ellos.
Qué harían ahora, cómo se iban
a mantener. Yo ahí, postrado, casi inservible,
me quería morir...
¿Qué
pasó después?
Gasté
S/. 19,000 en mi tratamiento, se acabaron todos nuestro
ahorros, y mi familia ya no podía apoyar más.
Entonces pensé lo peor: me mataré. Incluso
la relación con mi esposa ya no era igual,
ella como se avegonzaba de mi situación y yo
temabién: desde el accidente no había
salido a la calle, me daba verguenza que me vieran
así.
¿Intentaste
suicidarte?
Sí,
de muchas maneras. Es que sentía que era una
carga para mi familia. Esta deprimido, quería
dejar de vivir. Entonces amarré una colcha
al foco del techo, no me preguntes cómo hice
porque ni me acuerdo, pero la cuestión es que
cuando me iba dejar caer -estaba parado en una silla-,
llegó mi esposa y me salvó. La siguiente
vez puse veneno en mi comida y mi hijo se dio cuenta,
y la botó toda. La tercera es la vencida, dije,
y cogí una botella y la molí en pedacitos
pequeñísimos. La iba a combinar con
un jugo de naranja, pero cómo llegaron mis
hijos del colegio, envolví los pedazos en una
colcha y los puse debajo de mi cama. Me quedé
dormido. Cuando desperté, ya no estaban ahí.
Siento que fue Dios que no quiso que me matará.
¿Y
cómo superaste todo eso?
Bueno,
un buen día decidí dejarme de llorar
y sufrir y me fui de la casa. Mi esposa se opuso,
pero no le hice caso. Me conseguí una silla
adaptada como silla de ruedas y visité todos
los distritos cerca de mi ciudad. Me acordé
de que una vez, en u bus interprovincial, subió
un sordomudo y me dio un papelito pidiendo mi colaboración.
Yo lo había guardado y lo saqué en ese
momento. Hice fotocopias y lo cambié por "inválido".
La gente, aunque no creas, me colaboraron en los buses,
en los micros. Después de tres días
llegué a casa. Pregunté: ¿han
comido? "No", dijeron ellos. Saqué
del bolsillo todo lo que había conseguido en
mi "aventura": 300 soles. Mi esposa me abrazó,
me pidió perdón. Le propuse irme a la
aventura a todos los pueblos para coseguir ayuda y
me dijo: "Te vas, pero conmigo". Y nos fuimos
todos, y viajamos por toda la selva, el norte, hasta
llegar a Lima.
Y
aquí en Lima, ¿cómo hiciste para
mantenerte con tanta competencia en las combis?
(Risas).
Sí, en provincia la gente es más amable,
no hay duda. Bueno pues, recordé que de joven
había aprendido a hacer artesanías y
me empecé a dedicar a eso. Me dijeron que Mesa
Redonda era un buen mercado, hice mis gestiones en
la municipalidad (que duraron 2 años y medio)
y aquí me tienes. El taller lo tengo en mi
casa.
Arriba
SEÑOR
"NO VALES NADA"
Cuando
te conocí te admiré por ser un "inválido"
ejemplar y me corregiste: "discapacitado"
ejemplar. ¿Te molesta que te llamen así?
¡Claro!
¿Qué significa la palabra inválido?
"Que
no vale nada".
Ya
pues, cuando le gente me llama así siento que
me dicen Señor "no vales nada". Tienen
que darse cuenta que a pesar de nuestras limitaciones
físicas o mentales, los discapacitados también
tenemos derechos y oprtunidades. Y valemos mucho,
¡sí o no? (Risas).
Arriba
TÚ
ERES LA RUEDA, YO SOY EL CAMINO
¿Qué
música te gusta Feliciano?
Uy,
me gustan los pasillos y la salsa antigua. ¿Has
escuchado esa de "Tú eres la rueda, yo
soy el camino"?
Claro,
"La rueda" de Frankie Ruíz...
Sí,
esa. Cuando me accidenté y escuchaba esa canción
me reía porque antes la cantaba sin sentido,
y ahora sí tiene uno para mí: siento
que Jesucristo me dice eso: Tú eres la rueda,
porque ando en silla de ruedas, y yo soy el camino,
porque es Dios pues. (Risas).
Muy
buena ah...
Claro
pues... hay que ponerle alegría a la vida.
Cuando me deprimo soy más feo (Risas). Mira,
no creas que todo en mi vida es felicidad ah, también
tengo mis problemas, pero trato de encontrarle el
lado amable.
Y
se nota Feliciano. De veras se te nota.
Arriba
ARTÍCULO
EN "EL COMERCIO". MARTES 14/09/2004.
Recuerda,
con buen humor más que con cólera, que
una vez fue arrastrado unos diez metros con silla
y todo. "Me había colgado de la puerta porque
el chofer no quería recogerme. ¡Tómate
un taxi!, me gritó". Asegura tener una lista
de aproximadamente 300 números de placas de
los vehículos de transporte urbano que se han
pasado de largo y le han negado el derecho de usar
el servicio público de pasajeros.
Por
lo pronto debe esperar verdaderos milagros o la ayuda
de algún chofer caritativo que lo recoja, como
ayer, del paradero para movilizarse a su centro de
labores. Pera Feliciano no es hombre de esperar sentado
una solución a este problema. Por lo pronto
tramita ante la Beneficencia Pública de Lima
el alquiler de una casa en el Cercado de Lima para
vivir cerca de su trabajo, en Mesa Redonda, donde
tiene un pequeño negocio de venta de artesanía.
La
gestión tampoco resulta fácil. El viejo
edificio de la Beneficencia Pública tiene cuatro
pisos y la oficina a la que debe acudir se encuentra
en el tercer piso. Ante la falta de un ascensor, Feliciano
se ve obligado a pedir ayuda para que alguien lo cargue
hasta el tercer piso y viceversa. Pero este no es
el único establecimiento público inaccesible
para Feliciano y las personas con discapacidad.
LEY
INVISIBLE
La
Ley de la Persona con Discapacidad establece que los
locales de instituciones públicas y privadas
cuenten con entradas idóneas, rutas de acceso,
rampas, señalización, módulos
de atención y servicios higiénicos para
discapacitados. Sin embargo, la mayoría de
establecimientos incumple estas normas.
Carlos
Merino de Lama, presidente del CONADIS, dice que el
problema es la falta de interés de las municipalidades
de exigir el cumplimiento de las normas de adecuación
arquitectónica y las normas técnicas
urbanísticas al momento de calificar los expedientes
de nuevas obras. Hay un vacío legal que impide
cobrar multas severas, manifestó Merino de
Lama. "Las personas con discapacidad no tienen por
qué adecuarse a los establecimientos y espacios
de uso público, pero sí estos", subrayó.
Feliciano
lo sabe muy bien.
Nota:
En este artículo, Feliciano es nombrado como
"Feliciano Díaz Pérez", siendo
en verdad "Feliciano Frías Agip".
¿La razón? Ninguno de los dos lo sabemos.
DE
LA AUTORA
Feli
llegó a mi vida un martes en la tarde. En plena
asesoría del proyecto de tesis, ví el
periódico en la mesita, me interesó
la nota pero, como la mayoría de cosas que
leo, lo dejé en el mismo sitio.
En
mi clase de Periodismo Avanzado, más tarde,
lo volví a encontrar. Lo volví a leer.
Me volvió a encadilar la historia. En la noche,
en casa, mi padre me comentó la historia, pues
la había leído también en la
tarde. Tres veces llegó, y sólo en la
última deicidí seguir su caso. No tenía
aún un personaje para esta página web
y mejor que él, nadie.
Desde
el primer contacto se presenta como un niño
grande. Siempre sonriente, siempre feliz. Siento que
su nombre le cae a pelo. Después de todas las
cosas que me contó sobre su vida, quisé
ir más allá: conocer su casa, su familia,
ver si era verdad tanta belleza. Y no me mintió.
Todo fue tal cual lo relató.
Conocerlo
me ha servido muchísimo. Lo admiró como
no tiene una idea. Gracias a Dios, a la Biblia, y
al periódico aquel por haberlo puesto en mi
camino. Ahora somos amigos.
Arriba