“ESOS
CHISMES JAPONESES”
Elegancia sutil de la belleza sin adorno
Siempre me ha deleitado la lectura. Desde muy pequeña
me escondía por los rincones de la casa, o procuraba quedarme a solas,
sin salir; y cuando todos se iban, me
sumergía por completo en cualquier tipo de lectura, cómics, libros de
aventuras, biografías, novela, poesía...(Sobre todo me gustaban los clásicos
franceses.) Procuraba que nadie me encontrase y no contestaba cuando me
llamaban, cosa ésta que me costaba más de un castigo y una retahíla de
recomendaciones: “no es bueno tanta lectura”, “terminarás mal”,
“¡ciega te vas a quedar!”. Olvidaba la hora de comer, la siesta,
jugar con las amigas... pero esta bendita “manía”, enriqueció mi
vida, abrió nuevos paisajes y fascinó mi infancia y adolescencia.
Hace poco que escribo, y esto ha sido a partir de mi
práctica Zen.
El Zen
es algo que no se puede definir. Como todo camino, es un viaje de
autoexploración y transformación, mediante la contemplación, mediante
la meditación no discursiva.
Me ocurre que tras una práctica, surge de mi una
necesidad de plasmar en algo material el fruto de la “sentada”: la
belleza, el dolor, el amor, el calor... acercando los ojos a una realidad
cercana, tangible, cotidiana. Así fue como me encontré escribiendo
“esos chismes japoneses” como los llama un amigo: los haikus.
No soy una experta en haikus, y no he estudiado mucho acerca de ellos,
esto es simplemente una comunicación de experiencia, de cómo lo sentido
por mi, ha buscado de forma natural esta forma de expresión. Octavio Paz
los define como una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer
saltar la realidad aparente. Es como abrir los ojos a lo que tienes
delante, constatar la realidad desde esa mirada interior que inter-relaciona
y auto-activa la armonía, el respeto, la pureza, el silencio sereno, la
simplicidad. Elegancia sutil de la belleza sin adorno, el capullo que
anuncia la plenitud de la rosa.
|