Jose Antonio
de Aguirre y Lecube
Manuel de
Irujo
Cardenal
Gomá
Telesforo
Monzón
Martínez
de Aragón
Gral. Llano
de la Encomienda
Gral. Gamir
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La
relación de los batallones es la siguiente:
PNV: 12 batallones; ANV 2 batallones; Bizkaiko Mendigoxale Batxa
2 batallones; STV 3 batallones; UGT-PSOE 7 batallones; JSU 9 batallones;
PCE 4 batallones; Izquierda y Unión Republicana 2 batallones;
CNT 6 batallones.
El
presidente vasco quiere formar un Ejército propio y distinto
al de las milicias irregulares, que, además, no son una
fuerza armada en el sentido exacto de la palabra. Será,
pues, el Euzko Gudarostea, un Ejército Vasco, no español,
y él será su artífice.
Consecuentemente,
Aguirre llama a los pocos militares que tiene alrededor y que
le ofrecen alguna confianza, aunque, por cierto, no abunden en
sus apellidos la fonética vasca (Montaud, Sanjuán,
Vidal). Después decide actuar. El cónsul soviético
(Tumarov) ha servido en la armada rusa y tiene conocimientos militares;
tampoco su ayuda es despreciable.
Mando
militar propio, desligado del Ejército del Norte
Hay
un punto de partida de enorme trascendencia: el decreto del 25
de octubre firmado por Aguirre y publicado en el Diario Oficial
del País Vasco, donde se establece acorde con la
declaración ministerial del día 7 que todas
las unidades, Armas y Cuerpos del Ejército que operan
en Vizcaya quedan bajo la autoridad superior del Consejero
de Defensa de Euzkadi; esto es, de él mismo. Con
lo que se crea un Mando militar propio, supremo, desligado del
Ejército del Norte, que existía ya, en principio.
Con
la autoridad que le da el Decreto, Aguirre se lanza a una labor
muy activa, dictando una serie de importantes disposiciones, que
han de prefigurar su Ejército en ciernes. En definitiva
decide las siguientes medidas:
- a)
Llamar cuatro reemplazos: 1932, 33, 34 y 35.
- b) Militarizar las milicias, que deberán usar uniforme
y quedar sujetas al fuero mi-litar.
- c) Militarizar los técnicos y obreros especializados,
así como la incautación de las fábricas
y talleres, es de-cir, la industria, la podero-sa industria
vizcaína.
- d) Establecer zonas de guerra
- e) Crear los organismos competentes: Estado Mayor y Departamento
(o pequeño Ministerio) de Guerra, con todas las dependencias
pro-pias de una administración militar.
Así
el Gobierno Vasco llegó a crear un pequeño ejército
de 40.000 hombres que llegaría a ser de 45.000 en el mejor
momento)
El 6 de noviembre, Aguirre organiza su Estado Mayor y coloca a
su frente un hombre de máxima confianza; el teniente coronel
don Alberto Montaud por quien siente una admiración sin
límites. (Es la máxima capacidad militar que
he conocido y tiene una preparación y cultura no ya popular
sino universal.) Como Jefe de Operación de Euzkadi
figurará el comandante don Modesto Arambarri, el comandante
Antonio Naranjo como Jefe de la Sección de Organización,
Capitán José María Arbex como Jefe de la
Sección de Información, al Capitán Ernesto
Lafuente como Jefe de la Sección de Servicios y como encargado
de la Sección Topográfica a Manuel de Uribe Echevarria.
La
máquina está creada. Una febril actividad se desarrollará
a partir de este momento. Pero veamos, incidentalmente, algunos
otros problemas, más políticos que militares.
El mismo día en que Aguirre asumía el Mando Supremo
de las fuerzas vascas, es decir, el 25 de octubre, firmaba un
Decreto de suma importancia en que se disponía, según
se ha apuntado antes, que las mili-cias quedasen sometidas al
Código de Justicia Militar, reves-tidas del fuero, carácter
y con-dición castrenses; los batallo-nes se uniformarían
debida-mente, pudiendo conservar sus nombres propios aunque ofi-cialmente
tuviesen un número, por el que serían conocidos,
estando, además mandados por Jefes profesionales (con ello
se conseguía su despolitización). Excelentes propósitos
y sabias medidas, pero ¿llegarían a buen fin?
En
pocos sitios como en Vizcaya se había politizado
tanto la guerra. A favor de esta corriente estaba el afán
de Aguirre, más o menos oculto, de no perder en control
de los batallones netamente naciona-listas, que en algún
momento difícil podrían apoyar su poder harto inestable.
Por lo mismo, ¿temía acaso que la ideología
de esos batallones se diluyera por los atractivos tentadores de
otras ideologías revoluciona-rias? La oposición
tenaz a la implantación del Comisariado así parecía
confirmarlo.
Porque
¿qué espíritu tenían los batallones
de Euzkadi? Los testimonios ajenos a aquel Partido, bien que de
personas de solvencia, denuncian una oposición profunda,
radical, entre los nacionalistas y los otros; batallones
todos que, por ser políticos, acusaban la tremenda
contradicción que suponía la absurda alianza, el
imposible matrimonio de convivencia planeado a lo
largo del verano y consumado el 1 de octubre.
Leamos
algunos de dichos testimonios: Manuel Azaña, presidente
de la República, afirma en el tomo IV de sus Obras
Completas Los nacionalistas no se baten por la causa
de la República ni por la causa de España, a la
que aborrecen, sino por su autonomía y su semi-independencia.
Ramos
Oliveira, escritor marxista, en el Tomo III de su His-toria
de España El Jefe de Estado Mayor, coronel
Montaud, era también hombre franco: "Nuestros campesinos,
si usted quiere oir la verdad, están más con el
enemigo que con noso-tros".
Solano Palacios, escritor anarquista, afirma en La tragedia
del Norte: El
campesino vasco, pegado a sus costumbres milenarias... no admitirá
jamás... una revolución que trastocase este orden
de cosas que la rodea y forma parte de su mundo Interior.
Dolores
Ibárruri. personalidad comunista harto conocida, en el
tomo XI de la obra Guerra y Revolución de España",
asevera: Los dirigentes nacionalistas se opusieron sistemáticamente
a la creación del Ejercito Popular... Los líderes
nacionalistas que-rían disponer de una fuerza ar-mada propia,
al servicio de sus intereses políticos particulares.
Mijall
Kolstov, corresponsal ruso de Pravda en Bilbao y en las páginas
de su Diario reina aquí una confusión
enor-me. Lucha de intereses y de influencias: nacionales, políti-cas,
territoriales... Los propios nacionalistas vascos actúan
de modo insensato e inexplicable. Sólo cabe explicar sus
actos por las contradicciones y las luchas entre los mismos nacio-nalistas
El
Gobierno autónomo de! País Vasco recabó para
sí las competencias de organización y administración
del ejército vasco, excepto en lo que se refería
a operaciones de guerra. Largo Caballero, jefe del Gobierno de
la Segunda República y ministro de Defensa, pareció
estar de acuerdo por sus manifestaciones verbales (enero 1937).
pero los malentendidos no hicieron sino multiplicarse. De hecho.
la llegada a Bilbao, en diciembre de 1936. del general Llano de
la Encomienda, destinado a mandar el Ejército del Norte.
agravó la situación-
Esta
lucha larvada y no siempre contenida se acentuaría con
la marcha desfavorable de la guerra. En el mes de mayo la llegada
de un batallón asturiano o santanderino inspiraría
verdadero pavor al cashero y a sus familiares vecinos
del sitio don-de dicho batallón acampara; y en los últimos
días de la resis-tencia bilbaína, la latente opo-sición
se manifestaría al abor-darse puntos tan controverti-dos
como estos ¿Debería destruirse todo? ¿Se
debería continuar la resistencia a cualquier precio?
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